superior carnoso y hermosamente curvado. ?Se trataba de un objeto de lujo mas adquirido como de costumbre? Considerando que podia resultar ofensivo contemplar la foto con demasiada atencion, se volvio hacia el unico cuadro, un oleo grande de Etienne con su hermana que se hallaba colgado en la pared opuesta al ventanal. En invierno, con las cortinas cerradas, esa vivida imagen seria el centro de la habitacion: colores, formas, pinceladas que proclamaban casi agresivamente la maestria del artista. Tal vez esa misma semana, o la siguiente, se les habria dado la vuelta al sofa y los sillones a fin de que quedaran de cara a la pintura, y para Etienne habria empezado oficialmente el invierno. Esta identificacion con la rutina de la vida del muerto se le antojo a Daniel irracional y un tanto inquietante. Despues de todo, no habia alli ninguna evidencia de la presencia de Etienne: ni la comida a medio terminar, ni un cenicero sin vaciar, ni otros pequenos desordenes y enredos de la vida ordinaria.

Vio que Kate estaba examinando el oleo. Era muy natural; todo el mundo sabia que le gustaba el arte moderno. La inspectora se volvio hacia Claudia Etienne.

– Es un Freud, ?no? Es magnifico.

– Si. Mi padre lo encargo como regalo para Gerard cuando cumplio veintiun anos.

Estaba todo ahi, penso Daniel, acercandose a ella: la arrogante apostura, la inteligencia, la seguridad, la certeza de que la vida era suya con solo tomarla. Junto a la figura central, su hermana, mas joven, mas vulnerable, miraba al pintor con ojos precavidos, como desafiandolo a hacer lo peor de que fuera capaz.

Claudia Etienne pregunto:

– ?Quieren cafe? Enseguida estara hecho. Nunca se podia contar con encontrar comida en esta casa; Gerard solia comer fuera, pero siempre tenia vino y cafe. Pueden ir a la cocina, si quieren, pero alli no hay nada que ver. Todos los papeles de Gerard estan en ese buro. Se abre por el lado; tiene un cierre disimulado. Miren cuanto gusten, pero no se llevaran ninguna alegria. Los documentos de importancia los guardaba en el banco; en cuanto a los papeles de trabajo, estaban todos en Innocent House y ya los tienen ustedes. Gerard siempre vivia como si creyera que iba a morir en cualquier momento. Hay una cosa, sin embargo. He encontrado esta carta en la esterilla, todavia sin abrir. Lleva fecha del trece de octubre, asi que seguramente llego el martes con el segundo correo. No he visto razon para no abrirla.

Les tendio un sobre blanco, liso. El papel que contenia era de la misma alta calidad, con la direccion en relieve. La caligrafia era grande, una letra casi de nina. Daniel la leyo por encima del hombro de Kate.

Querido Gerard:

He de decirte que quiero romper nuestro compromiso. Supongo que deberia anadir que lamento hacerte dano, pero no creo que te duela excepto en tu orgullo. Me afectara mas a mi, pero no mucho ni por mucho tiempo. Mama cree que tendriamos que publicar un aviso en el Times, ya que anunciamos el compromiso, pero en estos momentos no me parece muy importante. Cuidate. Fue divertido mientras duro, pero no tanto como habria podido serlo.

Lucinda

Debajo habia un anadido: «Avisame si quieres que te devuelva el anillo.»

Daniel penso que era bueno que se hubiese encontrado la carta sin abrir. Si Etienne la hubiera leido, un abogado defensor habria podido utilizarla para aducir un motivo de suicidio. De esta manera, tenia escasa importancia para la investigacion.

Kate se dirigio a Claudia.

– ?Estaba enterado su hermano de que lady Lucinda se disponia a romper el compromiso?

– No que yo sepa. Seguramente, ahora ella lamentara haber escrito esa carta. Ya no puede hacer el papel de prometida abrumada de dolor.

El escritorio era moderno, sencillo y en apariencia sin pretensiones, pero con un interior habilmente disenado y provisto de numerosos cajones y casilleros. Todo estaba en un orden impecable: facturas pagadas, algunas facturas aun pendientes, talonarios de cheques de los dos ultimos anos sujetos con una goma elastica, un cajon con su cartera de inversiones. Era patente que Etienne solo conservaba lo necesario, despejando su vida a medida que la vivia, desechando lo superfluo, llevando su vida social, fuere del tipo que fuese, por telefono y no por carta. Hacia solo unos minutos que habian puesto manos a la obra cuando regreso Claudia Etienne trayendo una bandeja con una cafetera y tres tazas. Dejo la bandeja en la mesa baja y los dos policias se acercaron para coger sus tazas. Aun estaban los tres de pie, Claudia Etienne con la taza en la mano, cuando se oyo el ruido de una llave en la cerradura.

Claudia solto un sonido extrano -algo entre un jadeo y un gemido- y Daniel vio que su rostro se convertia en una mascara de terror. La taza se le escapo de entre los dedos y una mancha marron se extendio rapidamente por la alfombra. La mujer se agacho para recogerla, y sus manos escarbaron en la blanda superficie con un temblor tan violento que no pudo volver a dejar la taza en la bandeja. A Daniel le parecio que su terror se les contagiaba a el y a Kate, de modo que tambien ellos contemplaron la puerta cerrada con ojos llenos de horror.

La puerta se abrio poco a poco y el original de la fotografia se materializo en la habitacion.

– Soy Lucinda Norrington -les anuncio-. ?Quienes son ustedes? -Su voz era clara y aguda, de una nina.

Kate se habia vuelto instintivamente para sostener a Claudia, y fue Daniel quien respondio.

– Policia. La inspectora Miskin y el inspector Aaron.

Claudia consiguio dominarse rapidamente y se incorporo con torpeza, rechazando la ayuda de Kate. La carta de Lucinda yacia sobre la mesa junto a la bandeja del cafe. Daniel tuvo la impresion de que todos los ojos estaban fijos en ella.

Claudia hablo con voz aspera y gutural.

– ?Por que has venido?

Lady Lucinda dio irnos pasos hacia el interior de la habitacion.

– He venido por esa carta. No queria que nadie pensara que Gerard se habia suicidado por mi. Ademas no lo hizo, ?verdad? Me refiero a suicidarse.

– ?Como puede estar segura? -pregunto Kate con suavidad.

Lady Lucinda volvio hacia ella sus enormes ojos azules.

– Porque se gustaba demasiado. La gente que se gusta no se suicida. Y de todos modos, nunca se habria matado porque yo le diera calabazas. No me queria; solo queria una idea que se habia hecho de mi.

Claudia Etienne habia recobrado su voz normal.

– Le adverti que el compromiso era una locura, que eras una chica egoista, estirada y mas bien tonta, pero creo que quiza fui injusta contigo. No eres tan tonta como suponia. De hecho, Gerard no llego a leer tu carta. La encontre aqui sin abrir.

– Entonces, ?por que la abriste? No iba dirigida a ti.

– Alguien tenia que abrirla. Habria podido devolvertela, pero no sabia quien la habia enviado. Nunca habia visto tu letra.

Lady Lucinda pregunto:

– ?Puedo quedarme mi carta?

Le respondio Kate.

– Nos gustaria conservarla por algun tiempo, si nos lo permite.

Al parecer, lady Lucinda se lo tomo como una declaracion de hecho, no como una peticion.

– Pero me pertenece a mi -protesto-. La escribi yo.

– Es posible que solo la necesitemos por muy poco tiempo, y no pensamos publicarla.

Daniel, que ignoraba lo que decia exactamente la ley respecto a la propiedad de las cartas, se pregunto si, en realidad, tenian algun derecho a quedarsela y que haria Kate si lady Lucinda insistia en llevarsela. Tambien se pregunto por que Kate estaba tan interesada en la carta; a fin de cuentas, Etienne no habia llegado a leerla. Pero ?como podian estar seguros de eso? Solo tenian la palabra de su hermana de que la habia encontrado sobre la esterilla aun sin abrir. Lady Lucinda no opuso mas reparos; se encogio de hombros y se volvio hacia Claudia.

– Siento mucho lo de Gerard. Fue un accidente, ?no? Esa es la impresion que le diste a mama por telefono, pero esta manana algunos periodicos insinuan que podria tratarse de algo mas complicado. No lo asesinaron, ?verdad?

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