Lo esperaban. La joven del mostrador de recepcion lo saludo con un atractivo acento de Suffolk y con alegria, como si su llegada fuese lo unico que le faltaba para terminar su jornada laboral.

– El sargento Jones le esta esperando, senor. Lo llamare y bajara enseguida.

El sargento Irfon Jones era un hombre de facciones delicadas, y su tez clara, apenas bronceada por el sol y el viento, contrastaba con el cabello practicamente negro. Las primeras palabras que pronuncio desvelaron de inmediato su nacionalidad.

– El senor Dalgliesh, ?no? Lo esperaba. Acompaneme, por favor, el senor Williams sugirio que utilizaramos su despacho. Lamenta mucho no estar aqui para recibirle, el jefe esta en una reunion en Londres. Claro que usted ya lo sabia. ?Quiere pasar por aqui, senor?

Mientras lo seguia por una puerta de cristal opaco y a lo largo de un estrecho corredor, Dalgliesh dijo:

– Esta lejos de casa, sargento.

– Asi es, senor Dalgliesh. A seiscientos kilometros exactamente. Me case con una chica de Lowestoft, ?sabe?, y ella es hija unica. Su madre no se encuentra bien, asi que Jenny queria estar cerca de casa. En cuanto se presento la ocasion, pedi el traslado desde Gower. Me da igual un sitio que otro mientras este junto al mar.

– Es un mar muy diferente.

– Una costa muy diferente, pero ambas igual de peligrosas. No es que se produzcan muchas muertes. La de ese pobre chico es la primera en tres anos y medio. Hay carteles de advertencia, y los lugarenos conocen los riesgos de andar por el acantilado. O deberian conocerlos. Ademas, es un lugar bastante aislado. No vienen muchas familias con ninos por aqui, que digamos, senor. El senor Williams ha despejado su escritorio. Aunque en realidad no hay muchas pruebas importantes que examinar. ?Tomara cafe? Solo tengo que encender la cafetera.

Sobre una bandeja habia dos tazas con las asas escrupulosamente alineadas, una cafetera, una lata con una etiqueta que decia «cafe», una jarra con leche y un hervidor electrico. El sargento Jones se aplico con eficiencia y algo de meticulosidad en la preparacion, y el cafe salio excelente. Se sentaron en dos sillas de oficina situadas frente a la ventana.

– Tengo entendido que usted acudio a la playa al recibir la llamada -comento Dalgliesh-. ?Que ocurrio exactamente?

– El primero en llegar no fui yo, sino el joven Brian Miles. Es el guardia local. El padre Sebastian telefoneo desde el seminario y Miles se encamino hacia alli en el acto. No tardo mas de media hora. Junto al cadaver solo encontro a dos personas: el padre Sebastian y el padre Martin. El pobre chico estaba muerto, eso era evidente. Pero Brian es un muchacho listo y no le gusto lo que vio. No digo que pensara que era una muerte sospechosa, pero nadie puede negar que fue extrana. Como soy su supervisor, me llamo y me localizo aqui. Eran casi las tres, y puesto que el doctor Mallinson, el medico de la policia, se encontraba por casualidad en la comisaria, emprendimos juntos el camino.

– ?En la ambulancia? -pregunto Dalgliesh.

– No, en ese momento no. Se que en Londres el juez de instruccion dispone de una ambulancia propia, pero aqui tenemos que recurrir al servicio local para transportar un cadaver. La ambulancia habia salido y tardo cerca de una hora y media en recoger el cadaver. Cuando llegamos al deposito hable con el ayudante, que estaba convencido de que el juez pediria una autopsia. El senor Mellish es un hombre muy escrupuloso. Fue entonces cuando decidimos tratar el caso como una muerte sospechosa.

– ?Que encontraron exactamente en el lugar de los hechos?

– Bueno, el chico habia perdido la vida, senor Dalgliesh. El doctor Mallinson certifico la muerte de inmediato; pero no hacia falta un medico para darse cuenta de su estado. En opinion del doctor, llevaba cinco o seis horas muerto. Cuando nosotros llegamos, todavia estaba medio sepultado. Aunque el senor Gregory y la senora Munroe habian desenterrado gran parte del cuerpo y la parte superior de la cabeza, la cara y los brazos aun estaban bajo la arena. Los padres Sebastian y Martin permanecieron en la playa. Ninguno de los dos podia hacer nada, pero el padre Sebastian insistio en quedarse hasta que sacaramos el cadaver. Creo que queria rezar. Asi que terminamos de desenterrar al pobre chico, le dimos la vuelta y lo tendimos en una camilla. Entonces el doctor Mallinson lo examino mejor. No habia gran cosa que ver: estaba cubierto de arena y muerto. Eso es todo.

– ?Presentaba lesiones visibles?

– Ninguna, senor Dalgliesh. Pero cuando uno acude al escenario de semejante accidente, se hace preguntas, ?no? Es logico. El doctor Mallinson, sin embargo, no encontro senales de violencia; ni un corte en la cabeza ni nada por el estilo. Naturalmente, no podiamos predecir lo que hallaria en la autopsia el doctor Scargill, nuestro patologo forense. El doctor Mallinson dijo que el solo haria un calculo aproximado de la hora de la muerte y que deberiamos esperar los resultados de la autopsia. No es que creyeramos que habia algo sospechoso en el caso; de hecho, en ese momento nos parecia bastante claro. El chico estaba caminando por el acantilado, demasiado cerca del saliente, y este cedio bajo su peso. Era lo mas probable y lo que dictaminaron tras la autopsia.

– ?O sea que no observo nada sospechoso?

– Bueno, mas que sospechoso, extrano. El muchacho estaba en una posicion rara: boca abajo, como un conejo o un perro que hubiese estado escarbando en el acantilado.

– ?Y no encontraron nada cerca del cadaver?

– Su ropa: una capa marron y una tunica negra con botones…, la sotana. Estaban pulcramente dobladas.

– ?Y algo susceptible de utilizarse como arma?

– Bueno, solo un trozo de madera. Lo encontramos al desenterrar el cuerpo. Estaba bastante cerca de la mano derecha del muchacho. Lo traje a la comisaria por si era importante, pero nadie le presto atencion. Si quiere verlo, aun esta aqui, senor. No entiendo por que no lo tiraron a la basura despues de la vista. No tenia huellas digitales ni restos de sangre.

Se dirigio a un armario situado en el fondo del despacho y extrajo un objeto envuelto en plastico. En efecto, se trataba de un pedazo de madera clara de unos setenta centimetros de largo. Al examinarlo, Dalgliesh vio unas manchas azules que parecian de pintura.

– A mi juicio, no ha estado en el agua, senor -senalo el sargento Jones-. Es posible que lo encontrase en la arena y lo recogiera sin ningun proposito. La gente recoge objetos en la playa por una especie de instinto. Al padre Sebastian se le ocurrio que tal vez el palo procedia de una vieja caseta de bano que habian demolido y que estaba justo en lo alto de la escalera que conduce a la playa. Por lo visto, el padre Sebastian penso que la vieja caseta azul y blanca resultaba antiestetica y que era preferible construir otra de madera sin pintar. Y eso es lo que hicieron. Ademas de usarla como vestuario, guardan en ella un bote de rescate, por si alguno de los banistas necesita ayuda. La vieja caseta estaba muy deteriorada. Sin embargo, no se habian llevado todos los restos, y aun quedaba una pila de tablas podridas. Supongo que ya no estaran alli.

– ?Habia huellas de pisadas?

– Bueno, es lo primero que buscamos. La arena habia borrado las del chico, pero encontramos una linea interrumpida de huellas mas arriba. Eran suyas; lo sabemos por los zapatos, ?sabe? De todos modos, recorrio la mayor parte del trayecto por las piedras, como podria haber hecho cualquiera. La arena estaba bastante pisoteada en el lugar de los hechos. Es logico, teniendo en cuenta que la senora Munroe, el senor Gregory y los dos sacerdotes no se habian molestado en mirar donde ponian los pies.

– ?A usted le sorprendio el dictamen?

– Bueno, debo admitir que si. Habria sido mas razonable que se declarasen incompetentes para determinar las causas de la muerte. El senor Mellish formo parte del jurado; le gusta participar cuando el caso es complicado o de interes publico. Hubo unanimidad entre los ocho miembros. Para que negarlo: un veredicto no concluyente resulta siempre insatisfactorio, y Saint Anselm es una institucion muy respetada en la zona. Estan aislados, desde luego, pero los jovenes predican en iglesias cercanas y prestan un servicio a la comunidad. Con eso no quiero decir que el jurado se equivocase. En fin, eso es lo que dictaminaron.

– Sir Alred no tiene motivos para poner en entredicho la rigurosidad de la investigacion -apunto Dalgliesh-. Dudo que hubiera sido posible llevarla mejor.

– Yo tambien lo dudo, senor Dalgliesh, y el forense opina lo mismo.

El sargento Jones no parecia disponer de mas informacion, por lo que Dalgliesh le agradecio su ayuda y el cafe antes de marcharse. La tabla con restos de pintura azul estaba envuelta y etiquetada. Dalgliesh se la llevo, mas que nada porque penso que eso se esperaba de el.

En un extremo del aparcamiento, un hombre cargaba cajas de carton en el maletero de un Rover. Al ver que

Вы читаете Muerte En El Seminario
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату