que habia en el edificio. Quiza los socios desearan ofrecer la imagen de un consejo relativamente unido y con un proposito comun, pero todos los datos que habia reunido hasta el momento mostraban una realidad muy distinta.
Sono el telefono. Era Kate. Ella volvia a su piso para cambiarse y a Dalgliesh lo habian llamado del Yard. Se reunirian los tres en el deposito.
33
El deposito de cadaveres de la autoridad local se habia modernizado poco antes, pero su exterior permanecia intacto. Era un edificio de una sola planta del tipico ladrillo gris de Londres, al que se accedia por un corto callejon sin salida, con un patio delantero delimitado por un muro de unos dos metros y medio de altura. No habia numero de calle ni rotulo alguno que proclamara su funcion; quienes tenian algo que hacer alli ya sabian como llegar. La imagen que ofrecia a los curiosos era la de una empresa poco activa y no especialmente prospera, donde las mercancias llegaban en camionetas sin distintivos exteriores y eran desembaladas con discrecion. A la derecha de la puerta habia un garaje lo bastante grande para dar cabida a dos camionetas de funeraria, que comunicaba a traves de una doble puerta con una reducida zona de recepcion a cuya izquierda habia una sala de espera. Dalgliesh, que llego un minuto antes de las seis y media, encontro en ella a Kate y Daniel esperandole. Se habia intentado que la sala de espera resultara acogedora, para lo cual se la habia provisto de una mesita baja y redonda, cuatro comodas butacas y un gran televisor que Dalgliesh nunca habia encontrado apagado. Acaso su funcion era menos de entretenimiento que de terapia; en sus imprevisibles ratos de ocio, los tecnicos de laboratorio necesitaban sustituir, siquiera momentaneamente, la corrupcion silenciosa de la muerte por las brillantes y efimeras imagenes del mundo viviente.
Dalgliesh advirtio que Kate habia cambiado sus habituales pantalones y su chaqueta de
Recordaba vividamente -?como habria podido olvidarla?- la primera autopsia a que habia asistido cuando era un joven agente de paisano. La victima del asesinato era una prostituta de veintidos anos y la identificacion formal del cadaver presento ciertas dificultades, ya que la policia no habia conseguido localizar a ningun pariente o amigo intimo. El cuerpo blanco y desnutrido que yacia sobre la mesa, con los verdugones del latigo como estigmas morados, le habia parecido en su palida frigidez el testigo mudo y definitivo de la inhumanidad masculina. Al pasear la mirada por la sala de autopsias repleta de gente, la falange de la oficialidad, no habia podido menos de pensar que Theresa Burns recibia en la muerte mucha mas atencion por parte de los agentes del Estado de la que habia recibido en vida. Entonces el patologo era el doctor McGregor, de la vieja escuela de individualistas egregios, un estricto presbiteriano que insistia en realizar todas las autopsias en olor -espiritual, ya que no fisico- de santidad. Dalgliesh recordaba su reprimenda a un tecnico que habia respondido con una breve risa al comentario ingenioso de un colega: «En mi deposito no admito risas. No es una rana lo que estoy disecando aqui.»
El doctor McGregor no aceptaba musica profana mientras operaba y sentia predileccion por los salmos metricos, cuya lugubre cadencia tendia a reducir la velocidad del trabajo ademas de entristecer el espiritu. Sin embargo, habia sido una de las autopsias de McGregor -la de un nino asesinado-, acompanada por el
Habia dos salas de autopsias, una con cuatro mesas de diseccion y otra con una sola mesa. Esta ultima era la que Reginald Wardle preferia para los casos de asesinato, pero, como la habitacion era pequena, se produjo una aglomeracion inevitable cuando los expertos en muertes violentas empezaron a ocupar sus puestos a fuerza de empellones: el patologo y su ayudante, los dos tecnicos del deposito, cuatro agentes de la policia, el oficial de enlace con el laboratorio, el fotografo y su ayudante, el encargado de analizar la escena del crimen y los expertos en huellas digitales, ademas de un patologo en practicas a quien el doctor Wardle presento como doctor Manning, al tiempo que anunciaba que tomaria notas del procedimiento. Le disgustaba utilizar el microfono suspendido. Dalgliesh penso que, con sus monos de algodon pardo, los miembros del grupo parecian un punado de empleados de mudanzas poco activos. Tan solo las fundas de plastico para el calzado permitian suponer que tal vez su mision fuera algo mas siniestra. Los tecnicos ya llevaban puesta la mascarilla facial, pero con el visor todavia alzado. Mas tarde, cuando recibieran los organos en el cubo y los pesaran, el visor estaria bajado como medida de proteccion contra el sida y contra el riesgo, mas frecuente, de la hepatitis B. El doctor Wardle, como de costumbre, solo llevaba una bata verde claro sobre los pantalones y la camisa. Al igual que la mayor parte de los patologos forenses, se tomaba su propia seguridad con gran despreocupacion.
El cadaver, empaquetado y precintado en su mortaja de plastico, yacia sobre el carro en la antesala. A una indicacion de Dalgliesh, los tecnicos rasgaron el plastico y lo apartaron. Se produjo una pequena explosion de aire, parecida a un suspiro, y el plastico crepito como una carga electrica. El cuerpo quedo al descubierto como si fuera un enorme pastel de Navidad. Los ojos habian perdido su brillo; solo la serpiente sujeta a la mejilla con cinta adhesiva, su cabeza taponando la boca, parecia conservar cierta vitalidad. Dalgliesh experimento un intenso deseo de ordenar que la retirasen -solo asi el cuerpo recobraria cierta dignidad- y se pregunto fugazmente por que habia insistido en mantenerla donde la habian encontrado hasta el momento de la autopsia. Tuvo que hacer un esfuerzo para no extender la mano y arrancarsela el mismo al cadaver, pero se contuvo y procedio a efectuar la identificacion formal, estableciendo asi la cadena de los hechos.
– Este es el cadaver que vi por primera vez a las nueve cuarenta y ocho del viernes quince de octubre en Innocent House, Innocent Walk, Wapping.
Dalgliesh sentia un respeto considerable por Marcus y Len, tanto en lo personal como en su funcion de tecnicos del deposito. Habia personas, entre ellas algunos miembros de la policia, a las que les resultaba dificil creer que alguien pudiera trabajar voluntariamente en un deposito de cadaveres, como no fuera para satisfacer una compulsion psicologica excentrica, si no siniestra, pero Marcus y Len parecian dichosamente libres incluso del tosco humor negro que algunos profesionales utilizaban como defensa contra el horror o la repugnancia, y realizaban su tarea con una competencia desapasionada, con una calma y dignidad que el encontraba impresionantes. Ademas, tambien habia tenido ocasion de comprobar las molestias que se tomaban para dejar presentables a los cadaveres antes de que fueran a verlos los parientes mas cercanos. Muchos de los cuerpos sometidos a diseccion clinica ante sus ojos eran de ancianos, enfermos o fallecidos de muerte natural, lo cual, aun siendo una tragedia para sus seres queridos, dificilmente podia ser motivo de angustia para un desconocido. Pero a Dalgliesh le habria gustado saber como estos hombres se enfrentaban psicologicamente a los jovenes asesinados, los violados, las victimas de accidente o violencia. En una epoca en que al parecer ningun pesar, ni siquiera los inherentes a la condicion humana, podia soportarse sin la ayuda de un consejero, ?quien aconsejaba a Marcus y a Len? Al menos, debian de ser inmunes a la tentacion de deificar a los ricos y famosos. Alli, en el deposito de cadaveres, reinaba la igualdad definitiva. Lo que les importaba a Marcus y a Len no era el numero de medicos eminentes que se habia congregado en torno al lecho mortuorio ni el esplendor de los funerales previstos, sino el estado de descomposicion del cuerpo y si seria necesario acomodar al cadaver en el voluminoso frigorifico.
La bandeja sobre la que yacia el cuerpo, ahora desnudo, fue depositada en el suelo para que el fotografo pudiera moverse a su alrededor con mas facilidad. Cuando este se manifesto satisfecho de las primeras fotos mediante un gesto de la cabeza, los dos tecnicos le dieron la vuelta al cuerpo con suavidad, procurando que no se