juiciosamente invertidas en valores de primer orden y acciones de interes variable. En otra carpeta habia una copia de su testamento. Era un documento breve, por el que legaba una manda de 5.000 libras a la Fundacion de Escritores y a un club de escritores de misterio, y el grueso de sus posesiones a la amiga de Australia. Otra carpeta contenia documentos relacionados con su divorcio, que habia tenido lugar hacia quince anos; tras un examen rapido, Dalgliesh vio que habia sido un asunto duro, pero, desde el punto de vista de ella, no especialmente ventajoso. Los pagos eran pequenos y se interrumpian con la muerte de Raymond Carling, acaecida hacia cinco anos. Y eso era todo. El contenido del escritorio confirmo lo que Dalgliesh ya sospechaba: aquella mujer vivia para su trabajo. Si se lo quitaban, ?que le quedaba?

52

Velma Pitt-Cowley, la agente literaria de la senora Carling, se habia comprometido a acudir al apartamento a las once y media, pero llego con seis minutos de retraso. Apenas hubo cruzado el umbral, resulto evidente que no estaba de muy buen humor. Cuando Kate le abrio la puerta, irrumpio en la habitacion a una velocidad que parecia dar a entender que era ella quien habia debido esperar, se dejo caer en el primer sillon que encontro y se inclino para desprenderse del hombro la cadena dorada del bolso y depositar sobre la alfombra una abultada cartera. Solo entonces se digno conceder alguna atencion a Kate y Dalgliesh. Pero, cuando lo hizo y su mirada encontro la de Dalgliesh, su estado de animo cambio sutilmente y sus primeras palabras demostraron que estaba dispuesta a mostrarse amable.

– Lamento llegar tarde y con tantas prisas, pero ya saben lo que son las cosas. Tuve que pasar antes por la oficina y he quedado para almorzar en el Ivy a la una menos cuarto. Es una cita bastante importante, a decir verdad. El escritor con el que debo reunirme ha venido ex profeso de Nueva York esta manana. Y luego surgieron otras cosas, como ocurre siempre que asomas la cabeza por la oficina. Hoy en dia no se le pueden confiar a nadie las tareas mas sencillas. Sali en cuanto pude, pero el taxista se metio en un atasco en Theobalds Road. Dios mio, que tragedia la pobre Esme. ?Una verdadera tragedia! ?Que ocurrio? Se ahogo ella misma, ?verdad? Se ahogo, o se ahorco, o las dos cosas a la vez. Es terrible, de veras.

Tras haber expresado la adecuada consternacion, la senora Pitt-Cowley se acomodo en el sillon con mayor prestancia y se recogio la falda del distinguido traje negro casi hasta la entrepierna, mostrando unas piernas muy largas y bien formadas, enfundadas en unas medias tan finas que apenas daban un lustre apagado a los pronunciados huesos. Era evidente que se habia vestido con cuidado para la cita de la una menos cuarto, y Dalgliesh se pregunto que cliente, actual o en potencia, merecia una elegancia que combinaba sabiamente la competencia profesional con el atractivo sexual. Bajo la chaqueta de buen corte, con su hilera de botones de laton, llevaba una camisa de seda de cuello alto. Un sombrero de terciopelo negro, atravesado por una flecha dorada en la parte delantera, le cubria la cabellera de color castano claro, cortada formando un flequillo que le llegaba justo a la altura de las gruesas cejas y bien cepillada a los lados en espesos mechones que le caian casi hasta los hombros. Al hablar, gesticulaba; los dedos, largos y bien provistos de anillos, trazaban incesantes dibujos en el aire, como si estuviera comunicandose con sordos, y de vez en cuando se le encogian los hombros en un espasmo subito. Paradojicamente, los ademanes no parecian guardar ninguna relacion con sus palabras, y Dalgliesh conjeturo que esa afectacion no era tanto un sintoma de nerviosismo o inseguridad como un truco concebido en principio para atraer la atencion hacia sus notables manos, pero que habia llegado a convertirse en un habito inquebrantable. Su irritacion inicial le habia sorprendido; segun su experiencia, las personas relacionadas con un asesinato espectacular, siempre que no se afligieran por la victima ni se sintieran amenazadas por la investigacion policial, solian gozarse en la emocion indirecta de su roce con la muerte violenta y la notoriedad de estar en el caso. Estaba acostumbrado a encontrar miradas ligeramente avergonzadas, pero avidas de curiosidad. El mal humor y la preocupacion por los propios asuntos al menos representaban un cambio.

La mujer recorrio la habitacion con la mirada y se fijo en el escritorio abierto y el monton de papeles que habia sobre la mesa.

– Dios mio, es demasiado horrible estar sentada aqui, en su piso, y que ustedes tengan que registrar sus cosas -comento-. Ya se que deben hacerlo, que es su trabajo, pero me produce una sensacion extrana. Parece que esta mas presente ahora que cuando aun vivia aqui. Tengo la impresion de que en cualquier momento voy a oir su llave en la cerradura y que entrara, nos encontrara asi, sin haber sido invitados, y armara un escandalo.

– La muerte violenta destruye la intimidad, me temo -respondio Dalgliesh-. ?Solia armar muchos escandalos?

La senora Pitt-Cowley prosiguio como si no le hubiera oido.

– ?Sabe lo que de veras me gustaria ahora? Lo que de veras necesito es un buen cafe solo muy cargado. ?No habria ninguna posibilidad de conseguirlo?

Era a Kate a quien miraba, y fue Kate quien contesto.

– Hay un bote de cafe en grano en la cocina y un envase de leche sin abrir en el frigorifico. Estrictamente hablando, supongo que necesitariamos el permiso del banco, pero dudo mucho que nadie proteste.

En vista de que Kate no hacia ademan de ir hacia la cocina, Velma le dirigio una larga mirada especulativa, como si estuviera evaluando la posible capacidad de fastidiar de una mecanografa nueva. Luego, con un encogimiento de hombros y un revoloteo de dedos, opto por la prudencia.

– Sera mejor dejarlo, supongo, aunque ella ya no lo va a necesitar, ?verdad? En realidad, no puedo decir que me apetezca beberlo en una de sus tazas.

– Esta claro que para nosotros es importante saber todo lo posible acerca de la senora Carling -intervino Dalgliesh-. Por eso le agradecemos que este aqui con nosotros esta manana. Su muerte debe de haberle producido una conmocion y comprendo que no le habra resultado facil venir, pero es importante.

La voz y la mirada de la senora Pitt-Cowley expresaron una apasionada intensidad.

– Oh, eso ya lo veo. Quiero decir que comprendo perfectamente que deben hacer preguntas. Por supuesto, les ayudare en lo que pueda. ?Que quiere saber?

– ?Cuando se ha enterado de la noticia?

– Esta manana, poco despues de las siete, antes de que ustedes me llamaran para pedirme que viniera aqui. Me telefoneo Claudia Etienne; me desperto, a decir verdad. No es precisamente una noticia agradable para empezar la jornada. Habria podido esperar, pero supongo que no queria que lo leyera en el periodico de la tarde o que me enterase al llegar a la oficina; ya sabe con que velocidad circulan los rumores en esta ciudad. Despues de todo, soy la agente de Esme, o mas bien lo era, y supongo que Claudia penso que debia ser la primera en saberlo y que le correspondia a ella decirmelo. Pero ?Esme suicidarse! Es extrano. Es lo ultimo que me esperaba que hiciera. Aunque, claro, fue lo ultimo que hizo. Oh, Dios, lo siento. En un momento asi, nada de lo que se dice parece adecuado.

– Entonces, ?le sorprendio la noticia?

– ?No sorprende siempre? Quiero decir que, incluso cuando una persona que ha amenazado con suicidarse lo hace de verdad, siempre resulta sorprendente, un poco irreal. ?Pero Esme! Y de la manera en que lo hizo, ademas; quiero decir que no es precisamente la manera mas comoda de irse. Claudia no parecia saber muy bien como habia muerto. Solo me dijo que se habia colgado de la barandilla de Innocent House y que el cuerpo se encontro bajo el agua. ?Se ahogo, se ahorco o que exactamente?

Dalgliesh respondio:

– Es posible que la senora Carling muriese ahogada, pero no conoceremos la causa de la muerte hasta que se realice la autopsia.

– Pero ?fue un suicidio? Quiero decir, ?estan seguros de eso?

– Todavia no estamos seguros de nada. ?Se le ocurre alguna razon por la que la senora Carling hubiera podido querer quitarse la vida?

– Le afecto mucho que la Peverell Press rechazara Muerte en la isla del Paraiso-, supongo que esta enterado de eso. Pero estaba mas enojada que deprimida. Estaba furiosa, a decir verdad. No me habria extranado que intentara vengarse de ellos de alguna manera, pero desde luego no suicidandose. Ademas, hacen falta agallas. No quiero decir que Esme fuera cobarde, pero…, no se, no la veo ahorcandose ni tirandose al rio. ?Vaya forma de morir! Si realmente queria quitarse la vida, hay maneras mas faciles. Fijese en

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