vez en cuando la Policia Metropolitana recluta hombres cultos, olvidelo. No me impresiona.

– Solo pretendia ser util -se justifico Piers-. Bien, de manera que en los ultimos seis meses ha realizado media docena de visitas para trabajar en la biblioteca y disfrutar de un fin de semana tranquilo. ?Coincidio con el archidiacono Crampton en alguna de esas ocasiones?

– No. Lo conoci este fin de semana. Llego ayer, no se a que hora exactamente, pero lo vi por primera vez cuando tomamos el te. Lo sirvieron en la sala de estudiantes, que estaba bastante llena cuando yo entre, a las cuatro. Aunque alguien, creo que Raphael, me presento a las personas que no conocia, yo no tenia ganas de charlar, asi que tome una taza de te y un par de emparedados y me fui a la biblioteca. El cascarrabias del padre Peregrine alzo la vista de su libro solo por un instante para recordarme que estaba prohibido comer o beber en la biblioteca. Me fui a mi habitacion. Me encontre de nuevo con el archidiacono durante la cena. Despues trabaje en la biblioteca hasta que todos se fueron a la iglesia para rezar las completas. Soy ateo, de manera que no los acompane.

– ?Y cuando se entero del asesinato?

– Poco antes de las siete, cuando Raphael Arbuthnot me llamo para comunicarme que habria una reunion general en la biblioteca a las siete y media. No me hacia mucha gracia la idea de que me largaran un discurso como si todavia estuviese en la escuela, pero queria informarme de lo que ocurria. Con respecto al asesinato, yo se menos que ustedes.

– ?Alguna vez ha asistido a un oficio aqui?

– No. Vengo a trabajar en la biblioteca y para pasar un fin de semana tranquilo, no para ir a la iglesia. A los sacerdotes no parece molestarles, asi que no veo por que les importa a ustedes.

– Pero nos importa, senor Stannard, nos importa -replico Piers-. ?Esta diciendo que nunca ha puesto un pie en la iglesia?

– No he dicho cosa semejante. No tergiverse mis palabras. He entrado alli por curiosidad en algunas de mis visitas. He visto el interior, desde luego, y tambien El juicio final, que reviste cierto interes para mi. Me referia a que nunca he asistido a un oficio.

Sin desviar la vista del papel que tenia delante, Dalgliesh pregunto:

– ?Cuando estuvo en la iglesia por ultima vez, doctor Stannard?

– No lo recuerdo. ?Por que iba a acordarme? De lo que si estoy seguro es de que no fue este fin de semana.

– ?Y cuando vio por ultima vez al archidiacono Crampton?

– Despues de las completas. Oi que algunos regresaban de la iglesia hacia las diez y cuarto. Yo estaba viendo una pelicula de video en la sala de estudiantes. Auque no habia nada decente en la tele, tienen una pequena coleccion de cintas. Puse Cuatro bodas y un funeral. Aunque ya la conocia, considere que valia la pena verla por segunda vez. Crampton asomo la cabeza, pero como yo no lo recibi precisamente con alegria se marcho de inmediato.

– En tal caso usted debio de ser la ultima persona, o una de las ultimas, que lo vio con vida -observo Piers.

– Y supongo que eso les resultara sospechoso. El ultimo que lo vio vivo no fui yo, sino su asesino. Yo no lo mate. ?Cuantas veces tendre que repetirlo? No conocia a ese hombre. No discuti con el, ni siquiera me acerque a la iglesia anoche. Me acoste a eso de las once y media. Cuando termino la pelicula, sali al claustro sur y me encamine hacia mi habitacion. El viento soplaba con mas fuerza que nunca, y no era una noche apropiada para disfrutar del aire del mar. Me dirigi directamente a mi cuarto. Es el numero uno, en el claustro sur.

– ?Habia luz en la iglesia?

– No me fije. Ahora que lo pienso, no vi luces en las habitaciones de los seminaristas ni en los apartamentos de invitados. La unica claridad procedia de las debiles lamparas de los claustros norte y sur.

– Como comprendera, es preciso que nos formemos una idea lo mas exacta posible de lo que sucedio en las horas previas a la muerte del archidiacono -explico Piers-. ?Usted oyo, vio o noto algo que le pareciese significativo?

Stannard solto una risita amarga.

– Supongo que sucedieron muchas cosas, pero no se leer la mente de la gente. Llegue a la conclusion de que el archidiacono no le caia bien a casi nadie, pero ninguno lo amenazo de muerte en mi presencia.

– ?Hablo con el despues de que se lo presentaran?

– Solo para pedirle que me pasara la mantequilla durante la cena. Lo hizo. No se me dan bien las conversaciones triviales, asi que me concentre en la comida y el vino, que eran superiores a la compania. No fue una cena particularmente alegre. La camaraderia juvenil bajo la mirada de Dios… o del padre Morell, que viene a ser lo mismo, brillaba por su ausencia. De todos modos, su jefe estaba alli. El puede hablarle de la cena.

– El comisario sabe lo que vio y oyo el -comento Piers-, pero ahora lo estamos interrogando a usted.

– Ya se lo he dicho: no fue una cena divertida. Los seminaristas estaban cohibidos, el padre Sebastian presidio la mesa con fria cortesia y algunos de los comensales no quitaban ojo a Emma Lavenham, y no los culpo por ello. Raphael Arbuthnot leyo un pasaje de una novela de Trollope… No es un autor que conozca bien, pero el texto se me antojo bastante anodino. Al archidiacono no. Si Arbuthnot queria violentarlo, eligio el mejor momento. No resulta facil fingir que uno disfruta de la comida cuando le tiemblan las manos y parece estar a punto de vomitar en el plato. Despues de cenar, todos se marcharon a la iglesia y no volvi a encontrarme con nadie hasta que Crampton aparecio en la sala de estudiantes.

– ?Y no vio ni oyo nada sospechoso durante la noche?

– Nos preguntaron lo mismo cuando estabamos en la biblioteca. Si hubiera visto u oido algo sospechoso, lo habria dicho entonces.

– ?Y no ha pisado usted la iglesia en esta visita, ni para un oficio ni en ningun otro momento?

– ?Cuantas veces tendre que repetirlo? La respuesta es no. No, no, no y no.

Dalgliesh alzo la cabeza y miro a Stannard a los ojos.

– ?Como explica entonces que haya huellas recientes de sus manos en la pared adyacente a El juicio final y en el segundo sitial? Debajo del banco hay una zona sin polvo. Es muy probable que los tecnicos forenses encuentren restos de dicho polvo en su chaqueta. ?Fue alli donde se escondio cuando el archidiacono entro en la iglesia?

Ahora Piers percibio autentico terror. Como de costumbre, le irrito. No experimento una sensacion de triunfo, sino verguenza. Una cosa era poner a un sospechoso en una situacion de desventaja, y otra muy distinta contemplar como un ser humano se transformaba en un animal asustado. Stannard parecio encogerse fisicamente hasta convertirse en un delgado y desnutrido nino sentado en un sillon demasiado grande para el. Sin sacar las manos de los bolsillos, intento rodearse el torso con los brazos. El delgado tweed de la chaqueta se tenso, y Piers creyo oir el desgarro de una costura.

– La prueba es irrefutable -anadio Dalgliesh en voz baja-. Ha estado mintiendo desde que entro en esta habitacion. Si no mato al archidiacono Crampton, ahora le convendria decir la verdad, toda la verdad.

Stannard no respondio. Las manos, ahora fuera de los bolsillos, descansaban enlazadas sobre su regazo. Con la cabeza inclinada sobre ellas, ofrecia el incongruente aspecto de un hombre en actitud de rezar. Por lo visto estaba pensando, asi que los policias aguardaron en silencio. Cuando por fin alzo la cabeza y hablo, su comportamiento evidencio que habia conseguido dominar el miedo y estaba dispuesto a luchar. Piers detecto una mezcla de obstinacion y arrogancia en su voz.

– No mate a Crampton y no conseguiran probar que lo haya hecho. De acuerdo, menti al decir que no habia estado en la iglesia. Es natural. Sabia que si decia la verdad, me convertiria de inmediato en el principal sospechoso. Esto resulta muy conveniente para ustedes, ?no? Lo ultimo que desean es cargarle el crimen a un miembro de Saint Anselm. Yo soy el chivo expiatorio ideal, mientras que los sacerdotes son sacrosantos. Pues bien, sepan que no lo hice.

– Entonces ?por que estaba en la iglesia? -pregunto Piers-. No pretendera que creamos que fue a rezar.

Stannard callo. Parecia estar armandose de valor para la inevitable aclaracion o quizas eligiendo las palabras mas adecuadas y convincentes. Al contestar miro fijamente la pared del fondo, eludiendo los ojos de Dalgliesh. Su voz sonaba serena aunque con un mal disimulado dejo de irritacion.

– De acuerdo, acepto que tienen derecho a una explicacion y que es mi deber darsela. Se trata de algo totalmente inocente que no guarda relacion alguna con la muerte de Crampton. Dicho esto, les agradeceria que me asegurasen que esta entrevista es confidencial.

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