– Creia que no llegaria nunca. Llevo horas aqui sentada esperando que aparezca alguien.

– Pero no ha estado sola en ningun momento, ?verdad? Me he asegurado de que asi fuera.

– Ha sido igual que estar sola. Solo una persona. La enfermera, que no se ha quedado mucho rato, no ha querido hablar de lo sucedido. Supongo que seguia instrucciones. La senorita Cressett, cuando ha sido su turno, tampoco. Y ahora la senora Frensham no dice nada. Es como estar en una morgue o bajo supervision. El Rolls esta fuera. Lo he visto llegar desde la ventana. Robert, nuestro chofer, tendra que regresar, y yo no puedo quedarme aqui. Esto no tiene nada que ver conmigo. Quiero irme a casa.

Entonces, recobrando la compostura con sorprendente prontitud, se volvio hacia Dalgliesh y le tendio la mano.

– Me alegro de que este aqui, comandante. Stuart me ha avisado de que venia usted. Me ha dicho que no me preocupara, que mandaba al mejor.

Se hizo el silencio. La senora Skeffington parecio desconcertada por momentos y dirigio la mirada a George Chandler-Powell. O sea que por eso estamos aqui., penso Kate, por eso el Numero Diez habia solicitado la Brigada. Sin volver la cabeza, no pudo impedirse echar una mirada a Dalgliesh. Nadie mejor que su jefe para disimular el enfado, pero Kate lo pudo detectar en el momentaneo rubor en la frente, la frialdad en los ojos, la cara brevemente impasible, los musculos tensados de forma casi imperceptible. Se dijo a si misma que Emma nunca habia visto esa mirada. En la vida de Dalgliesh aun habia partes que ella, Kate, compartia y que estaban vetadas a la mujer que el amaba, y asi seria siempre. Emma conocia al poeta y al amante, pero no al detective, no al agente de policia. El trabajo de el y Kate era territorio prohibido para todo aquel que no hubiera prestado el juramento ni hubiera sido investido con esa peligrosa autoridad. La companera de armas era ella, no la mujer que poseia su corazon. No era posible entender el trabajo de policia si no se habia hecho. Kate habia aprendido por su cuenta a no sentir celos, a intentar alegrarse por los triunfos de el, pero de vez en cuando no podia evitar saborear este pequeno y mezquino consuelo.

La senora Frensham murmuro una despedida y se fue, y Dalgliesh se sento en la silla que ella habia desocupado.

– Espero que no tengamos que entretenerla demasiado, senora Skeffington -dijo-, pero necesito que nos de cierta informacion. ?Puede contarnos exactamente lo sucedido desde que llego usted ayer por la tarde?

– ?Se refiere a la hora que llegue realmente? -Dalgliesh no respondio. La senora Skeffington prosiguio-: Pero esto es ridiculo. Lo siento, pero no hay nada que contar. No paso nada, bueno, nada fuera de lo corriente, hasta anoche, y supongo que podria estar equivocada. Vine para que manana, quiero decir hoy, me hicieran una pequena operacion. Estaba aqui por casualidad. Creo que no volvere nunca. Ha sido una tremenda perdida de tiempo.

Se le fue apagando la voz.

– Empecemos desde el momento en que llego. ?Condujo desde Londres?

– Me condujeron. Robert me trajo en el Rolls. Ya se lo he dicho, esta esperandome para llevarme a casa. Mi esposo lo ha mandado tan pronto he telefoneado.

– ?Y eso cuando ha sido?

– En cuanto me dijeron que habia muerto una paciente. Supongo que serian alrededor de las ocho. Habia un jaleo de gente yendo y viniendo, pasos y voces, asi que asome la cabeza al pasillo y el senor Chandler-Powell vino y me explico lo que habia pasado.

– ?Sabia que Rhoda Gradwyn era la paciente de la habitacion contigua?

– No. No sabia ni siquiera que estaba aqui. Cuando llegue no la vi, y nadie me dijo nada.

– ?La conocia usted de antes?

– Desde luego que no. A ver, ?por que iba a conocerla? ?No era periodista o algo asi? Stuart siempre dice que no me acerque a gente de esa clase. Les cuentas cosas y luego te traicionan. Entiendame, no eramos del mismo circulo social.

– Pero ?sabia usted que habia alguien en la habitacion de al lado?

– Bueno, sabia que Kimberley habia entrado con algo de cenar. Oi el carrito. Yo no habia comido nada aparte de un ligero almuerzo en casa, por supuesto. No podia por la anestesia del dia siguiente. Ahora ya no importa, claro.

– ?Podemos volver a la hora de su llegada? -dijo Dalgliesh-. ?Cuando fue?

– Bueno, hacia las cinco. Me recibieron en el vestibulo el senor Westhall, la enfermera Holland y la senorita Cressett y tome el te con ellos, pero no comi nada. Estaba demasiado oscuro para pasear por el jardin, de modo que dije que pasaria el resto del dia en la suite. Tenia que levantarme bastante temprano porque vendria el anestesista, y el y el senor Chandler-Powell querrian examinarme antes de la operacion. Asi que fui a mi habitacion y vi la television hasta mas o menos las diez, cuando decidi acostarme.

– ?Y que paso durante la noche?

– Bueno, tarde un rato en dormirme, serian las once pasadas. Pero mas tarde me desperte porque necesitaba ir al cuarto de bano.

– ?Que hora era?

– Mire el reloj para saber cuanto habia dormido. Eran alrededor de las doce menos veinte. Fue entonces cuando oi el ascensor. Esta frente a la suite de la enfermera…, bueno, supongo que lo han visto. Solo oi el suave ruido metalico de las puertas y luego una especie de ronroneo cuando empezo a bajar. Antes de volver a acostarme descorri las cortinas y abri la ventana. Siempre duermo con la ventana entornada y pense que me iria bien un poco de aire. Entonces vi una luz entre las Piedras de Cheverell.

– ?Que clase de luz, senora Skeffington?

– Una luz pequena moviendose entre las piedras. Una linterna, supongo. Parpadeo y luego desaparecio. Quiza su portador la apago o apunto hacia abajo. No la vi mas. -Se callo un momento.

– ?Y que hizo usted entonces? -pregunto Dalgliesh.

– Bueno, estaba asustada. Recuerdo lo de la bruja que fue quemada ahi y que, segun se decia, las piedras estaban encantadas. Las estrellas daban algo de luz, pero estaba muy oscuro y tuve la sensacion de que alli habia alguien. Bueno, seguro que habia alguien, de lo contrario yo no habria visto la luz. No creo en fantasmas, desde luego, pero era algo misterioso. Horrible de veras. De pronto desee estar con alguien, hablar con alguien, y entonces pense en la paciente de la habitacion de al lado. Pero cuando abri la puerta para salir al pasillo cai en la cuenta de que lo que iba a hacer no era nada…, bueno, respetuoso, supongo. Al fin y al cabo, era casi medianoche. Ella probablemente dormia. Si la despertaba, quiza se quejaria a la enfermera Holland. La enfermera puede ser muy estricta si haces algo que a ella no le gusta.

– Entonces, ?sabia usted que en la otra habitacion habia una mujer? -dijo Kate.

La senora Skeffington la miro, penso Kate, como si fuera una criada recalcitrante.

– Normalmente son mujeres, ?no? Vamos a ver, esto es una clinica de cirugia plastica. En todo caso, no llame a la puerta. Decidi pedir a Kimberley que me subiera te y leer o escuchar la radio hasta que me sintiera cansada.

– Cuando se asomo al pasillo -dijo Dalgliesh-, ?vio a alguien u oyo algo?

– No, claro que no. Ya lo habria dicho. El pasillo estaba vacio y muy silencioso. De veras escalofriante. Solo la luz tenue del ascensor.

– ?Exactamente cuando abrio la puerta y se asomo? -pregunto Dalgliesh-. ?Se acuerda?

– Supongo que a eso de las doce menos cinco. No estuve mas de cinco minutos en la ventana. Y luego pedi el te y Kimberley me lo subio.

– ?Le comento lo de la luz?

– Si. Le dije que una luz que parpadeaba entre las piedras me habia asustado y no me dejaba dormir. Por eso queria el te. Y tambien queria compania. Pero Kimberley no se quedo mucho rato. Supongo que no se le permite charlar con los pacientes.

Chandler-Powell intervino de subito.

– ?No se le ocurrio despertar a la enfermera Holland? Sabia que su habitacion estaba ahi mismo. Por eso duerme en la planta de los pacientes, para estar disponible si alguien la necesita.

– Seguramente me habria tomado por tonta. Y yo no me consideraba una paciente, al menos hasta la operacion. Y la verdad es que no necesitaba nada, ni medicamentos ni pastillas para dormir.

Hubo un silencio. Como si se diera cuenta por primera vez de la importancia de lo que estaba diciendo, la senora Skeffington miro a Dalgliesh y luego a Kate.

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