– Desde luego, habria sido el momento menos propicio para hacernos cambiar de opinion -preciso De Witt.

Claudia hablo con aspereza:

– No habriamos cambiado de opinion. Gerard estaba en lo cierto: es una mala novela. No habria beneficiado en nada nuestra reputacion ni la de ella, si a eso vamos.

– Pero habriamos podido rechazarla mas amablemente, hablar con ella, explicarselo -objeto Frances.

Claudia se volvio hacia ella:

– Por el amor de Dios, Frances, no empieces otra vez con lo mismo. ?De que habria servido? Un rechazo es un rechazo; la decision le habria sentado mal aunque se la hubieramos comunicado en el Claridge’s con champana y langosta Thermidor.

Dauntsey, que parecia haber estado siguiendo el hilo de sus propios pensamientos, comento:

– No se me ocurre de que manera Esme Carling hubiera podido tener nada que ver con la muerte de Gerard, pero supongo que cabe la posibilidad de que fuera ella quien le enroscara la serpiente al cuello. Eso lo veo mas propio de su estilo.

– ?Quieres decir que encontro el cuerpo y decidio anadirle una especie de comentario personal? -pregunto Claudia.

Dauntsey prosiguio:

– Aunque no parece muy probable, ?verdad? Gerard aun debia de estar vivo cuando llego ella. Es de suponer que le abrio el.

– No necesariamente -objeto Claudia-. Quizas aquella noche habia dejado la puerta entornada o mal cerrada. No era propio de Gerard descuidar la seguridad, pero no es imposible. Quizas Esme encontro la manera de entrar cuando ya estaba muerto.

– Aunque fuera asi -apunto De Witt-, ?por que iba a subir al despachito de los archivos?

Parecia que hubieran olvidado, por el momento, la presencia de Dalgliesh y Kate.

– Buscando a Gerard -le respondio Frances.

– ?No seria mas probable que lo esperara en su despacho? -intervino de nuevo Dauntsey-. Tenia que saber que estaba en la casa, ya que la chaqueta seguia colgada en el respaldo de su sillon. Tarde o temprano volveria. Y ademas, esta el asunto de la serpiente. ?Habria sabido donde encontrarla?

Refutada asi su propia sugerencia, Dauntsey volvio a sumirse en el silencio. Claudia miro brevemente a los demas socios, como si su mudo asentimiento le alentara a decir lo que estaba pensando. A continuacion, miro a Dalgliesh de hito en hito.

– Comprendo que esta nueva informacion respecto a la presencia de Esme Carling en Innocent House la noche en que murio Gerard hace ver su suicidio bajo una luz distinta. Pero, cualesquiera que fuesen las circunstancias de su muerte, es imposible que alguno de los socios interviniera en ella. Todos podemos dar cuenta de nuestros actos.

Kate penso: «No quiere utilizar la palabra “coartada”.»

– Yo estaba con mi prometido -prosiguio Claudia-. Frances y James estaban juntos. Gabriel estaba con Sydney Bartrum. -Se volvio hacia el y su voz se hizo dura de pronto-. Muy valiente por tu parte, Gabriel, ir solo a pie hasta el Sailor’s Return siendo tan reciente el asalto.

– Hace mas de sesenta anos que ando solo por la ciudad; no dejare de hacerlo por un asalto callejero.

– Y fue muy oportuno que casualmente te marcharas justo cuando llegaba el taxi de Esme.

De Witt hablo en voz baja:

– Fortuito, Claudia, no oportuno.

Pero Claudia estaba mirando a Dauntsey como si fuera un desconocido.

– Quizas incluso algun empleado del pub pueda confirmar a que hora llegasteis Sydney y tu, aunque, naturalmente, es uno de los locales mas bulliciosos del rio y el que tiene la barra mas larga, ademas de una entrada por el paseo del rio, y llegasteis por separado. Dudo que puedan decir una hora exacta, si es que alguien se acuerda de dos clientes en particular. No hariais nada que llamara la atencion, supongo.

Dauntsey replico con voz contenida.

– No fuimos alli con esa intencion.

– ?Por que fuisteis? Ignoraba que frecuentaras el Sailor’s Return. No me imaginaba que fuera el tipo de local que sueles frecuentar; en conjunto, demasiado ruidoso. Y tampoco sabia que Sydney y tu fuerais companeros de copas.

A Kate le parecio como si de pronto hubieran emprendido una guerra particular. En ese momento se oyo la queda exclamacion angustiada de Frances:

– ?No sigais, por favor, no sigais!

– ?Y tu coartada, Claudia? ?Es mas digna de confianza? -pregunto De Witt.

Claudia se volvio hacia el.

– O la tuya, si a eso vamos. ?Pretendes decir que Frances no mentiria por ti?

– Es posible; no lo se. Pero sucede que no es necesario. Frances y yo estuvimos juntos desde las siete.

– Sin ver nada, sin oir nada, sin reparar en nada -dijo Claudia-. Completamente absortos el uno en el otro. - Antes de que De Witt pudiera replicar, prosiguio-. Es curioso, ?verdad?, que hechos en apariencia poco importantes desencadenen los acontecimientos mas trascendentales. Si a alguien no se le hubiera ocurrido enviar un fax para cancelar la sesion de firma de ejemplares, quizas Esme no habria vuelto aqui aquella noche, no habria visto lo que vio y, por lo tanto, quiza no habria muerto.

Blackie no pudo soportarlo mas: primero la antipatia apenas disimulada de los socios y ahora este horror. Se levanto de un salto y exclamo:

– ?Basta ya, por favor, basta ya! No es cierto. Se mato ella misma. Mandy la encontro. Mandy lo vio. Todos saben que se mato ella misma. El fax no tuvo nada que ver.

– Claro que se mato -dijo Claudia con aspereza-. Cualquier otra idea es fruto de la imaginacion de la policia. ?Por que aceptar un suicidio cuando se puede optar por algo mas emocionante? Y para Esme ese fax debio de ser la ultima gota. La persona que lo envio carga con una grave responsabilidad.

Miraba fijamente a Blackie. Las cabezas de los demas se volvieron como si Claudia hubiera tirado de un hilo invisible. De pronto, esta exclamo:

– ?Fue usted! Ya lo suponia. ?Fue usted, Blackie! ?Usted lo envio!

Todos vieron consternados como Blackie abria la boca lenta y silenciosamente. Durante unos segundos que les parecieron mas bien minutos, la mujer contuvo la respiracion y, finalmente, estallo en incontenibles sollozos. Claudia se levanto de la silla y la cogio por los hombros; por un instante dio la impresion de que iba a sacudirla.

– ?Y las demas jugarretas? ?Y las pruebas manipuladas? ?Y las ilustraciones robadas? ?Tambien fue usted?

– ?No, no! ?Lo juro! Solo el fax. Nada mas. Solo eso. Fue muy desconsiderada con el senor Peverell. Dijo cosas terribles. No es verdad que estuviera harto de mi. Se preocupaba por mi. Confiaba en mi. Oh, Dios, ?ojala estuviera muerta como el!

Se levanto tambaleandose y, sin dejar de chillar, se precipito hacia la puerta con las manos extendidas, como una ciega buscando a tientas su camino. Frances hizo ademan de levantarse y De Witt ya estaba en pie cuando Claudia le asio el brazo.

– Por el amor de Dios, James, dejala en paz. No a todos nos es grato que nos prestes tu hombro para llorar sobre el; algunos preferimos sobrellevar nuestras propias desdichas.

James se sonrojo y volvio a sentarse de inmediato.

– Creo que podemos dejarlo ya -dijo Dalgliesh-. Cuando la senorita Blackett se haya serenado, la inspectora Miskin hablara con ella.

– Felicidades, comandante -replico De Witt-. Es usted muy astuto; ha conseguido que le hagamos el trabajo. Habria sido mas amable interrogar a Blackie en privado, pero se habria necesitado mas tiempo, ?no es eso?, y quiza no hubiera tenido tanto exito.

– Ha muerto una mujer y mi trabajo consiste en descubrir como y por que -contesto Dalgliesh-. Me temo que la amabilidad no es prioritaria para mi.

Frances, al borde del llanto, miro a De Witt y se lamento:

– ?Pobre Blackie! ?Oh, Dios mio, pobre Blackie! ?Que haran ahora con ella?

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