arrogancia espiritual.

Como si no lo hubiese oido, Raphael dijo:

– Todos sabemos por que viene Crampton, ?no? Para buscarle nuevas pegas al seminario. Quiere que cierren Saint Anselm. Lo dejo claro desde el mismo momento en que el obispo lo nombro miembro del consejo de administracion.

– Y si alguien lo trata con descortesia, le proporcionara la excusa que necesita. Para mantener abierto Saint Anselm me he visto obligado a usar todas mis influencias y llevar a cabo mi trabajo con discrecion, evitando ganarme enemigos poderosos. El seminario atraviesa una mala racha y la muerte de Ronald Treeves no nos ha ayudado. -Hizo una pausa antes de formular una pregunta que, hasta el momento, habia eludido-: Sin duda habreis hablado de su muerte. ?Cual es la opinion de los estudiantes?

Noto que la pregunta no era bien recibida. Raphael tardo unos instantes en responder:

– La opinion mas generalizada, padre, es que Ronald se suicido.

– Pero ?por que? ?Teneis alguna hipotesis?

Esta vez el silencio fue mas prolongado.

– No, padre, no tenemos ninguna -contesto Raphael al fin.

El padre Sebastian se acerco al escritorio y echo un vistazo a un papel. Luego hablo con tono mas expeditivo.

– Veo que el seminario estara practicamente vacio este fin de semana. Solo quedareis cuatro alumnos. ?Te importaria recordarme por que se marchan casi todos cuando acaba de empezar el trimestre?

– Tres estudiantes han empezado sus practicas parroquiales, padre. A Rupert le han pedido que predique en Saint Margaret, y creo que iran a oirlo otros dos alumnos. La madre de Richard cumple cincuenta anos, y la fecha coincide con sus bodas de plata, de manera que le han concedido un permiso especial para asistir a la celebracion. Luego, como recordara, Toby Williams se instalara oficialmente en su primera parroquia y varias personas iran a acompanarlo. De manera que quedamos Henry, Stephen, Peter y yo. A mi me gustaria marcharme despues de las completas. Me perdere la instalacion de Toby, pero quisiera estar presente cuando oficie su primera misa en la parroquia.

El padre Sebastian seguia examinando el papel.

– Si, ahora me salen las cuentas. Podras irte despues de la homilia del archidiacono; pero, ?no tenias una clase de griego con el senor Gregory despues de la misa del domingo? Sera mejor que arregles ese asunto con el.

– Ya lo he hecho, padre. Tiene un hueco para mi el lunes.

– Bien, entonces creo que es todo por esta semana, Raphael. Por cierto, puedes llevarte tu trabajo. Esta sobre el escritorio. En uno de sus libros de viajes, Evelyn Waugh escribio que concebia la Teologia como la ciencia de la simplificacion, en la cual las ideas nebulosas y escurridizas se vuelven inteligibles y claras. Tu trabajo no es ni una cosa ni la otra. Ademas, empleas mal el termino «emular». No es sinonimo de imitar.

– Por supuesto que no. Lo lamento, padre. Yo podria imitarlo a usted, pero jamas conseguiria emularlo.

El padre Sebastian se volvio para ocultar una sonrisa.

– Te recomiendo encarecidamente que no intentes ninguna de las dos cosas.

La sonrisa permanecio en sus labios incluso despues de que Raphael cerrase la puerta. Entonces el rector recordo que no le habia arrancado una promesa de buena conducta. Si el joven hubiera dado su palabra, sin duda la cumpliria, pero no lo habia hecho. Les aguardaba un fin de semana dificil.

7

Antes del amanecer, Dalgliesh salio de su piso de Queenshythe con vistas al Tamesis. El edificio, ahora reconvertido en las modernas oficinas de una entidad financiera, habia sido un almacen, y el olor a especias, huidizo como la memoria, impregnaba aun las amplias habitaciones, de mobiliario austero y revestimiento de madera, que el ocupaba en la ultima planta. En el momento de la venta y reforma de la finca, habia resistido terminantemente los intentos del futuro propietario de anular su largo contrato de arrendamiento, y al final, despues de que el rechazase la ultima y ridiculamente alta oferta, la promotora inmobiliaria habia reconocido su derrota y renunciado a renovar el ultimo piso. La propia compania le habia instalado una discreta puerta en un costado del edificio y un ascensor privado y seguro, todo a cambio de un alquiler un poco mas alto, pero con un contrato aun mas largo. Dalgliesh sospechaba que el edificio, tal como estaba, reunia las condiciones ideales para la empresa y que la presencia de un policia de alto rango en la planta alta proporcionaba al guarda nocturno una reconfortante aunque infundada sensacion de seguridad. Dalgliesh habia conservado todo lo que le importaba: intimidad, pisos deshabitados bajo sus pies por las noches, poco ruido durante el dia y una amplia vista a la cambiante vida que arrastraba el Tamesis.

Condujo hacia el este por la City hasta Whitechapel Road, en direccion a la A12. A pesar de la temprana hora -las siete de la manana-, las calles no estaban totalmente desiertas de coches, y pequenos grupos de oficinistas comenzaban a emerger de las estaciones de metro. Londres nunca dormia del todo, y el disfrutaba esta calma matutina, los primeros movimientos de una vida que en pocas horas se volveria bulliciosa, la relativa tranquilidad de avanzar por las calles libres de obstaculos. Cuando llego a la A12, escapando de los tentaculos de Eastern Avenue, la primera rendija rosada del cielo nocturno se habia convertido en una vasta extension blanca, y los campos y setos se habian cubierto de un luminoso tono gris que permitia que los arboles y los arbustos, con la traslucida delicadeza de una acuarela japonesa, cobrasen nitidez poco a poco y mostrasen la incipiente majestuosidad del otono. Buena epoca para contemplar los arboles, penso. Solo en primavera ofrecian mayor placer a la vista. Las hojas no habian caido aun, y el oscuro perfil de las angulosas ramas adquiria nitidez tras una difusa nube de verdes, amarillos y rojos.

Mientras conducia medito sobre el proposito de su viaje y analizo sus razones -sin duda poco ortodoxas- para involucrarse en la muerte de un joven desconocido, un caso que ya habia sido investigado, examinado por un juez de instruccion y oficialmente cerrado de una forma tan definitiva como la incineracion que habia reducido el cuerpo a cenizas. No habia actuado de forma impulsiva al ofrecerse a investigarlo, no habia sido impulsivo, pues rara vez se dejaba mover por impulsos en su trabajo. Su decision tampoco habia obedecido por completo al deseo de sacar a sir Alred del despacho, aunque se trataba de un hombre cuya ausencia solia ser preferible a su presencia. Una vez mas especulo sobre la preocupacion del magnate por la muerte de un hijo adoptivo por quien no parecia sentir afecto. Aunque quiza lo estuviese interpretando negativamente. Al fin y al cabo, sir Alred era un hombre acostumbrado a ocultar sus sentimientos. Cabia la posibilidad de que quisiera a su hijo mas de lo que demostraba. ?O acaso estaba obsesionado por descubrir la verdad, por inconveniente, desagradable y dificil de esclarecer que fuese? En tal caso, se trataba de un motivo que Dalgliesh era capaz de entender.

Avanzo con rapidez y llego a Lowestoft en menos de tres horas. Hacia anos que no recorria el pueblo, y en su ultima visita le habia impresionado el deprimente aire de deterioro y pobreza del lugar. Los hoteles del paseo maritimo, que en tiempos mas prosperos habian alojado a los veraneantes de la burguesia, ahora anunciaban partidas de bingo. Las puertas y ventanas de muchas tiendas estaban cegadas con tablas, y los transeuntes de tez cenicienta andaban con paso cansino. Ahora, no obstante, se apreciaba una especie de renacimiento. Habian reparado los tejados y estaban pintando algunas casas. Dalgliesh tuvo la sensacion de que entraba en una poblacion que miraba con optimismo hacia el futuro. El puente que conducia a los muelles le resulto familiar, y mientras lo cruzaba su estado de animo mejoro. De nino, lo habia recorrido en bicicleta para ir a comprar arenques frescos. Le vino a la memoria el olor de los brillantes pescados que se deslizaban desde los cubos hasta su mochila y el peso de esta sobre sus hombros cuando regresaba con la cena o el desayuno para los sacerdotes. Percibio el conocido aroma a agua y alquitran y con el mismo placer del pasado contemplo los botes en el puerto, preguntandose si todavia seria posible comprar pescado en el muelle. Aunque asi fuese, no volveria a llevar un regalo a Saint Anselm con el entusiasmo y la satisfaccion de un adolescente.

Abrigaba la ilusion de que la comisaria de policia se asemejara a las que el recordaba de su infancia: una casa adosada o independiente reformada para un uso policial y con una lampara azul en el exterior como unica senal de la metamorfosis. En cambio, se encontro con un edificio moderno, con la fachada cruzada por una linea de oscuras ventanas, una antena de radio erguida con imponente autoridad en el tejado y la bandera britanica ondeando en un mastil en la entrada.

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