– Siempre procuro evitar estos sitios -dijo Piers mientras se dirigian hacia la sala-. Contagian infecciones que los medicos no saben curar, y si las visitas que uno recibe no lo dejan agotado, lo hacen las de los demas. Es imposible dormir bien y la comida resulta asquerosa.

Al mirarlo, Dalgliesh sospecho que sus palabras destilaban una repugnancia mas profunda, cercana a una fobia.

– Los medicos son como la policia -observo-. Uno no piensa en ellos hasta que los necesita, y entonces espera que obren milagros. Quiero que aguarde fuera mientras hablo con Yarwood, al menos al principio. Si preciso de un testigo, lo llamare. Tendre que actuar con tacto.

Un residente ridiculamente joven, con el fonendoscopio de rigor alrededor del cuello, confirmo que el inspector Yarwood se encontraba lo bastante bien para responder a sus preguntas y los envio a una pequena sala lateral. Un policia uniformado montaba guardia en la puerta. Al verlos, se levanto y se puso en posicion de firmes.

– Agente Lane, ?verdad? -pregunto Dalgliesh-. Creo que su presencia sera innecesaria una vez que haya hablado con el inspector Yarwood. Supongo que se alegrara de marcharse.

– Si, senor, andamos muy cortos de personal.

Y quien no, se dijo Dalgliesh.

La cama de Yarwood estaba situada frente a una ventana con vistas a los tejados de los suburbios, unificados por las ordenanzas municipales. El paciente tenia una pierna suspendida en el aire, sujeta a una polea. Despues de que coincidieran en Lowestoft, el comisario solo lo habia visto brevemente una vez en Saint Anselm. Entonces le habia sorprendido su gesto de cansado conformismo. Ahora parecia haber encogido, y el cansancio habia cedido el paso a la derrota. Los hospitales se apropian de algo mas que el cuerpo, penso Dalgliesh; nadie ejerce poder alguno desde estas camas estrechas y funcionales. Yarwood habia empequenecido tanto desde el punto de vista fisico como espiritual, y sus tristes ojos reflejaban una mezcla de perplejidad y verguenza ante la fatalidad que habia precipitado su caida.

Fue imposible eludir la primera pregunta banal mientras se estrechaban la mano.

– ?Como se encuentra?

Yarwood no contesto directamente.

– Si Pilbeam y ese chico no hubiesen dado conmigo a tiempo, ahora estaria en el otro barrio. El fin de los sentimientos. El fin de la claustrofobia. Tanto mejor para Sharon, para los ninos y para mi. Lamento comportarme como un llorica. En aquella zanja, antes de perder el conocimiento, no experimente dolor ni inquietud; solo paz. No habria sido una mala muerte. Si quiere que le sea franco, senor Dalgliesh, hubiera preferido que me dejaran alli.

– Yo no. Ya ha habido suficientes muertes en Saint Anselm. -No le comunico la ultima.

Yarwood fijo la vista en los tejados.

– Ya no tendria que esforzarme por seguir adelante ni me sentiria como un maldito fracasado.

Dalgliesh busco unas palabras de consuelo con las que sabia que no atinaria.

– No olvide que por terrible que sea el infierno en el que este sumido ahora, no durara para siempre. Nada es eterno.

– Pero podria empeorar. Aunque me cueste creerlo, es posible.

– Solo si usted lo permite.

Yarwood tardo unos segundos en responder:

– Entiendo a que se refiere. Le pido perdon por haberle fallado. ?Que sucedio exactamente? Se que asesinaron a Crampton, pero nada mas. Veo que hasta el momento ha conseguido impedir que la noticia llegue a los periodicos nacionales, y en la radio local han sido muy escuetos al respecto. ?Como fue? Supongo que salio en mi busca despues de descubrir el cadaver y advirtio que habia desaparecido. Justo lo que necesitaba: que un asesino anduviese suelto mientras el unico hombre capacitado para prestarle ayuda profesional inmediata hacia todo lo posible para pasar por sospechoso. Aunque resulte extrano, no consigo interesarme por el caso ni superar mi indiferencia; yo, que fui un policia con fama de poner un celo exagerado en su trabajo. A proposito, yo no lo mate.

– Nunca lo he pensado. Crampton aparecio muerto en la iglesia, y de momento todo indica que acudio alli enganado. Si usted hubiera querido enzarzarse en una pelea violenta con el, le habria bastado con ir a su habitacion.

– Sin embargo, eso vale para todos los que se hallaban en el seminario.

– El asesino quiso incriminar a Saint Anselm. El archidiacono era la victima principal, mas no la unica. No creo que usted albergara semejantes propositos.

Se produjo un silencio. Yarwood cerro los ojos y removio nerviosamente la cabeza sobre la almohada.

– No -convino-, no lo deseo. Me encanta ese lugar. Y ahora tambien se ha venido abajo por mi culpa.

– No es tan facil lograr que Saint Anselm se venga abajo. ?Como conocio a los sacerdotes?

– Fue hace tres anos. Yo era sargento y acababa de incorporarme al cuerpo de Suffolk. El padre Peregrine habia chocado con un camion en la carretera de Lowestoft. Pese a que no hubo heridos, me vi obligado a interrogarlo. Es demasiado distraido para conducir bien, de modo que lo convenci de que renunciara al volante. Creo que los demas padres me estan agradecidos por ello. En fin, nunca me parecio que les molestaran mis visitas. No se que tiene ese lugar, pero me sentia distinto cuando iba alli. Cuando Sharon me abandono, empece a ir a la misa de los domingos. No soy un hombre religioso, asi que no me enteraba de lo que decian. De todas maneras, tampoco me importaba; simplemente me gustaba estar alli. Los padres me han tratado muy bien. No meten las narices en mi vida ni me piden que les haga confidencias; me aceptan como soy. He pasado por todo: medicos, psiquiatras, consejeros… Sin embargo, Saint Anselm es diferente. No, jamas les haria dano. Aun asi, hay un agente en la puerta de esta habitacion, ?no? No soy tonto. Quizas este un poco loco, pero no soy tonto. Me he roto la pierna, no la cabeza.

– El agente esta aqui para protegerlo. Yo no sabia lo que usted habia visto ni si podria presentar testimonio. Cabia la posibilidad de que alguien quisiera quitarlo de en medio.

– Eso suena exagerado, ?no?

– No quise correr riesgos. ?Recuerda lo que ocurrio el sabado por la noche?

– Si, al menos hasta el momento en que perdi el conocimiento en la zanja. Guardo una impresion muy confusa de la caminata, como si hubiese sido mas corta de lo que fue, pero conservo fresco en la memoria el resto. O por lo menos la mayor parte.

– Empecemos por el principio. ?A que hora salio de su habitacion?

– Hacia las doce menos cinco. La tormenta me desperto. Aunque habia estado dormitando, no habia llegado a conciliar un sueno profundo. Encendi la luz y consulte el reloj. Ya sabe lo que sucede cuando uno pasa una mala noche: esta deseando que sea mas tarde de lo que es, que llegue pronto la manana. Entonces me asalto el panico. Me quede paralizado de terror y empece a sudar. Tenia que salir de la habitacion, de Gregorio, de Saint Anselm. Me habria sentido igual en cualquier otro sitio. Por lo visto, me puse el abrigo sobre el pijama y los zapatos sin calcetines. No me acuerdo de eso. El viento no me preocupo; de hecho, en el estado en que me encontraba, me hizo bien. Habria salido incluso bajo una nevada y con el suelo cubierto por varios metros de nieve. Dios, ojala hubiera sido asi.

– ?Como abandono el recinto?

– Por la verja de hierro que se alza entre la iglesia y Ambrosio. Dispongo de una llave… Se la entregan a todos los huespedes. Aunque usted ya lo sabe.

– Encontramos la verja cerrada con llave -explico Dalgliesh-. ?Recuerda haber cerrado al salir?

– Debi de hacerlo, ?no? Es la clase de cosa que uno hace automaticamente.

– ?Vio a alguien cerca de la iglesia?

– A nadie. El patio estaba desierto.

– ?No oyo nada ni vio alguna luz, o la puerta de la iglesia abierta, por ejemplo?

– No oi nada aparte del viento y no recuerdo que hubiese luz en la iglesia. Si la habia, no la vi. Creo que habria notado que la puerta estaba abierta de par en par, pero no me hubiera fijado en ella si estaba entornada. Vi a alguien, aunque no cerca de la iglesia, sino antes, cuando pase por delante de Ambrosio. Era Eric Surtees. Estaba en el claustro norte, entrando en el edificio principal.

– ?No le extrano verlo alli?

– No mucho. No sabria describir lo que me pasaba por la cabeza en esos momentos. Respirar el aire fresco,

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