la sensacion de estar fuera de aquellas paredes… En el caso de que me hubiese detenido a pensar en Surtees, presumo que habria dado por sentado que lo habian llamado para solucionar alguna emergencia domestica. Al fin y al cabo, es el encargado de mantenimiento, ?no?
– ?A medianoche y en medio de una tormenta?
Los dos se quedaron callados. A Dalgliesh le llamo la atencion que el interrogatorio, lejos de inquietar a Yarwood, parecia haberle levantado el animo y desviado su atencion, al menos por el momento, de sus problemas personales.
– Cuesta imaginarlo como un asesino, ?no? -dijo este-. Un muchacho tranquilo, timido y servicial. Que yo sepa, no tenia motivos para odiar a Crampton. Por otro lado, estaba entrando en la casa, no en la iglesia. ?Que hacia si no lo habian llamado?
– Quizas iba a buscar las llaves de la iglesia. Sabria donde encontrarlas.
– ?No hubiera sido una imprudencia? ?Y por que tanta prisa? ?No debia pintar la sacristia el lunes? Creo que se lo oi decir a Pilbeam. Y si queria una llave, ?por que no la robo antes? Era libre de pasearse por la casa.
– Se habria expuesto a que lo descubrieran. El seminarista encargado de preparar la iglesia habria notado que faltaba un juego de llaves.
– Muy bien, de acuerdo. Pero lo que dijo de mi es valido tambien para Surtees. Si queria pelear con Crampton, sabia donde encontrarlo. Y tambien sabia que la puerta de Agustin no tenia llave.
– ?Esta seguro de que era Surtees? ?Lo bastante seguro para jurarlo ante los tribunales si fuese necesario? Pasaba de medianoche, y usted no se encontraba bien.
– Era Surtees. Lo conozco bien. Las luces de los claustros son poco potentes, pero se que no me equivoco. Podria jurarlo ante los tribunales y durante interrogatorios posteriores, si es eso lo que quiere saber. A pesar de todo, no seria de gran utilidad en un juicio. Ya me figuro el alegato final del defensor: mala visibilidad; una figura vislumbrada por un segundo o dos; un testigo perturbado, lo bastante loco como para salir a caminar durante una fuerte tormenta. Y luego, naturalmente, los indicios de que yo, a diferencia de Surtees, detestaba a Crampton.
Yarwood empezaba a cansarse. Su subito entusiasmo por la investigacion parecia haberlo agotado. Era tarde, y con esta nueva informacion, Dalgliesh estaba impaciente por marcharse. No obstante, primero debia cerciorarse de que no hubiese mas informacion por asimilar.
– Necesitaremos una declaracion, desde luego -dijo-, pero no corre prisa. A proposito, ?cual cree que fue la causa de su ataque de panico? ?La discusion que sostuvo con Crampton a la hora del te?
– ?Se ha enterado? Claro que si, es evidente. No esperaba verlo en Saint Anselm y supongo que me lleve una sorpresa tan grande como la suya. Yo no encendi la discusion; fue el. Se puso a lanzarme sus antiguas y venenosas acusaciones. Temblaba de furia, como si fuese a sufrir un ataque. Todo se remonta a la muerte de su esposa. En ese entonces yo era sargento, y aquel fue mi primer caso de asesinato.
– ?Asesinato?
– El mato a su esposa, senor Dalgliesh. Yo estaba seguro de ello entonces y sigo estandolo ahora. De acuerdo, me excedi, fastidie toda la investigacion. Al final me denuncio por acoso y me amonestaron. No beneficio mi carrera. Dudo que hubiera llegado a ser inspector si me hubiese quedado en la Metropolitana. Sin embargo, no me cabe duda de que mato a su esposa y salio impune.
– ?En que se basa para afirmar eso?
– Habia una botella de vino junto a la cama de la mujer, que murio de una sobredosis de alcohol y aspirinas. La botella no presentaba huellas porque las habian limpiado. No se como consiguio obligarla a que tomase un frasco entero de pastillas, pero se que lo hizo. Crampton declaro que ni siquiera se habia acercado a la cama. ?Hizo mucho mas que eso!
– Quiza mintiese sobre la botella y al decir que no se habia acercado a la cama -concedio Dalgliesh-, pero eso no significa que la matase. Es posible que el panico se apoderara de el al encontrarla muerta. La gente reacciona de forma extrana en situaciones de estres.
– La mato, senor -repitio Yarwood con terquedad-. Lo lei en su cara y en sus ojos. Mintio. De cualquier modo, no crea que aproveche la ocasion para vengar a aquella mujer.
– ?Podria haberlo hecho alguien? ?Ella tenia parientes cercanos, hermanos o un ex amante?
– No, senor Dalgliesh. Solo unos padres que no se mostraron especialmente afectados. Nunca se le hizo justicia, y a mi tampoco. Aunque no lamento la muerte de Crampton, yo no lo mate. Y no me importaria que nunca descubriesen a su asesino.
– Lo descubriremos -replico Dalgliesh-. Y usted es policia. En el fondo no esta convencido de lo que acaba de afirmar. Me mantendre en contacto. No comente con nadie lo que me ha contado. Claro que usted sabe bien lo que es la discrecion.
– ?De veras? Bueno, supongo que si. Ahora me cuesta creer que algun dia regresare al trabajo.
Volvio el rostro en un gesto de deliberado rechazo. No obstante, Dalgliesh necesitaba formular una ultima pregunta.
– ?Hablo de sus sospechas sobre el archidiacono con alguien de Saint Anselm?
– No. No era algo que les hubiese gustado oir. Ademas, todo eso pertenecia al pasado. No esperaba volver a ver a ese hombre. Aunque seguramente lo sabran ya…, si es que Raphael Arbuthnot se ha molestado en sacarlo a la luz.
– ?Raphael?
– Estaba en el claustro sur cuando Crampton me abordo. Raphael lo oyo todo.
7
Se habian desplazado al hospital en el Jaguar de Dalgliesh. Ni el ni Piers hablaron mientras se abrochaban los cinturones de seguridad, y ya habian dejado atras los barrios perifericos del este de la ciudad cuando el comisario explico escuetamente lo que habia averiguado. Piers lo escucho en silencio y luego dijo: -No veo a Surtees como un asesino, pero si fue el, no actuo solo. Su hermana debio de echarle una mano. Dudo que ella pasara por alto algo de lo que ocurrio en la casa San Juan durante la noche del sabado. Aun asi, ?por que iban a desear la muerte de Crampton? Bueno, sabian que el archidiacono estaba empenado en cerrar Saint Anselm, cosa que no le habria hecho gracia a Surtees. Parece muy contento en su casita y con sus cerdos. Sin embargo, no iba a evitar el cierre matando a Crampton. Y si se habia enzarzado en una discusion personal con el, ?por que iba a molestarse en urdir un complicado plan para llevarlo a la iglesia? Sabia donde dormia el archidiacono; tenia que saber tambien que la puerta no se cerraba con llave.
– Como todos los que estaban en el seminario -senalo Dalgliesh-, incluidos los huespedes. Quienquiera que matase a Crampton queria que supieramos que se trataba de un asunto interno. Eso ha estado claro desde el principio. No existe ningun movil aparente para Surtees ni para su hermanastra. Si nos centramos en el movil, Gregory ha de ser el principal sospechoso.
Estaba de mas abundar en el tema, y Piers deseo haber mantenido la boca cerrada. Sabia que cuando Dalgliesh estaba meditabundo mas valia callar, sobre todo si no habia nada nuevo que anadir.
Una vez en la casa San Mateo, el comisario decidio interrogar a los Surtees con la ayuda de Kate. Llegaron cinco minutos despues, escoltados por Robbins. Karen Surtees se quedo en la sala de espera, con la puerta firmemente cerrada.
Era obvio que Surtees estaba limpiando la pocilga cuando Robbins habia ido a buscarlo, pues cuando llego a la sala de interrogatorios despedia un fuerte aunque no desagradable olor a tierra y a animales. Solo se habia tomado el tiempo justo para lavarse las manos, que ahora descansaban, cerradas en punos, sobre su regazo. Las mantuvo alli con una inmovilidad tan controlada que parecian ajenas al resto de su cuerpo, y a Dalgliesh le recordaron a dos animalillos acurrucados y paralizados por el panico. No habia tenido ocasion de ponerse de acuerdo con su hermana, y las miradas que dirigio a la puerta despues de entrar pusieron de relieve cuanto necesitaba la cercania y el apoyo de la mujer. Ahora permanecia sentado con una rigidez antinatural; solo sus ojos se posaron alternadamente en Dalgliesh y Kate hasta fijarse por fin en aquel. El comisario era un hombre experimentado en reconocer el miedo, de manera que no lo interpreto erroneamente. Sabia que a menudo eran los inocentes quienes se mostraban mas asustados; los culpables, una vez que habian elaborado su ingeniosa