– Algunos lo hicieron, me parece. Ya sabe como son las parejas en las fiestas: les gusta apartarse de los demas. No creo que ningun cuarto estuviera cerrado con llave, aunque Gerard dijo que habian advertido al personal que guardara todos los papeles en un sitio seguro.
– ?Y por casualidad no vio usted que alguien subiera a los pisos altos de la casa, hacia el cuarto de los archivos?
– Bien, a decir verdad, si. Fue bastante curioso. Tenia que ir al servicio, pero el de la planta baja, que era el que utilizaban las invitadas, estaba ocupado. Entonces recorde que habia un cuarto de bano pequeno en el ultimo piso y decidi ir a ese. Subi por la escalera y vi bajar a dos personas. No eran en absoluto la clase de gente que me habria imaginado encontrar. Ademas, tenian una expresion de culpabilidad. Fue extrano de veras.
– ?Quienes eran, lady Lucinda?
– George, el viejo que atiende la centralita en recepcion, y esa mujercita insulsa que esta casada con el contable, no recuerdo como se llama, Sydney Bernard o algo por el estilo. Gerard me presento a todos los empleados y a sus esposas. Fue aburridisimo.
– ?Sydney Bartrum?
– Eso es; su mujer. Llevaba un vestido extraordinario de tafetan azul celeste con una faja rosa en la cintura. -Se volvio hacia Claudia Etienne-. ?No te acuerdas, Claudia? Era de falda muy ancha, cubierta de tul rosa, y mangas abullonadas. ?Horroroso!
Claudia respondio con sequedad.
– Me acuerdo.
– ?Le dijo alguno de los dos para que habian subido al ultimo piso?
– Para lo mismo que yo, supongo. Ella se puso muy colorada y farfullo algo sobre el cuarto de bano. Eran extraordinariamente parecidos; la misma cara redonda, el mismo azoramiento. George estaba como si lo hubieran sorprendido con la mano en la caja. Pero fue extrano, ?no creen? Que estuvieran los dos juntos, quiero decir. George no era de los invitados, por supuesto; solo estaba alli para recoger los abrigos de los hombres y vigilar que no se colara nadie. Y si la senora Bartrum queria ir al servicio, ?por que no se lo dijo a Claudia o a alguna de las mujeres de la plantilla?
– Y luego, ?lo comento usted con alguien? -pregunto Kate-. Con el senor Gerard, por ejemplo.
– No, no era tan importante; solo curioso. Casi lo habia olvidado, hasta ahora. Oiga, ?hay alguna otra cosa que quieran saber? Me parece que ya he estado aqui bastante rato. Si quieren volver a hablar conmigo, sera mejor que me escriban y procurare concertar un encuentro.
– Nos gustaria tener una declaracion firmada, lady Lucinda. Quiza podria acudir a la comisaria de policia de Wapping tan pronto como le sea posible -dijo Kate.
– ?Con mi abogado?
– Si lo prefiere o si lo juzga necesario, si.
– Supongo que no hara falta. Mama dijo que quiza me convendria tener un abogado que se ocupara de mis intereses en la investigacion, por si salia lo de la ruptura del compromiso, pero no creo que tenga ya ningun interes, si Gerard murio antes de leer mi carta.
Se puso en pie y les estrecho formalmente la mano a Kate y a Daniel, aunque sin hacer ningun ademan hacia Claudia Etienne. Pero al llegar a la puerta se volvio y se dirigio a esta.
– Nunca se molesto en hacer el amor conmigo cuando estabamos prometidos, asi que no creo que el matrimonio hubiera resultado muy divertido para ninguno de los dos, ?no te parece, Claudia? -Daniel conjeturo que, de no haber estado ellos dos delante, la joven habria utilizado una expresion mas grosera. Lady Lucinda anadio-: Ah, y sera mejor que te quedes tu esto. -Dejo una llave sobre la mesa baja-. Supongo que no volvere a venir a este piso.
Al salir cerro la puerta con firmeza, y un segundo mas tarde le oyeron cerrar la puerta principal con la misma irrevocabilidad.
Claudia dijo:
– Gerard era un romantico. Dividia a las mujeres entre aquellas con las que se podia tener aventuras y aquellas con las que uno se casaba. La mayoria de los hombres supera este espejismo sexual antes de cumplir los veintiuno. Seguramente era una reaccion contra las demasiadas conquistas sexuales realizadas con demasiada facilidad. Me gustaria saber cuanto tiempo habria durado ese matrimonio. Bien, por lo menos se ha ahorrado esa decepcion. ?Piensan quedarse mucho mas?
– Ya no mucho mas -respondio Kate.
Al cabo de unos minutos se dispusieron a marcharse. La ultima imagen de Claudia Etienne que se llevo Daniel fue la de una figura alta que, en pie junto al ventanal, contemplaba las torres de la ciudad bajo un cielo cada vez mas oscuro. Claudia respondio a su despedida sin volver la cabeza y ellos la dejaron en el silencio y la vaciedad del piso, cerrando sigilosamente las puertas tras de si.
41
Despues de abandonar la calle Hillgate, Daniel y Kate recogieron el coche que habian dejado en la comisaria de policia de Notting Hill Gate y recorrieron en el la breve distancia que los separaba de la tienda de Declan Cartwright. La tienda estaba abierta, y en la sala delantera un hombre barbado y ya anciano, tocado con un casquete y enfundado en un largo abrigo negro al que los anos habian conferido un tono gris verdoso, le mostraba a un cliente un escritorio Victoriano, acariciando la marqueteria de la tapa con dedos amarillentos y esqueleticos. Por lo visto, estaba demasiado absorto para percatarse de su llegada aun a pesar del tintineo de la campanilla, pero el cliente alzo la vista y entonces el anciano se volvio hacia ellos.
– ?Senor Simon? -pregunto Kate-. Tenemos una cita con el senor Declan Cartwright.
Sin darle tiempo a sacar la tarjeta de identificacion, el hombre se apresuro a indicarles:
– Esta al fondo. Sigan recto. Esta al fondo.
Y se volvio rapidamente hacia el escritorio, con un temblor tan violento en las manos que los dedos repiquetearon contra la tapa. Kate se pregunto que habria en su pasado que le habia infundido un miedo tal a la autoridad, un terror tal a la policia.
Cruzaron la tienda y, tras bajar tres escalones, entraron en una especie de invernadero. Entre un amasijo de objetos dispares, Declan Cartwright estaba conversando con un cliente. Era un hombre corpulento y muy moreno, vestido con un gaban con cuello de astracan y un truhanesco sombrero flexible, y estaba examinando un camafeo con un cristal de aumento. Kate supuso que un hombre que elegia mostrar una apariencia tan semejante a la caricatura de un facineroso dificilmente se atreveria a serlo en realidad. En cuanto los vio llegar, Cartwright dijo:
– ?Por que no vas a tomarte una copa y te lo piensas, Charlie? Vuelve dentro de media hora o asi. Ahora tengo aqui a la pasma. Estoy metido en un asesinato. No pongas esa cara, no he sido yo; solo tengo que proporcionarle una coartada a alguien que hubiera podido hacerlo.
El cliente, tras dirigir una mirada de soslayo a Kate y Daniel, se alejo con aire despreocupado.
Kate volvio a sacar la tarjeta de identificacion, pero Declan la rehuso sin mirarla.
– Esta bien, no se moleste. Conozco a la policia cuando la veo.
La inspectora penso que debia de haber sido un nino excepcionalmente guapo; aun quedaba algo de infantil en aquella cara de pilluelo, con su manojo de bucles indisciplinados sobre la frente despejada, los ojos muy grandes y la boca hermosamente formada, aunque con un mohin petulante. Sin embargo, en la evaluacion que hizo tanto de ella como de Daniel, su mirada desprendia una sexualidad muy adulta. Kate noto que Daniel se ponia rigido a su lado y penso: «No es su tipo y, desde luego, tampoco el mio.»
Al igual que Farlow, respondia a sus preguntas con una despreocupacion medio burlona, pero habia una diferencia esencial: con Farlow, habian percibido una inteligencia y una fuerza que seguian dominando al cuerpo pateticamente enflaquecido; Declan Cartwright se mostraba al mismo tiempo debil y asustado, tan asustado como el viejo Simon pero por un motivo distinto. Su voz era insegura, sus manos estaban inquietas y sus intentos de bromear resultaban tan poco convincentes como su acento.
– Mi novia me advirtio que vendrian. Supongo que no estan aqui para admirar antiguedades, pero acaban de llegarme unas cositas preciosas de Staffordshire. Todo legalmente adquirido. Podria hacerles un precio muy