manera que resulta util para identificarme. ?Permitiran que me vaya si se lo dejo provisionalmente?
– Entregueselo al inspector Tarrant y el le dara un recibo -contesto Dalgliesh-. Aun no hemos terminado con usted, pero puede irse.
– Y supongo que le contaran a Sebastian Morell lo sucedido.
– No -repuso Dalgliesh-. Lo hara usted.
16
Dalgliesh, el padre Martin y el rector estaban en el despacho de este ultimo. El padre Sebastian acababa de rememorar casi palabra por palabra la conversacion que habia mantenido con el archidiacono en la iglesia. Reconstruyo el dialogo como si recitase algo aprendido de memoria, y sin embargo Dalgliesh detecto un ligero dejo de culpa en su voz. Al terminar se quedo callado, sin ofrecer explicaciones ni aducir atenuantes. El padre Martin lo habia escuchado sentado en silencio junto a la chimenea, con la cabeza baja e inmovil, y concentrado como si estuviera oyendo una confesion.
– Gracias, padre -dijo Dalgliesh tras una breve pausa-. Eso coincide con lo que nos conto el doctor Stannard.
– Perdone si me entrometo en sus funciones -se disculpo el padre Sebastian-, pero el hecho de que Stannard estuviese escondido en la iglesia ayer por la tarde no significa que no regresara por la noche. ?Debo entender que lo ha excluido de la investigacion?
Dalgliesh no tenia la intencion de revelar que Stannard ignoraba como se habia cometido el asesinato. Se preguntaba si el rector habia olvidado la importancia de la llave perdida, cuando este agrego:
– Claro que si contaba con copias de las llaves, no necesitaba robarlas del despacho. De todos modos, podria haberlo hecho para desviar las sospechas hacia otra persona.
– Solo si partimos de que el asesinato fue premeditado y no el resultado de un arrebato momentaneo. Stannard no esta excluido de la investigacion, nadie lo esta por el momento, pero le he autorizado para marcharse y supongo que usted se alegrara de perderlo de vista.
– Mucho. Comenzabamos a sospechar que su excusa para visitarnos, la supuesta investigacion sobre la vida privada de los primeros tratadistas, era una tapadera. El padre Peregrine fue el primero en senalarlo. No obstante, el abuelo de Stannard fue socio del bufete de abogados que lleva los asuntos del seminario desde el siglo xix. Nos ayudo mucho, asi que no queriamos ofender a su nieto. Quizas el archidiacono estuviera en lo cierto: somos esclavos de nuestro pasado. Mi entrevista con Stannard me incomodo. Adopto una actitud entre prepotente y capciosa, y justifico su codicia y su deshonestidad con un argumento muy trillado: la supuesta santidad de la investigacion historica.
El padre Martin no habia abierto la boca durante toda la reunion. Salio del despacho de la secretaria seguido de Dalgliesh y, una vez fuera, se detuvo.
– ?Te gustaria ver el papiro de san Anselmo? -pregunto.
– Si, mucho.
– Lo guardo en mi cuarto.
Subieron por la escalera de caracol hasta la torre. Si bien la vista era espectacular, la habitacion no parecia comoda. Estaba equipada con muebles de estilos diversos, demasiado viejos para estar en las zonas publicas y demasiado buenos para tirarlos a la basura. Aunque semejante combinacion a menudo crea un ambiente de acogedora intimidad, en este caso producia un efecto deprimente. Dalgliesh dudaba que el padre Martin se hubiera percatado de ello.
En la pared norte habia un pequeno grabado religioso en un marco de cuero marron. No se distinguia con claridad, pero a primera vista Dalgliesh juzgo que carecia de un gran valor artistico, y los colores estaban tan desvaidos que resultaba dificil reconocer la figura central de la Virgen con el Nino. El padre Martin lo descolgo, quito la parte superior del marco y saco el grabado. Debajo habia dos laminas de cristal y, entre ellas, algo parecido a una hoja de carton grueso, con los bordes rayados y varios renglones de angulosas letras negras. El padre Martin no la acerco a la ventana, de manera que a Dalgliesh le costo descifrar el texto latino. Le parecio ver una marca circular en el extremo superior derecho, donde el papiro estaba roto. Se apreciaba con nitidez el entramado de juncos que componia el papel.
– Solo lo han examinado una vez -explico el padre Martin-, poco despues de que lo recibiera la senorita Arbuthnot. Por lo que se, no cabe duda de que el papiro en si sea antiguo, quiza del siglo i de nuestra era. Edward, el hermano de la fundadora, no hubiera tenido dificultades para encontrarlo. Como ya sabras, era egiptologo.
– Pero ?por que se lo dio a su hermana? Sea cual fuere su procedencia, me extrana que se desprendiese de el. Si se trataba de una falsificacion destinada a desacreditar la fe de la senorita Arbuthnot, ?por que mantenerlo en secreto? Y si pensaba que era autentico, ?no era una razon aun mejor para hacerlo publico?
– Ese es uno de los principales motivos que nos indujo a creer que era falso. De lo contrario, su descubrimiento le habria dado fama y prestigio, de manera que ?por que iba a deshacerse de el? Cabe la posibilidad de que quisiera que su hermana lo destruyese. Si con anterioridad hubiera sacado fotografias de el, podria haber acusado al seminario de hacer desaparecer deliberadamente un papiro de enorme importancia. Con seguridad ella procedio del modo mas prudente posible. Las razones de el quedan menos claras.
– Tambien llama la atencion que Poncio Pilatos se molestase en cursar la orden por escrito. El procedimiento normal era murmurarla al oido apropiado, ?no?
– No necesariamente. Para mi ese punto no suscita dudas.
– Pero ahora seria posible zanjar la cuestion, si eso es lo que quiere -aseguro Dalgliesh-. Aunque el papiro date de la epoca de Cristo, podrian analizar la tinta mediante el metodo del carbono 14. Asi se desvelaria el enigma y sabriamos la verdad.
El padre Martin monto el marco con cuidado, colgo el grabado en la pared y retrocedio para cerciorarse de que no estuviera torcido.
– O sea que crees que la verdad nunca hace dano, Adam.
– Yo no diria tanto, pero nuestro deber es buscarla, por desagradable que resulte descubrirla.
– La busqueda de la verdad forma parte de tu trabajo. Sin embargo, nunca la aprehendes del todo, desde luego, ni tienes por que. Aunque eres un hombre muy inteligente, el objetivo de tu actividad no es la justicia. Una cosa es la justicia del hombre, y otra la justicia de Dios.
– No me considero tan arrogante como para pensar lo contrario, padre -repuso Dalgliesh-. Limito mis aspiraciones a la justicia del hombre, o a lo que mas se ajuste a ella. Y ni siquiera eso esta en mi mano. Mi trabajo consiste en arrestar a alguien. El jurado decide si ese alguien es culpable o inocente y el juez dicta la sentencia.
– ?Y el resultado es la justicia?
– No siempre. Quiza ni siquiera a menudo. Aun asi, en un mundo imperfecto, es lo mas proximo a ella.
– No niego la importancia de la verdad -dijo el padre Martin-. ?Como iba a hacerlo? Solo digo que la busqueda en ocasiones es peligrosa, y tambien la verdad cuando por fin se encuentra. Tu sugieres que mandemos examinar el papiro y que averiguemos la verdad mediante el metodo del carbono 14. Eso no acabaria con la polemica. Algunos afirmarian que un documento tan convincente como este podria ser una copia de otro mas antiguo. Otros se resistirian a creer en la opinion de los expertos. Nos enfrentariamos a un largo periodo de discusiones. El papiro seguiria envuelto en un halo de misterio. No necesitamos otro caso como el del sudario de Turin.
Dalgliesh deseaba hacer otra pregunta, pero titubeo; sabia que era atrevida y que, una vez que la formulara, el padre Martin la responderia con sinceridad y quiza con dolor.
– Padre, si examinasen el papiro y establecieran con absoluta certeza que es autentico, ?afectaria eso a su fe?
El sacerdote sonrio.
– Hijo mio, ?que importancia reviste lo que ocurrio con unos restos mortales para alguien que durante cada hora de su vida ha sentido la viva presencia de Cristo?
En el despacho de abajo, el padre Sebastian habia pedido a Emma que subiese a verlo. Despues de indicarle que se sentara, dijo: