– ?Usted no estaba de acuerdo? -pregunto Dalgliesh con delicadeza.
– ?Desde luego que no! Es una profesion sin futuro. Si la actual decadencia continua, la Iglesia anglicana se habra extinguido dentro de veinte anos. O sera una secta excentrica empenada en mantener viejas supersticiones y edificios decrepitos…, eso si el Estado no los expropia para convertirlos en monumentos nacionales. Puede que la gente se aferre a la ilusion de la espiritualidad. No cabe duda de que la mayoria cree en Dios, y la idea de que la muerte equivale a la extincion no es agradable. Pero han dejado de creer en el cielo y no temen el infierno, de manera que no les dara por ir a la iglesia. Ronald tenia educacion, inteligencia, oportunidades. No era tonto. Habria podido hacer algo con su vida. Conocia mi punto de vista, y ya habiamos zanjado la cuestion. De ningun modo iba a meter la cabeza bajo una tonelada de arena para fastidiarme.
Se puso de pie e hizo una breve inclinacion de cabeza a Harkness y Dalgliesh. La entrevista habia terminado. Dalgliesh bajo con el en el ascensor y lo acompano hasta el Mercedes que el chofer acababa de detener frente a la puerta. Tal como habia imaginado el comisario, sir Alred habia calculado el tiempo con exactitud.
Dalgliesh se habia vuelto para marcharse cuando una voz imperiosa lo llamo.
Sir Alred asomo la cabeza por la ventanilla.
– Supongo que habra pensado en la posibilidad de que Ronald fuera asesinado en otra parte y luego arrastrado hasta la playa, ?no?
– Sir Alred, puede estar seguro de que la policia de Suffolk contemplo tal eventualidad.
– No se si comparto su confianza en ellos. Solo ha sido una hipotesis. Deberia tenerla en cuenta.
No hizo un gesto para indicarle a su chofer, inmovil e inexpresivo como una estatua ante el volante, que arrancase. En cambio, como movido por un impulso, anadio:
– Hay algo que me intriga. De hecho, se me paso por la cabeza en la iglesia. Voy alli de vez en cuando, para la misa anual en el ayuntamiento, ?sabe? Pensaba investigarlo cuando tuviese un momento. Es sobre el credo.
Dalgliesh era un experto en disimular su sorpresa.
– ?Cual de ellos, sir Alred? -pregunto.
– ?Hay mas de uno?
– En efecto; son tres.
– ?Vaya! Bueno, cualquiera. Supongo que seran muy parecidos. ?De donde salen? Quiero decir: ?quien los escribio?
Intrigado, Dalgliesh sintio la tentacion de preguntarle si habia formulado esta pregunta a su hijo, pero la prudencia prevalecio.
– Creo que un teologo le resultaria mas util que yo, sir Alred.
– Usted es hijo de un pastor, ?no? No tengo tiempo para ir interrogando a todo el mundo.
Dalgliesh regreso mentalmente al estudio de su padre en la rectoria de Norfolk, a datos que o bien le habian ensenado o habia recogido curioseando en la biblioteca de su padre, a palabras que rara vez empleaba ahora y que sin embargo parecian arraigadas en su mente desde la infancia.
– El credo niceno fue redactado por el concilio de Nicea en el siglo iv. -Inexplicablemente, recordaba la fecha-. Creo que fue en el ano 325. El emperador Constantino convoco el concilio para definir las creencias de la Iglesia y hacer frente a la herejia de los arrianos.
– ?Por que la Iglesia no lo actualiza? No nos remontamos al siglo iv para comprender la medicina, la ciencia o la naturaleza del universo. Yo no recurro a ideas del siglo iv para dirigir mis empresas. ?Por que hacerlo para entender a Dios?
– ?Preferiria un credo del siglo xxi? -inquirio Dalgliesh. Le entraron ganas de preguntarle si tenia pensado escribir uno. En cambio, puntualizo-: En un cristianismo dividido como el actual, dudo que un concilio llegara a un acuerdo. Estoy seguro de que la Iglesia da por sentado que los obispos de Nicea recibieron una inspiracion divina.
– Fue un concilio de hombres, ?no? De hombres poderosos. Albergaban intenciones secretas, prejuicios y rivalidades. En esencia, todo giraba en torno al poder: quien lo conquista y quien lo pierde. Usted habra formado parte de suficientes comisiones para saber como funcionan. ?Ha conocido alguna que recibiese una inspiracion divina?
– Ninguno de los grupos de trabajo del Ministerio del Interior, desde luego -repuso Dalgliesh, y agrego-: ?Piensa escribir al arzobispo, o quizas al Papa?
Sir Alred lo observo con suspicacia, pero por lo visto decidio que, si estaba tomandole el pelo, lo pasaria por alto o le seguiria la corriente.
– Estoy demasiado ocupado. Ademas, ese asunto escapa de mi competencia. Me interesa, no obstante. Se les deberia haber ocurrido a ellos. Si descubre algo en Saint Anselm, aviseme. Estare fuera del pais durante diez dias, pero no hay prisa. Si mi hijo fue asesinado, sabre que hacer. Si se suicido…, bueno, solo a el le atania; pero de todas maneras me gustaria saberlo. -Se despidio con un ademan e introdujo rapidamente la cabeza en el coche al tiempo que indicaba al conductor-: Muy bien, Norris. Volvamos a la oficina.
El coche se alejo. Dalgliesh se quedo mirandolo por unos instantes. Alred no parecia un tipo que se molestara en disimular. ?No habia llegado a una conclusion excesivamente audaz, incluso presuntuosa? Era un hombre mas complejo de lo que parecia, dotado de una mezcla de candidez, perspicacia, altaneria y una inagotable curiosidad que, cuando se encaprichaba por un asunto, lo hacia merecedor de todo su interes. Dalgliesh, sin embargo, seguia intrigado. El dictamen sobre la muerte de Ronald, aunque sorprendente, habia sido al menos misericordioso. ?Habia alguna razon, aparte de la natural preocupacion paterna, para que Treeves insistiese tanto en que reabrieran el caso?
Regreso al septimo piso. Harkness estaba mirando por la ventana.
– Un hombre extraordinario -dijo este sin volverse-. ?Le ha comentado algo mas?
– Le gustaria reescribir el credo de Nicea.
– Es una idea absurda.
– Pero quiza menos perjudicial para la raza humana que el resto de sus actividades.
– Me referia a su pretension de que un alto funcionario pierda el tiempo reabriendo la investigacion de la muerte de su hijo. Sin embargo, no nos dejara en paz. ?Hablaras con la policia de Suffolk, o prefieres que lo haga yo?
– Habra que actuar con la maxima discrecion posible. Peter Jackson fue transferido alli el ano pasado como subdirector. Hablare con el. Ademas, conozco Saint Anselm. Pase tres veranos alli cuando era adolescente. Aunque dudo que me encuentre con la misma gente, supongo que mi visita les parecera algo mas o menos natural.
– ?De veras lo crees? Es posible que vivan aislados del mundo, pero no creo que sean tan ingenuos. ?Un comisario de la Policia Metropolitana interesado en la muerte accidental de un estudiante? En fin, no nos queda otra alternativa. Treeves no cejara en su empeno, y no podemos mandar a un par de sargentos a fisgonear en territorio ajeno. Si en efecto se trata de una muerte sospechosa, Suffolk debera hacerse cargo, le guste o no a Treeves. Y mas le valdria quitarse de la cabeza la idea de llevar en secreto una investigacion por asesinato. Eso es algo que ni siquiera el puede manipular a su conveniencia. Que extrano, ?no? Quiero decir que resulta extrano que se tome tantas molestias, que convierta esto en una cuestion personal. Si no quiere que la prensa meta las narices en el caso, ?por que resucitarlo? ?Por que tomarse en serio esa nota? Debe de recibir muchas cartas de desequilibrados. Hubiera sido mas logico que la tirase a la basura.
Dalgliesh guardo silencio. Fuera cual fuese la motivacion del remitente, el mensaje no le habia parecido obra de un desequilibrado. Harkness se acerco un poco mas a la ventana y, con los hombros encorvados, miro a la calle como si el familiar paisaje de torres y chapiteles acabara de transformarse en un interesante enigma. Sin desviar la vista, dijo:
– No demostro compasion por el joven, ?verdad? Y las cosas no debieron de ser faciles para el… Me refiero al chico. Lo adoptan, presumiblemente porque Treeves y su esposa creian que no podian tener hijos, y luego ella se queda embarazada y da a luz a un nino propio: el articulo legitimo, un ser que lleva la sangre de sus padres y no una criatura escogida por el Departamento de Asistencia Social. No se trata de un hecho insolito. Yo conozco un caso parecido. El nino adoptado siempre se siente como un intruso en la familia.
Pronuncio esas palabras con una vehemencia apenas controlada.
– Tal vez eso lo explique todo -observo Dalgliesh tras un breve silencio-. Un sentimiento de culpa. Treeves no fue capaz de querer al chico mientras vivio, ni siquiera es capaz de llorar su muerte, pero puede conseguir que se