numero. Detesto los telefonos moviles. -A Dalgliesh le extrano que alguien aguardase una llamada profesional en domingo-. Habiamos acordado que manana comeriamos juntos en Londres, en el Ivy -anadio Gregory, como si intuyera su escepticismo-. Ahora sospecho que no me sera posible acudir a la cita, o que quiza no resulte conveniente. He intentado localizarla, pero no lo he conseguido. Le he dejado un mensaje en el contestador pidiendole que me llame. Naturalmente, si no consigo hablar con ella hoy o manana a primera hora, habre de viajar a Londres. Supongo que no me pondran objeciones.

– Por el momento no veo ninguna razon para ello -dijo Dalgliesh-. Aunque preferiria que todo el mundo permaneciese en Saint Anselm por lo menos hasta que terminemos con la primera parte de la investigacion.

– Le aseguro que no pretendo huir. Mas bien al contrario; a uno no se le presentan muchas ocasiones de vivir indirectamente la emocion de un asesinato.

– No creo que la senorita Lavenham comparta su satisfaccion ante esta experiencia -comento Dalgliesh.

– Ah, claro que no, pobre chica. Pero ella ha visto el cadaver. Sin ese terrible impacto visual, el asesinato provoca un atavico placer morboso; parece mas un episodio de una novela de Agatha Christie que un hecho real. En teoria, el terror imaginado cala mas hondo que el verdadero, aunque no creo que eso se aplique a un homicidio. Estoy seguro de que quien ha visto a una persona asesinada jamas consigue borrar esa imagen de su mente. Entonces ?vendra usted? Gracias.

La observacion de Gregory, aunque brutalmente insensible, no era del todo erronea. Arrodillado junto al cadaver de la primera e inolvidable victima, en sus tiempos de detective bisono y recien incorporado al CID, Dalgliesh habia descubierto la fuerza destructiva del asesinato con una mezcla de horror, ira y compasion. Ahora se pregunto como lo estaria sobrellevando Emma Lavenham y si podia o debia hacer algo por ella. Tal vez no. Cabia la posibilidad de que lo interpretase como una intromision o una muestra de paternalismo. Le habia pedido que no hablara de lo que habia visto en la iglesia con nadie, salvo con el padre Martin, y este, pobre hombre, seguramente necesitaba mas consuelo y apoyo de lo que se hallaba en condiciones de ofrecer a otros. Desde luego, nada le impedia marcharse y llevarse el secreto consigo, pero ella no era de las que huyen. ?Por que estaba tan seguro de eso si apenas la conocia? Aparto ese problema de su mente con resolucion y se concentro en la tarea que se traia entre manos.

No le molesto ir a San Lucas para ver a Gregory. No albergaba la intencion de interrogar a los seminaristas en sus habitaciones cuando a ellos les conviniese; era mas apropiado, practico y expeditivo que compareciesen ante el. Sin embargo, Gregory se encontraria mas comodo en su territorio, y los sospechosos bajaban la guardia con mas facilidad cuando se relajaban. Ademas, se descubrian mas cosas sobre un testigo mediante un discreto escrutinio de su entorno que con una docena de preguntas directas. Los libros, los cuadros y la disposicion de los muebles a menudo proporcionaban un testimonio mas revelador que las palabras.

Mientras el y Kate seguian a Gregory a la sala, Dalgliesh se sorprendio una vez mas de la singularidad de cada una de las tres casas ocupadas: la alegre confortabilidad domestica de los Pilbeam; la pulcra sala de trabajo de Surtees, con su olor a madera, aguarras y pienso, y ahora un lugar que a todas luces constituia el espacio vital de un academico, tambien obsesivamente ordenado. La vivienda estaba acondicionada en funcion de los dos intereses principales de Gregory: la literatura y la musica clasicas. Unas estanterias cubrian las paredes de la estancia del frente desde el suelo hasta el techo, excepto por un espacio situado encima de la ornamentada chimenea victoriana, donde habia una reproduccion del Arco de Constantino de Piranesi. Por lo visto, para Gregory era importante que la altura de los estantes se correspondiese exactamente con la de los libros -una mania que Dalgliesh compartia-, lo que en conjunto obraba el efecto de una habitacion engalanada con la armoniosa suntuosidad del suave brillo dorado y el cuero marron de los lomos. Debajo de la ventana, en la que a falta de cortina una persiana de madera tamizaba la luz, habia un escritorio de roble natural equipado con un ordenador y una practica silla de oficina.

Cruzaron una puerta para pasar al anexo, una galeria construida fundamentalmente de cristal y tan ancha como la casa. Ahi estaba el salon de Gregory, amueblado con ligeros pero comodos sillones de mimbre, un sofa, una mesa auxiliar y otra grande y circular situada al fondo sobre la que descansaban varios libros y revistas. Incluso estos se encontraban en perfecto orden, aparentemente apilados segun su tamano. En el techo y los costados de vidrio habian instalado persianas venecianas que, a juicio de Dalgliesh, resultarian imprescindibles en verano. En la estancia, orientada al sur, reinaba una temperatura agradablemente calida incluso en esa epoca. Desde ahi se abarcaban una inhospita extension de matorrales, las lejanas copas de los arboles que rodeaban la laguna y, al este, la acerada superficie del mar del Norte.

Los bajos sillones de mimbre no eran ideales para un interrogatorio policial, pero no habia otro sitio donde sentarse. Gregory se acomodo en el sillon que daba al sur, se reclino y extendio las piernas como si se dispusiese a pasar un rato tranquilo en un club social.

Dalgliesh comenzo con preguntas cuyas respuestas conocia ya por los expedientes personales, aunque el de Gregory contenia menos informacion que los de los seminaristas. El primer documento, una carta del Keble College, Oxford, dejaba claro a traves de que medios habia llegado a Saint Anselm. Dalgliesh, que poseia una memoria prodigiosa para la letra impresa, la recordo con facilidad.

Ahora que Bradley por fin se ha retirado (?como habeis logrado convencerlo?), se rumorea que estais buscando un sustituto. Me pregunto si habeis pensado en George Gregory. Tengo entendido que actualmente esta ocupado en una nueva traduccion de Euripides y que le gustaria encontrar un empleo a tiempo parcial, preferiblemente en el campo, donde pudiese continuar con su trabajo en paz. No conseguireis a nadie con mayores meritos academicos, desde luego, y esta dotado para la ensenanza. La suya es la tipica historia del erudito que nunca alcanza su pleno potencial. No es el mas afable de los hombres, pero creo que os serviria. El viernes cenamos juntos aqui y tocamos este tema. Aunque no le prometi nada, le asegure que averiguaria en que situacion estabais. Supongo que habra que negociar con el el asunto del dinero, pero no es lo que mas le importa. Lo que busca por encima de todo es intimidad y paz.

Ahora Dalgliesh dijo:

– Usted llego aqui en 1995, invitado por el seminario.

– Podria decirse que fui el resultado de una intensa busqueda. El seminario necesitaba un profesor de griego clasico con experiencia y conocimientos de hebreo. Yo queria un puesto docente a tiempo parcial, preferiblemente en el campo y con alojamiento. Dispongo de una casa en Oxford, pero esta alquilada. El inquilino es responsable y el alquiler, alto. No me gustaria desbaratar esta situacion. El padre Martin habria considerado que nuestro encuentro fue providencial; el padre Sebastian lo vio mas como un ejemplo de su poder para manejar los acontecimientos a su conveniencia y a la del seminario. Si bien no puedo hablar por Saint Anselm, creo que ninguna de las dos partes ha lamentado el trato.

– ?Cuando conocio al archidiacono Crampton?

– En su primera visita, hace unos tres meses, cuando lo nombraron miembro del consejo de administracion. No recuerdo la fecha exacta. Estuvo aqui de nuevo hace dos semanas y volvio a venir ayer. En la segunda ocasion se tomo la molestia de buscarme para preguntarme cuales pensaba que eran los terminos precisos de mi contrato. Creo que si no se lo hubiese impedido me habria sermoneado sobre mis convicciones religiosas, o la falta de ellas. Lo remiti a Sebastian Morell para que resolviese la primera cuestion con el, y en la segunda me mostre lo bastante desatento como para empujarlo a buscar victimas mas complacientes… como Surtees, supongo.

– ?Y en esta ultima visita?

– Solo lo vi anoche, en la cena. No fue un acontecimiento particularmente festivo, pero usted se hallaba presente, de manera que habra visto y oido lo mismo que yo, o quiza mas. Despues de cenar, me marche antes del cafe y regrese aqui.

– ?Y que hizo durante el resto de la noche, senor Gregory?

– Lo pase en esta casa. Lei un poco y corregi media docena de trabajos de clase. Luego escuche musica, concretamente Wagner, y me fui a la cama. Y para ahorrarle la pregunta, le dire que no sali en ningun momento de la noche. No vi a nadie ni oi nada, salvo el sonido de la tormenta.

– ?Y cuando se entero del asesinato del archidiacono?

– A las siete menos cuarto me llamo Raphael Arbuthnot para informarme de que el padre Sebastian habia convocado a todos los residentes a una reunion de urgencia que se celebraria a las siete y media en la biblioteca. No me dio explicaciones, de manera que no supe lo del asesinato hasta que estuvimos todos reunidos.

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