al principio de estar casados, Julie le habia dicho: «Rezaba por encontrar a alguien a quien amar, alguien a quien pudiera hacer feliz y que me hiciera feliz. Alguien que me diera un hijo. Ya casi habia renunciado a la esperanza, y entonces te encontre a ti. Es como un milagro, carino, la respuesta a una oracion.» Estas palabras lo habian exaltado. Por unos instantes se sintio como un agente del propio Dios. El, que en toda su vida solo habia conocido lo que era sentirse impotente, se embriago de repente de poder.
Habia sido feliz en la Peverell Press hasta que Gerard Etienne asumio la direccion. Se sabia un contable concienzudo y apreciado. Trabajaba largas horas de mas sin cobrarlas. Hacia lo que Jean-Philippe Etienne y Henry Peverell esperaban de el; y lo que esperaban de el estaba a su alcance hacerlo. Pero uno de ellos se habia retirado y el otro habia muerto, y el joven Gerard Etienne habia ocupado el sillon de director gerente. En los anos anteriores apenas habia intervenido en la empresa; se habia dedicado a observar y aprender, a esperar su momento, a obtener su titulo de master en administracion de empresas, a formular unos proyectos en los que no habia lugar para un contable de cincuenta y dos anos de edad con una preparacion minima. Gerard Etienne, joven, triunfador, apuesto y rico, que durante toda su vida privilegiada habia cogido lo que deseaba sin el menor remordimiento, habia pretendido quitarle a el, a Sydney Bartrum, todo lo que hacia que su vida mereciera ser vivida. Pero ahora Gerard Etienne estaba muerto, tendido en un deposito de cadaveres con una serpiente embutida en la boca.
Apreto el brazo con que rodeaba a su esposa y dijo:
– Bajemos a cenar, querida. Estoy hambriento.
32
La entrada de la comisaria de Wapping era tan poco llamativa que facilmente podia pasarles por alto a los no iniciados. Desde el rio, su fachada de ladrillo, agradable y sin pretensiones, y la nota domestica de una ventana a modo de mirador parecian propias de un edificio antiguo y utilitario, la residencia de un comerciante del siglo xviii que preferia vivir encima de su almacen. De pie ante la ventana de la sala donde habian instalado el centro de operaciones, Daniel contemplaba desde lo alto la ancha rampa, las tres darsenas del muelle flotante con su flotilla de lanchas de la policia y el carro de acero inoxidable, situado en un lugar discreto, que se utilizaba para recoger y lavar con la ayuda de una manguera los cadaveres de los ahogados, y penso que pocos viajeros fluviales con un minimo de perspicacia dejarian de advertir la funcion del edificio.
Desde que llegara con el sargento Robbins, tras cruzar el aparcamiento de vehiculos y subir por la escalera de hierro que conducia al interior de la comisaria, con su atmosfera de eficiencia silenciosa, habia estado constantemente atareado. Habia montado los ordenadores, dispuesto mesas para Dalgliesh, Kate y el mismo, y llamado a la oficina del juez para concertar los detalles de la autopsia y la encuesta. Tambien se habia puesto en contacto con el laboratorio de examenes forenses; las fotografias tomadas en la escena del crimen, de una cruda nitidez carente de sombras que parecia reducir el horror a un ejercicio de tecnica fotografica, ya estaban clavadas con chinchetas en el tablon de anuncios. Previamente se habia entrevistado con lord Stilgoe en su habitacion particular del Hospital de Londres. Por fortuna, el efecto de la anestesia general, los mimos de las enfermeras y el numero de visitas que recibia habian apartado temporalmente su atencion del asesinato, de modo que acogio el informe de Daniel con sorprendente ecuanimidad, sin exigir, como en realidad este se imaginaba, la presencia inmediata de Dalgliesh junto a su cabecera. Asimismo, Daniel habia explicado la situacion a los responsables de la oficina de prensa de la policia metropolitana. Cuando se divulgara la historia, serian los encargados de organizar conferencias de prensa y mantener informados a los medios de comunicacion. Habia cierto numero de detalles que la policia, en beneficio de la investigacion, no pensaba hacer publicos, pero el extravagante uso de la serpiente seria conocido por todos los empleados de Innocent House al dia siguiente a mas tardar y, luego, seria cuestion de horas que se comentara en las editoriales de Londres y saliera en los periodicos. La oficina de prensa probablemente iba a tener mucho trabajo.
Robbins, que obviamente considero la inactividad de su superior justificacion suficiente para hacer una pausa, se le acerco y comento:
– Es interesante estar aqui, ?verdad? La comisaria de policia mas antigua del Reino Unido.
– Si esta anhelando decirme que la policia fluvial se creo en 1798, treinta y un anos antes que la metropolitana, ya lo sabia.
– No se si ha visto el museo que tienen, senor. Esta en lo que era el taller de carpinteria del antiguo astillero. Me llevaron a visitarlo cuando estaba en la academia de policia. Hay algunas piezas interesantes: grilletes, sables de la policia, uniformes antiguos, un arcon de cirujano, documentos de principios del siglo xix y descripciones del desastre del
– Eso probablemente explica el escaso entusiasmo con que nos han recibido: deben de sospechar que el conservador del museo metropolitano quiere apoderarse de ella o que pretendemos robarles las mejores piezas. A mi lo que me gusta son sus juguetes nuevos.
Bajo ellos, el rio habia estallado en una tumultuosa erupcion de espuma. Un par de canoas hinchables semirrigidas de alta velocidad, de color negro, gris y naranja brillante, cada una con dos tripulantes provistos de cascos de seguridad y chaquetas de un verde fluorescente, rodearon las lanchas de la policia en un viraje cerrado, rozando apenas la superficie del agua, antes de salir rugiendo rio abajo como peligrosos juguetes para adultos.
Robbins observo:
– No llevan asientos. Supongo que esos balanceos hacia atras seran duros para los musculos. Deben de ir aproximadamente a cuarenta nudos. ?Cree que tendremos tiempo para echarle un vistazo al museo, senor?
– Yo no contaria con ello.
En opinion de Daniel, el sargento Robbins, que habia ingresado en las fuerzas de policia apenas graduarse en una universidad de reciente fundacion con un titulo de Historia, era casi demasiado bueno para ser real. Tenia ante si al hijo modelo que sin duda cualquier madre desearia: de aspecto saludable, ambicioso sin llegar a la falta de escrupulos, metodista devoto y comprometido, o asi se rumoreaba, con una muchacha de su Iglesia. Seguramente se casarian tras un noviazgo virtuoso y luego engendrarian unos hijos admirables que irian a las escuelas adecuadas, superarian los examenes adecuados, no causarian dolor ni pesar a sus padres y, a su debido tiempo, acabarian metiendose en la vida de la gente por su propio bien, ya fuera como maestros, asistentes sociales o quizas incluso policias. Tal como Daniel veia las cosas, Robbins hubiera tenido que dimitir hace mucho, decepcionado por unas actitudes machistas que podian degenerar con gran facilidad en violencia, por los inevitables embustes y compromisos que conllevaba su trabajo y por el trabajo en si, con su diaria constatacion de la vileza del crimen y de la inhumanidad del hombre para con el hombre. El, sin embargo, parecia imperturbable y tan idealista como siempre. Daniel suponia que tenia una vida secreta, como la mayor parte de la gente. Resultaba casi imposible vivir sin tenerla. Pero Robbins era particularmente experto en mantener oculta la suya. Daniel penso que al Ministerio del Interior le convendria pasearlo por el pais para demostrar a los jovenes idealistas que salian de la escuela las ventajas de una carrera en la policia.
Reanudaron su tarea. Les quedaba muy poco tiempo antes de salir hacia el deposito, pero nada justificaba que lo perdieran. Daniel tomo asiento y se dispuso a revisar los papeles de Etienne. Una primera mirada superficial le habia bastado para sorprenderse por la cantidad de trabajo que habia asumido Gerard Etienne. La empresa publicaba unos sesenta libros al ano, con un total de treinta empleados. El mundo editorial le era completamente ajeno; no tenia ni idea de si aquella cifra era normal, pero la estructura administrativa le resultaba extrana y la carga de Etienne desproporcionada. De Witt era el director editorial, con la colaboracion de Gabriel Dauntsey como editor de poesia, pero este, aparte de eso y de su trabajo en los archivos, no parecia que hiciera nada mas. Claudia Etienne era la responsable de ventas y publicidad, ademas del personal, y Frances Peverell se ocupaba de contratos y derechos. Gerard Etienne, en su calidad de presidente y director gerente, supervisaba la produccion, la contabilidad y el almacen, y llevaba, con mucho, la carga mas pesada.
A Daniel tambien le intereso descubrir lo lejos que habia llevado Etienne su proyecto de vender Innocent House. Las negociaciones con Hector Skolling llevaban varios meses en marcha y estaban muy avanzadas. Al examinar las actas de las reuniones mensuales de los socios, encontro muy pocas referencias a mucho de lo que estaba ocurriendo. Mientras Dalgliesh y Kate se ocupaban de las entrevistas formales, el habia averiguado casi tanto como ellos escuchando los chismes de la senora Demery y charlando con George y los escasos empleados