agua del dique de los diez metros, de Harper's Cut y de St Simon's Eau, y hacia eses mas gruesas aqui y alla, como si quisiera recordar su antiguo recorrido. Entonces, en el horizonte, vieron un pequeno grupo de capiteles y tejados y algunos arboles altos, y detras, los mastiles de los barcos pesqueros. De este modo, cruzando puentes y puentes, los viajeros llegaban a Walbeach, un gran puerto antano, aunque ahora habia quedado encerrado en tierra firme por la inundacion de los pantanos y porque la desembocadura del Wale habia bajado de nivel. Sin embargo, mantenia la tradicion maritima escrita en las piedras grises, los almacenes de madera y las largas lineas de los muelles casi desiertos.

En la oficina de Correos, lord Peter espero en el placentero silencio que inunda las ciudades rurales donde los dias sin mercado parecen domingos interminables. Bunter estuvo en el interior un buen rato; cuando salio, lo hizo con un poco menos de tranquilidad de la que era habitual en el y tenia unos colores en las mejillas poco habituales en su persona.

– ?Ha habido suerte? -pregunto Wimsey sonriendo.

Para su sorpresa, Bunter le contesto con un gesto que invitaba al silencio y a la precaucion. El lord espero a que entrara en el coche y cambio la pregunta:

– ?Que ha pasado?

– Sera mejor que arranque deprisa, milord -dijo Bunter-, porque mientras la maniobra ha sido resuelta con exito, es posible que haya robado el correo de su majestad al obtener un paquete con falsas intenciones.

Antes de que Bunter hubiera acabado su relato, el Damlier ya estaba bajando por una tranquila calle detras de la iglesia.

– Bunter, ?que demonios has estado haciendo?

– Bueno, milord, he investigado, como me habia dicho, si habia alguna carta para el senor Stephen Driver, poste restante, que llevara aqui algun tiempo. Cuando la joven me ha preguntado cuanto tiempo, yo le he contestado, de acuerdo a lo que habiamos acordado, que tenia la intencion de visitar Walbeach hace algunas semanas pero que surgio un imprevisto y me lo impidio, y que me entere de que, por error, me habian mandado una carta muy importante a esta direccion.

– Muy bien. Todo segun el plan de Cocker.

– Entonces, milord, la joven ha abierto una especie de caja fuerte o taquilla, ha buscado dentro y, despues de un tiempo considerable, se ha girado con una carta en la mano y me ha vuelto a preguntar que nombre habia dicho.

– ?Ah, si? Estas chicas hacen demasiadas preguntas. Aunque me hubiera sorprendido mas que no te lo hubiera hecho repetir.

– Si, milord. Entonces le he dicho, como antes, que el nombre era Stephen o Steve Driver pero, al mismo tiempo, desde donde estaba he podido ver que la carta llevaba un sello azul. Solo nos separaba el mostrador y, como usted debe saber, milord, Dios me ha dado una vista excelente.

– Demos gracias a Dios por eso.

– Debo decir que yo siempre se las doy, milord. Al ver el sello azul, me he apresurado a decirle (recordando las circunstancias del caso que nos ocupa) que me la habian enviado de Francia.

– Muy agil, si senor -dijo Wimsey asintiendo.

– La joven, senor, parecia desconcertada por este comentario. Ha dicho, algo dudosa, que habia una carta de Francia y que llevaba tres semanas alli, pero que iba dirigida a otra persona.

– ?Demonios!

– Si, milord. Eso mismo he pensado yo. Le he preguntado: «?Esta segura, senorita, que lo ha leido bien?». Me alegra decir, milord, que la joven, por joven y, sin iluda, inocente, ha sucumbido a esta estrategia tan elemental y ha respondido inmediatamente: «Oh, no. Aqui lo dice bien claro: Senor Paul Sastre». En ese momento…

– ?Paul Sastre! -exclamo Wimsey en un ataque de entusiasmo-. Pero… ese era el nombre que…

– Exacto, milord. Como iba diciendo. En ese momento era necesario que actuara con rapidez. Sin vacilar, he contestado: «?Paul Sastre? Pero si es el nombre de mi chofer». Me disculpara, milord, si el comentario supone alguna implicacion irrespetuosa hacia usted, dado que en ese momento estaba usted sentado al volante del coche y, por consiguiente, era la persona aludida, pero no estaba en posicion de pararme a pensar lo rapida o claramente que me hubiera gustado.

– Bunter, te advierto que me estoy empezando a impacientar. Contesta de una vez, si o no, ?has conseguido la carta?

– Si, milord. La tengo. Le he dicho a la joven que, dado que la carta de mi chofer estaba alli, se la llevaria, y he anadido algunas observaciones graciosas sobre que debia haber conquistado a alguna dama en uno de nuestros viajes porque era un gran conquistador. Nos hemos divertido un rato hablando sobre esto.

– ?Ah, si?

– Si, milord. Al mismo tiempo le he explicado que estaba muy contrariado porque mi carta se habia extraviado y le he pedido que la buscara de nuevo. Asi lo ha hecho, muy a su pesar, y al final me he ido, despues de dejar claro que el sistema postal de este pais me parecia poco fiable y que no dudara que escribiria un articulo en The Times.

– Excelente. Bueno, todo es bastante ilegal, pero Blundell lo arreglara. Le habria sugerido que lo hiciera el mismo, pero como implicaba iniciar una pequena aventura pense que no le haria demasiada gracia. Ademas, tampoco me hubiera fiado demasiado. Y ademas -en ese momento Wimsey anadio con franqueza-: fue idea mia y queria que nos divirtieramos nosotros. Venga, no te disculpes mas. Has estado perfectamente brillante dos veces y yo me alegro muchisimo. ?Que es eso? ?No sera nuestra carta? ?Demonios! Es nuestra carta. ?Perfecto! Tenemos nuestra carta y ahora nos vamos a comer a Cat and Fiddles desde donde las vistas del puerto son increibles y el vino tinto no tiene desperdicio para celebrar nuestra oscura y vergonzosa actuacion.

Asi pues, al rato, ambos hombres estaban sentados en un oscuro comedor con vistas, dando la espalda al salon y mirando por la ventana hacia la torre achaparrada y cuadrada de la iglesia, con los grajos revoloteando alrededor y las gaviotas bajando en picado hacia las tumbas del cementerio. Wimsey pidio cordero asado y una botella del tan preciado vino tinto. No tardo demasiado en establecer conversacion con el camarero, quien estuvo de acuerdo con el en que habia mucha tranquilidad.

– Pero no tanto como antes, senor. Los hombres que trabajan en el canal Wash cambian mucho la ciudad. Oh, si, senor… ya casi esta terminado y dicen que lo abriran en junio. Dicen que sera positivo y que mejorara el drenaje de las tierras. Se comera tres metros o mas de rio y, asi, la marea volvera a subir al nivel del dique de los diez metros, como en los viejos tiempos. Yo no lo recuerdo, claro, porque eso fue en tiempos de Oliver Cromwell y yo solo llevo aqui veinte anos, pero eso es lo que dice el ingeniero jefe. Ya se han comido mas de un kilometro de tierra, senor, y en junio habra una gran inauguracion, con una fiesta y un partido de criquet y deportes para los pequenos. Ademas, dicen que le van a pedir al duque de Denver que venga a cortar la cinta del canal, aunque todavia no se sabe si vendra o no.

– Seguro que si -dijo Wimsey-. Seguro que viene. No trabaja y esto le sentara bien.

– ?De verdad, senor? -pregunto el camarero algo dubitativo, sin saber la causa de tanta certeza, pero sin querer ofender-. Todos nos alegrariamos mucho si pudiera venir. ?Querra otra patata, senor?

– Si, gracias. Ya me encargare de recordarle al viejo Denver sus obligaciones. Vendremos todos. Sera muy divertido. Denver dara las copas de oro a los ganadores y yo dare conejos de plata a los perdedores, y con suerte alguien caera al rio.

– Eso seria muy gratificante -dijo, muy serio, el camarero con voz severa.

Hasta que trajeron el vino (un Tuke Holdsworth de 1908) a la mesa, Wimsey no saco la carta del bolsillo y la miro con orgullo. Estaba escrita con una letra extranjera e iba dirigida a «monsieur Paul Sastre, Poste Restante, Walbeach, Lincolnshire, Angleterre».

– Mi familia -explico Wimsey- siempre me ha acusado de impaciente. ?Que poco me conocen! En lugar de abrir la carta inmediatamente, la guardo para el comisario Blundell. En lugar de ir a buscar al comisario Blundell, me quedo tranquilamente en Walbeach comiendome un asado. Si bien es cierto que Blundell hoy no esta en Lemaholt, asi que no sacaria nada si salgo corriendo hacia alli pero, de todos modos, aqui me tienes. Solo se ve la mitad del matasellos del sobre, pero deduzco que debe ser algun lugar terminado en «y» en el departamento de Marne o de Seine-et-Marne, un distrito muy apreciado por muchos por el recuerdo del barro, la sangre, las marcas de proyectiles y las trincheras. El sobre es de una calidad ligeramente peor a lo que es habitual en los sobres franceses, y la escritura indica que se realizo con pluma y tinta de oficina de Correos, escrita por una mano poca habituada a ello. La pluma y la tinta dicen poco, porque todavia no he descubierto en ningun rincon de

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