– Bueno, el padre Sebastian no me daria una aunque se lo pidiese cortesmente, ?verdad?
– ?Su hermano fue solo?
– Por supuesto. Si lo hubiese acompanado, el riesgo habria aumentado. Al menos el podia justificar su presencia en el seminario. Yo no.
– Pero ?lo espero levantada?
– Todavia no nos habiamos metido en la cama, al menos para dormir.
– De manera que se entero de lo que habia ocurrido de inmediato, no a la manana siguiente, ?verdad?
– Me lo refirio todo en cuanto volvio. Yo estaba esperandolo.
– Senorita Surtees, esto es muy importante: por favor, piense y trate de recordar las palabras exactas que le dijo su hermano.
– No se si recordare las palabras exactas, pero el sentido me quedo muy claro. Me dijo que no habia tenido dificultades para agarrar la llave. Abrio la puerta de la sacristia y luego la que comunica con la iglesia alumbrandose con la linterna. Fue entonces cuando vio luz encima del oleo que esta en la pared del fondo,
– ?Y no hizo alguna conjetura sobre quien podria ser la otra persona?
– No. ?Por que iba a hacerlo? Quiero decir que no se le ocurrio pensar que hubiese algo siniestro en la presencia de un hombre embozado en la iglesia. Le extrano que estuviera alli a esas horas de la noche y frustro nuestros planes, pero Eric dio por sentado que seria uno de los sacerdotes o de los seminaristas. Y yo pense lo mismo.
Solo Dios sabe que hacian en la iglesia despues de medianoche. Por mi, como si hubiesen estado celebrando su propia misa negra. Por supuesto, si Eric hubiera sospechado que iban a asesinar al archidiacono, habria prestado mas atencion, digo yo. ?Que crees que habrias hecho si te hubieses topado con un asesino armado con un cuchillo, Eric?
Surtees miro a Dalgliesh.
– Salir corriendo, supongo -respondio-. Habria dado la alarma, desde luego. Como los apartamentos de huespedes no se cierran con llave, tal vez habria ido a buscarlo a usted. Sin embargo, lo que en realidad sucedio fue que me lleve una decepcion porque habia conseguido sacar la llave sin que me vieran y, a pesar de que todo parecia ir sobre ruedas, tendria que volver y reconocer que habia fallado.
Por el momento no obtendrian mas informacion de Surtees. Dalgliesh le dejo marchar, aunque antes les advirtio a los dos que debian mantener en absoluto secreto lo que habian revelado alli. Ya se habian expuesto a una acusacion de obstruccion a la justicia, o incluso a un cargo peor. El sargento Robbins acompanaria a Surtees a recuperar las llaves, que pasarian a manos de la policia. Los dos prometieron lo que se les exigia: Eric Surtees con tanta formalidad como si estuviese jurando en los tribunales; su hermana a reganadientes.
Cuando Surtees se levanto para irse, su hermanastra lo imito, pero Dalgliesh la detuvo.
– Si no le importa, me gustaria que se quedase. He de hacerle un par de preguntas mas.
En cuanto la puerta se cerro detras del muchacho, Dalgliesh dijo:
– Durante el interrogatorio, su hermano asevero que usted le habia pedido otra hostia, de manera que esta no fue la primera. Lo habian intentado antes. ?Que ocurrio en esa primera ocasion?
Aunque la joven estaba rigida, su voz sono serena cuando respondio.
– Eric debio de equivocarse. No hubo ninguna otra hostia.
– No lo creo. Si quiere, lo mando llamar otra vez y se lo pregunto; de hecho, tengo la intencion de hacerlo. No obstante, seria mas sencillo que usted me explicase que paso la otra vez.
– No tuvo nada que ver con este asesinato -replico ella a la defensiva-. Sucedio el trimestre pasado.
– Sera el juez quien decida que cosas tienen que ver con este asesinato. ?Quien robo la hostia para usted la primera vez?
– Nadie la robo. Me la dieron.
– ?Quien? ?Ronald Treeves?
– Pues si, ya que lo pregunta. Algunas de las hostias consagradas se llevan a las parroquias de los alrededores que se han quedado temporalmente sin sacerdote y donde se requieren para la Comunion. El encargado de transportarlas es el seminarista que va a ayudar a celebrar el oficio. Esa semana le toco a Ronald, y el consiguio una hostia para mi. Una de tantas. Era una pequenez.
– Usted debia de saber que no significaba una pequenez para el -intervino Kate de improviso-. ?Como le pago? ?De la manera obvia?
La chica enrojecio, no de verguenza sino de furia. Por un instante Dalgliesh creyo que iba a montar en colera, lo que, a su juicio, habria estado justificado.
– Lamento si la pregunta le ha parecido ofensiva -dijo-. La formulare de otro modo: ?como consiguio convencer a Ronald?
La fugaz expresion de furia se desvanecio. Karen Surtees lo escruto con los ojos entornados, estudiandolo, pero enseguida se tranquilizo. Dalgliesh identifico el instante en que ella comprendio que seria mas prudente -y quiza mas satisfactorio- hablar con franqueza.
– De acuerdo, lo convenci de la manera obvia, y si piensa soltarme una perorata sobre la moral, olvidelo. No es asunto suyo. -Miro a Kate con clara hostilidad-. Ni de ella. No veo que relacion guarda esto con el asesinato del archidiacono. Es imposible que la haya.
– La verdad es que no estoy seguro -replico Dalgliesh-. Es posible que haya alguna relacion. Si no la hay, no usaremos esta informacion. No le estoy preguntando por el robo de la hostia porque sienta una curiosidad lasciva por su vida personal.
– Mire -dijo la chica-, Ronald me caia bien. Bueno, tal vez seria mejor decir que me daba pena. No era un chico exactamente popular aqui. Tenia un padre demasiado rico y poderoso, y encima metido en un mal negocio. Armamento, ?no? Bueno, la cuestion es que Ronald no encajaba en este sitio. Cuando yo venia a ver a Eric, de vez en cuando nos encontrabamos, ibamos a dar un paseo por el acantilado hasta la laguna y charlabamos. Me conto cosas que usted no le habria sonsacado ni en un millon de anos; y tampoco los sacerdotes, por mas que lo confesasen. Le hice un favor. Ya habia cumplido veintitres anos y todavia era virgen. Estaba desesperado…, se moria por tener relaciones sexuales.
Quizas hubiese muerto por eso, penso Dalgliesh.
– Seducirlo no resulto del todo engorroso -prosiguio Karen-. Los hombres siempre se quejan de lo que les cuesta seducir a las chicas virgenes, sabe Dios por que. Aseguran que es agotador, que no vale la pena… No obstante, a la inversa, la cosa ofrece sus compensaciones. Y si quiere saber como se lo ocultamos a Eric, le dire que no nos acostamos en la casa, sino entre los helechos del acantilado. Tuvo mucha suerte de que lo iniciara yo en lugar de una prostituta… De hecho, habia ido a ver a una en cierta ocasion, pero le dio tanto asco que no pudo seguir adelante. -Hizo una pausa, y al ver que Dalgliesh no hablaba, continuo en tono mas defensivo-: Se estaba formando para ordenarse sacerdote, ?no? ?Que servicio habria prestado a los demas sin una experiencia personal? El hablaba mucho de las virtudes del celibato, y supongo que el celibato esta bien cuando es lo que uno quiere. Pero creame, el no lo queria. Fue afortunado al encontrarme.
– ?Que paso con la hostia? -pregunto Dalgliesh.
– Ah, ?eso si que fue mala suerte! No creera lo que ocurrio: la perdi. La guarde en un sobre, y este en mi maletin, junto con otros papeles. No volvi a verla. Debio de caerse cuando saque las cosas del maletin. Sea como fuere, no la encontre.
– De manera que le pidio otra a Ronald y esta vez el se mostro menos complaciente.
– Es una forma de plantearlo. Creo que estuvo reflexionando durante sus vacaciones. Cualquiera hubiera dicho que le habia destrozado la vida en lugar de contribuir a su educacion sexual.
– Y una semana despues, Ronald estaba muerto -senalo Dalgliesh.
– Eso no es responsabilidad mia. Yo no le deseaba la muerte.
– Entonces, ?piensa que quiza lo hayan asesinado?
La chica se quedo atonita, y Dalgliesh percibio sorpresa y terror en sus ojos.
– ?Asesinado? ?Por supuesto que no! ?Quien iba a querer matarlo? Fue una muerte accidental. Se puso a