escaleras abajo para correr hacia Innocent Lane. Pero la puerta de Innocent House estaba cerrada y no se veia brillar ninguna luz a traves de la ventana de la sala de recepcion. Claudia se habia marchado. Echo a correr hacia Innocent Walk, pensando que aun podia encontrarla en el coche, pero vio que la puerta del garaje estaba cerrada. Llegaba demasiado tarde.

Decidio llamar un taxi desde el telefono de pared que habia en el pasaje, ante el numero 10; seria mas rapido que volver a su piso. Fue al llegar ante las puertas del garaje cuando oyo el sonido inconfundible de un motor en marcha. Eso la sorprendio y la desconcerto. El Porsche de Claudia, su querido 911, era demasiado antiguo para estar provisto de catalizador. ?Como podia cometer la imprudencia de tener el motor en marcha dentro de un garaje cerrado? Tal descuido no era propio de Claudia.

La puerta que daba al numero 10 estaba cerrada con llave. Eso en si no era de extranar: Claudia siempre entraba en el garaje por alli y despues la cerraba. Pero si resultaba extrano encontrar la luz del pasaje aun encendida y la puerta lateral del garaje entornada. Frances grito el nombre de Claudia, se precipito hacia la puerta y la abrio de un empujon.

La luz estaba encendida, una luz dura, cruel, sin sombras. Frances se quedo petrificada, con todos los musculos y nervios paralizados por un segundo de revelacion y horror instantaneos. El estaba arrodillado junto al cuerpo, pero al verla se puso en pie y se acerco en silencio hasta bloquear la puerta. Frances lo miro a los ojos: eran los mismos ojos de siempre, llenos de sabiduria y un tanto fatigados, unos ojos que habian visto demasiado y durante demasiado tiempo.

– ?Oh, no! -susurro-. Gabriel, tu no. Oh, no.

No grito. Era tan incapaz de gritar como de moverse. Cuando el le hablo, lo hizo con la voz apacible que ella tan bien conocia.

– Lo siento, Frances. ?Te das cuenta, verdad, de que no me es posible dejarte ir?

Y entonces ella se tambaleo y sintio que se sumia en una piadosa oscuridad.

61

En el cuartito de los archivos Daniel consulto su reloj. Las seis en punto. Llevaba dos horas alli, pero no habia perdido el tiempo. Por lo menos habia encontrado algo; las dos horas de busqueda se habian visto recompensadas. Quiza no resultara util para la investigacion, pero tenia cierto interes. Cuando presentara la confesion al equipo, tal vez el jefe considerase que su intuicion habia quedado vindicada, aunque de un modo menos fructifero de lo que se esperaba, y ordenase la suspension de la busqueda. Nada le impedia darla ya por terminada.

Sin embargo, el exito habia reavivado su interes: casi habia llegado al final de una hilera. Ya que estaba en ello, podia bajar y examinar la treintena de carpetas que le quedaba por revisar en el estante superior. Le gustaba que cada tarea tuviese un final limpio y definido. Ademas, todavia era temprano; si se marchaba, se sentiria en la obligacion de volver a Wapping, y en aquellos momentos no le apetecia afrontar de nuevo la comprension o la piedad de Kate. Asi pues, desplazo la escalera de mano a lo largo de la estanteria.

La carpeta, voluminosa pero no fuera de lo normal, se hallaba encajada entre otras dos y, al tirar de ellas, se deslizo del estante. Unos cuantos papeles sueltos le cayeron sobre la cabeza como hojas secas. Daniel bajo de la escalera con cuidado y los recogio. Los restantes documentos estaban unidos por medio de grapas, seguramente ordenados segun la fecha. Dos cosas le llamaron la atencion: la carpeta en si era de cartulina marron y muy antigua, en tanto que algunos papeles parecian recientes y estaban lo bastante limpios para haber sido archivados hacia menos de cinco anos; por otra parte, aunque la carpeta no llevaba ningun rotulo, entre los papeles que recogia del suelo le salto una y otra vez a la vista la palabra «judio». Daniel se lo llevo todo a la mesa del despachito.

Los papeles no estaban numerados y solo podia suponer que se hallaban en el orden correcto, pero uno de ellos suscito su curiosidad. Era una propuesta de novela, mecanografiada con poca habilidad y carente de firma. El encabezamiento rezaba: Propuesta a los socios de la Peverell Press. Leyo:

El marco y el tema universal y unificador de esta novela, provisionalmente titulada Pecado original, es la participacion del Gobierno de Vichy en la deportacion de judios franceses entre 1940 y 1944. En el transcurso de esos cuatro anos fueron deportados casi 76.000 judios, la gran mayoria de los cuales murio en los campos de concentracion de Polonia y Alemania. El libro narrara la historia de una familia dividida por la guerra, en la que una joven madre judia y sus gemelos de cuatro anos de edad quedan atrapados en la Francia ocupada, son escondidos por sus amigos y obtienen documentos falsos, para ser luego traicionados, deportados y asesinados en Auschwitz. La novela explorara el efecto de esta traicion -una pequena familia entre millares de victimas- en el esposo de la mujer, en los traicionados y en los traidores.

Daniel examino los papeles sin hallar ninguna contestacion a la propuesta ni ninguna comunicacion de la Peverell Press. La carpeta contenia lo que evidentemente eran documentos de investigacion y de trabajo. La novela estaba bien documentada, extraordinariamente bien documentada para tratarse de una obra de ficcion; a lo largo de los anos, el autor se habia puesto en contacto, mediante una visita personal o por escrito, con una considerable variedad de organismos nacionales e internacionales: los Archivos Nacionales de Paris y Toulouse, el Centro de Documentacion Judia Contemporanea de Paris, la Universidad de Harvard, la Oficina de Registros Publicos y el Real Instituto de Asuntos Internacionales, en Londres, y los Archivos de la Republica Federal Alemana, en Coblenza. Habia tambien fragmentos extraidos de los periodicos del movimiento de la Resistencia -L’Humanite, Temoignage Chretien y Le Franc-Tireur-, asi como minutas de algunos prefectos de la zona no ocupada. Daniel los miro por encima: cartas, informes, documentos oficiales, copias de minutas, declaraciones de testigos oculares… La investigacion era muy amplia y en algunos aspectos peculiarmente precisa: el numero de deportados, los horarios de los trenes, el papel desempenado por la policia de Pierre Laval e incluso los cambios efectuados en la jerarquia alemana en Francia durante la primavera y el verano de 1942. Pronto se hizo evidente que el investigador habia procurado que su nombre no apareciese en ninguna parte. Las cartas escritas por el tenian su nombre y direccion tachados o recortados; las dirigidas a el conservaban el nombre y direccion del remitente, pero se habia eliminado cualquier otro dato que hubiera permitido identificar al destinatario. No se veia ningun indicio de que todo ese material se hubiera utilizado, de que se hubiese empezado siquiera el libro, y mucho menos terminado.

Resultaba cada vez mas claro que al investigador le interesaba una region en especial y un ano determinado. La novela, si eso era, se iba centrando cada vez mas. Al principio era como si una bateria de focos se paseara por un extenso territorio haciendo resaltar un incidente, una configuracion interesante, una figura solitaria, un tren en marcha; pero, poco a poco, sus haces se iban coordinando para iluminar un solo ano: 1942. Fue un ano en el que los alemanes exigieron un gran aumento en las deportaciones desde la zona no ocupada. Los judios, una vez reunidos en grupos, eran conducidos al Vel d’Hiv o a Drancy, un enorme complejo de apartamentos situado en un arrabal del noreste de Paris. Este ultimo campo servia como estacion de paso hacia Auschwitz. En la carpeta habia tres informes de testigos presenciales: uno era de una enfermera francesa que habia trabajado con un pediatra en Drancy durante catorce meses, hasta que no pudo seguir soportando la acumulacion de desgracias, y los otros dos de supervivientes del campo, que al parecer los habian redactado en respuesta a una solicitud especifica del investigador. Una mujer habia escrito:

El 16 de agosto de 1942 me detuvieron los Gardes Mobiles. No me asuste porque eran franceses y porque se mostraron muy correctos en el momento de la detencion. No sabia que se proponian hacerme, pero recuerdo que tenia la sensacion de que no seria demasiado malo. Me dijeron que pertenencias podia llevarme y me hicieron pasar un examen medico antes de trasladarme. Me enviaron a Drancy y fue alli donde conoci a la joven madre de los gemelos. Ella se llamaba Sophie, pero no recuerdo el nombre de los ninos. Al principio habia estado en Vel d’Hiv, pero luego la trasladaron a Drancy. Me acuerdo bien de la mujer y los ninos aunque no hablabamos con frecuencia. Me conto muy poco de su vida, excepto que habia vivido cerca de Aubiere con un nombre falso. Lo unico que le preocupaba eran sus hijos. Por entonces estabamos en el mismo barracon con otros cincuenta internos. Viviamos en una gran miseria. Habia escasez de camas y de paja para los colchones, el unico alimento

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