hizo, pero el asesino y yo tenemos algo en comun: no nos vimos obligados a mirar a nuestras victimas cara a cara. Creo que hay algo especialmente innoble en un asesino que ni siquiera ha de afrontar la realidad de lo que ha hecho.
El otro se rebajo a la humillacion final.
– ?Y mi empleo, senor Dauntsey? ?Cree que sigue estando en peligro? Para mi es muy importante. ?Sabe cuales son los proyectos de la senorita Etienne o de los demas socios? Comprendo que ha de haber cambios. Podria aprender nuevos metodos, si lo consideran necesario. Y no me importa que pongan a alguien por encima de mi si esta mejor preparado. Puedo trabajar lealmente como subordinado. -Y anadio con amargura-: El senor Gerard creia que yo solo servia para eso.
Dauntsey respondio:
– No se que se decidira, pero me atreveria a afirmar que no habra ningun cambio importante antes de seis meses, por lo menos. Y si yo tengo algo que ver con ello, su empleo no corre peligro.
Se volvieron al mismo tiempo y anduvieron sin decir nada hacia la calle secundaria donde habian aparcado los coches.
31
La casa que Sydney y Julie Bartrum habian elegido, y que estaban pagando con la hipoteca mas elevada que habian podido obtener, quedaba cerca de la estacion de Buckhurst Hill, en una angosta carretera en cuesta mas parecida a una via rural que a una calle suburbana. Era una casa convencional de los anos treinta, con una ventana a modo de mirador, un porche en la parte delantera y un jardincito detras. Todo lo que contenia lo habian elegido Julie y el juntos. Ninguno de los dos habia traido nada del pasado, salvo recuerdos. Y Gerard Etienne habia amenazado con quitarle este hogar, esta seguridad obtenida a base de esfuerzo y las innumerables cosas que la acompanaban. Si a los cincuenta y dos anos se quedaba sin trabajo, ?que esperanzas tendria de seguir ganando el mismo sueldo? El dinero de la indemnizacion iria menguando mes tras mes y llegaria un momento en que incluso pagar la hipoteca se convertiria en una carga imposible de afrontar.
Su mujer salio de la cocina en cuanto oyo el ruido de la llave en la cerradura. Como siempre, extendio los dos brazos y le dio un beso en la mejilla, pero esta noche sus brazos estaban tensos y se aferro a el casi con desespero.
– ?Que ocurre, carino? ?Que ha pasado? No he querido llamarte al despacho. Me dijiste que no lo hiciera.
– No, no habria sido prudente. No hay nada que deba preocuparte, querida. Todo ira bien.
– Pero dijiste que el senor Etienne ha muerto. Que lo han matado.
– Vamos a la sala, Julie, y te lo contare todo.
Julie se sento muy cerca de el y estuvo muy callada mientras el hablaba. Cuando hubo terminado, le dijo:
– No pueden creer que hayas tenido nada que ver con eso, carino. Es absurdo, es una estupidez. Tu no le harias dano a nadie. Eres dulce, bondadoso, amable. Es totalmente imposible que piensen una cosa asi.
– Desde luego. Pero a veces se ceban en un inocente, lo interrogan, sospechan de el; a veces incluso lo detienen y lo llevan a juicio. No seria la primera vez. Y yo fui el ultimo en marcharme de la oficina. Tenia cosas importantes que hacer y me quede despues de la hora de salida. Por eso te he llamado nada mas saber lo que habia sucedido. Me ha parecido mas sensato decirle a la policia que ayer llegue a la hora de costumbre.
– Claro que si, carino. Tienes toda la razon. Me alegro de que me lo hayas dicho.
A el le sorprendio un poco que su mujer hubiera aceptado la peticion de mentir sin ninguna inquietud, ninguna sensacion de culpabilidad. Quiza las mujeres mentian con mas facilidad que los hombres si creian que era por una causa justa. No habria debido preocuparse por si le causaba un cargo de conciencia. Al igual que el, Julie sabia muy bien de que parte estaba.
– ?Ha llamado alguien…? Alguien de la policia, quiero decir -le pregunto.
– Si, ha llamado un tal sargento Robbins. Solo queria saber a que hora llegaste anoche. Nada mas. No me ha contado nada ni me ha dicho que el senor Gerard estaba muerto.
– ?Y no le has dado a entender que ya lo sabias?
– Claro que no. Ya me habias avisado. Le he preguntado por que queria saberlo y me ha dicho que ya me lo explicarias tu cuando llegaras a casa, que estabas bien y que no debia preocuparme.
De manera que la policia no habia perdido el tiempo. Bien, era de esperar. Habian querido comprobar su version antes de que pudiera acordar una coartada con su esposa.
– Ya ves por que lo decia, carino. Verdaderamente, creo que hemos hecho bien en prepararnos.
– Claro que si. Pero ?crees de veras que al senor Gerard lo han asesinado?
– Parece ser que aun no saben como murio. El asesinato es una posibilidad, pero hay otras. Quiza tuvo un ataque al corazon y luego alguien le puso la serpiente al cuello.
– ?Que cosa mas horrible! Es algo horroroso. Es una perversidad.
– No pienses mas en ello -le aconsejo-. No tiene nada que ver con nosotros. No nos afecta, ni nos afectara si mantenemos lo que hemos dicho. No se puede hacer nada.
Julie no se imaginaba lo mucho que les afectaba. Esa muerte habia sido su salvacion. Sydney no le habia confesado sus temores de perder el empleo ni el odio y el temor que Etienne despertaba en el. Su silencio se debia en parte a que no queria preocuparla, pero era consciente de que el motivo principal habia sido el orgullo. Necesitaba que ella lo creyera un hombre prospero, respetado, indispensable para la empresa. Ahora ya no tenia por que saber nunca la verdad. Decidio que no le diria nada de su anterior entrevista con Dauntsey. ?Por que angustiarla? Todo iba a salir bien.
Como de costumbre, antes de cenar subieron juntos para contemplar a su hijita dormida. La nina estaba en su cuarto, en la parte de atras de la casa, que habia decorado el mismo con ayuda de Julie. Cuando la trasladaron de la canastilla a la cuna con barandas y el la vio por primera vez alli, sin almohada, acostada boca arriba, Julie le explico que era la postura recomendada. No pronuncio las palabras «para evitar la muerte en la cuna», pero los dos sabian a que se referia. Su mayor temor, del que nunca se hablaba, era que le ocurriera algo a la nina. Sydney extendio la mano y acaricio su vellosa cabeza. Parecia increible que un cabello humano pudiera ser tan suave al tacto, una cabeza humana tan vulnerable. Abrumado de amor, sintio el deseo de coger a la nina en brazos y estrecharla contra su mejilla, de envolver a madre e hija en un abrazo poderoso, eterno e inquebrantable, de protegerlas contra todos los terrores del presente y todos los terrores por venir.
Aquella casa era su reino. Se dijo a si mismo que la habia obtenido por amor, pero experimentaba hacia ella algo similar al feroz sentido de posesion de un conquistador. Le pertenecia por derecho y, antes que perderla, mataria a una docena de Etiennes. Antes de Julie, nadie lo habia encontrado jamas digno de ser amado. Carente de atractivo fisico, larguirucho y huesudo, sin sentido del humor y timido, sabia que no era digno de amor; los anos pasados en el hogar infantil se lo habian ensenado. Tu padre no se moria ni tu madre te abandonaba si eras digno de amor. El personal del hogar actuaba de forma muy profesional, pero a los ninos no se les ofrecia amor. La atencion, como el alimento, se distribuia cuidadosamente por turnos. Los ninos se sabian rechazados. Sydney habia asimilado este conocimiento con las gachas del desayuno. Despues del hogar infantil habia venido una sucesion de pensiones, habitaciones con derecho a cocina, pisitos de alquiler, estudios nocturnos y examenes, tazas de cafe aguado, comidas solitarias en restaurantes economicos, desayunos preparados en una cocina compartida, placeres solitarios, sexo solitario, insatisfactorio y envuelto en sentimientos de culpabilidad.
Ahora se sentia como un hombre que hubiera vivido siempre bajo tierra, sumido en una oscuridad parcial. Con Julie habia emergido a la luz del sol, los ojos deslumbrados por un mundo jamas imaginado de luz y sonido, de color y sensaciones. Se alegraba de que Julie hubiera estado casada antes, aunque cuando hacian el amor se las arreglaba para hacerle sentir que era ella la inexperta, la que encontraba por primera vez satisfaccion. Y el se decia que quizas era asi. El sexo con ella habia sido una revelacion. Jamas habria podido creer que fuera algo tan sencillo y al mismo tiempo tan maravilloso. Se alegraba tambien, con un alivio no exento de culpabilidad, de que el primer matrimonio de Julie hubiera sido un fracaso y de que Terry la hubiese abandonado. Asi no habria de temer comparaciones con un primer amor idealizado e inmortalizado por la muerte. Muy pocas veces aludian al pasado; para ambos, las personas que vivian, se movian y hablaban en ese pasado eran otras personas, no ellos. Una vez,