familia, pero todos los Peverell la han considerado siempre su hogar. Gerard ya ha hecho algunos cambios y despedido a parte del personal, como Sonia Clements, por supuesto. Y tiene razon, desde luego; debe adaptar la empresa a las necesidades del siglo xx si no quiere ver como se hunde. Pero lo cierto es que se ha creado enemigos. Resulta significativo que en la editorial no hubiera ningun problema hasta que Gerard se hizo cargo de ella. Esa coincidencia no le ha pasado por alto a Stilgoe, aunque su esposa sigue convencida de que la malevolencia se dirige contra su marido personalmente, no contra la empresa, y contra sus memorias en particular.

– ?Perdera mucho la Peverell si se retira el libro?

– No gran cosa, imagino. Por supuesto, promocionaran las memorias como si sus revelaciones pudieran hacer caer al Gobierno, desacreditar a la oposicion y acabar con la democracia parlamentaria tal como ahora se conoce, pero supongo que, como la mayor parte de las memorias politicas, prometeran mas de lo que daran. Sin embargo, no creo que sea posible retirarlas. El libro esta en produccion y no lo soltaran por las buenas. En cuanto a Stilgoe, no querra rescindir el contrato si ello le obliga a explicar publicamente por que lo hace. Lo que Dorothy Stilgoe quiere saber es si Sonia Clements realmente se suicido y si no se habia manipulado el Jaguar de Petrie. Creo que esta dispuesta a admitir que el viejo Seabright fallecio de muerte natural.

– ?Y que se espera de mi?

– Sin duda hubo una encuesta judicial en los dos ultimos casos y es de suponer que la policia realizo una investigacion. Tu gente podria echarles un vistazo a los papeles, hablar con los oficiales que llevaron los casos y ese tipo de cosas. Luego, si se le pudiera asegurar a Dorothy que un alto cargo de la policia metropolitana ha examinado la evidencia y la da por buena, quiza dejara tranquilos a su marido y a la Peverell Press.

– Eso quiza serviria para convencerla de que la muerte de Sonia Clements fue un suicidio -objeto Dalgliesh-, pero si es supersticiosa no creo que se de por satisfecha. La verdad, no se que haria falta para satisfacerla. La esencia de la supersticion es que no atiende a razones. Probablemente adopte la postura de que un editor gafe es tan malo como un editor asesino. No pretendera sugerir en serio que alguien de la Peverell Press echo un veneno no identificable en el vino de Sonia Clements, ?verdad?

– No, no creo que llegue a ese extremo.

– Mas vale que sea asi; de lo contrario, los beneficios de su marido se los comera un pleito por difamacion. Me sorprende que lord Stilgoe no se haya dirigido al comisionado o a mi directamente.

– ?Te sorprende? Yo creo entenderlo. Habria parecido, bueno, digamos que un poco timorato, excesivamente preocupado. Ademas, el no te conoce y yo en cambio si. Es comprensible que haya querido hablar conmigo antes. Y naturalmente, no cabe imaginarselo en la comisaria local, haciendo cola entre duenos de perros perdidos, esposas maltratadas y conductores apesadumbrados para exponerle su problema al sargento de guardia. Francamente, me parece que no cree que le tomaran en serio. A su modo de ver, la inquietud de su esposa y el propio anonimo son razones suficientes para pedirle a la policia que eche una ojeada a lo que esta ocurriendo en la Peverell Press.

Llego el cordero, rosado, suculento y tan tierno que podia comerse con cuchara. En los minutos de silencio que Ackroyd consideraba tributo necesario a una comida perfectamente preparada, Dalgliesh rememoro su primera vision de Innocent House.

Su padre lo habia llevado a Londres para celebrar que cumplia ocho anos; iban a estar dos dias enteros visitando la ciudad y se quedarian a pasar la noche con un amigo que era parroco en Kensington y su esposa. Recordaba la noche anterior, acostado en la cama sin poder dormir, casi enfermo de excitacion, la inmensidad cavernosa y el clamor de la antigua estacion de la calle Liverpool, el terror de perder a su padre, de verse engullido y arrastrado por el ejercito de transeuntes de rostro ceniciento. Durante aquellos dos dias en los que su padre pretendia combinar el placer con la educacion, pues para su mentalidad academica ambas cosas eran indistinguibles, intentaron -era acaso inevitable- hacer demasiadas cosas. La visita habia resultado abrumadora para un nino de ocho anos y le habia dejado un recuerdo confuso de iglesias y museos, de restaurantes y comidas raras, de torres iluminadas con focos y del cambiante reflejo de la luz sobre la superficie negra y arrugada del agua, de graciles caballos cabrioleantes y de cascos dorados, de la fascinacion y el terror provocados por la historia hecha patente en piedra y ladrillo. Pero Londres lo atrapo con un hechizo que ninguna experiencia adulta, ninguna exploracion de otras grandes urbes habia conseguido romper.

Fue el segundo dia, en el que visitaron la catedral de San Pablo y despues tomaron un vapor fluvial en el muelle de Charing Cross para ir a Greenwich, cuando vio por primera vez Innocent House, rutilante bajo el sol de la manana, como un espejismo dorado que se alzara sobre el rielar del agua. Su padre le explico que el nombre provenia de Innocent Walk, que quedaba al otro lado de la casa y en cuyo extremo habia existido un tribunal de magistrados a comienzos del siglo xviii. Los acusados para quienes se decretaba ingreso en prision tras la primera audiencia eran conducidos a la carcel de Fleet; los mas afortunados recorrian por su propio pie aquella senda adoquinada que conducia a la libertad. Luego empezo a contarle algo sobre los detalles arquitectonicos de la mansion, pero su voz quedo apagada por el resonante comentario del guia, lo bastante fuerte para ser oido desde todas las embarcaciones del rio.

– Y aqui, a nuestra izquierda, senoras y caballeros, van a ver ustedes uno de los edificios mas interesantes del Tamesis: Innocent House, construida en 1830 para sir Francis Peverell, un destacado editor de la epoca. Sir Francis hizo un viaje a Venecia del que regreso muy impresionado por la Ca’ d’Oro, la Casa de Oro del Gran Canal. Quienes hayan ido de vacaciones a Venecia seguramente la habran visto. Asi que tuvo la idea de encargar la construccion de una casa de oro en el Tamesis. Lastima que no pudiera importar el clima veneciano. -Hizo una breve pausa para dejar paso a las risas de rigor-. En la actualidad es sede de una empresa editorial, la Peverell Press, de modo que aun sigue en poder de la familia. Se cuenta una historia interesante sobre Innocent House. Por lo visto, sir Francis estaba tan absorto con la casa que tenia descuidada a su joven esposa, cuyo dinero le habia ayudado a construirla, asi que ella se tiro desde el balcon mas alto y murio en el acto. Segun la leyenda, todavia puede verse en el marmol una mancha de sangre que no se quita con nada. Se dice que, en la vejez, sir Francis se volvio loco de remordimiento y salia solo de noche para limpiar la mancha delatora. Es su fantasma el que algunos aseguran haber visto frotando la mancha sin descanso. Hay barqueros que prefieren no navegar demasiado cerca de Innocent House despues de que haya oscurecido.

Todos los ojos de la cubierta se habian vuelto docilmente hacia la casa, pero ahora los pasajeros, interesados por aquella historia de sangre, se acercaron a la barandilla, y hubo murmullo de voces y estirar de cuello, como si la mancha legendaria aun resultara visible. La imaginacion en exceso vivida del pequeno Adam represento a una mujer vestida de blanco, la cabellera rubia al viento, arrojandose desde el balcon como la heroina enloquecida de alguna novela; a continuacion oyo el golpe sordo y definitivo y vio el hilillo de sangre que se extendia sobre el marmol para derramarse gota a gota en el Tamesis. Durante muchos anos la casa, con su potente amalgama de belleza y terror, continuo ejerciendo una gran fascinacion sobre el.

El guia se habia equivocado en un detalle; tal vez la historia del suicidio tambien fuera inventada o estuviese debidamente adornada, pero ahora Dalgliesh sabia que sir Francis habia quedado cautivado, no por la Ca’ d’Oro, que pese a la minuciosidad de sus magnificas tallas y tracerias le habia parecido, o asi lo habia expresado en una carta a su arquitecto, demasiado asimetrica para su gusto, sino por el palacio del Dux Francesco Foscari. De modo que el edificio que su arquitecto habia recibido instrucciones de construir a orillas de aquella corriente fria y de poderosas mareas era Ca’ Foscari. Hubiera debido resultar incongruente, una locura, inconfundiblemente veneciana y, por si fuera poco, veneciana de mediados del siglo xv. No obstante, daba la impresion de que ninguna otra ciudad, ninguna otra ubicacion habria podido convenirle. A Dalgliesh aun le costaba comprender como habia logrado tener tanto exito aquel prestamo descarado de otra era, de otro pais, de un clima mas suave y mas calido. Se habian cambiado las proporciones y, sin duda, ese solo hecho habria debido convertir el sueno de sir Francis en una presuncion irreal; sin embargo, la reduccion de la escala se habia ejecutado de un modo brillante que lograba mantener la dignidad del original. Tras los balcones exquisitamente tallados de los dos primeros pisos habia seis grandes ventanas centrales en arco en lugar de ocho, pero las columnas de marmol con volutas decoradas eran copia casi exacta del palacio veneciano y los arcos centrales, aqui como alli, tenian el contrapeso de altas y sencillas ventanas que conferian a la fachada unidad y elegancia. Ante la gran puerta curva se abria un patio de marmol que conducia a un embarcadero, con unos escalones que bajaban hasta el rio. A ambos lados del edificio, sendas casas urbanas de estilo Regencia en obra vista y con pequenos balcones, seguramente construidas para alojamiento de cocheros u otros miembros del servicio, se alzaban como humildes centinelas de la magnificencia central. Desde aquella celebracion de su octavo aniversario habia vuelto a verla muchas veces desde el rio, pero nunca habia entrado en ella. Recordo haber leido que habia un esplendido techo

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