Sonia Clements, por ejemplo. Ya sabe usted lo que sucedio, naturalmente: Sonia se mato con pastillas y alcohol. Es lo que elegiria yo, y hubiera dicho que tambien Esme.

– Pero como protesta publica es menos eficaz -repuso Kate.

– No es tan espectacular, de acuerdo, pero ?de que sirve una protesta publica espectacular si no estas ahi para ver los efectos? No, si Esme hubiera querido matarse lo habria hecho en la cama, con sabanas limpias, flores en el dormitorio, su mejor camison y una digna nota de despedida en la mesilla de noche. ?Menuda era ella para las apariencias!

Kate recordo las habitaciones de suicidas a las que habia debido acudir, el vomito, la ropa de cama sucia, el cadaver rigido y grotesco, y penso que el suicidio rara vez era tan digno en la practica como en la imaginacion. Pregunto:

– ?Cuando la vio por ultima vez?

– A ultima hora de la tarde del dia siguiente a la muerte de Gerard Etienne. Debio de ser el viernes quince de octubre.

– ?Aqui o en su oficina? -pregunto Dalgliesh.

– Aqui, en esta habitacion. De hecho, fue una casualidad. Quiero decir que no tenia pensado venir a verla. Tenia una cena con Dicky Mulchester, de Herne & Illingworth, para hablar de un cliente, y se me ocurrio que su editorial podia estar interesada en Muerte en la isla del Paraiso. Era una posibilidad remota, pero ultimamente han cogido a unos cuantos escritores policiacos. Al pasar por aqui de camino al restaurante vi que habia sitio para aparcar y pense que podia subir y pedirle a Esme su copia del original. Habia menos trafico del que suponia y disponia de unos diez minutos para hablar con ella. Aun no nos habiamos visto despues de la muerte de Gerard. Es curioso, ?verdad?, el modo en que las cosas mas insignificantes deciden nuestros actos. Si no hubiera visto sitio libre, no creo que me hubiese detenido. Ademas, tambien me interesaba conocer la reaccion de Esme ante la muerte de Gerard. Claudia no me habia dicho gran cosa y pense que seguramente Esme podria darme mas detalles. Siempre estaba al corriente de todos los rumores. Aunque ya le he dicho que no podia quedarme mucho tiempo; el motivo principal de mi visita era recoger el manuscrito.

– ?Como la encontro? -pregunto Dalgliesh.

La senora Pitt-Cowley no respondio de inmediato. Su expresion se torno pensativa y sus manos inquietas se apaciguaron momentaneamente. Dalgliesh penso que estaba evaluando la entrevista a la luz de los acontecimientos posteriores, y que quiza la encontraba mas significativa de lo que le habia parecido en su momento.

– Ahora que lo pienso -respondio al fin-, creo que se comporto de una manera mas bien extrana. Yo suponia que querria hablar de Gerard, de como y por que murio, si habia sido o no un asesinato, pero se nego en redondo a comentarlo. Dijo que era demasiado atroz y doloroso, que habia publicado en la Peverell Press desde hacia treinta anos y que, por mal que la hubieran tratado, la muerte de Gerard la habia afectado profundamente. Bueno, nos habia afectado a todos, pero me sorprendio que Esme se lo tomara de un modo tan personal. Luego me dijo que tenia una coartada para la tarde y la noche anteriores; por lo visto, estuvo todo el tiempo con la hija de una vecina. Recuerdo que en su momento me parecio un poco extrano que se molestara en contarmelo; despues de todo, nadie iba a acusarla de estrangular a Gerard con una serpiente, o como quiera que muriese. Ah, y recuerdo que me pregunto si yo creia que los socios cambiarian de opinion acerca de La isla del Paraiso ahora que Gerard habia muerto. Siempre lo habia considerado el principal responsable del rechazo. Le dije que yo no confiaria demasiado en ello, que seguramente habia sido una decision de todo el comite de edicion y que, de todos modos, los socios no querrian oponerse a los deseos de Gerard ahora que estaba muerto. Entonces comente que tal vez a Herne & Illingworth le interesaria editarla y le pedi que me prestara su original. Tambien ahi reacciono de una manera curiosa. Me dijo que no sabia donde lo tenia. Lo habia estado buscando esa misma manana y no lo habia encontrado. Luego me dijo que estaba demasiado trastornada por la muerte de Gerard para pensar tan pronto en La isla del Paraiso. Me resulto dificil creerlo; despues de todo, no hacia ni dos minutos que me habia preguntado si yo creia que los socios cambiarian de opinion y aceptarian la novela. No creo que tuviera el manuscrito. O, si lo tenia, no queria darmelo. Me fui poco despues. En total, estuve aqui unos diez minutos.

– ?Y no volvio a hablar con ella?

– No, ni una sola vez. Es extrano, ahora que lo pienso. Despues de todo, Gerard Etienne era su editor, y habria sido normal que viniera a mi oficina aunque solo fuese para charlar. Por lo general, no te la podias quitar de encima.

– ?Cuanto hacia que era usted su agente? ?La conocia bien?

– Menos de dos anos, en realidad. Pero si, incluso en ese breve periodo de tiempo llegue a conocerla bastante bien; ya se encargo ella de que asi fuera. A decir verdad, la herede. Su anterior agente era Marjorie Rampton, que la habia representado desde que escribio su primer libro. De eso hace treinta anos. Estaban muy unidas. Con frecuencia suele haber una amistad personal entre agente y escritor; no puedes esforzarte al maximo por un cliente si no lo aprecias personalmente ademas de respetar su obra. Pero lo de Marge y Esme iba mas lejos. No me interprete mal, le estoy hablando de amistad. No pretendo insinuar nada…, bueno, nada sexual. Las dos eran viudas, sin hijos, y supongo que tenian muchas cosas en comun. Solian ir de vacaciones juntas y creo que Esme le pidio a Marge que fuera su albacea literaria. Eso va a ser un trastorno, si no cambio el testamento: Marge se marcho a Australia para vivir con sus sobrinas en cuanto me vendio la agencia y todavia sigue alli, que yo sepa.

– Hablenos de Esme Carling -le pidio Dalgliesh-. ?Que clase de mujer era?

– Dios mio, esto es horrible. ?Que puedo decirle? Parece desleal, incluso indecoroso, criticarla ahora que ha muerto, pero no puedo fingir que era agradable. Era uno de esos clientes que constantemente estan llamando por telefono o presentandose en la oficina. Nunca encuentran nada bien. Siempre creen que podrias hacer mas por ellos, obtener un adelanto mas sustancioso del editor, vender los derechos para el cine, conseguirles una serie de television. En mi opinion, le dolio perder a Marge y creia que yo no le prestaba toda la atencion que su genio merecia, pero en realidad le dedicaba mas tiempo del que merecia. La verdad es que tengo otros clientes, y la mayoria de ellos mucho mas provechosos.

– ?Le causaba mas molestias de las que valia la pena tomarse por ella? -sugirio Kate.

La senora Pitt-Cowley le dedico una mirada especulativa y desdenosa.

– Yo no habria utilizado esas palabras, pero, si quiere saber la verdad, no me habria partido el corazon que se hubiera buscado otro agente. Miren, no me gusta tener que decir esto, pero cualquiera de la oficina les dira lo mismo. En gran parte eso era debido a la soledad: echaba de menos a Marge y le dolia que la hubiera abandonado. Pero Marge era una buena pieza. A la hora de elegir entre sus preciosas sobrinas y Esme, no tuvo que pensarselo. Y creo que Esme se daba cuenta de que se le estaba agotando el talento. Se avecinaban grandes problemas. Que la Peverell Press rechazara Muerte en la isla del Paraiso solo era el comienzo.

– ?Fue cosa de Gerard Etienne?

– Basicamente, si. En la Peverell Press se hacia lo que Etienne queria. Pero dudo que ningun otro socio estuviera muy interesado en conservarla, salvo quiza James de Witt, y De Witt no pinta mucho en la Peverell. Llame en cuanto recibi la carta de Gerard y arme una escandalera, naturalmente, pero no sirvio de nada. Y sinceramente, la ultima novela no estaba a la altura, ni siquiera a su altura habitual. ?Conoce usted su obra?

Dalgliesh respondio con cautela.

– La he oido mencionar, por supuesto, pero nunca he leido nada de ella.

– No era tan mala. Quiero decir que era capaz de escribir una prosa coherente, y eso ya es bastante raro hoy en dia. De no ser asi, la Peverell Press no habria publicado su obra. Era irregular. Justo cuando pensabas: «Dios mio, no puedo seguir leyendo este toston», te encontrabas un fragmento realmente bueno y de pronto el libro cobraba vida. Y habia tenido una idea original para su detective, o sus detectives, mejor dicho. Se trata de un matrimonio jubilado, los Mainwaring, Malcolm y Mavis. El es un director de banco retirado y ella habia sido maestra. Estaba muy bien pensado. Con el envejecimiento general de la poblacion, llegaba bien al publico; la identificacion del lector y todo eso. Una pareja de jubilados aburridos que se lanza tras las pistas, con tiempo de sobra para hacer del asesinato su aficion; toda una vida de experiencia para tomarle la delantera a la policia, la sabiduria de la vejez que se impone a la insensata inmadurez de la juventud…, este tipo de cosas. Esta bien un detective con un poco de artritis, para variar. Pero empezaban a cansar; los Mainwaring, quiero decir. Esme tuvo la brillante idea de hacer que Malcolm se liara con las sospechosas jovenes, y Mavis tenia que ir a rescatarlo de

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