guion.
– Hableme de Wilfred Anstey.
– ?No le advirtio Michael? No, supongo que no. Bueno, es una larga historia, pero tratare de resumirla. El bisabuelo de Wilfred es el que construyo Toynton Grange. Su abuelo se la dejo en fideicomiso a Wilfred y Millicent, y Wilfred le compro su parte a su hermana para instalar la residencia. Hace ocho anos, a Wilfred se le declaro una esclerosis multiple que avanzo muy rapidamente. Al cabo de tres meses ya estaba en una silla de ruedas. Entonces hizo una peregrinacion a Lourdes y se curo. Por lo visto, llego a un acuerdo con Dios. Si me curas dedicare Toynton Grange y todo mi dinero a servir a los imposibilitados. Dios cumplio su parte y ahora Wilfred se afana por cumplir la suya. Supongo que tiene miedo de echarse atras por si recae. No es que lo culpe. Seguramente yo haria lo mismo. En el fondo todos somos supersticiosos, sobre todo con las enfermedades.
– Pero ?le tienta echarse atras?
– No, no lo creo. Este lugar le da una sensacion de poder. Rodeado de pacientes agradecidos, considerado un objeto de veneracion medio supersticiosa por las mujeres. Dot Moxon, la enfermera jefe, revolotea alrededor de el como una gallina. Wilfred es feliz.
– ?Cuando ocurrio exactamente el milagro? -pregunto Dalgliesh.
– Dice que cuando lo metieron en la piscina. Segun cuenta, al principio experimento un intenso frio seguido de inmediato de un calor y un hormigueo en todo el cuerpo, acompanado de una sensacion de gran felicidad y paz. Eso es exactamente lo que siento yo despues del tercer whisky. Si Wilfred es capaz de sentirlo banandose en agua helada y llena de germenes, lo unico que me queda por decir es que tiene una suerte barbara. Cuando regreso a la hospederia se puso en pie por primera vez en seis meses. A las tres semanas iba dando saltos por ahi como un borreguillo, pero nunca volvio al hospital St. Saviour de Londres, donde lo habian tratado, para que registraran la milagrosa cura en sus archivos medicos. Hubiera sido bastante gracioso. -Hizo una pausa como si fuera a decir algo mas y luego se limito a anadir-: Conmovedor, ?no?
– Interesante. ?De donde saca el dinero para cumplir su parte del trato?
– Los pacientes pagan de acuerdo con sus medios y a algunos los mandan las autoridades locales en virtud de acuerdos contractuales. Ademas, claro, ha usado su capital privado. Pero las cosas se estan poniendo feas, o al menos eso dice. La herencia del padre Baddeley llego muy oportunamente. Y, como es natural, tacanea con el personal. A Eric no le paga lo que corresponde a su trabajo. Philby, el mozo, es un ex presidiario y seguramente no encontraria otro empleo. A Doc Moxon, la enfermera jefe, tampoco le darian trabajo facilmente despues de la investigacion por crueldad a que la sometieron en el ultimo hospital. Debe estarle agradecida a Wilfred por contratarla. Claro, todos le estamos agradecidisimos al querido Wilfred.
– Supongo que debo ir a presentarme. ?Dice que solo quedan cinco pacientes?
– No debemos usar la palabra pacientes para referirnos a ellos, pero no se que otra cosa quiere Wilfred que los llamemos. Internos suena demasiado a carcel, aunque Dios sabe que es bastante apropiado. Pero si, solo quedan cinco. No quiere admitir a persona alguna de las que lo han solicitado hasta que haya decidido cual va a ser el futuro de la residencia. El Ridgewell Trust intenta hacerse con ella y Wilfred esta considerando la posibilidad de cederle todo el lote y gratuitamente. En realidad, hace unos quince dias habia seis pacientes, pero eso era antes de que Victor Holroyd se tirara por el acantilado de Toynton Head y se aplastara contra las rocas.
– ?Quiere decir que se mato?
– Bueno, estaba en la silla de ruedas a unos tres metros del borde del precipicio, o bien solto el freno y se dejo caer, o Dennis Lerner, el enfermero que lo acompanaba, lo empujo. Como Dennis no tiene agallas ni para matar una gallina, y no digamos a un hombre, en general se cree que fue el propio Victor el que lo hizo. Sin embargo, como esa idea angustia al querido Wilfred, todos nos afanamos en fingir que fue un accidente. Yo echo de menos a Victor, nos llevabamos bien. Casi era la unica persona con quien podia hablar. Pero todos los demas lo odiaban. Y ahora, claro, todos tienen remordimientos y piensan si lo habrian juzgado mal. No hay nada como morir para meterle el gusanillo a la gente. Quiero decir que cuando un individuo dice continuamente que no merece la pena vivir uno piensa que no hace sino expresar lo evidente. Pero cuando lo respalda con una accion empieza uno a pensar si no esconderia mas de lo que uno pensaba.
El sonido de un automovil le ahorro a Dalgliesh la necesidad de contestar. Maggie, cuyo oido era por lo visto tan fino como el de el, salto de su asiento y salio corriendo al exterior. Un gran sedan negro se acercaba al cruce.
– Julius -le dijo Maggie a modo de breve explicacion, y empezo a hacer exageradas senas con los brazos.
El coche se detuvo y giro hacia Villa Esperanza. Dalgliesh vio que era un Mercedes negro. En cuanto aminoro la velocidad, Maggie echo a correr como una colegiala impertinente junto a el, vertiendo su explicacion por la ventana abierta. El vehiculo se detuvo y Julius Court salio agilmente de el.
Era un joven alto, de miembros sueltos, vestido con pantalones de franela y un sueter verde con refuerzos en los hombros y los codos, a la manera del ejercito. El corto cabello castano claro le envolvia la cabeza como un reluciente casco. Era un semblante autoritario y seguro de si mismo, con un matiz de indulgencia hacia si mismo en las perceptibles ojeras que se advertian bajo la cautelosa mirada y el ligero mal genio del gesto de la boca pequena, que se abria en la pronunciada barbilla. Cuando alcanzara la mediana edad seria grueso, incluso gordo, pero ahora daba una impresion de apostura ligeramente arrogante, realzada mas que estropeada por la blanca cicatriz triangular que lucia como un sello sobre la ceja derecha.
Alargo la mano y declaro:
– Lastima que se perdiera el funeral.
Lo dijo en un tono que parecia que lo que hubiera perdido Dalgliesh fuera el tren.
– ?Querido, no lo entiendes! -exclamo Maggie-. No ha venido para el funeral. El senor Dalgliesh no sabia que el viejo se habia ido de este mundo.
Court contemplo a Dalgliesh con algo mas de interes.
– Oh, perdone. Quiza deberia venir a la casa. Wilfred Anstey le podra decir mas cosas acerca del padre Baddeley. Yo estaba en mi casa de Londres cuando murio, de modo que no puedo contarle siquiera si hizo revelaciones interesantes en el lecho de muerte. Suban los dos. Llevo unos libros de la Biblioteca de Londres para Henry Carwardine y no estaria de mas darselos ahora mismo.
Maggie Hewson debio de pensar que habia cometido una negligencia al no presentarlos debidamente porque dijo:
– Julius Court. Adam Dalgliesh. Supongo que no se conocerian de Londres. Julius era diplomatico.
En tanto subian al coche, Court dijo sin darle importancia:
– No es un termino muy apropiado si se tiene en cuenta el bajo rango que alcance en el servicio. Y Londres es muy grande. Pero no te preocupes, Maggie, como la senora lista del concurso de la television, me parece que puedo adivinar como se gana la vida el senor Dalgliesh.
Sostuvo la puerta del automovil con exagerada cortesia.
El Mercedes avanzo lentamente hacia Toynton Grange.
Capitulo 3
Georgie Alian levanto la vista desde la cama alta y estrecha que ocupaba en la sala de enfermos y comenzo a hacer movimientos grotescos con la boca. Los musculos del cuello se le tensaron y abultaron. Trato de levantar la cabeza de la almohada.
– Estare bien para la peregrinacion a Lourdes, ?verdad? No me. dejaran, ?verdad?