creia saber con certeza quien no podia serlo. Era ella la visita que estaba en el despacho de Etienne cuando este habia recibido la llamada, y, al principio, habia esperado a que regresara. Luego, cada vez mas impaciente, habia subido al cuartito de los archivos y, al salir del despacho de la senorita Blackett, habia visto bajar a Dauntsey con la aspiradora. Al llegar arriba habia visto la serpiente ante la puerta y oido una voz en el interior: dentro del cuartito habia alguien hablando. La puerta no era muy gruesa y probablemente se dio cuenta de que no era la voz de Etienne. Despues, cuando se descubrio el cuerpo, creyo que podia estar segura de la inocencia de Dauntsey. Ella misma lo habia visto bajar por la escalera cuando Etienne aun estaba vivo y hablando con su asesino en el despachito de los archivos.

?Y como habia arreglado Dauntsey su coartada para el asesinato de Esme Carling? Ahora lo comprendia, claro; Bartrum y el se habian quedado a solas con el cadaver antes de que llegara la policia. ?No habia sido Dauntsey quien habia sugerido que las mujeres entraran en casa, que ellos dos esperarian junto al cuerpo? Fue entonces cuando debio de concertar su coartada. Pero era extrano que Bartrum hubiera accedido. ?Le habia prometido Dauntsey ayudarle a conservar su empleo? ?A obtener un ascenso? ?O acaso existia una deuda anterior que saldar? Fuera cual fuese el motivo, le habia proporcionado la coartada. Y el pub en el que se habian reunido media hora mas tarde de lo que aseguraban estaba bien elegido: ningun empleado del Sailor’s Return recordaba con exactitud a que hora habian entrado dos clientes determinados en esa taberna amplia, ruidosa y llena de gente.

El asesinato en si debio de presentar pocos problemas, pues el unico momento de peligro habia sido el de mover la lancha. Pero eso, naturalmente, no podia evitarse. Dauntsey necesitaba la lancha; solo en la seguridad de su cabina podia matarla sin ser visto desde tierra o desde el rio. Esme Carling era una mujer delgada y no pesaba mucho, pero Dauntsey tenia setenta y seis anos y le habria resultado mas facil colgarla desde la lancha que cargar con su cuerpo, muerto o vivo, por los resbaladizos escalones banados por la corriente. E incluso mover la lancha no representaba un gran peligro si mantenia el motor bajo de revoluciones. La unica persona que vivia en los alrededores era Frances, y Dauntsey sabia por experiencia lo poco que se oia desde su sala de estar cuando estaban corridas las cortinas. Ademas, aunque hubiera oido el ruido de un motor, ?se habria molestado en averiguar que ocurria? Al fin y al cabo, era un sonido habitual en el rio. Pero despues del asesinato tenia que devolver la lancha a su sitio. Dauntsey no podia tener la certeza de que no hubiera quedado ningun rastro de la escritora en la cabina, por pequeno que fuera, y menos si habia habido lucha. Era importante que nadie relacionara la lancha con su muerte.

Carling llego a su ultima y fatidica cita en un taxi. Eso debio de ser idea de Dauntsey, e idea suya, tambien, que el taxi la dejara en el extremo de Innocent Passage. El estaria esperandola en la sombra, inmovil junto al portillo. ?Que le habria dicho? ?Que podrian hablar con mayor discrecion si bajaban al rio? Seguramente ya habria dejado preparados en la cabina el manuscrito y la nota de los socios. ?Que mas habria llevado alli? ?Una soga para estrangularla, un chal, un cinturon? ?O quiza contaba con que ella trajera su bolso de costumbre? Sin duda se lo habia visto llevar muchas veces, y la correa era fuerte.

Daniel, con la mirada fija en la carretera y las manos suavemente apoyadas sobre el volante, se imagino la escena que debia de haberse desarrollado en aquella angosta cabina. ?Habrian hablado mucho? Quiza nada en absoluto. Ella ya debia de haberle dicho a Dauntsey por telefono que le habia visto bajar las escaleras de Innocent House llevando la aspiradora. Eso la sentenciaba. Dauntsey no necesitaba saber nada mas. Habria sido mas facil y mas seguro obrar sin perdida de tiempo. Daniel se imagino a Dauntsey haciendose a un lado, cediendole cortesmente el paso a la entrada de la cabina, la correa del bolso sobre el hombro de Carling… Y luego el brusco tiron de la correa hacia arriba, la caida y el pataleo en el suelo de la cabina, las viejas manos aferrando en vano el lazo de cuero mientras el lo tensaba con todas sus fuerzas. Tuvo que haber al menos un segundo de comprension horrorizada antes de que una inconsciencia piadosa le oscureciera la mente para siempre.

Y ese era el hombre al que pretendia advertir, no porque le quedara alguna posibilidad de huida, sino porque incluso el horror de la muerte de Esme Carling le parecia solo una parte pequena e inevitable de una tragedia mayor y mas universal. Durante toda su vida la escritora habia tejido misterios, explotado coincidencias, dispuesto los hechos para que se adaptaran a la teoria, manipulado a sus personajes, disfrutado de la vanidad del poder subrogado. Su tragedia era que, al final, habia confundido la ficcion con la vida real.

Fue despues de haber dejado atras Maldon y girado hacia el sur por la B1018 cuando Daniel se dio cuenta de que se habia perdido. Poco antes se habia detenido un minuto en el arcen de la carretera para consultar el mapa, lamentando cada segundo de tiempo perdido. Para llegar a Bradwell-on-Sea por la ruta mas corta debia dejar la B1018 por un desvio a la izquierda y cruzar los pueblos de Steeple y St. Lawrence. Plego de nuevo el mapa y siguio conduciendo por un paisaje oscuro y desolado. Pero la carretera, mas ancha de lo que se figuraba, le presento dos desvios a la izquierda que no recordaba haber visto en el mapa y ninguna senal del primer pueblo. Un instinto que jamas habia logrado explicarse le dijo que estaba dirigiendose hacia el sur, no hacia el este. Se detuvo en un cruce para consultar los indicadores y, a la luz de los faros, vio el nombre de Southminster. Habia tomado sin darse cuenta la carretera que discurria mas al sur y era mas larga. La oscuridad era intensa y espesa como una niebla. Y entonces las nubes dejaron un hueco a la luna y pudo ver un bar de carretera, cerrado y abandonado, dos casitas de ladrillo con tenues luces tras las cortinas y un solo arbol torcido por el viento con un fragmento de cartel blanco clavado en la corteza que aleteaba como un pajaro prisionero. A los dos lados de la carretera se extendia un terreno desolado y barrido por el viento, fantasmagorico bajo la fria luz de la luna.

Siguio adelante. La carretera, con sus vueltas y revueltas, parecia interminable. El viento, que habia empezado a arreciar, azotaba suavemente el coche. Y alli estaba por fin el desvio a la derecha que conducia a Bradwell-on-Sea; Daniel vio que estaba cruzando las afueras del pueblo, en direccion a la maciza torre de la iglesia y las luces del pub. Giro una vez mas hacia las marismas y el mar. No se veia ni rastro del coche de Dauntsey, y no habia manera de saber cual de los dos llegaria antes a Othona House. Daniel solo sabia que aquel seria el fin del viaje para los dos.

66

Se abrio la portezuela de atras. Despues de la envolvente oscuridad, del olor de la gasolina, de la alfombra, de su propio miedo, el aire fresco iluminado por la luna acaricio el rostro de Frances como una bendicion. La joven solo oia el suspiro del viento, solo veia la silueta oscura que se inclinaba sobre ella. Gabriel extendio las manos y manipulo torpemente la mordaza. Por un instante ella noto el roce de sus dedos sobre la mejilla. Luego el se agacho y le desato los tobillos. Los nudos no eran complicados; de haber tenido las manos libres, ella misma habria podido deshacerlos. Gabriel no necesito cortar las ataduras. ?Significaba eso que no llevaba ningun cuchillo? Pero a Frances ya no le inquietaba su propia seguridad. De pronto, tuvo el convencimiento de que no la habia llevado alli para matarla. Gabriel tenia otras preocupaciones, para el mas importantes.

Le hablo con una voz natural y apacible, la voz que ella habia conocido, la que despertaba su confianza, la que le gustaba oir.

– Si te vuelves, Frances, me sera mas facil desatarte las manos.

Habria podido ser su libertador quien le hablaba, no su carcelero. Frances se volvio y en unos segundos tuvo las manos libres. Intento sacar las piernas del coche, pero las tenia rigidas y el le tendio una mano para ayudarla.

– No me toques -dijo ella.

Las palabras resultaron ininteligibles: la mordaza habia estado mas apretada de lo que ella creia, y tenia la mandibula fija en un rictus de dolor. Pero el la entendio. Retrocedio de inmediato y se quedo mirandola mientras ella descendia penosamente y se apoyaba en el vehiculo para sostenerse en pie. Era el momento que habia estado esperando, la oportunidad de escapar corriendo, poco importaba hacia donde. Pero Gabriel se habia desentendido de ella y Frances comprendio que no hacia falta correr, que no valia la pena tratar de huir. La habia llevado hasta alli por necesidad, pero ya no constituia un peligro para el, su presencia ya no tenia importancia. Los pensamientos de Dauntsey se hallaban en otro lugar. Frances podia escapar a trompicones con sus piernas entumecidas; el no se lo impediria ni trataria de seguirla. Estaba alejandose de ella, mirando hacia el contorno oscuro de una casa, y Frances pudo percibir la intensidad de su concentracion. Para el, aquel era el final de un largo viaje.

– ?Donde estamos? -le pregunto-. ?Que sitio es este?

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