pobre chico esta muerto. No entiendo que espera conseguir su padre removiendo el caso.

– Como es obvio, no he podido hablar con la senora Munroe -prosiguio Dalgliesh-, pero me preguntaba si ella le habria comentado algo sobre el descubrimiento del cadaver. El padre Martin dice que ustedes eran amigas.

– Pobre mujer. Si, supongo que eramos amigas, aunque Margaret no era la clase de persona que se presenta sin avisar. Ni siquiera me senti muy unida a ella cuando murio Charlie. Era capitan del ejercito, y ella estaba muy orgullosa de el. Decia que siempre habia querido ser soldado. Lo capturo el IRA. Me parece que estaba involucrado en una operacion secreta y que lo torturaron para sacarle informacion. Cuando le comunicaron la noticia a Margaret, yo me traslade a su casa y pase una semana con ella. Me lo pidio el padre Sebastian, pero yo lo habria hecho de todos modos. Ella no me lo impidio. Fue como si no notase mi presencia. Yo le ponia la comida delante y, de vez en cuando, ella comia un par de cucharadas. Me alegre cuando, de buenas a primeras, me pidio que me fuese. Me dijo: «Lamento haber sido mala compania, Ruby. Te agradezco mucho tus atenciones, pero vete, por favor.» Asi que me marche.

»Durante los meses siguientes parecia estar sufriendo los tormentos del infierno sin decir una palabra. Sus ojos se agrandaron, y fue como si el resto de su cuerpo se encogiera. Yo creia que estaba… bueno, no superandolo, porque uno nunca supera la muerte de un hijo… pero que empezaba a interesarse otra vez por la vida. Todos teniamos esa impresion. Pero despues, un Viernes Santo, dejaron libres a esos asesinos, y ella fue incapaz de aceptarlo. Creo que se sentia sola. Adoraba a los chicos…, para ella, siempre eran chicos… y los cuidaba cuando enfermaban. Sin embargo, me parece que los alumnos se sentian cohibidos ante ella despues de la muerte de Charlie. A los jovenes no les gusta ser espectadores de la desdicha ajena. No los culpo por ello.

– Tendran que aprender a afrontar esas situaciones si van a ser sacerdotes -senalo Dalgliesh.

– Ah, yo diria que aprenderan. Son buenos chicos.

– ?Ronald Treeves le caia bien, senora Pilbeam?

La mujer tardo unos instantes en contestar.

– No me corresponde a mi juzgar a los alumnos. Bueno, no le corresponde a nadie. En una comunidad tan pequena como esta, conviene evitar los favoritismos. El padre Sebastian siempre ha estado en contra de eso. De todos modos, Ronald no era un joven muy querido, y me parece que no se encontraba a gusto aqui. Era un tanto presuntuoso y demasiado critico con los demas. Eso suele ser un indicio de inseguridad, ?no? Ademas, no permitia que olvidasemos quien era su padre.

– ?Sabe si mantenia una relacion particularmente amistosa con la senora Munroe?

– ?Con Margaret? Bueno, supongo que si. La visitaba con frecuencia. En teoria, los alumnos solo acuden a las casas del personal si estan invitados pero creo que el iba a ver a Margaret cuando le apetecia. No es que ella se quejase. No alcanzo a imaginar de que hablaban. Quizas ambos necesitaran compania.

– ?La senora Munroe le comento algo sobre el descubrimiento del cadaver?

– No mucho, y yo no quise interrogarla. Claro que todo salio a la luz durante la vista, y yo lei la cronica en el periodico, pero no asisti. Aqui todo el mundo hablaba del tema, aunque nunca delante del padre Sebastian. El detestaba los cotilleos. El caso es que, de una manera u otra, me entere de todos los pormenores.

– ?Y Margaret le dijo que estaba escribiendo sobre el asunto?

– No, pero no me sorprenderia. A Margaret le gustaba escribir. Antes de que Charlie muriese, le enviaba una carta a la semana. Cuando la visitaba, me la encontraba sentada a la mesa, rellenando una pagina tras otra. Aunque no me conto que estuviese escribiendo acerca de Ronald. ?Por que iba a hacer una cosa asi?

– Usted encontro su cuerpo despues del ataque cardiaco, ?no? ?Como fue, senora Pilbeam?

– Bueno, vi luces en su casa cuando me dirigia a la escuela, poco despues de las seis. Hacia un par de dias que no pasaba a charlar con Margaret y me sentia un poco culpable. Pense que la estaba descuidando y que quizas aceptara venir a cenar conmigo y con Reg, o a ver la television. Asi que fui a su casa. Y alli estaba, muerta en el sillon.

– ?La puerta estaba abierta? ?O usted tenia llave?

– No, estaba abierta. Aqui rara vez cerramos con llave. Llame a la puerta y, como no contestaba, entre. Siempre lo haciamos. Entonces la encontre. Estaba sentada en el sillon, muy fria y rigida como una tabla, con la labor de punto sobre el regazo. Aun tenia una aguja en la mano derecha, metida en el siguiente punto. Como es logico, avise al padre Sebastian, y el llamo al doctor Metcalf. El doctor la habia examinado el dia anterior. Sufria del corazon, de modo que no surgieron complicaciones a la hora de redactar el certificado de defuncion. En realidad, fue una muerte dulce. Ojala todos tengamos esa suerte.

– ?Vio usted algun papel o una carta?

– No habia ninguno a la vista, y no iba a ponerme a fisgonear. ?Que sentido tendria?

– Ninguno, senora Pilbeam, se que no haria nada semejante. Simplemente, me preguntaba si habria un manuscrito, una carta o un documento sobre la mesa.

– No, la mesa estaba vacia. De cualquier forma, note algo raro. En realidad, no era posible que estuviese tejiendo.

– ?Por que no?

– Bueno, estaba haciendo un jersey para el padre Martin. El le habia descrito uno que habia visto en Ipswich, y Margaret queria regalarselo para Navidad. El dibujo era muy complicado, con trenzas y otros motivos, y en mas de una ocasion ella habia comentado que llevaba mucho trabajo. No se habria puesto a tejer sin el patron delante. Yo la habia visto trabajar muchas veces y siempre tenia que recurrir a las instrucciones. Ademas, llevaba las gafas de ver la television. Siempre usaba unas con montura dorada para ver de cerca.

– ?Y el patron no estaba alli?

– No, solo las agujas y el tejido. Ademas, sujetaba la aguja de una manera curiosa. Margaret no tejia como yo; decia que lo hacia al estilo europeo. A mi me parecia muy raro. Dejaba la aguja izquierda inmovil mientras trabajaba con la otra. En su momento, me llamo la atencion que tuviese la labor sobre el regazo cuando era imposible que estuviera tejiendo.

– ?Se lo dijo a alguien?

– ?Para que? Era algo sin importancia. Esas cosas pasan. Supongo que se sintio mal, se sento en el sillon con la lana y las agujas, y se olvido el patron. Sea como fuere, la echo de menos. No me acostumbro a ver la casa vacia, y su muerte fue muy repentina. Aunque nunca hablaba de su familia, resulta que tenia una hermana en Surbiton. Mando el cuerpo a Londres, donde lo incineraron, y luego vino con su marido a desocupar la casa. No hay nada tan eficaz como la muerte para que aparezcan los familiares. Margaret no hubiera querido una misa de requiem, pero el padre Sebastian organizo una bonita ceremonia en la iglesia en la que todos participamos. El padre Sebastian me sugirio que leyese un pasaje del evangelio de san Pablo, pero yo preferi rezar una oracion. No se bien por que, pero san Pablo no me convence. Creo que era un poco alborotador. Antes de que el llegara varios grupos pequenos de cristianos que se ocupaban de sus asuntos convivian y se llevaban bastante bien. En terminos generales, claro. Nadie es perfecto. Entonces aparece el y se pone a dar ordenes, a criticar y a enviar cartas iracundas. A mi no me gustaria recibir esa clase de cartas, y asi se lo dije al padre Sebastian.

– ?Y que le contesto el?

– Que san Pablo habia sido uno de los grandes genios del mundo y que, de no ser por el, hoy no habria cristianos. Yo le replique: «Bueno, padre, algo tendriamos que ser entonces. ?Que cree que seriamos?» No supo que contestar. Prometio que lo pensaria, pero no ha vuelto a tocar el tema. En una ocasion dijo que yo hacia preguntas que no estaban contempladas en el plan de estudios de la facultad de Teologia de Cambridge.

Y esas no eran las unicas preguntas que habia planteado la senora Pilbeam, penso Dalgliesh al salir de la casa, tras declinar la invitacion a tomar te con pastel.

14

La doctora Emma Lavenham se marcho de la Universidad de Cambridge mas tarde de lo previsto. Giles habia almorzado en el comedor universitario, y mientras ella terminaba de empacar, habia hablado de ciertos asuntos que segun el necesitaban zanjar antes de su partida. Ella intuia que la habia demorado adrede. A Giles no le agradaba que se fuera una vez al trimestre para dar clases en Saint Anselm durante tres dias. Si bien nunca habia protestado abiertamente, quiza porque presentia que Emma lo tomaria como una inadmisible interferencia en su

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