demasiado o demasiado poco, anadio-: Wilfred Anstey podria confirmarlo. -Hizo otra pausa, como desconcertado por alguna sutil implicacion de sus palabras y, evidentemente irritado por los retorcidos derroteros que habia tomado la conversacion, dijo con mas fuerza-: Quiero decir que si Wilfred Anstey dice que no sabia que era el principal beneficiario, es que yo estoy equivocado. ?Piensa quedarse mucho tiempo en Dorset?

– Menos de una semana, me imagino. Lo suficiente para mirar los libros y empaquetarlos.

– Ah, si, los libros, claro. Quizas el padre Baddeley queria consultarle algo de eso. Es posible que pensara que una biblioteca de teologia seria mas una carga que un legado aceptable.

– Es posible. – Parecia que la conversacion se habia apagado. Se produjo un leve pero intenso silencio antes de que Dalgliesh dijera levantandose de la silla-: ?Asi, que usted sepa, lo unico que le preocupaba era el problema del destino de su dinero? ?No le consulto sobre algo mas?

– No, nada. Pero si lo hubiera hecho es probable que no pudiera contarselo a usted sin romper el secreto profesional. No obstante, como no fue asi, no veo motivo para decirle lo contrario. ?Que iba a tener que consultarme el pobre viejo? No tenia esposa, ni hijos, ni parientes, ni, que yo sepa, problemas familiares, ni siquiera coche, una vida intachable. ?Para que iba a necesitar un abogado aparte de para redactar el testamento?

Era un poco tarde para hablar de secretos profesionales, penso Dalgliesh. En realidad, no habia necesidad de que Loder le confiara que el padre Baddeley habia pensado modificar el testamento. Dado que no habia llegado a hacerlo, esa informacion era de las que un abogado prudente hubiera considerado mejor no revelar. Mientras Loder lo acompanaba a la puerta, Dalgliesh dijo en tono ligero:

– Probablemente, el testamento del padre Baddeley no produjo otra cosa que satisfacciones; sin embargo, no se puede decir lo mismo del de Victor Holroyd.

Los opacos ojos se llenaron de repente de luz, de un aire casi conspirador, y Loder dijo:

– ?Asi que tambien se ha enterado de eso?

– Si, pero me sorprende que lo sepa usted.

– Aqui, en el campo las noticias vuelan, ya lo sabe usted. En realidad, tengo amigos en Toynton, los Hewson. Bueno, mas bien Maggie. Nos conocimos en el baile conservador del invierno pasado. Es una vida muy aburrida la que lleva alli encerrada en el acantilado, para una muchacha vital como ella.

– Si, debe de serlo.

– Una chica notable, nuestra Maggie. Ella me conto lo del testamento de Holroyd. Creo que fue a Londres a ver a su hermano y se daba por sentado que queria hablar del testamento. Pero parece que al hermano mayor no le gusto lo que proponia Victor y le sugirio que volviera a pensarlo. Entonces Holroyd redacto solo el codicilo. No representaba grandes problemas para el. Toda la familia crecio en el ambiente legal y Holroyd empezo a estudiar derecho antes de pasarse a magisterio.

– Tengo entendido que Holroyd y Martinson representan a la familia Anstey.

– Exacto, y desde hace cuatro generaciones. Es una lastima que el abuelo Anstey no los consultara antes de redactar su testamento. Ese caso fue una leccion de insensatez por querer actuar como abogado de uno mismo. Bueno, buenas tardes, comandante. Lamento no haberle sido de mas ayuda.

Al volverse mientras torcia la esquina de la calle South, Dalgliesh vio que Loder todavia lo observaba, con el reluciente canon de bronce a los pies. El abogado habia planteado varias cuestiones interesantes, y una de ellas era como conocia Loder su graduacion.

Antes de dedicarse a las compras, debia atender una cosa mas. Paso por el hospital Christmas Close, que databa de principios del siglo XIX, pero no tuvo suerte. El hospital nada sabia del padre Baddeley; alli solo se trataban casos cronicos. Si su amigo habia sufrido un ataque al corazon, casi con toda seguridad lo habrian ingresado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital general, tuviera la edad que tuviese. El cortes conserje sugirio que probara ya fuera en el Pool General Hospital de Blandford o el Victoria Hospital de Wimborne, y le indico con amabilidad donde estaba el telefono publico mas proximo.

En primer lugar llamo a Pool Hospital, que era el que estaba mas cerca, y tuvo mas suerte de la que esperaba. La empleada que contesto al telefono era diligente. Con la fecha en que el padre Baddeley fue dado de alta pudo confirmar que el reverendo habia sido tratado alli y comunico a Dalgliesh con el departamento apropiado. Contesto una enfermera. Si, recordaba al padre Baddeley. No, no sabian que habia muerto. Pronuncio las convencionales palabras de pesame y logro que parecieran sinceras. Seguidamente fue a buscar a la enfermera Breagan, que solia ocuparse de echar las cartas de los pacientes al correo y quiza podria ayudar al comandante Dalgliesh.

Era consciente de que su graduacion tenia algo que ver con la amabilidad que demostraban, pero no todo. Eran mujeres amables que estaban dispuestas a tomarse molestias incluso por un extrano. Le explico su situacion a la enfermera Breagan.

– Vera usted, yo no sabia que mi amigo habia muerto hasta que llegue ayer a Toynton Grange. Me habia prometido devolverme los documentos en los que estabamos trabajando, pero no estan entre sus cosas y querria saber si me los mando desde el hospital, ya sea a mi direccion de Londres o a Scotland Yard.

– Bueno, comandante, el padre no se dedicaba mucho a escribir; a leer si, pero no a escribir. Sin embargo, echo dos cartas al correo. Que yo recuerde, eran las dos locales. Tengo que mirar las direcciones para echarlas en la ranura correspondiente. ?La fecha? Pues, no me acuerdo, pero no me las dio las dos juntas.

– Esas dos cartas que mando a Toynton, ?eran una para el senor Anstey y la otra para la senorita Willison?

– Ahora que lo dice, comandante, me parece recordar esos nombres, pero no estoy segura.

– Tiene usted muy buena memoria. ?Y esta segura de que solo mando dos cartas?

– Bastante segura, si. A no ser que otra enfermera le echara alguna carta mas, y eso no seria facil de averiguar. Algunas han cambiado de departamento. Pero no lo creo. Por lo general yo me encargo de eso. Y no era muy dado a escribir, por eso recuerdo que mando dos cartas.

Podia ser significativa o no, pero la informacion habia merecido la pena. Si el padre Baddeley habia concertado una cita para la noche que regresara a casa, debia de haberlo hecho o bien telefoneando desde el hospital una vez se hallara suficientemente recuperado, o por carta. Y solo Toynton Grange, los Hewson y Julius Court tenian telefono. Pero es posible que le fuera mas comodo escribir. En la carta a Grace Willison la citaria para confesarla. La dirigida a Anstey podia ser la carta de condolencia por la muerte de Holroyd de que le habian hablado. Pero, por otra parte, tambien podia no serlo.

Antes de colgar, pregunto si el padre Baddeley habia llamado por telefono desde el hospital.

– Llamo una vez, que yo sepa. Fue cuando ya estaba levantado. Bajo a llamar desde la sala de espera de la consulta externa y me pregunto si tenia un listin de Londres. Por eso me acuerdo.

– ?A que hora fue eso?

– Por la manana. Justo antes de que yo terminara la guardia a las doce.

Asi pues, el padre Baddeley necesitaba llamar a Londres, a un numero que hubo de buscar. Y llamo no por la noche, sino en horas de oficina. Dalgliesh podia hacer una averiguacion inmediata, pero decidio esperar. Se dijo que hasta entonces nada habia descubierto que justificara su intervencion, aunque fuera a titulo personal. Y aunque hubiera descubierto algo, ?adonde lo llevarian todas las sospechas, todas las pistas? A un punado de huesos molidos enterrados en un cementerio de Toynton, nada

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