a llorar. Experimento un gran alivio cuando se abrio la puerta y entro la senorita Etienne.

– Ah, estas aqui, Mandy. No sabiamos si te veriamos hoy. ?Te encuentras bien?

– Si, gracias, senorita Etienne.

– Parece ser que la semana que viene andaremos bastante escasos de personal. Supongo que tu tambien querras marcharte en cuanto se desvanezca la emocion inicial.

– No, senorita Etienne, me gustaria quedarme. -Y en un destello de inspiracion financiera, anadio-: Si parte del personal se marcha y hay que hacer mas trabajo, creo que me corresponderia un aumento de sueldo.

La senorita Etienne le dirigio una mirada que a Mandy le parecio mas cinica y divertida que de desaprobacion. Tras una pausa de unos segundos, respondio:

– Muy bien. Hablare con la senora Crealey. Diez libras mas por semana. Pero el aumento no es una recompensa por no marcharte. No sobornamos al personal para que trabaje en la Peverell Press ni cedemos al chantaje. Lo recibiras porque tu trabajo lo merece. -Se volvio hacia la senorita Blackett-. Es probable que esta tarde venga la policia. Puede que quieran utilizar otra vez el despacho del senor Gerard, es decir, mi despacho. De ser asi, me instalaria en el piso de arriba con la senorita Frances.

Cuando se hubo retirado, Mandy pregunto:

– ?Por que no pide usted tambien un aumento? Tendremos una sobrecarga de trabajo si no contratan a algunos sustitutos, y eso puede llevar algun tiempo. Es lo que decia usted antes: tres muertes en dos meses. La gente se lo pensara dos veces antes de aceptar un empleo aqui.

La senorita Blackett habia empezado a teclear, la vista fija en su libreta de taquigrafia.

– No, gracias, Mandy. Yo no me aprovecho de mis jefes en su hora de necesidad. Tengo algunos principios.

– Ah, bien, supongo que puede permitirselos. A mi me parece que se han estado aprovechando de usted durante veintitantos anos, pero, en fin, usted vera. Voy a telefonear a la senora Crealey y luego hare el cafe.

Mandy habia intentado hablar con la senora Crealey antes de salir de casa, pero su llamada no habia obtenido respuesta. Esta vez si la obtuvo, y Mandy dio la noticia sucintamente, ateniendose a los hechos escuetos y omitiendo toda referencia a sus propias emociones. En presencia de la senorita Blackett, que escuchaba con represiva desaprobacion, era prudente ser lo mas breve y desapasionada posible. Los detalles podian esperar hasta su sesion de la tarde en el nido.

– He pedido un aumento -le anuncio-. Me pagaran diez libras mas por semana. Si, eso mismo he pensado yo. No, he dicho que me quedaria. Esta tarde ire a la agencia en cuanto termine de trabajar y ya hablaremos.

Colgo el auricular. Era un sintoma del extrano humor de la senorita Blackett, penso, que se hubiera abstenido de recordarle que no debia utilizar el telefono de la oficina para sus llamadas personales.

En la cocina encontro mas gente de la que normalmente solia haber antes de las diez. Los empleados que preferian prepararse su cafe de la manana antes que pagar un tanto semanal por el brebaje del mismo nombre que servia la senora Demery, pocas veces aparecian hasta pasadas las once. Mandy se detuvo ante la puerta y oyo el rumor amortiguado de varias voces. Cuando abrio, la charla se interrumpio al instante y todos volvieron la cabeza con expresion culpable, pero al ver que era ella la recibieron con alivio y una halagadora atencion. La senora Demery estaba alli, naturalmente, y tambien Emma Wainwright, la anorexica ex secretaria personal de la senorita Etienne, que ahora trabajaba para la senorita Peverell, junto a Maggie FitzGerald y Amy Holden de publicidad, el senor Elton de derechos y contratos, y Dave, del almacen, que por lo visto habia venido del numero 10 con la excusa poco convincente de que en el almacen se habian quedado sin leche. Se percibia un intenso olor a cafe y alguien se habia preparado unas tostadas. En la cocina reinaba un acogedor ambiente de conspiracion, pero incluso alli Mandy noto la presencia del miedo.

– Creiamos que quiza no vendrias -comento Amy-. ?Pobre Mandy! Tuvo que ser horroroso; yo me habria muerto alli mismo. Si hay un cadaver en la casa, seguro que tu lo encuentras. Vamos, cuenta. ?Se ahogo, se ahorco, o que? Ninguno de los socios quiere decirnos nada.

Mandy habria podido mencionar que no fue ella quien encontro el cuerpo de Gerard Etienne, pero se limito a relatar los acontecimientos de la noche anterior. Sin embargo, aun no habia terminado cuando se dio cuenta de que los estaba decepcionando. Habia esperado con impaciencia ese momento, pero, ahora que era el centro de su curiosidad, se sentia extranamente reacia a satisfacerla, casi como si hubiera algo indecoroso en convertir la muerte de la senora Carling en tema de chismorreo. La imagen de aquel rostro muerto y empapado, el maquillaje disuelto por el agua de manera que parecia desnuda e indefensa en su fealdad, flotaba entre ella y sus avidos oyentes. Mandy no lograba comprender que le sucedia, por que sus emociones habian de ser tan confusas, tan desazonadoras en su perplejidad. Lo que le habia dicho a la senorita Blackett era verdad: ni siquiera conocia a la senora Carling. Lo que experimentaba no podia ser afliccion. Por otro lado, no tenia motivos para sentirse culpable. ?Que sentimiento era, pues, el que la embargaba?

La senora Demery permanecia inexplicablemente callada. Estaba disponiendo tazas y platos en su carrito, sin decir nada, pero sus ojillos penetrantes se movian con rapidez de rostro en rostro como si cada uno de ellos encerrase un secreto que un instante de descuido le impediria vislumbrar.

– ?Leiste la nota de suicidio, Mandy? -pregunto Maggie.

– No, pero el senor De Witt la leyo en voz alta. Venia a decir que los socios se habian portado muy mal con ella y que pensaba pagarles con la misma moneda. «Hare que sus nombres apesten», creo que decia. No me acuerdo muy bien.

– Tu la conocias mejor que muchos, Maggie -intervino el senor Elton-. Hiciste aquella gran gira de publicidad con ella hace unos dieciocho meses. ?Como era?

– No causaba problemas. Me entendia muy bien con Esme. A veces era un poco exigente, pero he hecho giras mucho peores. Y se interesaba por sus lectores; nada le parecia demasiada molestia. Siempre tenia una palabra amable cuando hacian cola para pedirle que les firmara un libro, y escribia lo que ellos querian, toda clase de mensajes personales. No era como Gordon Holgarth. Lo unico que obtienen de el es una firma mal hecha, una mueca de desden y una bocanada de humo de cigarro en la cara.

– ?Crees que era del tipo suicida?

– ?Hay un tipo suicida? No se muy bien que significan estas palabras. Pero si quieres saber si me ha sorprendido que se matara, la respuesta es si. Me ha sorprendido. Y mucho.

La senora Demery hablo por fin.

– Si es que se mato.

– Tuvo que hacerlo, senora Demery. Dejo una nota.

– Una nota muy curiosa, si Mandy la recuerda bien. Tendria que echarle un vistazo para quedar convencida. Y lo que esta claro es que la policia no lo esta. ?Por que razon se han llevado la lancha, si no?

– ?Por eso nos han traido en taxi desde Charing Cross esta manana, en lugar de venir en la lancha? -pregunto Maggie-. Creia que se habia estropeado. Fred Bowling no ha dicho nada de la policia cuando ha venido a buscarnos.

– Le habran ordenado que no hable, supongo. Pero vaya si se la han llevado: han venido esta manana a primera hora y se la han llevado a remolque. Me figuraba que lo habian hecho antes de llegar yo, asi que se lo he preguntado. Ahora la tienen en la comisaria de Wapping.

Maggie estaba echando agua hirviendo sobre los granos de cafe, pero se interrumpio con el cazo en el aire.

– ?Quiere decir, senora Demery, que la policia cree que la senora Carling ha sido asesinada?

– No se que cree la policia. Se lo que creo yo, y Esme Carling no era de las que se suicidan. Ella no.

Emma Wainwright estaba sentada en un extremo de la mesa, asiendo con sus dedos largos y esqueleticos una taza de cafe. No habia hecho ningun intento por beberselo, sino que contemplaba el tenue remolino de espumeante leche como hipnotizada por la repugnancia.

En aquel momento alzo la mirada y comento, con su voz aspera y un tanto gutural:

– Es el segundo cadaver que encuentras desde que llegaste a Innocent House, Mandy. Hasta ahora, nunca habiamos tenido esta clase de problemas. Acabaran llamandote la Mecanografa de la Muerte. Si sigues asi, te sera dificil encontrar otro empleo.

Mandy, enfurecida, escupio su replica.

– No tan dificil como a ti. Por lo menos yo no parezco recien salida de un campo de concentracion. Tendrias que verte. Das pena.

Durante unos segundos hubo un silencio horrorizado. Seis pares de ojos se volvieron rapidamente hacia

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