– De todas maneras es posible que el lugar te traiga recuerdos dolorosos -senalo Kate, sin desviar la vista de la carretera.
– Lo doloroso fue lo que sufrio mama antes de entrar en la clinica. -Despues de una larga pausa, anadio-: Henry James llamaba a la muerte «ese algo distinguido».
«Ay, Dios -penso Kate-. Primero Dalgliesh con su poesia, luego Piers con sus conocimientos sobre Richard Hooker, ?y ahora resulta que Robbins lee a Henry James! ?Por que nunca me envian a un sargento cuya idea de un reto literario consista en tragarse una novela de Jeffrey Archer?»
– Tuve un novio, un bibliotecario, que quiso ensenarme a apreciar a Henry James -dijo-. Cuando llegaba al final de una frase, habia olvidado como comenzaba. ?Recuerdas esa critica de que algunos escritores pegan bocados mas grandes de lo que son capaces de masticar? Pues Henry James mastica mas de lo que muerde.
– Yo solo he leido
– Suena bien, pero falta a la verdad. La muerte es como el nacimiento, dolorosa, sucia y poco digna. Al menos la mayor parte de las veces.
«Quiza sea mejor asi -penso-. Nos recuerda que somos animales. Tal vez nos iria mejor si intentaramos comportarnos como buenos animales en lugar de como dioses.»
Permanecieron un buen rato callados.
– La muerte de mama no fue poco digna -replico Robbins entonces.
«Bueno, que suerte», penso Kate.
Encontraron la clinica sin dificultad. Se hallaba a las afueras del pueblo, en la misma parcela que una solida casa de ladrillo. Un cartel les indico el camino al aparcamiento, a la derecha de la casa. Detras se alzaba la clinica, un moderno edificio de una sola planta y con jardin delantero, donde dos arriates circulares con una variedad de arbustos perennes y brezos componian una osada exhibicion de verdes, purpuras y dorados.
La zona de recepcion provocaba una inmediata impresion de luz, flores y diligencia. Habia dos personas ante el mostrador: una mujer que llevaba a cabo gestiones para sacar a su marido a dar un paseo en coche al dia siguiente y un sacerdote, que aguardaba con paciencia. Alguien paso empujando el cochecito de una nina pequena, con su calva cabeza ridiculamente adornada con un lazo rojo. La pequena se volvio y observo a Kate sin curiosidad. Otra nina, acompanada por una mujer que obviamente era su madre, entro con un perrito en las manos.
– Hemos traido a
Una enfermera con delantal rosado y una tarjeta de identificacion en el pecho cruzo el vestibulo sosteniendo a un hombre escualido. Los visitantes entraban con flores y bolsas, saludando con alegria al personal. Kate esperaba toparse con una atmosfera de calma reverencial, no este intenso trajin ni un edificio funcional que cobraba vida con las idas y venidas de gente que se comportaba como en su casa.
Cuando la mujer de cabello sano y sin uniforme que atendia en la recepcion se volvio hacia ellos, miro la placa de Kate como si la llegada de dos miembros de la Policia Metropolitana constituyera un hecho rutinario.
– Ha llamado antes, ?verdad? -dijo-. La senorita Whetstone, la supervisora, les recibira. Su oficina esta por ahi; sigan todo recto.
La senorita Whetstone los aguardaba a la puerta. O bien estaba acostumbrada a que sus visitas llegasen puntualmente, o poseia un oido extraordinariamente agudo y se habia enterado de su llegada. Los hizo pasar al despacho, donde las paredes eran en sus tres cuartas partes de cristal. Situado en el centro del hospital, daba a dos pasillos que se prolongaban hacia el norte y el sur. Desde la ventana este se abarcaba un jardin que a Kate le parecio mas institucional que la propia clinica. Contemplo el cuidado cesped, los bancos de madera situados a intervalos regulares a lo largo de los senderos de piedra y unos arriates escrupulosamente espaciados, donde los prietos pimpollos de rosa ponian una nota de color entre los desnudos arbustos.
La senorita Whetstone les senalo un par de sillas, se sento detras del escritorio y les dedico la alentadora sonrisa de una maestra de escuela que recibe a unos alumnos poco prometedores. Era una mujer baja, de busto grande y grueso cabello, cuyo flequillo recortado caia sobre unos ojos que, segun intuyo Kate, no dejaban escapar nada aunque juzgaban con deliberada caridad. Llevaba un uniforme de color azul claro, un cinturon con la hebilla plateada y un distintivo prendido a la pechera. Pese a la atmosfera de informalidad, saltaba a la vista que Ashcombe House creia en las jerarquias y en las ventajas de contar con una supervisora a la vieja usanza.
– Estamos investigando la muerte de un estudiante del seminario de Saint Anselm -explico Kate-. Margaret Munroe, que fue enfermera aqui antes de irse al seminario, fue quien encontro el cuerpo. No hay nada que sugiera que estuvo involucrada en la muerte del joven, pero dejo un diario en el que describe en detalle el descubrimiento del cadaver. En una anotacion posterior, menciona que la tragedia le recordo algo sucedido doce anos antes. Por lo visto, era un asunto que le preocupaba. Nos gustaria averiguar de que se trataba. Puesto que hace doce anos trabajaba aqui, cabe la posibilidad de que fuese algo que ocurrio en este lugar: alguien a quien conocio o un paciente al que cuidaba. Nos preguntabamos si nos autorizaria a echar un vistazo en sus archivos, o si seria posible hablar con algun miembro del personal que la conociera.
Kate habia ensayado mentalmente su discurso durante el viaje, seleccionando, descartando o sopesando cada palabra o frase que se le ocurria. Deseaba aclarar la situacion tanto para si misma como para la senorita Whetstone. Antes de salir habia estado a punto de preguntarle a Dalgliesh que debia buscar exactamente, pero no habia querido manifestar confusion, ignorancia o disgusto por la tarea.
Como si hubiese intuido lo que pensaba, Dalgliesh habia dicho:
– Hace doce anos sucedio algo importante. En ese entonces Margaret Munroe era enfermera en Ashcombe House. Y hace doce anos, el 30 de abril de 1988, Clara Arbuthnot murio en esa clinica. Los hechos podrian guardar relacion entre si o no. La envio en una mision que semeja mas a una excursion de pesca que a una investigacion propiamente dicha.
– Comprendo que quizas exista una conexion entre la muerte de Ronald Treeves, comoquiera que sucediese, y la de la senora Munroe -comento Kate-. Lo que aun no entiendo es que vinculo hay entre esos acontecimientos y el asesinato del archidiacono.
– Tampoco yo, Kate, pero tengo el palpito de que las tres muertes estan relacionadas. Aunque tal vez no directamente, si de alguna manera. Tambien es posible que a Margaret Munroe la asesinaran. En tal caso, su muerte estaria ligada a la de Crampton. Dudo que haya dos asesinos sueltos en Saint Anselm.
En su momento, esa explicacion le habia parecido verosimil. Ahora, al terminar su breve y preparado discurso, la asaltaron de nuevo las dudas. ?Se habia excedido al ensayar su perorata? ?Habria debido confiar en su inspiracion? La mirada clara y esceptica de la senorita Whetstone no la ayudo a despejarlas.
– Veamos si he entendido bien, inspectora. Margaret Munroe murio recientemente de un ataque al corazon, dejando un diario en el que menciona un importante hecho de su vida sucedido hace doce anos. Ahora usted desea saber de que se trataba porque lo asocia con cierta investigacion policial. Dado que ella trabajaba aqui hace doce anos, sugiere que ese hecho podria tener algo que ver con la clinica. Espera encontrar algun dato util en nuestros archivos o hablar con alguien que la conociera y recordase incidentes de hace doce anos.
– Ya se que es una posibilidad remota -reconocio Kate-, pero la anotacion esta en su diario y debemos seguirle la pista.
– En conexion con un joven que aparecio muerto. ?Fue una muerte provocada?
– No hay indicios de ello, senorita Whetstone.
– Sin embargo, en Saint Anselm se produjo una muerte mas reciente. Las noticias vuelan por aqui. Alguien asesino al archidiacono Crampton. ?Esta visita esta relacionada con ese caso?
– No tenemos motivos para pensarlo. Nuestro interes por el diario surgio antes de la muerte del archidiacono.
– Ya veo. Bien, es nuestra obligacion colaborar con la policia y no voy a negarme a que examinen el expediente de la senora Munroe ni a transmitirles cualquier informacion que pueda ayudarles, siempre y cuando considere que a ella no le molestaria si viviera. No creo que encuentren nada relevante. En Ashcombe House suceden a diario acontecimientos importantes, entre ellos la muerte y el consiguiente dolor de los deudos.
– De acuerdo con nuestros datos, una paciente de ustedes, la senorita Clara Arbuthnot, murio aqui un mes antes de que la senora Munroe se incorporase a la plantilla -dijo Kate-. Nos gustaria comprobar las fechas. Queremos saber si por casualidad las dos mujeres se conocieron.
– Eso es poco probable, a menos que ocurriera fuera de la clinica. Sin embargo, les confirmare las fechas.