entendia era por que Cranton, que habia sido visto por ultima vez en Londres, llevaba una camiseta y unos calzones franceses tan viejos y tan cuidadosamente arreglados. La camisa y otra ropa, que tambien estaba limpia y doblada, se hallaba en una silla junto a la mesa. Estas piezas tambien eran viejas, pero estaban hechas en Inglaterra. ?Por que llevaria ropa interior francesa de segunda mano?

Wimsey sabia que seria imposible intentar seguir el rastro de la ropa a traves de los fabricantes, porque se vendia en cientos de establecimientos de Paris y provincias. La tenian amontonada en el exterior de las tiendas de ropa de casa con el cartel de ocasion, y las amas de casa ahorradoras la compraban alli mas barata. No habia ninguna marca de lavanderia, asi que era de suponer que lo habian lavado en casa las mismas mujeres o las c riadas. Habian hecho un zurcido en los agujeros; habian remendado las axilas; habian cosido dos veces la cintura de la camisa, raida por el uso; y habian puesto botones nuevos en los pantalones. ?Por que? Uno debe economizar. Pero no era la ropa que uno compraria, ni siquiera a un vendedor de segunda mano. Y seria muy dificil, incluso para un hombre hiperactivo, desgastar tanto la ropa en tan solo cuatro meses.

Lord Peter se paso los dedos por la cabeza hasta que los mechones rubios se quedaron derechos. «?Pobre!», penso la senora Venables, mirandolo por la ventana. Habia desarrollado un calido instinto maternal hacia su huesped.

– ?Le gustaria tomar un vaso de leche, un whisky con agua o una taza de te? -le pregunto amablemente.

Wimsey se rio y le dio las gracias, pero le dijo que no.

– Espero que no se le contagie nada de esa ropa -dijo ella-. Estoy segura de que debe estar llena de microbios.

– Ah, no creo que pueda coger nada peor que la fiebre cerebral -dijo Wimsey-. Quiero decir -corrigio al ver la preocupacion en el rostro de la senora Venables- que no puedo entender por que llevaba esta ropa interior. Quiza usted pueda ayudarme.

La senora Venables entro y el le planteo el problema.

– No se -contesto ella examinando la ropa con cuidado-. Me temo que no soy ningun Sherlock Holmes. Solo se me ocurre que su mujer fuera muy trabajadora y ahorradora.

– Si, pero eso no explica por que fue a buscar la ropa interior a Francia. Sobre todo, cuando todo lo demas es ingles. Excepto, claro, la moneda de diez centimos franceses, aunque son bastantes comunes en este pais.

La senora Venables, que venia de arreglar el jardin y estaba bastante acalorada, se sento para pensar un poco sobre este tema.

– Lo unico que se me ocurre -dijo- es que la ropa inglesa le sirviera de disfraz. Usted dijo que habia venido a Fenchurch de incognito, ?no es cierto? Entonces, como nadie le veria la ropa interior, no se molesto en cambiarsela.

– Pero eso significaria que venia de Francia.

– Quiza lo hizo. Quiza era frances. Los franceses suelen llevar barba, ?verdad?

– Si, pero el hombre que me encontre no era frances.

– Pero no sabe si era el hombre que se encontro. Podria ser otra persona.

– Si, podria -acepto Wimsey con dudas.

– ?Y no trajo mas ropa?

– No, nada. Era un trotamundos sin trabajo. O eso decia el. Todo lo que trajo fue una vieja gabardina inglesa, que se llevo consigo, y un cepillo de dientes. El cepillo se lo dejo. ?Podemos obtener alguna prueba de todo esto? ?Podemos decir que fue asesinado porque, en caso de que se hubiera ido de la ciudad, se habria llevado el cepillo de dientes? Y si el cadaver era suyo, ?donde esta la gabardina? Porque el cadaver no llevaba ninguna.

– No lo se -contesto la senora Venables-. ?Ah! Ahora que me acuerdo, tenga cuidado cuando salga al jardin porque los grajos estan construyendo los nidos y lo dejan todo perdido. Yo en su lugar cogeria un sombrero. O si no, en el cobertizo siempre hay una sombrilla vieja. ?Este hombre tambien se dejo el sombrero?

– En cierto modo, si -respondio Wimsey-. Lo liemos encontrado en un lugar bastante extrano. Pero no nos sirve de mucho.

– ?Oh! -dijo la senora Venables-. Esto es muy pesado. Estoy segura de que, con todos estos problemas, debe acabar agotado. Tiene que coger fuerzas. El carnicero dice que hoy tiene un higado de ternera muy bueno, pero no se si a usted le gusta. A Theodore le encanta el higado con beicon, aunque yo siempre he pensado que es demasiado fuerte. Tambien queria decirle que su sirviente ha sido muy amable al limpiar la plata y el laton tan bien, pero no deberia haberse molestado. Estoy acostumbrada a echarle una mano a Emily con eso. Espero que esto no sea demasiado aburrido para el. Me han dicho que es una gran ayuda en la cocina y un imitador de musicales extraordinario. Dice Cook que es mucho mejor que los comicos que vienen por aqui.

– ?De verdad? -pregunto Wimsey-. No tenia ni idea. Aunque, con lo que desconozco de Bunter podria llenar un libro.

La senora Venables se fue, pero sus comentarios quedaron grabados en la memoria de Wimsey. Dejo a un lado la camiseta y los calzones, lleno la pipa y salio al jardin; la mujer del parroco salio detras de el y le dio un sombrero de lino viejo a prueba de grajos que era de su marido. El sombrero le quedaba demasiado pequeno, y, el hecho de que se lo pusiera inmediatamente, con expresiones de gratitud, era una muestra del amable corazon que, a pesar de lo que afirma el poeta, se suele encontrar ligado a las coronas; aunque el susto que se llevo Bunter cuando vio a su amo frente a si, con aquel grotesco sombrero diciendole que fuera a por el coche y que lo acompanara a una pequena excursion fue considerable.

– Muy bien, milord -convino Bunter-. ?Ejem! Hace un poco de aire, milord.

– Mucho mejor.

– Seguro, milord. Si me permite decirlo, la gorra de tweed, o la de fieltro gris seria mas adecuada para estas condiciones climaticas.

– ?Eh? ?Oh! Posiblemente tengas razon, Bunter. Te ruego que devuelvas este excelente sombrero a su sitio, y si ves a la senora Venables, le das las gracias y le dices que me ha protegido de maravilla. Y, Bunter, confio en que controles tu fascinacion por Don Juan y no cruces el umbral de la amistad con los pedazos de un corazon roto.

– Muy bien, senor.

Cuando volvio con la gorra de fieltro gris, Bunter se encontro con que el coche ya estaba listo y que lord Peter estaba sentado en el asiento del conductor.

– Vamos de ruta, Bunter, y empezaremos por Leamholt.

– Como usted diga, milord.

Enfilaron por Fenchurch Road, giraron a la izquierda por el sumidero, pasaron por el cambio de rasante de Frog's Bridge sin perder el control del coche y recorrieron los veinte kilometros que habia hasta la pequena ciudad de Leamholt. Era dia de mercado y el Daimler tuvo que abrirse camino con cuidado entre rebanos de ovejas y piaras de cerdos, y entre los granjeros que se quedaban despreocupadamente en medio de la calle negandose a moverse hasta que los guardabarros se acercaban peligrosamente a sus cosas. En el centro de uno de los laterales del mercado estaba la oficina de Correos.

– Bunter, entra ahi y pregunta si hay alguna carta para el senor Stephen Driver.

Lord Peter espero un rato, como uno siempre hace en las oficinas de Correos rurales, mientras que los cerdos golpeaban el parachoques y los bueyes le abollaban el capo. Al cabo de un rato Bunter volvio con las manos vacias a pesar de que tres jovenes y el mismo encargado habian realizado una busqueda exhaustiva.

– Bueno, no importa -dijo Wimsey-. Leamholt es la ciudad que recibe todo el correo de la zona, asi que pense que deberiamos empezar por aqui. Las otras posibilidades, a este lado del sumidero, son Holport y Walbeach. Holport esta bastante lejos y me parece poco probable que alli encontremos algo. Creo que probaremos con Walbeach. Desde aqui hay una carretera directa o, al menos, lo mas directa que una carretera puede ser en esta zona… Supongo que Dios podria haber hecho un animal mas tonto que la oveja, pero es bien cierto que no lo hizo… A menos que sean las vacas. ?Uy! ?Eh! ?Apartate de ahi, fuera!

Kilometro tras kilometro, la carretera plana hacia eses detras de ellos. Ahora se encontraban un molino de viento, luego una granja solitaria, mas alla una hilera de alamos que bordeaban un dique lleno de juncos. Maiz, patatas, remolacha, mostaza y otra vez maiz, hierba verde, patatas, alfalfa, maiz, remolacha y mostaza. Una larga calle de pueblo con una vieja torre gris y una capilla de ladrillos, y la vicaria rodeada de un pequeno oasis de olmos y castanos de Indias, y luego mas diques y molinos de viento, maiz, mostaza y hierba verde. A medida que iban avanzando, el terreno se iba allanando, si es que era posible allanarse mas, y los molinos abundaban mas y, a la derecha, volvieron a ver el reflejo plateado del rio Wale, que ahora era mas ancho porque llevaba toda el

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