sus enredos. Supongo que pretendia dar un aire de amenidad, pero la cosa ya resultaba cargante. Quiero decir, el sexo geriatrico esta bien si es lo que a uno le interesa, pero el publico no lo quiere en las novelas populares y Esme se estaba volviendo cada vez mas explicita. Lenceria fina con sangre. No es su mercado, realmente. No va con el personaje de Malcolm Mainwaring. Y, por supuesto, no sabia inventar argumentos. Dios mio, detesto tener que decirlo, pero no sabia. Ha dicho usted que queria la verdad. Solia robar ideas de otros autores, solo autores muertos, naturalmente, y les daba su toque personal. Empezaba a resultar un poco evidente. Eso fue lo que le dio a Gerard Etienne la oportunidad de rechazar
Velma esbozo en el aire el contorno de la catedral de San Pablo, con cupula y todo, y termino haciendo el gesto de llevarse un vaso a los labios.
– ?Esta diciendo que era alcoholica?
– Iba camino de serlo. Empezaba a fallarle la cabeza a partir del mediodia. Y en los ultimos seis meses habia empeorado bastante.
– Entonces, ?no ganaba mucho dinero?
– Nunca gano mucho dinero. Esme nunca estuvo en la primera division. Aun asi, le iba bien hasta hace cosa de tres anos. Podia vivir de sus libros, que es mas de lo que pueden decir muchos escritores. Tenia un buen numero de fieles
– Lo cual supongo que explica que viviera en este piso -comento Kate-. No es precisamente un lugar de prestigio.
– Bien, a ella le convenia. Es una vivienda de proteccion oficial con un alquiler bajo, quiero decir realmente bajo. Habria tenido que estar loca para dejarlo. De hecho, me conto que estaba ahorrando para comprarse una casita de campo en los Cotswolds o en Herefordshire; supongo que ya se veia entre las rosas y las glicinias. Personalmente, creo que se habria muerto de aburrimiento. Ya he visto otros casos.
Dalgliesh pregunto:
– Escribia novelas policiacas, relatos de misterio. ?Le parece que hubiera podido verse en el papel de detective aficionado, intentar resolver ella misma un crimen, si se cruzaba uno en su camino?
– ?Se refiere usted a meterse con un asesino de verdad, con quien sea que mato a Etienne? Tendria que estar loca. Esme no era una gran lumbrera, pero tampoco era idiota. No digo que no se atreviera; tenia muchas agallas, sobre todo despues de tomarse un par de whiskis, pero eso habria sido una idiotez.
– Quiza no creyera que estaba tratando con el asesino. Suponiendo que se le hubiera ocurrido una idea sobre el asesinato, ?seria mas probable que nos la expusiera o que se sintiese tentada de investigar un poco por su cuenta?
– Quiza se inclinara por lo segundo, si consideraba que no habia peligro y que podia sacar algun beneficio del asunto. Seria todo un triunfo, ?no cree? Me refiero a la publicidad que obtendria: «Novelista de misterio aventaja a Scotland Yard.» Si, me la imagino pensando algo parecido. Pero ?insinua usted que realmente intento hacer algo asi?
– Me interesaba saber si, a su juicio, hubiera podido hacerlo.
– Digamos que no me sorprenderia. Le fascinaban los crimenes de la vida real, las investigaciones, los juicios por asesinato, ese tipo de cosas. Bueno, solo tiene que echarle un vistazo a su biblioteca. Y tenia un alto concepto de su propia inteligencia. Ademas, puede que no fuera consciente del riesgo; no creo que tuviera mucha imaginacion, no en lo que se refiere a la vida real. De acuerdo, ya se que parece extrano decir eso de una novelista, pero habia vivido tanto tiempo entre asesinatos de ficcion que no creo que se diera cuenta de que los asesinatos de la vida real son distintos, que no son algo que se pueda controlar, convertir en argumento y resolver limpiamente en el ultimo capitulo. Y no llego a ver el cadaver de Gerard Etienne, ?verdad? No creo que hubiera visto un muerto en su vida. Solo podia imaginarselo, y seguramente la muerte no le parecia mas real y pavorosa que sus restantes imaginaciones. ?Estoy yendo demasiado lejos? Quiero decir, aviseme si empiezo a decir los mas completos disparates.
Realizando una complicada maniobra con las manos, la senora Pitt-Cowley le dirigio una mirada de histrionica sinceridad que no logro ocultar del todo una penetrante expresion inquisitiva. Dalgliesh se dijo que no debia subestimar su inteligencia.
– No son disparates -le aseguro-. ?Que ocurrira ahora con su ultimo libro?
– Bueno, no creo que la Peverell Press quiera aceptarlo. Seria distinto, por supuesto, si Esme hubiera muerto asesinada: un doble asesinato, editor y autora brutalmente eliminados en menos de quince dias. Con todo, incluso el suicidio tiene un valor publicitario, sobre todo si es espectacular. Supongo que podre negociar un contrato satisfactorio con alguien.
Dalgliesh se sintio tentado de decir: «Es una lastima que ya no exista la pena de muerte en nuestro pais. Podria hacerse coincidir la fecha de publicacion con la de la ejecucion.»
Como si le hubiera leido el pensamiento, la senora Pitt-Cowley parecio azorarse por unos instantes, pero enseguida se encogio de hombros y prosiguio:
– Pobre Esme. Si realmente tuvo la brillante idea de obtener publicidad gratuita, no cabe duda que lo consiguio. Lastima que no pueda aprovecharla. Pero es una suerte para sus herederos.
«Y para ti tambien», penso Kate.
– ?Sabe quien heredara su dinero? -le pregunto.
– No, nunca me lo dijo. Como ya les he explicado, Marge era su albacea, o una de sus albaceas. Pero me alegra poder decir que en ningun momento sugirio traspasarme ese privilegio cuando me hice cargo de la agencia. Claro que tampoco lo hubiera aceptado. Hice mucho por Esme, pero todo tiene sus limites. Sinceramente, no se hacen ustedes idea de lo que exigen muchos autores: buscarles encargos, hacerlos aparecer en tertulias de la television, darle de comer al gato cuando se van de vacaciones, cogerles de la mano cuando se divorcian… Por un diez por ciento de las ventas nacionales pretenden que seas su agente, su enfermera, su confidente, su amiga, todo. Lo que si se es que no tenia familia; su ex marido tiene una hija y nietos no se donde, en Canada, me parece, aunque no creo que Esme les haya dejado nada. Pero tiene que haber algun dinero, de eso no cabe duda, y yo diria que lo recibira Marge. A lo mejor puedo negociar una reedicion de sus primeras novelas.
– Una cliente provechosa, a fin de cuentas -observo Dalgliesh-. Despues de muerta, ya que no en vida.
– Bien, la vida tiene estas cosas, ?no?
Y con este comentario a modo de conclusion, la senora Pitt-Cowley consulto su reloj y se inclino para recoger el bolso y la cartera.
Pero Dalgliesh aun no estaba dispuesto a dejarla marchar.
– Supongo que la senora Carling le contaria lo de la suspension de su sesion de firma de libros en Cambridge -comento.
– ?Que si me lo conto! De hecho, me llamo desde la libreria. Intente hablar con Gerard Etienne, pero supongo que estaria almorzando. Luego, por la tarde, me puse en contacto con el. Esme estaba absolutamente rabiosa y no decia mas que incoherencias. Quiero decir autenticas incoherencias. Y con toda la razon, por supuesto. La Peverell Press tiene muchas explicaciones que dar. Lo senti por la gente de la libreria, porque Esme se desahogo con ellos, aunque dificilmente se les puede echar la culpa. Como maximo, supongo que se podria aducir que hubieran debido llamar a la Peverell Press en cuanto recibieron el fax para asegurarse de que no era una broma, y probablemente lo habrian hecho si la editorial no hubiera mantenido tan en secreto los problemas que estaba teniendo. Cuando llego el fax, el director habia salido, y la chica que lo recibio supuso que la cosa iba en serio. Bien, y eso es cierto en el sentido de que procedia de la Peverell Press. Para tranquilizar a Esme, le prometi que yo misma me ocuparia de aclarar las cosas con Gerard, y lo habria hecho de no ser por el asesinato. Eso situo las quejas de Esme en otra perspectiva. Aun tengo intencion de discutir el asunto con la empresa, pero hay un momento y un lugar para cada cosa. ?Puedo irme ya? No quiero llegar tarde a la cita.
– Solo me quedan por hacer unas pocas preguntas -respondio Dalgliesh-. ?Cual era su relacion con Gerard Etienne?
– ?Se refiere a mi relacion profesional?