La habitacion no era pequena, pero con cinco personas dentro de pronto parecio abarrotada. Era algo mas reducida que la sala de estar, pero estaba amueblada con una elegancia que intensificaba el sombrio horror que yacia en la cama. Se acercaron al cadaver, Kate y Benton cerrando el grupo. Dalgliesh encendio la luz de la puerta y acto seguido se dirigio a la lampara de la mesita. Vio que faltaba la bombilla y que alguien habia lanzado el cordon del timbre de llamada por encima de la cabecera. Permanecieron junto al cadaver en silencio, Chandler- Powell un poco apartado, consciente de que quiza su presencia solo era tolerada.
La cama estaba frente a la ventana, cerrada y con las cortinas corridas. Rhoda Gradwyn se hallaba tendida de espaldas, los brazos, con los punos apretados, alzados desmanadamente por encima de la cabeza como en un gesto de sorpresa teatral, el pelo oscuro derramado sobre la almohada. En el lado izquierdo del rostro tenia un aposito quirurgico sujeto con esparadrapo, y la carne que se veia era rojo cereza brillante. El ojo derecho, que la muerte habia empanado, estaba totalmente abierto; el izquierdo, parcialmente oculto por la gruesa venda, medio cerrado, lo que daba al cuerpo el aspecto estrafalario y desconcertante de un cadaver que mirase torvamente a traves de un ojo aun con vida. La sabana cubria a la mujer hasta los hombros, como si el asesino hubiera querido exponer adrede su trabajo enmarcado por los dos estrechos tirantes del blanco camison de batista. La causa de la muerte era evidente. Habia sido estrangulada por una mano humana.
Dalgliesh sabia que las miradas especulativas fijas en un cadaver -entre ellas la suya- eran distintas de las miradas posadas en la carne viva. Incluso para un profesional habituado a la imagen de la muerte violenta, siempre habia un vestigio de piedad, colera u horror. Los mejores patologos y los agentes de policia, en la situacion en la que estaban ellos ahora, nunca perdian el respeto a los muertos, un respeto nacido de sensaciones compartidas -por mas que fueran temporales- y del reconocimiento tacito de una humanidad comun, un final comun. Sin embargo, toda la humanidad, toda la personalidad se extinguia con el ultimo aliento. El cuerpo, ya sometido al inexorable proceso de la descomposicion, habia sido rebajado a un objeto de exposicion que debia ser tratado con serio interes profesional, a un desencadenante de emociones que ya no podria compartir mas, que ya nunca mas le inquietarian. Ahora, la unica comunicacion fisica era con exploradoras manos enguantadas, sondas, termometros, bisturies, manejados en un cuerpo abierto como la carcasa de un animal. No era el cadaver mas horrendo que habia visto en sus anos de detective, pero en este parecian estar acumuladas toda la pena, la ira y la impotencia de su vida.
La habitacion, como la salita que habian cruzado, era confortable pero estaba amueblada con excesivo cuidado, alcanzando una organizada perfeccion que para el resultaba impersonal y poco acogedora. Los objetos que habia vislumbrado al pasar por la sala de estar en direccion a la cama se habian instalado en su memoria: el escritorio georgiano, las dos butacas modernas frente a una chimenea de piedra provista de un calentador electrico, la estanteria y el buro de caoba dispuestos bajo la luz mas favorable. Sin embargo, eran estancias en las que nunca se habria sentido a gusto. Le recordaban un hotel-palacete rural visitado una vez -y solo una-, en el que a los huespedes, aparte de cobrarseles de mas, se les hacia sentir sutil y socialmente inferiores a los duenos en lo referente al gusto. No se permitian imperfecciones. Se pregunto quien habia disenado las habitaciones. Seguramente la senorita Cressett, en cuyo caso ella estaba intentando transmitir que esa parte de la Mansion era simplemente un hotel para estancias breves. Los visitantes estaban aqui para quedar impresionados, pero no para tomar posesion del lugar ni siquiera de forma temporal. Quiza Rhoda Gradwyn se sintio diferente, a lo mejor como en casa. Pero para ella la habitacion no habia sido corrompida por la perniciosa contaminacion del asesinato.
La doctora Glenister se volvio hacia Chandler-Powell y le dijo:
– Usted la habia visto la noche anterior, desde luego.
– Naturalmente.
– ?Y es asi como la encontraron esta manana?
– Si. Cuando vi su garganta, comprendi que no habia nada que yo pudiera hacer, que no habia posibilidad alguna de que fuera una muerte natural. No hace falta ningun patologo forense para diagnosticar el modo en que murio. Fue estrangulada. Lo que ve usted ahora es exactamente lo que vi yo cuando me acerque a la cama.
– ?Estaba usted solo? -pregunto Dalgliesh.
– Estaba solo junto a la cabecera. La enfermera Holland se encontraba en la salita atendiendo a Kimberley Bostock, la ayudante de cocina que subio el te de primera hora de la manana. Cuando vio el cadaver, la enfermera pulso varias veces el timbre rojo de llamada de la sala para que yo supiera que habia una emergencia. Como pueden ver, alguien habia dejado el timbre de la cama fuera del alcance de la paciente. Muy juiciosamente, la enfermera Holland no lo toco. Me ha asegurado que estaba, como de costumbre, sobre la mesita cuando por la noche dejo a la paciente acostada. Pense que a lo mejor la senorita Gradwyn se habia alarmado o se encontraba mal, y esperaba encontrar aqui tambien a la enfermera en respuesta a la llamada. Cerramos las dos puertas, y yo lleve a Kimberley a su apartamento. Le dije a su esposo que se quedara con ella y telefonee inmediatamente a la policia local. El inspector Whetstone me dijo que precintara la habitacion y ha estado aqui al cargo de todo hasta que han llegado ustedes. Yo ya habia dispuesto que estuviera prohibido el acceso al pasillo y al ascensor.
La doctora Glenister se habia inclinado sobre el cadaver pero sin tocarlo. Se enderezo y dijo:
– Fue estrangulada por una persona diestra, cuya mano seguramente iba cubierta con un guante fino. Hay magulladuras debidas a los dedos de la mano derecha pero aranazos no. Sabre mas cuando la tenga sobre la mesa. -Se dirigio a Chandler-Powell-. Por favor, quiero hacerle una pregunta. ?Le receto anoche algun sedante?
– Le ofreci Temazepam, pero me dijo que no lo necesitaba. Habia salido bien de la anestesia, habia tomado una cena ligera y empezaba a sentirse adormilada. Creia que no le costaria dormirse. La enfermera Holland fue la ultima persona que la vio, aparte del asesino, claro, y lo unico que pidio la paciente fue un vaso de leche caliente con un chorrito de brandy. La enfermera Holland espero a que se lo bebiera y luego retiro el vaso. Logicamente esta lavado.
– Creo que para el laboratorio sera de utilidad contar con una lista de todos los sedantes que tiene usted en el dispensario -dijo la doctora Glenister-, o de otros farmacos a los que tuvieran acceso los pacientes o que se les pudieran suministar. Gracias, senor Chandler-Powell.
– Seria conveniente tener una charla preliminar con usted a solas, quiza dentro de unos diez minutos -dijo Dalgliesh-. Necesito hacerme una idea de la organizacion de aqui, del numero de personas de la plantilla y la funcion de cada una, y de como la senorita Gradwyn llego a ser paciente suya.
– Estare en la oficina general -dijo Chandler-Powell-, que esta en la galeria situada enfrente del gran salon. Buscare un plano de la Mansion para usted.
Esperaron hasta que oyeron sus pasos en la habitacion con tigua y el ruido de la puerta del pasillo al cerrarse. Entonces la doctora Glenister se puso los guantes quirurgicos que llevaba en el bolso Gladstone y toco suavemente la cara de Gradwyn, y luego el cuello y los brazos. La patologa forense habia sido una profesora distinguida, y Dalgliesh sabia, por la experiencia de haber trabajado juntos, que ella casi nunca dejaba escapar la oportunidad de ensenar a los jovenes.
– Seguro que lo sabe todo sobre el rigor mortis, sargento -le dijo a Benton.
– Todo no, senora. Se que empieza en los parpados unas tres horas despues de la muerte, que se extiende por la cara y el cuello hasta el torax, y por fin el tronco y las extremidades. En general, la rigidez es completa en unas doce horas y empieza a desaparecer siguiendo el orden inverso al cabo de unas treinta y seis horas.
– ?Y cree que el rigor mortis sirve para hacer una estimacion fiable de la hora de la muerte?
– No fiable del todo, senora.
– No fiable en absoluto. La cosa se puede complicar debido a la temperatura de la habitacion, el estado muscular del individuo, la causa de la muerte, y algunas circunstancias que pueden dar a entender equivocadamente que existe rigor mortis, como en el caso de los cuerpos expuestos a un calor muy intenso o el espasmo cadaverico. ?Sabe lo que es esto, sargento?
– Si, senora. En el instante de la muerte puede pasar que los musculos de la mano se tensen de tal modo que sea dificil arrancarle de la mano a la persona muerta cualquier cosa que tuviera agarrada.
– El calculo de la hora exacta de la muerte es una de las mayores responsabilidades de un examinador medico, y una de las mas dificiles. El analisis de la cantidad de potasio en el liquido del ojo ha sido un avance. Sabre la hora con mas precision cuando haya tomado la temperatura rectal y hecho la autopsia. Entretanto, puedo hacer una evaluacion preliminar basandome en las hipostasis…, seguro que sabe que es.
– Si, senora. La lividez post mortem.
– Que probablemente vemos en su punto culminante. Partiendo de esto y del estado actual del rigor mortis, mi estimacion inicial seria que murio entre las once y las doce y media de la noche, seguramente mas cerca de las