senalo De Witt.
Claudia se sento enfrente de el y se inclino hacia delante sobre la mesa.
– ?Quieres decir que pudo morir en su despacho?
– Quiza murio o lo mataron alli y luego lo trasladaron. Pudo morir ante su escritorio por alguna causa natural, un ataque al corazon o una apoplejia, como ha dicho Frances, y luego alguien se llevo el cuerpo.
– Pero eso exigiria una fuerza considerable.
– No tanta, si el que lo hizo utilizo uno de los carros para transportar libros y subio el cuerpo en el ascensor. Casi siempre hay un carro esperando junto a la puerta del ascensor.
– Pero sin duda la policia es capaz de descubrir si han movido un cuerpo despues de la muerte.
– Si, si lo encuentran al aire libre. Hay restos de tierra, ramitas, hierba aplastada, huellas de arrastramiento. No se si les resultaria tan facil con un cuerpo descubierto dentro de un edificio. Supongo que tarde o temprano condescenderan a decirnos algo. Lo cierto es que no se dan prisa.
Hablaban los dos como si no hubiera nadie mas en la sala. De pronto, intervino Frances.
– ?Teneis que discutirlo como si la muerte de Gerard fuese una especie de enigma, una novela policiaca, algo que hubieramos leido o visto por television? Estamos hablando de Gerard, no de un desconocido, no de un personaje de una obra teatral. Gerard esta muerto. Esta en el piso de arriba con esa horrible serpiente en torno al cuello, y nosotros aqui sentados como si no nos importara nada.
Claudia le dirigio una mirada especulativa tenida de desden.
– ?Que quieres que hagamos? ?Que nos quedemos sentados sin decir nada? ?Que leamos un buen libro? ?Que le preguntemos a George si ya han llegado los periodicos? Creo que hablar nos ayuda. Gerard era mi hermano. Si yo puedo mantener cierta serenidad, tu tambien puedes. Compartiste su cama, al menos por algun tiempo, pero nunca llegaste a compartir su vida.
De Witt la interpelo con voz queda:
– ?La compartiste tu, Claudia? ?O alguno de nosotros?
– No, pero cuando esta muerte me golpee de veras, cuando crea de veras lo que ha ocurrido, te aseguro que lo llorare. No te preocupes por eso. Si, lo llorare, pero todavia no, no aqui ni ahora.
Gabriel Dauntsey habia permanecido sentado de cara a la ventana, contemplando el rio. En aquel momento hablo por primera vez, y los demas se volvieron y lo miraron como si recordaran de subito que estaba alli.
– Creo que es posible que haya muerto por intoxicacion de monoxido de carbono. Tenia la piel muy rosada, que es uno de los sintomas, y en la habitacion hacia un calor poco natural. ?No te diste cuenta, Claudia, de que hacia mucho calor alli dentro?
Hubo unos instantes de silencio y, al fin, Claudia respondio:
– Me di cuenta de muy poco, aparte de ver a Gerard y aquella serpiente. ?Quieres decir que pudo haber muerto a causa del gas?
– Si. Creo que pudo morir a causa del gas.
La palabra siseo en el aire.
– Pero ?no dicen que el nuevo gas del mar del Norte es inofensivo? -objeto Frances-. Creia que ya no era posible suicidarse metiendo la cabeza en el horno de gas.
Fue De Witt quien se lo explico.
– El gas no es toxico. Si se utiliza correctamente, es del todo inofensivo. Pero si Gerard encendio la estufa de gas y la habitacion no estaba bien ventilada, es posible que la estufa ardiera mal y produjera monoxido de carbono. De ser asi, pudo ofuscarse y perder el sentido antes de comprender lo que estaba ocurriendo.
– Y despues alguien encontro el cuerpo, apago el gas y le puso la serpiente al cuello -concluyo Frances-. Fue un accidente, como yo decia.
Dauntsey hablo con voz serena y contenida:
– No es tan sencillo. ?Por que encendio la estufa? Anoche no hizo demasiado frio. Y si la encendio, ?por que cerro la ventana? Cuando he visto el cuerpo estaba cerrada, y el lunes, cuando utilice ese despacho por ultima vez, la deje abierta.
– Y si pensaba quedarse trabajando en los archivos el tiempo suficiente para necesitar la estufa, ?por que dejo la chaqueta y las llaves en su despacho? Todo esto carece de sentido -dijo De Witt.
Siguio un silencio, subitamente roto por Frances.
– Nos hemos olvidado de Lucinda. Alguien tiene que decirselo.
– ?Dios mio, si! -exclamo Claudia-. Una tiende a olvidar a lady Lucinda. No se por que, pero no me la imagino arrojandose al Tamesis presa del dolor. Siempre he visto algo extrano en ese compromiso.
– Aun asi -replico De Witt-, no podemos dejar que lo lea manana en el periodico o lo oiga por la radio. Alguno de nosotros deberia llamar a lady Norrington; ella puede encargarse de darle la noticia a su hija. Creo que lo mejor seria que se lo dijeras tu, Claudia.
– Supongo que si, siempre que no se me pida que vaya en persona a ofrecer consuelo. Sera mejor que lo haga ahora mismo. Llamare desde mi despacho; es decir, si no lo ha ocupado la policia. Tener a la policia aqui es como tener ratones en casa: constantemente intuyes que estan royendo, aunque en realidad no los oigas ni los veas, y una vez entran tienes la sensacion de que nunca podras librarte de ellos.
Se puso en pie y echo a andar hacia la puerta, con la cabeza erguida de un modo poco natural, pero con paso incierto. Dauntsey hizo ademan de incorporarse, pero sus extremidades entumecidas parecieron incapaces de responder y fue De Witt quien se apresuro a situarse junto a ella. Pero Claudia meneo la cabeza, aparto con suavidad el brazo que pretendia ofrecerle sosten y salio de la habitacion.
Aun no habian transcurrido cinco minutos cuando regreso.
– No estaba en casa -anuncio-, y no es el tipo de mensaje que se pueda dejar en el contestador. Volvere a intentarlo mas tarde.
– ?Y tu padre? -inquirio Frances-. ?No es mas importante?
– Naturalmente que es mas importante. Ire a verle esta noche.
Se abrio la puerta sin llamada previa y el sargento Robbins asomo la cabeza.
– El senor Dalgliesh lamenta tener que hacerles esperar mas de lo que se figuraba y le agradeceria al senor Dauntsey que subiera al despacho de los archivos.
Dauntsey se levanto de inmediato, pero la rigidez que le habia invadido tras permanecer tanto tiempo sentado le hizo moverse con torpeza. El baston, colgado en el respaldo del asiento, cayo ruidosamente al suelo. Frances Peverell y el se arrodillaron a la vez para recogerlo y, tras lo que a los demas les sono como un forcejeo y un breve intercambio de susurros en tono casi conspirador, Frances se apodero del baston, se incorporo con el rostro enrojecido y se lo entrego a Dauntsey. El anciano se apoyo en el durante unos segundos y a continuacion volvio a colgarlo del respaldo y se encamino hacia la puerta sin su ayuda, despacio pero con paso firme.
Cuando se hubo marchado, Claudia Etienne comento:
– Me gustaria saber por que Gabriel tiene el privilegio de ser el primero.
Le respondio James de Witt:
– Seguramente porque utiliza el despachito de los archivos mas que la mayoria de nosotros.
– Creo que yo nunca lo he utilizado -dijo Frances-. La ultima vez que estuve alli fue cuando se llevaron la cama. Tu tampoco subes mucho, ?verdad, James?
– Nunca he trabajado alli; o, al menos, no por mas de media hora. La ultima vez fue hace cosa de tres meses. Subi a buscar el contrato original de Esme Carling, pero no pude encontrarlo.
– ?Quieres decir que no encontraste su antigua carpeta?
– Encontre la carpeta y me la lleve al despachito para estudiarla, pero el contrato no estaba.
– No es de extranar -intervino Claudia sin demasiado interes-. Hace treinta anos que la tenemos en catalogo. Seguramente alguien debio de archivarlo mal hace veinte anos. -Y a continuacion, en un subito arranque de energia, anadio-: Mirad, no veo razon alguna para perder el tiempo solo porque Adam Dalgliesh tiene ganas de charlar con un camarada poeta. No es obligatorio que nos quedemos en esta habitacion.
Frances la miro con expresion dudosa.
– Ha dicho que queria vernos juntos -objeto.
– Bien, ya nos ha visto juntos. Ahora nos vera por separado. Cuando me necesite, me encontrara en mi despacho. Decidselo de mi parte, ?quereis?
Una vez hubo salido, James opino:
– Creo que tiene razon. Puede que no nos sintamos de humor para trabajar, pero es peor esperar aqui