– Ha venido a hablar conmigo porque yo no le importo -repuso Gregory-. No la atraigo sexualmente. Se encuentra a gusto aqui porque nada de lo que nos digamos cambiara la relacion entre nosotros; de hecho, no hay nada que cambiar. Piensa que soy inteligente, sincero, dificil de escandalizar y fiable. Todo eso es cierto. Ademas, no cree que yo haya matado a Crampton. Y tiene toda la razon, no lo hice. El archidiacono no desperto en mi el menor interes cuando estaba vivo, y mucho menos ahora que esta muerto. Reconozco que siento una natural curiosidad por saber quien lo mato, aunque eso es todo. Tambien me gustaria enterarme de como murio, pero usted no me lo dira y no pienso exponerme a una negativa preguntandoselo. No obstante, estoy implicado en el caso, como todos. Dalgliesh aun no me ha mandado llamar, pero no me engano pensando que es porque figuro entre los ultimos puestos de la lista de sospechosos.

– ?Y que le dira cuando lo interrogue?

– Respondere a sus preguntas con sinceridad. No mentire. Si me piden mi opinion personal, la dare con suma prudencia. No hare conjeturas ni ofrecere informacion que no me exijan. Y naturalmente no tratare de sacarle las castanas del fuego a la policia; Dios sabe que les pagan mas que suficiente. Recordare que siempre se esta a tiempo de anadir algo a lo que uno dice, pero que las palabras ya pronunciadas no pueden retirarse. Eso es lo que me propongo hacer. Aunque es probable que mi arrogancia y mi curiosidad desmedida me impidan seguir mis propios consejos cuando Dalgliesh y sus secuaces se dignen llamarme.

– En resumen, me aconseja que no mienta pero que tampoco revele mas de lo que me piden -concluyo Emma-; que espere a que me interroguen y luego responda con sinceridad.

– Algo asi.

Entonces le hizo una pregunta que deseaba formularle desde que se habian conocido. Resultaba curioso que ese le pareciese el momento oportuno.

– Usted no siente simpatia por la gente del seminario, ?verdad? ?Se debe a que no es creyente o a que piensa que tampoco lo son ellos?

– Oh, no, ellos si que lo son. El problema es que lo que creen se ha vuelto irrelevante. No me refiero a las ensenanzas morales; del legado judeocristiano se deriva la civilizacion occidental, y deberiamos estar agradecidos por ello. No obstante, la Iglesia a la que sirven agoniza. Cada vez que contemplo El juicio final intento entender lo que significo para los hombres del siglo xv. Cuando la vida es dura, corta y llena de dolor, uno necesita la esperanza del cielo; cuando no hay leyes eficaces, uno necesita el elemento disuasorio del infierno. La Iglesia les brindaba consuelo, iluminacion, paz, cuadros, historias y la ilusion de una vida eterna. El siglo xxi ofrece otras compensaciones: el futbol, por ejemplo. En el hay rito, color, accion y la sensacion de pertenecer a un grupo; el futbol tambien tiene sumos sacerdotes e incluso martires. Y luego estan las compras, el arte, la musica, los viajes, el alcohol, las drogas… Cada uno de nosotros cuenta con sus propios recursos para mantener a raya los dos grandes horrores de la vida humana: el tedio y la certeza de que vamos a morir. Y ahora, Dios nos asista, tenemos Internet. Pornografia a raudales con solo pulsar unas cuantas teclas. Todo esta alli, tanto si quiere ponerse en contacto con una banda de pederastas como si desea aprender a fabricar una bomba para librarse de la gente que odia. Ademas, por supuesto, constituye una mina de otra clase de datos, algunos incluso fidedignos.

– ?Y cuando todas esas cosas fallan? -pregunto Emma-. ?Hasta la musica, la poesia, el arte?

– Entonces, querida, uno debe recurrir a la ciencia. Si preveo que mi final sera desagradable, echare mano de la morfina y la compasion de mi medico. O quiza me adentre en el mar y contemple por ultima vez el cielo.

– ?Por que sigue aqui? O mas bien, ?por que acepto este empleo?

– Porque me gusta ensenar griego a jovenes inteligentes. ?Por que es usted profesora universitaria?

– Porque me gusta ensenar literatura inglesa a jovenes inteligentes. Aunque esa es una respuesta parcial. En ocasiones me pregunto hacia donde voy. Seria agradable realizar una obra creativa y original en lugar de limitarme a analizar la creatividad de otros.

– ?Atrapada en la espesura de la selva academica? Yo me he guardado bien de internarme en ella. Este lugar es ideal para mi. Tengo suficiente dinero ahorrado para permitirme trabajar a tiempo parcial. Llevo otra vida en Londres; los sacerdotes de Saint Anselm no la aprobarian, pero a mi me estimulan los contrastes. Tambien preciso de paz para escribir y meditar, y aqui la he encontrado. Nunca recibo visitas. Mantengo a la gente alejada con la excusa de que solo dispongo de una habitacion. Como en el seminario si lo deseo, con la garantia de que disfrutare de platos excelentes, un vino aceptable, cuando no memorable y una conversacion a menudo interesante y rara vez aburrida. Me gusta dar paseos solitarios, y la desolacion de esta costa me va como anillo al dedo. Disfruto de alojamiento y comida gratis, y el seminario me paga un sueldo ridiculo a cambio de una ensenanza de calidad que no podrian permitirse de otra manera. Por culpa del asesino, todo esto se acabara. Empieza a caerme mal.

– Lo peor es saber que podria ser cualquiera de los que estan aqui, alguien que conocemos.

– Un trabajo interno, como diria nuestra querida policia. ?Acaso existe otra posibilidad? Vamos, Emma, usted no es una cobarde. Afronte la verdad. ?Que ladron iba a conducir en la oscuridad y en una noche de tormenta hasta una iglesia remota que dificilmente estaria abierta con el fin de robar las monedas del cepillo? Y el circulo de sospechosos no es grande. Usted queda descartada, querida. El primero en llegar al escenario del crimen siempre despierta sospechas en las novelas policiacas, a las que, dicho sea de paso, nuestros sacerdotes son muy aficionados, pero me atrevo a asegurarle que su inocencia no esta en entredicho. Eso nos deja con los cuatro seminaristas que estaban anoche en el seminario y siete personas mas: los Pilbeam, Surtees y su hermana, Yarwood, Stannard y yo. Doy por sentado que ni siquiera Dalgliesh sospecha de nuestros representantes de Dios, aunque probablemente los tenga en cuenta, sobre todo si recuerda las palabras de Pascal: «Los hombres nunca hacen el mal con mayor eficacia y ligereza que cuando actuan guiados por una conviccion religiosa.»

– Sin duda podemos eliminar a los Pilbeam, ?no? -murmuro Emma, que no queria hablar de los sacerdotes.

– Reconozco que cuesta imaginarlos en el papel de asesinos, pero lo mismo sucede con todos. Sin embargo, me horroriza pensar en una excelente cocinera cumpliendo cadena perpetua. De acuerdo, descartemos a los Pilbeam.

Emma estaba a punto de decir que debian excluir tambien a los cuatro seminaristas, pero se contuvo. Temia la respuesta de Gregory.

– Usted tampoco es un sospechoso, ?no? -senalo en cambio-. No tenia motivos para odiar al archidiacono. De hecho, su asesinato tal vez ocasione el cierre definitivo de Saint Anselm. Y es lo ultimo que usted querria, ?no?

– De todas maneras iban a cerrarlo. Es un milagro que haya permanecido abierto tanto tiempo. Pero esta en lo cierto, no tenia motivos para desear la muerte de Crampton. Si fuese capaz de matar a alguien, y no lo soy excepto en defensa propia, probablemente escogeria a Sebastian Morell.

– ?Al padre Sebastian? ?Por que?

– Un antiguo rencor. Impidio que me convirtiese en miembro de la junta rectora de All Souls College. Ahora no me importa, pero en su momento me afecto mucho. Vaya si me afecto. Escribio una ponzonosa critica de mi ultimo libro en la que insinuaba que habia cometido plagio. Y no era verdad; se trataba solo de una de esas coincidencias de frases e ideas que se producen de vez en cuando. Aun asi, el escandalo no me favorecio.

– ?Que horror!

– No es para tanto. Esas cosas pasan; usted ha de saberlo. Es la pesadilla de todo escritor.

– Pero ?por que lo contrato para este empleo? Es imposible que olvidase aquel asunto.

– Nunca lo menciono. Y no es imposible que lo olvidara. Aunque para mi fuese importante, es obvio que para el no lo fue. Aun si lo recordaba cuando solicite mi puesto, dudo que le hubiera preocupado; no iba a desperdiciar la oportunidad de fichar a un excelente profesor para Saint Anselm por poco dinero. -Gregory miro a Emma, que se quedo callada y con la cabeza gacha-. Tome otra taza de cafe. Luego me contara los ultimos cotilleos de Cambridge.

18

Cuando Dalgliesh llamo para citar a George Gregory en la casa San Mateo, el profesor dijo:

– Preferiria que me interrogasen aqui. Estoy esperando una llamada de mi agente y ella solo tiene este

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