– Sabe que no podemos garantizarle nada semejante -repuso Dalgliesh.

– Oiga, ya le he dicho que esto no tiene nada que ver con el asesinato de Crampton. Lo conoci ayer. Jamas lo habia visto antes. No habia discutido con el ni tenia razones para desearle la muerte. Detesto la violencia. Soy pacifista, y no solo por conviccion politica.

– ?Quiere hacer el favor de contestar a mi pregunta? -lo apremio Dalgliesh-. Usted se escondio en la iglesia, ?por que?

– Intento decirselo. Buscaba algo. Un documento conocido como «el papiro de san Anselmo» por los pocos que saben de su existencia. En teoria se trata de una orden firmada por Poncio Pilatos y dirigida a un capitan de su guardia para que retiren el cuerpo crucificado de un alborotador politico. Comprenderan su importancia. La fundadora de Saint Anselm, la senorita Arbuthnot, lo recibio de manos de su hermano, y desde entonces ha permanecido bajo la custodia del rector. Se rumorea que el documento es falso, pero como no han permitido que nadie lo vea ni lo han sometido a un estudio cientifico, la cuestion continua en el aire. Evidentemente, el papel posee un gran interes para cualquier academico.

– ?Como usted, por ejemplo? -inquirio Piers-. No sabia que fuese experto en manuscritos prebizantinos. ?No es sociologo?

– Eso no impide que sienta cierta curiosidad por la historia de la Iglesia.

– Entonces -prosiguio Piers-, como no esperaba que le permitiesen ver el documento, decidio robarlo.

Stannard lo miro con furiosa malevolencia.

– Si no me equivoco -comento con sarcasmo-, la definicion legal del robo es la apropiacion de algo ajeno con la intencion de privar permanentemente de su posesion al legitimo propietario. Usted deberia saberlo, puesto que es policia.

– Doctor Stannard -tercio Dalgliesh-, supongo que la groseria es natural en usted, o quiza la vea como un agradable aunque infantil recurso para aliviar la tension, pero no es aconsejable hablar en esos terminos cuando uno esta involucrado en un caso de asesinato. ?Por que penso que el papiro estaba escondido en la iglesia?

– Me parecio el sitio mas logico. He revisado los libros de la biblioteca…, en la medida de lo posible, habida cuenta de que el padre Peregrine esta siempre alli, pendiente de todo aunque se haga el distraido. Decidi que habia llegado la hora de buscar en otra parte. Se me ocurrio que quizas el papiro se hallara escondido detras de El juicio final. Ayer por la tarde fui a la iglesia. El seminario suele estar muy tranquilo los sabados despues de la hora de comer.

– ?Como entro en la iglesia?

– Tenia las llaves. Estuve aqui poco despues de Pascua, cuando la mayoria de los estudiantes y la senorita Ramsey se habian ido de vacaciones. Saque las dos llaves, una de seguridad y una normal, del armario que esta en el despacho de la secretaria y las lleve a Lowestoft para hacer copias. Nadie las echo en falta durante las dos horas que obraron en mi poder. Por si llegaban a notar algo, habia planeado decir que me habia topado con ellas en el claustro sur. Podian habersele caido a alguien.

– Penso en todo. ?Y donde estan esas llaves ahora?

– Esta manana, despues de que Sebastian Morell lanzara la bomba en la biblioteca, comprendi que no me convenia que las encontrasen entre mis cosas. Si quiere saberlo, me deshice de ellas. Para ser mas exacto, las limpie para borrar mis huellas y las enterre debajo de una mata de hierba al borde del acantilado.

– ?Seria capaz de encontrarlas? -quiso saber Piers.

– Probablemente. Aunque tal vez tardara un poco, podria localizar la zona donde las enterre, al menos en un radio de unos diez metros.

– Entonces sera mejor que lo haga -asevero Dalgliesh-. El sargento Robbins lo acompanara.

– ?Que pensaba hacer con el papiro si lo encontraba? -pregunto Piers.

– Copiarlo. Escribir un articulo al respecto y publicarlo en los periodicos serios o en alguna revista academica. Me proponia sacarlo a la luz publica, donde debe estar todo documento importante.

– ?Por pasta, por prestigio academico o por ambas cosas? -pregunto Piers.

La mirada que le dirigio Stannard fue ostensiblemente venenosa.

– Si hubiera escrito un libro, como habia previsto, con seguridad habria ganado bastante dinero.

– Dinero, fama, reconocimiento academico, su fotografia en los periodicos… Hay gente capaz de asesinar por mucho menos.

Antes de que Stannard pudiera protestar, Dalgliesh dijo:

– Me imagino que no encontro el papiro.

– No. Lleve conmigo un largo abrecartas de madera con el proposito de sacar lo que hubiese entre el retablo y la pared de la iglesia. Acababa de subirme a una silla para alcanzar el cuadro cuando oi que alguien entraba en la iglesia. Devolvi la silla a su sitio rapidamente y me escondi. Por lo visto, usted ya sabe donde.

– En el segundo sitial -dijo Piers-. Como un colegial. Debio de resultar humillante, ?no? ?No hubiera bastado con que se arrodillara? Pero no; nadie hubiese creido que estaba rezando.

– ?Y confesar que me habia procurado un juego de llaves de la iglesia? Por extrano que le parezca, ni siquiera me plantee esa posibilidad. -Se volvio hacia Dalgliesh-. Puedo probar que digo la verdad. Aunque no llegue a ver a las personas que habian entrado, oi claramente sus voces mientras avanzaban por la nave central. Eran Morell y el archidiacono. Discutian sobre el futuro de Saint Anselm. Podria reproducir la mayor parte de la conversacion. Tengo buena memoria, y ellos no se molestaron en bajar la voz. Si busca a alguien que guarde rencor al archidiacono, no le hara falta ir muy lejos. Entre otras cosas, Crampton amenazo con privar a la iglesia del valioso retablo.

– ?Y que excusa pensaba alegar si lo descubrian por casualidad debajo del asiento del sitial? -pregunto Piers en un tono que podia pasar por autentica curiosidad-. Es obvio que usted lo habia planeado todo meticulosamente. Sin duda habia preparado una respuesta para esa eventualidad, ?no?

Stannard acogio la pregunta como si se tratara de la estupida intervencion de un alumno poco prometedor.

– Es una hipotesis absurda. ?Por que iban a registrar el sitial? Y aunque hubiesen echado un vistazo al interior, ?por que iban a molestarse en arrodillarse y mirar debajo del asiento? Si se les hubiera ocurrido tal idea, me habria encontrado en una situacion delicada, desde luego.

– Pues ahora se encuentra en una situacion delicada, doctor Stannard -afirmo Dalgliesh-. Ha confesado haber efectuado un infructuoso registro de la iglesia. ?Quien nos asegura que no regreso mas tarde, en algun momento de la noche?

– Le doy mi palabra de que no volvi alli. ?Que otra cosa puedo decir? -Entonces anadio con brusquedad-: Y usted no dispone de pruebas de que lo hiciera.

– Ha dicho que introdujo un abrecartas de madera detras del retablo. ?Esta seguro que eso fue lo unico que uso? ?No entro en la cocina mientras la comunidad rezaba las completas y robo un cuchillo de carnicero?

Ahora la fingida indiferencia de Stannard, su mal disimulado malhumor y su arrogancia cedieron el paso al panico manifiesto. La piel que rodeaba los humedos labios escarlata empalidecio, y los pomulos surcados por venitas rojas destacaban en la tez, que acababa de adquirir una enfermiza tonalidad verdosa.

Volvio el cuerpo entero hacia Dalgliesh con tanta fuerza que por poco volco el sillon.

– ?Dios mio, debe creerme, comisario! No entre en la cocina. Seria incapaz de clavarle un cuchillo a nadie, ni siquiera a un animal. No degollaria ni a un gato. ?Es ridiculo! Su insinuacion me horroriza. Solo estuve en la iglesia una vez, lo juro, y lo unico que llevaba conmigo era un abrecartas de madera. Puedo ensenarselo. Ire a buscarlo ahora mismo.

Hizo ademan de levantarse, mirando con desesperacion a uno y otro policia. Nadie hablo.

– Hay algo mas -agrego de repente, entre esperanzado y triunfal-: Creo que puedo probar que no regrese a la iglesia. Llame a mi novia a Nueva York a las once y media, hora britanica. Atravesamos una mala racha y hablamos por telefono casi a diario. Use mi movil. Si quieren, les dare el numero de ella. No habria hablado media hora con ella si hubiese tenido en mente matar al archidiacono.

– No -convino Piers-, siempre y cuando se tratase de un asesinato premeditado.

De todas maneras, al observar los ojos de Stannard, Dalgliesh supo casi con total certeza que cabia eliminarlo de la lista de sospechosos. Stannard ignoraba por completo como habia muerto Crampton.

– Debo estar en la universidad el lunes por la manana -dijo-. Pensaba marcharme esta noche. Pilbeam iba a llevarme a Ipswich. No pueden retenerme, no he hecho nada malo. -Al advertir que no obtenia respuesta anadio con una mezcla de furia y prepotencia-: Miren, llevo mi pasaporte encima, como siempre. No conduzco, de

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