unico: 9919711265? ?O los dejamos como estan? ?O los dividimos? Las posibilidades son casi infinitas. O quiza los tendriamos que sumar. O convertirlos en letras con algun sistema que todavia no hemos descubierto. No puede ser tan sencillo como seguir el orden alfabetico. Me niego a creer un mensaje asi: IIAIGIABFE. Tendre que darle unas cuantas vueltas mas. Pero usted ha estado prodigioso, padre. Deberia dedicarse a descifrar codigos.
– Fue pura casualidad, y todo por culpa de mi poca vision. Es curioso. Me ha dado una idea para un sermon sobre el diablo que queda anulado por el bien. Aunque nunca se me hubiera ocurrido que se pudieran construir mensajes cifrados a partir de un carrillon. Es muy ingenioso.
– Todavia podria haberlo sido mas. Se me ocurren mil maneras de mejorarlo. Suponga que…, aunque… no voy a perder el tiempo con suposiciones. Ahora solo quiero saber que demonios tengo que hacer con esto: 99.1.97.1.126.5.
Apoyo la cabeza en ambas manos y el parroco, despues de observarlo durante unos minutos, se fue a la cama sin hacer ruido.
Novena parte
Deje que la campana a la que la Treble adelanta toque en tercer lugar, y luego regrese atras.
– Mie gustaria -dijo Emily, entre sollozos- que me pagaran y marcharme esta misma semana.
– ?Por todos los santos, Emily! -exclamo la senora Venables, que pasaba por delante de la cocina con un cubo de comida para los pollos-. ?Que te pasa?
– Estoy segura de que no tengo derecho a hablarles asi a usted y al parroco, porque siempre se han portado muy bien conmigo, pero si el senor Bunter va a hablarme asi, teniendo en cuenta que no soy ni quiero ser su sirvienta, ni servirlo forma parte de mis obligaciones, pero ?como iba yo a saberlo? Me hubiera cortado la mano derecha antes que desobedecer a milord, pero tendria que habermelo dicho y no fue culpa mia, asi se lo he dicho al senor Bunter.
La senora Venables palidecio. Lord Peter no le suponia ningun problema, pero Bunter ya era otra cosa. Sin embargo, ella era una mujer fuerte y la habian educado ensenandole que un sirviente era un sirviente y que tenerles miedo (ya sea a uno propio o ajeno) era el primer paso para crear un ambiente de ineficacia domestica. Se giro hacia Bunter, que estaba de pie con cara de pocos amigos al otro lado de la cocina.
– Bien, Bunter -dijo con firmeza-. ?A que viene todo esto?
– Le ruego que me perdone, senora -repuso Bunter, dominando su ira-. Me temo que he perdido los nervios. Pero llevo al servicio de milord casi quince anos, contando los anos de la guerra, que me mantuve a su lado, y nunca me habia pasado algo semejante. Llevado por la impresion y la mortificacion interna, hable con un tono bastante fuera de lugar. Le ruego, senora, que no me lo tenga en cuenta. Deberia haberme controlado mejor. Le aseguro que no volvera a suceder.
La senora Venables dejo el cubo en el suelo.
– Pero ?que ha pasado?
Emily trago saliva y Bunter senalo con un tragico dedo la botella de cerveza que estaba encima de la mesa.
– Senora, ayer milord me confio esa botella. La deje en un armario de mi habitacion con la intencion de fotografiarla esta manana antes de enviarla a Scotland Yard. Al parecer, ayer por la noche esta joven entro en la habitacion en mi ausencia, investigo entre mis cosas y se llevo la botella. Y no contenta con llevarsela, la lavo.
– Si me permite, senora -dijo Emily-. ?Como iba yo a saber que la necesitaba para algo? Algo tan viejo y sucio. Yo solo estaba quitando el polvo del cuarto, senora, y vi la botella en una estanteria del armario y pense: «Mira esta botella tan vieja. ?Como ha podido llegar hasta aqui? Alguien se la habra olvidado». Asi que me la lleve y cuando Cook la vio me dijo: «?Que llevas ahi, Emily? Ah, esa botella es perfecta para poner el alcohol de quemar»; y yo la lave…
– Y ahora las huellas han desaparecido -dijo Bunter para finalizar la frase-. Y ahora no se que decirle a milord.
– ?Dios mio! ?Dios mio! -exclamo, desesperada la senora Venables. Luego se centro en el punto de las tareas domesticas que le habia llamado la atencion-. ?Y por que se te hizo tan tarde para sacar el polvo?
– Si me permite, senora. No se que paso. Todo el dia fui retrasada y, al final, me dije: «Mejor tarde que nunca», aunque si lo hubiera sabido…
Empezo a llorar y Bunter sintio lastima por ella.
– Lamento haberme expresado con tanta brusquedad -dijo-, y asumo la culpa por no haber cerrado el armario con llave. Pero debe entender, senora, como me siento cuando pienso en que milord se levantara inocentemente sin poderse imaginar la mala noticia que le tengo guardada. Me duele en el alma, si me permite mencionar algo tan espiritual en este asunto material. Aqui tengo preparado el te para subirselo a la habitacion, solo me falta echarle el agua hirviendo y me siento como si le fuera a echar una pocion mortal que ningun aroma de Arabia podria suavizar. Ya ha llamado dos veces -anadio Bunter algo desesperado-, y por la tardanza debe imaginarse que ha sucedido algun desastre…
– ?Bunter!
– ?Milord! -contesto Bunter, como si rezara.
– ?Que demonios ha pasado con mi te? ?Por que…? Oh, le ruego que me disculpe, senora Venables. Disculpe mi vocabulario y que me presente en batin en la cocina. No sabia que estaba usted aqui.
– ?Oh, lord Peter! -exclamo la senora Venables-. Ha sucedido algo terrible. Su sirviente esta muy disgustado y esta chica estupida…, no lo hizo con mala intencion, claro, todo ha sido un accidente, pero hemos lavado su botella y las huellas se han borrado.
– Bunter -dijo lord Peter-. ?Como decia ese verso sobre el aguila golpeada que quedaba tendida en la llanura? ?Nunca volveran las nubes a elevarse por encima del cielo? Ese verso expresa perfectamente mis sentimientos. Subeme el te a la habitacion y tira la botella a la basura. Lo hecho hecho esta. Ademas, en cualquier caso, posiblemente las huellas no me hubieran servido de nada. Una vez William Morris escribio un poema llamado
– Holliday -contesto la senora Venables-. Es sobrina de Russell, el director de pompas funebres, ya lo conoce, y esta emparentada con Mary Thoday aunque, claro, en este pueblo todos estan emparentados los unos con los otros. Es lo que pasa en los pueblos tan pequenos, aunque ahora que todos tienen motocicletas y que el autobus pasa dos veces a la semana regularmente, ya no esta tan mal. Al menos ya no habra tantas criaturas desgraciadas como el Loco Peake. Los Russell son muy buena gente, todos.
– Por supuesto -dijo lord Peter Wimsey.
Se quedo pensando en un monton de cosas mientras echaba comida a los pollos con el cucharon.
Paso las primeras horas de la manana dandole vueltas al criptograma, sin acabar de entender nada y, tan