– ?Como reacciono ante la noticia?

– De manera complicada. Supongo que inicialmente con horror e incredulidad. No conocia al archidiacono, asi que no tenia motivos para experimentar dolor o pesar. Ese numerito de la biblioteca fue extraordinario, ?no? Nadie como Morell para organizar algo asi. Me imagino que se le habra ocurrido a el. Alli estabamos todos, unos sentados y otros de pie, como una familia mal avenida esperando la lectura de un testamento. He dicho que mi primera reaccion fue de horror y es verdad. Senti horror, pero no sorpresa. Cuando entre en la biblioteca y vi la cara de Emma Lavenham, comprendi que habia ocurrido algo grave. Creo que intui lo que Morell iba a contarnos.

– ?Sabia que en Saint Anselm no apreciaban en exceso las visitas del archidiacono?

– Procuro mantenerme al margen de la politica del seminario; las instituciones pequenas y aisladas como esta son un buen caldo de cultivo para los chismorreos y las insinuaciones maliciosas. Aun asi, no soy ciego ni sordo. Creo que casi todos sabemos que el futuro de Saint Anselm es incierto y que el archidiacono Crampton estaba empenado en que lo cerrasen cuanto antes.

– ?Y a usted le molestaria que eso ocurriera?

– No me gustaria, pero poco despues de llegar aqui me percate de que existia esa posibilidad. Sin embargo, teniendo en cuenta la lentitud con que realiza sus gestiones la Iglesia anglicana, pense que estaria a salvo durante al menos diez anos mas. Lamentare perder la casa, sobre todo porque pague la construccion de este anexo. Es un sitio idoneo para mi trabajo y no lo abandonare de buena gana. Claro que es posible que no tenga que marcharme, desde luego. No se que piensa hacer la Iglesia con el edificio, pero no les resultara facil venderlo. Tal vez pueda comprar la casa. Todavia es pronto para pensar en ello; ni siquiera se si pertenece a las autoridades de la Iglesia o a la diocesis. Soy completamente ajeno a ese mundo.

O bien ignoraba las disposiciones testamentarias de la senorita Arbuthnot o intentaba ocultar lo que sabia. Como al parecer no habia mas informacion que intercambiar, Gregory hizo ademan de levantarse. Sin embargo, Dalgliesh no habia terminado.

– ?Ronald Treeves era alumno suyo? -pregunto.

– Desde luego. Enseno griego clasico y hebreo a todos los ordenandos, salvo a aquellos que se graduaron en lenguas clasicas. Treeves habia estudiado geografia, de manera que estaba siguiendo el curso de tres anos y habia empezado de cero con el griego. Vaya, habia olvidado que usted vino aqui para investigar su muerte. Ha perdido toda trascendencia en comparacion con esta, ?no? Bueno, siempre fue intrascendente; como supuesto asesinato, quiero decir. El dictamen mas logico habria sido el de suicidio.

– ?Fue esa su conclusion cuando vio el cadaver?

– Es la conclusion a la que llegue en cuanto dispuse de tiempo para pensar con claridad. Lo que me convencio fue la ropa doblada. Un joven que se propone trepar a un acantilado no pliega su sotana y su capa con un esmero ritual. Vino aqui para una clase particular el viernes por la tarde, antes de las completas, y lo vi igual que siempre; no estaba especialmente alegre, pero eso no era raro en el. No recuerdo que entablaramos una conversacion que no guardase relacion con la traduccion en la que estaba trabajando. Me fui a Londres justo despues y pase la noche en mi club. Cuando volvia el sabado por la tarde, la senora Munroe me detuvo en el camino.

– ?Como era Ronald? -inquirio Kate.

– ?Treeves? Impasible, trabajador, inteligente…, aunque quiza no tanto como el creia. Tambien era inseguro y sorprendentemente intolerante para su edad. Creo que su padre desempenaba un papel preponderante en su vida. Supongo que eso explica su eleccion de carrera: si no eres capaz de suceder a papa en su campo, al menos debes mostrarte lo menos complaciente posible a la hora de escoger profesion. De todos modos, nunca hablamos de su vida privada. Me he impuesto la norma de no involucrarme en los asuntos de los estudiantes. En una facultad pequena como esta, eso suele conducir al desastre. Estoy aqui para ensenar griego y hebreo, no para ahondar en la mente de mis alumnos. Cuando digo que necesito intimidad, me refiero tambien a que necesito protegerme de la carga de la personalidad humana. A proposito, ?cuando saldra a la luz publica el asesinato? Me imagino que habremos de prepararnos para el habitual asedio de la prensa.

– Sera imposible mantenerlo en secreto indefinidamente, desde luego -admitio Dalgliesh-. El padre Sebastian y yo hemos estado estudiando como podria ayudarnos el Departamento de Relaciones Publicas. Organizaremos una conferencia de prensa en cuanto tengamos algo que decir.

– ?Y no hay inconveniente en que me vaya a Londres hoy?

– No estoy autorizado para impedirselo.

Gregory se levanto despacio.

– Creo que de todas maneras cancelare la comida de manana. Tengo el palpito de que esto me deparara mas emociones que una tediosa discusion sobre los pecadillos de mi editor y los detalles de mi nuevo contrato. Supongo que preferira que no explique los motivos del cambio de planes.

– Seria conveniente en estos momentos.

Gregory ya se dirigia hacia la puerta.

– Es una pena. Disfrutaria comentando que no voy a Londres porque soy sospechoso de asesinato. Adios, comisario. Si me necesita, ya sabe donde encontrarme.

19

La brigada termino el dia como lo habia empezado, reunida en la casa San Mateo. Ahora, sin embargo, estaban en la sala mas comoda, sentados en el sofa y en los sillones y tomando el ultimo cafe del dia. Habia llegado el momento de evaluar los progresos. Habian averiguado la hora y la procedencia de la llamada a la senora Crampton. Su autor habia utilizado el telefono publico adosado a la pared del pasillo contiguo a la sala de la senora Pilbeam. Eso confirmaba lo que sospechaban desde el principio: que el asesino procedia de Saint Anselm.

Piers, que se habia ocupado de investigar la llamada, observo:

– Si estamos en lo cierto y esa misma persona telefoneo mas tarde al movil del archidiacono, todos los que asistieron a las completas quedarian libres de sospecha. Eso nos deja con Surtees y su hermana, Gregory, el inspector Yarwood, los Pilbeam y Emma Lavenham. Dudo que alguno de nosotros vea a la doctora Lavenham como posible asesina, y ya hemos descartado a Stannard.

– No del todo -apunto Dalgliesh-. Carecemos de mecanismos legales para retenerlo y yo estoy completamente seguro de que no sabe como murio Crampton. Pero eso no significa que no se hallara implicado. Aunque se ha marchado de Saint Anselm, no debemos olvidarnos de el.

– Hay algo mas -dijo Piers-. Arbuthnot llego a la sacristia justo a tiempo para las completas. Oi esa informacion de boca del padre Sebastian, que naturalmente no estaba al tanto de su importancia. Robbins y yo hemos efectuado una comprobacion, senor. Los dos corrimos desde la puerta del claustro sur y cruzamos el patio en diez segundos. Tuvo tiempo de hacer la llamada y entrar en la iglesia a las nueve y media en punto.

– Habria sido muy arriesgado, ?no? -senalo Kate-. Podria haberlo visto alguien.

– ?En la oscuridad? ?Con la debil luz de los claustros? ?Y quien iba a verlo? Estaban todos en la iglesia. No entranaba un riesgo importante.

– Me pregunto si no sera prematuro descartar a todos los que estuvieron en la iglesia, senor -intervino Robbins-. Supongamos que Cain tenia un complice. No hay indicios de que el asesino actuase solo. Nadie de los que se hallaban en la iglesia antes de las nueve y veintiocho pudo hacer la llamada, y sin embargo eso no prueba que alguno de ellos no estuviese involucrado en el asesinato.

– ?Una conspiracion? -pregunto Piers-. Bueno, es posible. Varias personas lo odiaban. Quiza fuesen un hombre y una mujer. Cuando Kate y yo interrogamos a los Surtees, percibimos que ocultaban algo. Eric estaba visiblemente asustado.

El unico sospechoso que habia revelado algo interesante era Karen Surtees. Habia asegurado que ni ella ni su hermano habian salido de San Juan en ningun momento de la noche. Se habian acostado a las once, despues de ver un rato la television. Cuando Kate la habia interrogado sobre la posibilidad de que alguno de los dos hubiese salido de la casa sin que el otro se enterase, habia contestado: «Esa es una forma muy grosera de preguntarnos si salimos en medio de la tormenta para asesinar al archidiacono. Pues no lo hicimos. Eric no podria haber salido de la casa sin que yo lo notase. Para su informacion, dormimos en la misma cama. En realidad soy su

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