A mediados de mayo obtuvieron un informe de la policia francesa que parecia lo mas esperanzador que habian recibido hasta entonces. Llego a traves de la Surete y lo enviaba monsieur le commissaire Rozier de Chateau Thierry del Departamento de Marne.

Era tan prometedor que incluso el jefe de policia, que era un caballero enormemente preocupado por la economia, estuvo de acuerdo en que tenian que investigar el asunto sobre el terreno.

– Pero no se a quien enviar -se quejo-. De todos modos nos saldra muy caro. Y ademas esta el idioma. Blundell, ?usted habla frances?

El comisario se rio.

– Bueno, senor; lo que se dice hablarlo, no. Podria pedir un poco de comida en un estaminet, y quiza hasta insultar al garcon. Pero interrogar a testigos… eso es diferente.

– Yo no puedo ir -dijo el jefe de policia, muy seco y serio, como si quisiera anticiparse a la sugerencia que nadie se habia atrevido a formular-. Ni hablar. -Empezo a golpear la mesa con las puntas de los dedos y miro por encima de la cabeza del comisario Blundell a los grajos sobrevolando los olmos del fondo del jardin-. Blundell, ha hecho todo lo que ha podido, pero creo que sera mejor que cerremos el caso y se lo pasemos a Scotland Yard. Quiza deberiamos haberlo hecho antes.

El senor Blundell parecia disgustado. Lord Peter Wimsey, que lo habia acompanado, aparentemente por si necesitaban ayuda para traducir la carta del commissaire pero que, en realidad, estaba alli porque no queria perderse nada, tosio levemente.

– Podria confiarme la investigacion a mi, senor -murmuro-. Podria viajar a Francia inmediatamente pagandomelo yo, claro -anadio, insinuante.

– Me temo que seria algo irregular -dijo el jefe de policia, con el tono de alguien que solo necesita una insinuacion.

– Soy mas de confianza de lo que parezco, se lo digo de verdad -dijo Wimsey-. Y el frances se me da de maravilla. ?No podria aceptarme como un agente especial o algo asi? ?Con un pequeno brazalete y una porra? ?O la interrogacion de los testigos no forma parte de las obligaciones de un agente especial?

– No -dijo el jefe de policia-. Aun asi… -prosiguio-. Aun asi… Supongo que podria hacer la vista gorda. Ademas -anadio mirando a Wimsey-, supongo que ira de todos modos.

– No hay nada que me impida realizar una visita privada a los campos de batalla -dijo Wimsey-. Y, por supuesto, si me encuentro con uno de mis viejos amigos de Scotland Yard por alli, posiblemente me unire a el en la investigacion. Aunque realmente creo que, en estos dificiles momentos, deberiamos utilizar el erario publico, ?no cree, senor?

El jefe de policia se quedo pensativo. No tenia ningunas ganas de llamar a Scotland Yard. Pensaba que un oficial de Scotland Yard solo es un estorbo oficioso. Accedio. Al cabo de dos dias, Wimsey era cordialmente recibido por monsieur le commissaire Rozier. Un caballero que mantiene des relations intimes con la Surete de Paris y que, ademas, habla un frances perfecto, tiene muchas posibilidades de que los commissaires de police lo reciban con honores. Monsieur Rozier saco una botella de un vino excelente, animo a su invitado a que se sintiera como en su casa y empezo a relatar su historia.

– No me sorprende en absoluto recibir una orden de investigacion relativa al marido de Suzanne Legros. Es evidente que en todo esto hay un misterio por desvelar. Durante diez anos me he dicho: «Aristide Rozier, llegara el dia que tus premoniciones sobre el supuesto Jean Legros se veran justificadas». Y presiento que ese dia ha llegado, y me alegro de haberlo predicho.

– Evidentemente -repuso Wimsey-, usted, monsieur le commissaire, es muy inteligente y perspicaz.

– Para que le queden las cosas claras, me veo obligado a retroceder hasta el verano de 1918. ?Usted ha servido en el Ejercito ingles? ?Ah! Entonces recordara la retirada de las tropas del Mame en julio. ?Quelle historie sanglante! En aquella ocasion, las tropas en retirada huyeron sin orden ni concierto a traves del Mame y pasaron por la localidad de C…y, situada junto a la orilla izquierda del rio. Vera, milord, el propio pueblo esquivo cualquier bombardeo, porque estaba detras de la linea de las trincheras. En ese pueblo vivia el viejo Pierre Legros con su nieta Suzanne. El pobre tenia ochenta anos y se nego a abandonar su hogar. Su nieta, que entonces tenia veintisiete anos, era una chica fuerte y robusta que, sin la ayuda de nadie, mantuvo la granja en un orden relativo durante los anos que duro el conflicto. Su padre, su hermano y su prometido habian muerto en la guerra.

»Unos diez dias despues de aquella retirada, se supo que Suzanne Legros y su abuelo tenian un huesped en la granja. Ya sabe, los vecinos habian empezado a hablar y el reverendo Abbe Latouche, que en paz descanse, creyo que era su deber informar a las autoridades. Como comprendera, yo no ocupaba el cargo entonces, estaba en el Ejercito, pero mi predecesor, monsieur Dubois, tomo cartas en el asunto. Descubrio que en la granja alojaban a un hombre enfermo y herido. Habia recibido restos de metralla en la cabeza y tenia otras heridas en el cuerpo. Cuando monsieur Dubois interrogo a Suzanne Legros y a su abuelo, contaron una historia bastante singular. Ella dijo que, la segunda noche despues de que el Ejercito en retirada pasara por el pueblo, fue a un cobertizo que habia un poco alejado de la casa y que alli se encontro con un hombre herido y ardiendo de fiebre, tapado solo por la ropa interior y con un rudo vendaje en la cabeza. Iba sucio y lleno de sangre por todas partes y la ropa estaba llena de barro y algas como si hubiera estado en el rio. Al final, con la ayuda de su abuelo, lo llevaron hasta la casa y alli le lavo las heridas y lo cuido lo mejor que pudo. La granja esta a un par de kilometros de lo que es el pueblo en si, y no tenia a nadie a quien enviar a buscar ayuda. Al principio, dijo ella, el hombre deliro en frances sobre los incidentes de la batalla, pero luego cayo en un profundo letargo del que ella no pudo sacarlo. Cuando el reverendo y el commissaire fueron a verlo, se lo encontraron estirado en la cama inerte, inconsciente y con la respiracion agitada. Ella les enseno la ropa que llevaba el dia que lo habia encontrado: camiseta, calzones, calcetines y camisa del Ejercito, todo roto. Ni uniforme, ni botas, ni placa de identificacion ni papeles. Parecia evidente que habia tenido que cruzar el rio a nado durante la retirada, y eso justificaria la falta de botas, uniforme y macuto. Parecia tener treinta y cinco o cuarenta anos y la primera vez que lo habian visto las autoridades llevaba una espesa barba oscura de varias semanas.

– Entonces, ?se habia afeitado?

– Eso parece, milord. Llamaron a un doctor del pueblo para que lo examinara y dijo que solo tenia una herida grave en el cerebro producida por el golpe en la cabeza. Les dijo que iria mejorando. Solo era un joven estudiante con poca experiencia que habia sido rechazado por el Ejercito por tener una salud precaria. Ya esta muerto. Al principio, pues, solo tenian que esperar que el hombre se recuperara para saber quien era. Sin embargo, cuando al cabo de tres semanas mas de estar en coma, fue recuperando lentamente la consciencia, descubrieron que habia perdido la memoria y, temporalmente, tambien el habla. Fue recuperando la capacidad de hablar gradualmente, aunque durante un tiempo solo pudo expresarse con farfullos y con muchas pausas. Al parecer, habia lesiones en los centros de locucion del cerebro. Cuando estuvo en condiciones de comprender y hacerse entender, logicamente lo interrogaron. Sus respuestas se reducian a que tenia la mente en blanco. No recordaba nada de su pasado, nada de nada. No sabia como se llamaba, donde habia nacido, no recordaba nada de la guerra. Para el, su vida empezaba en la granja de C…y.

Monsieur Rozier hizo una pausa, mientras Wimsey no salia de su asombro.

– Bueno, milord, comprendera que era necesario informar inmediatamente a las autoridades. Lo visitaron una serie de oficiales, aunque ninguno lo reconocio, y su retrato y sus medidas se distribuyeron entre los ejercitos sin ningun resultado. Al principio, creyeron que era un soldado ingles, o incluso aleman, y eso no era demasiado agradable. Sin embargo, Suzanne declaro que, cuando lo encontro, deliraba en frances y, ademas, la ropa que llevaba encima era francesa. Aun asi, enviaron su descripcion al Ejercito ingles, sin exito, y, cuando se firmo el Armisticio, las investigaciones se ampliaron a Alemania. Aunque en Alemania tampoco sabian nada de el. Naturalmente, todas estas investigaciones llevaron algun tiempo, porque los alemanes estaban en plena revolucion, como ya debe saber, y todo estaba patas arriba. Mientras tanto, el hombre en cuestion tenia que vivir en algun lugar. Lo llevaron al hospital, a varios hospitales, para que los psicologos lo examinaran, pero no podian hacer nada. Intentaron tenderle trampas, como usted comprendera. De repente le gritaban ordenes en ingles, frances o aleman, creyendo que mostraria alguna reaccion automatica. Pero no consiguieron nada. Parecia que habia olvidado la guerra por completo.

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