el sendero. La rosa que coronaba el porche habia derrotado a los intrusos; sin embargo, estos habian desgajado tanto las clematides como las glicinias, dejando la fachada del
La vivienda estaba vacia. Blackie la recorrio habitacion por habitacion gritando el nombre de Joan aun mucho despues de que resultara evidente que no se encontraba en casa. Empezaba a sentir las primeras punzadas de verdadera zozobra cuando oyo el golpe de la cancela del jardin y vio a su prima empujando la bicicleta por el sendero. Salio corriendo a su encuentro, preguntandole a gritos:
– ?Que ha ocurrido? ?Estas bien?
Su prima, sin dar muestras de sorpresa por encontrarla en casa mucho antes de la hora acostumbrada, respondio con hosquedad.
– Ya ves lo que ha ocurrido. Gamberros. Eran cuatro, cada uno con su moto. Casi los sorprendo en plena faena. Al volver del pueblo los vi marchar, pero estaban demasiado lejos para que pudiera tomarles la matricula.
– ?Has llamado a la policia?
– Desde luego. Tienen que venir de East Marling y se lo toman con calma. Si aun tuvieramos nuestro policia en el pueblo, todo esto no habria sucedido. Por supuesto, es inutil que se den prisa. No los cogeran. Esos ya se han escapado. Y aunque los cogieran, ?que les harian? Nada; ponerles una pequena multa o una sentencia condicional. Dios mio, si la policia no es capaz de protegernos, al final tendremos que armarnos. Ojala tuviera una pistola.
Blackie protesto.
– No puedes matar a nadie solo porque te haya destrozado el jardin.
– ?Que no puedo? Yo si podria.
Mientras entraban en el
– He vuelto otra vez al pueblo para ver que mas habian hecho. No mucho, por lo visto. Pararon a almorzar en el Moonraker’s Arms, pero armaron tanto alboroto que la senora Baker se nego a servirles nada mas y Baker los echo a la calle. Entonces empezaron a dar vueltas con las motos por el prado del pueblo, hasta que la senora Baker salio a decirles que no estaba permitido. Estaban muy provocadores y agresivos, acelerando las motos y haciendo muchisimo ruido, pero al final se fueron cuando salio Baker y los amenazo con llamar a la policia. Supongo que esto fue su manera de vengarse.
– ?Y si vuelven?
– Oh, esos no volveran. ?Para que? Buscaran otra cosa bella que destruir. Dios mio, ?que generacion hemos criado? Estan mejor alimentados, mejor educados y mejor cuidados que cualquier generacion anterior, pero se comportan como unos barbaros ignorantes. ?Que nos esta ocurriendo? Y que no me hablen del paro; puede que esten en paro, pero conducen motos caras y los dos llevaban un cigarrillo en la boca.
– No todos son asi, Joan. No puedes juzgar a toda una generacion por unos cuantos.
– Tienes razon, naturalmente. Me alegro de que estes aqui. -Era la primera vez en sus diecinueve anos de vida en comun que Joan expresaba abiertamente su necesidad del apoyo y el consuelo de Blackie. Tras una pausa, prosiguio-: Ha sido muy considerado por parte del senor Etienne dejarte salir mas temprano. ?Que ha ocurrido? ?Te ha llamado alguien del pueblo para decirtelo? Pero eso no puede ser. Ya debias de estar en camino cuando ha sucedido todo.
Y entonces Blackie hablo de manera concisa pero vivida.
La noticia de aquel grotesco horror tuvo al menos el merito de apartar los pensamientos de Joan de la violacion de su jardin. Se dejo caer en la silla mas cercana como si le fallaran las piernas, pero escucho en silencio, sin exclamaciones de horror o de sorpresa. Cuando Blackie hubo terminado, se levanto y la miro fijamente a los ojos durante un largo cuarto de minuto, como si quisiera asegurarse de que aun se hallaba en su sano juicio. Acto seguido, hablo en tono energico.
– Sera mejor que te quedes sentada. Voy a encender el fuego. Las dos hemos sufrido una buena conmocion y es importante conservar el calor. Y traere el whisky. Hemos de hablar de este asunto.
Mientras Joan la ayudaba a instalarse mas comodamente en el sillon de la chimenea, esponjando los cojines y acercandole el escabel con una solicitud poco frecuente en ella, Blackie no pudo por menos que advertir que el rostro y la voz de su prima expresaban no tanto indignacion como cierta satisfaccion cenuda, y reflexiono que no habia nada como el horror vicario del asesinato para distraer la atencion de las propias y menos egregias desgracias.
Cuarenta minutos mas tarde, sentada ante el crepitar del fuego de lena, sosegada por el calor y la mordedura del whisky que guardaban para casos de emergencia, Blackie se sintio distanciada por primera vez de los traumas del dia. Sobre la alfombra, Arabella se desperezo con delicadeza y curvo las garras en una especie de extasis, el pelaje blanco enrojecido por la danza de las llamas. Joan habia encendido el horno antes de sentarse a su lado y Blackie percibio el apetitoso olor de un asado de cordero que se filtraba por la puerta de la cocina. Se dio cuenta de que en realidad estaba hambrienta, de que tal vez le seria posible disfrutar incluso con la comida. Se sentia ligera de cuerpo, como si le hubiesen quitado fisicamente de los hombros una carga de culpa y temor. Pese a su anterior resolucion, se encontro hablando de Sydney Bartrum.
– Iba a quedarse en la calle, ?comprendes? Yo misma mecanografie la carta del senor Gerard a una agencia de contratacion. Naturalmente, no podia explicarle directamente a Sydney lo que se preparaba; siempre he considerado que el trabajo de una secretaria personal es sumamente confidencial. Pero tampoco me parecio justo no decirle nada. Se caso hace poco mas de un ano y ahora tiene una hija pequena. Y ya pasa de los cincuenta. No le resultara facil encontrar otro empleo. Asi que, cuando el senor Gerard me pidio que lo llamara para hablar de los presupuestos, deje una copia de la carta encima de mi escritorio. El senor Gerard siempre le hacia esperar, asi que sali del despacho para darle una oportunidad. Estoy segura de que la leyo. Es una reaccion instintiva echarle una mirada a una carta si la tienes abierta delante de ti.
Pero esta accion, tan ajena a su caracter y a su comportamiento habitual, no se habia debido a la compasion. Ahora se daba cuenta de ello y se pregunto por que no lo habia comprendido antes. Lo que habia sentido en aquellos momentos era que formaba causa comun con Sydney Bartrum; los dos eran victimas del desprecio apenas disimulado del senor Gerard. Al dejarle leer la carta, Blackie habia hecho un pequeno gesto de desafio. ?Era acaso ese primer gesto el que le habia dado valor para la siguiente y mas decisiva rebelion?
– Pero ?la leyo? -pregunto Joan.
– Tuvo que leerla. No me delato; por lo menos, el senor Gerard no me dijo nada del asunto ni me echo en cara mi descuido. Pero al dia siguiente Sydney solicito entrevistarse con el y creo que le pregunto si su puesto de trabajo estaba seguro. No los oi hablar, pero no estuvo mucho rato dentro, y cuando salio estaba llorando. Figurate, Joan, un hombre adulto llorando. -Tras un breve silencio, anadio-: Por eso no le he dicho nada a la policia.
– ?De que habia salido llorando?
– De la carta. No se lo he dicho a nadie.
– ?Y es lo unico que no les has dicho?
– Si -mintio Blackie-. Lo unico.
– Creo que has hecho bien. -La senora Willoughby, con las robustas piernas separadas y firmemente apoyadas en el suelo y la mano tendida hacia la botella de whisky, hablo en tono sentencioso-: ?Por que ofrecer voluntariamente una informacion que puede ser irrelevante e incluso enganosa? Claro que, si te lo preguntan directamente, tendras que decir la verdad.
– Eso mismo pense yo. De momento, ni siquiera sabemos con certeza que lo hayan asesinado. Me refiero a que pudo morir por causas naturales, un ataque al corazon quizas, y mas tarde alguien le enrollo la serpiente al cuello. Por lo visto, eso es lo que opina todo el mundo. Es exactamente lo que haria el bromista de la oficina.
Pero la senora Willoughby se apresuro a rechazar esta comoda teoria.
– No, creo que podamos estar razonablemente seguras de que se trata de un asesinato. Le hicieran luego al cuerpo lo que le hicieran, la policia no estaria alli tanto tiempo, ni habrian asignado el caso a alguien tan