historia, estaban impacientes por contarla y se sometian al interrogatorio con una mezcla de arrogancia y bravuconeria que se llevaba por delante cualquier embarazosa manifestacion de culpa o temor.

Sin perder el tiempo en formalidades, fue al grano.

– El domingo, cuando mis subalternos lo interrogaron, usted aseguro que no habia salido de San Juan en ningun momento de la noche del sabado. Se lo preguntare otra vez. ?Estuvo en la iglesia o en el seminario despues de las completas del sabado?

Surtees echo un rapido vistazo a la ventana, como deseando escapar por ella, antes de obligarse a clavar la vista de nuevo en Dalgliesh. Contesto en un tono extranamente agudo.

– No, claro que no. ?Por que?

– Senor Surtees, un testigo lo vio entrar en Saint Anselm por el claustro norte poco despues de medianoche -dijo Dalgliesh-. Lo identificaron de forma inequivoca.

– No era yo. Debio de ser otra persona. Nadie puede haberme visto porque no estuve alli. Es mentira.

La confusa negativa debio de sonar poco convincente incluso para Surtees.

– ?Quiere que lo arrestemos por asesinato? -pregunto el comisario con notable paciencia.

Surtees parecio encogerse. Presentaba todo el aspecto de un nino. Despues de un silencio, dijo:

– De acuerdo, entre en el seminario. Me desperte y vi luz en la iglesia, asi que fui a investigar.

– ?A que hora vio luz?

– Hacia la medianoche, como ha dicho usted. Me levante para ir al bano y vi luz.

Kate hablo por primera vez.

– Sin embargo, todas las casas estan disenadas de igual manera, con los dormitorios y los cuartos de bano en la parte trasera. En su casa dan al noroeste. ?Como alcanzo a ver la iglesia?

Surtees se humedecio los labios.

– Tenia sed. Fui a buscar un vaso de agua y vi la luz por la ventana del salon. Al menos me parecio verla. Era muy tenue. Pense que debia salir a investigar.

– ?No se le ocurrio despertar a su hermana o telefonear al senor Pilbeam o al padre Sebastian? -inquirio Dalgliesh-. Hubiera sido lo mas natural.

– No queria molestarlos.

– Debe de ser muy valiente para salir solo en una noche de tormenta a enfrentarse con un posible ladron - opino Kate-. ?Que se proponia hacer cuando llegara a la iglesia?

– No lo se. No pensaba con claridad.

– Tampoco esta pensando con claridad ahora, ?verdad? -tercio Dalgliesh-. Pero continue. Segun usted fue a la iglesia. ?Que encontro alli?

– No entre. No podia porque no tenia llave. La luz continuaba encendida. Entre en la casa y fui a buscar las llaves al armario de la senorita Ramsey, pero cuando volvi al claustro norte la luz de la iglesia estaba apagada. - Ahora hablaba con mayor seguridad, y sus manos se habian relajado visiblemente.

Tras cambiar una mirada con Dalgliesh, Kate se hizo cargo del interrogatorio.

– ?Y que hizo entonces?

– Nada. Crei que me habia confundido respecto a la luz.

– Sin embargo antes habia estado muy seguro, de lo contrario no habria salido en medio de la tormenta, ?o si? Primero hay luz y luego se apaga misteriosamente. ?No se le ocurrio acercarse a la iglesia a ver que sucedia? Ese era su proposito al salir de casa, ?no?

– No me parecio necesario -farfullo Surtees-, puesto que ya no habia luz. Ya se lo he dicho; pense que me habia equivocado. -Y anadio-: Probe a abrir la puerta de la sacristia, pero estaba cerrada con llave, asi que me convenci de que no habia nadie dentro.

– Despues de que se encontrara el cuerpo del archidiacono, descubrimos que faltaba uno de los juegos de llaves de la iglesia. ?Cuantos habia cuando usted agarro uno?

– No lo recuerdo. No me fije. Estaba impaciente por salir del despacho. Sabia exactamente donde estaban las llaves y me limite a llevarme el juego mas cercano.

– ?Y no las devolvio?

– No. No quise entrar de nuevo en la casa.

Dalgliesh intervino con voz queda:

– En ese caso, ?donde estan ahora, senor Surtees?

Kate habia visto pocos sospechosos tan aterrorizados como este. La valiente fachada de esperanza y seguridad se desmorono, y Surtees se encorvo en la silla, con la cabeza gacha y tiritando de la cabeza a los pies.

– Voy a preguntarselo una vez mas -advirtio Dalgliesh-. ?Entro en la iglesia el sabado por la noche?

Surtees consiguio sentarse derecho e incluso fijar los ojos en los del comisario, y Kate tuvo la impresion de que el terror se transformaba en alivio. Estaba a punto de decir la verdad y se alegraba de poner fin a la angustia que le provocaba mentir. Ahora el y la policia estarian en el mismo bando. Aprobarian su conducta, lo absolverian, le dirian que entendian su posicion. Kate habia visto esa misma escena muchas veces.

– De acuerdo, entre en la iglesia -reconocio Surtees-. Pero yo no mate a nadie, lo prometo. ?No seria capaz! Juro por Dios que ni siquiera me acerque al archidiacono. Estuve alli menos de un minuto.

– ?Haciendo que? -pregunto Dalgliesh.

– Fui a buscar algo para Karen, una cosa que necesitaba. No tiene nada que ver con el archidiacono. Es un asunto privado.

– Senor Surtees, eso no nos vale -lo reprendio Kate-. En una investigacion de asesinato nada es privado. ?Para que entro en la iglesia?

Surtees miro a Dalgliesh como implorandole comprension.

– Karen necesitaba otra hostia consagrada. Tenia que estar consagrada. Me pidio que fuese a buscarla.

– ?Le pidio que la robase por ella?

– Ella no lo veia de esa manera. -Despues de una pausa, agrego-: Si, supongo que si. Aunque no fue culpa suya, sino mia. No tenia por que aceptar. No queria hacerlo; los padres siempre han sido buenos conmigo. Pero para Karen era importante y al final me convencio. Debia conseguirla este fin de semana porque la necesita para el viernes. Para ella no era mas que una hostia. Jamas me hubiera pedido que robase algo valioso.

– Pero una hostia es algo valioso, ?no? -replico Dalgliesh. Hubo otro silencio-. Cuenteme todo lo que sucedio la noche del sabado. Haga memoria y piense con claridad. Quiero todos los detalles.

Surtees se habia tranquilizado. Estaba mas erguido y el color habia vuelto a sus mejillas.

– Espere hasta muy tarde -comenzo-. Tenia que asegurarme de que todos dormian, o por lo menos estaban en sus habitaciones. Y la tormenta me fue de gran ayuda. Supuse que nadie saldria a dar un paseo. Sali a eso de las doce menos cuarto.

– ?Que llevaba puesto?

– Unos pantalones marrones de pana y una cazadora de piel. Nada de color claro. Pensamos que seria mas seguro usar ropa oscura, pero tampoco iba disfrazado.

– ?Llevaba guantes?

– No. No creimos… no crei que fuera necesario. Solo dispongo de los gruesos guantes de jardineria y de un viejo par de lana. Habria tenido que quitarmelos para recoger la hostia e introducir la llave en la cerradura. Ademas, hubiera sido absurdo. Nadie se enteraria de que habia entrado. No iban a echar en falta una hostia; en el peor de los casos, pensarian que habian contado mal. Yo solo dispongo de dos llaves: una de la verja y otra de la puerta que comunica la casa con el claustro norte. No suelo utilizarlas durante el dia, ya que tanto la verja como las puertas que dan a los claustros permanecen abiertas. Sabia que las llaves de la iglesia estaban en el despacho de la senorita Ramsey. A veces, en fiestas como Pascua, les llevo flores o ramas y el padre Sebastian me pide que las deje en un cubo de agua en la sacristia. Siempre hay algun estudiante al que se le da bien decorar la iglesia. En ocasiones el padre Sebastian me entrega las llaves, o me indica que las saque del armario, que cierre bien al salir y que las devuelva. En teoria, estamos obligados a firmar cada vez que nos llevamos las llaves, pero en ocasiones la gente no se molesta en hacerlo.

– Le pusieron las cosas muy faciles, ?verdad? Aunque siempre es facil robar a la gente que confia en uno.

Dalgliesh reparo al tiempo en el dejo de desprecio de su propia voz y en la muda sorpresa de Kate. Se percato de que estaba tomandoselo de una forma demasiado personal.

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