llamado a la policia, y un inspector de la fuerza local venia de camino. Como es logico, todos colaborarian con las investigaciones policiales. Entretanto, debian estar tranquilos, abstenerse de chismorreos y especulaciones y seguir con sus tareas. Que tareas exactamente, se pregunto. La intervencion de la senora Skeffington habia sido anulada. Habian telefoneado al anestesista y al personal de quirofano; Flavia y Helena se habian encargado de eso. Y tras este breve discurso, evitando preguntas, habia abandonado la biblioteca. Pero esta forma de irse, con todas las miradas posadas en el, ?no habia sido un gesto histrionico, un modo de eludir responsabilidades de forma deliberada? Recordaba haberse quedado un momento al otro lado de la puerta, como un desconocido en la casa que se preguntara adonde ir.
Y ahora, sentado a la mesa de la cocina con Dean y Kimberley, tenia que mostrar interes por la sopa de guisantes y el pan de soda. Desde el mismo instante en que entro en la estancia que casi nunca tenia necesidad de visitar se sintio tan inepto como intruso. ?Que palabras de tranquilidad, de consuelo, esperaban de el? Las dos caras frente a la suya, como ninos asustados, buscaban la respuesta a una pregunta que no tenia nada que ver con la sopa ni con el pan.
Dominando su irritacion ante la obvia necesidad de ellos de recibir instrucciones firmes, estuvo a punto de decir «haced lo que mejor os parezca», cuando oyo los pasos de Helena. Habia llegado silenciosamente detras de el. Y ahora oia su voz.
– Sopa de guisantes es una gran idea, caliente, nutritiva y reconfortante. Como ya teneis el caldo, se puede hacer en un momento. Vayamos a lo sencillo, ?de acuerdo? No quiero que esto parezca una fiesta parroquial de la cosecha. Servid el pan de soda caliente y con abundante mantequilla. Una tabla de quesos seria un buen complemento de las carnes frias, pero no os paseis. Haced que parezca apetitoso, como de costumbre. Nadie tiene hambre, pero la gente ha de comer. Seria una buena idea sacar la crema casera de limon de Kimberley y mermelada de albaricoque con el pan. Las personas en estado de shock a menudo tienen ganas de algo dulce. Y ya podeis ir trayendo cafe, muchisimo cafe.
– ?Hemos de dar de comer a la policia, senorita Cressett? -pregunto Kimberley.
– Yo diria que no. Pero lo sabremos a su debido tiempo. Como sabeis, no sera el inspector Whetstone quien se encargue de la investigacion. Viene una brigada especial de la Policia Metropolitana. Imagino que comeran por el camino. Habeis estado magnificos, los dos, como siempre. Es probable que durante un tiempo llevemos todos una vida algo alterada, pero se que sabreis afrontarlo. Si teneis dudas o preguntas, venid a verme.
Mas tranquilos, los Bostock murmuraron su agradecimiento. Chandler-Powell y Helena se fueron juntos.
– Gracias. Tenia que haberte dejado los Bostock para ti -dijo el intentando sin exito inyectar calidez a su voz-. ?Y que demonios es el pan de soda?
– Se hace con harina integral y sin levadura. Aqui lo has comido a menudo. Te gusta.
– Al menos hemos resuelto la proxima comida. Me da la sensacion de que he dedicado la manana a insignificancias. Pido a Dios que este comandante Dalgliesh y su brigada lleguen de una vez y se pongan a investigar. Hay una distinguida patologa forense perdiendo el tiempo por ahi esperando que Dalgliesh se digne llegar. ?Por que no puede ella empezar su trabajo? Y seguro que Whetstone tenia algo mejor que hacer que estar aqui de planton.
– ?Y por que la Met? -dijo Helena-. La policia de Dorset esta totalmente capacitada, ?por que no puede ocuparse de la investigacion el inspector Whetstone? Esto me hace pensar que quizas haya algo secreto e importante relacionado con Rhoda Gradwyn, algo que no sabemos.
– Siempre hubo algo que no sabiamos de Rhoda Gradwyn.
Habian llegado al vestibulo. Se oyeron fuertes portazos de puertas de coches, sonido de voces.
– Mejor que salgas afuera -dijo Helena-. Parece que ha llegado la brigada de la Met.
6
Era un buen dia para conducir por el campo, un dia que normalmente Dalgliesh habria dedicado a explorar caminos apartados, parando de vez en cuando para disfrutar contemplando los imponentes troncos de los grandes arboles desnudos para el invierno, las ramas ascendentes y las oscuras complejidades de las altas ramitas estampadas en un cielo despejado de nubes. El otono se habia alargado, pero ahora el conducia bajo la deslumbrante bola blanca de un sol invernal, cuyo raido borde emborronaba un azul tan claro como el de un dia de verano. Su luz se apagaria pronto, pero ahora, bajo su intenso brillo, los campos, las colinas bajas y las arboledas tenian un contorno nitido y carecian de sombra.
Una vez lejos del trafico de Londres, avanzaron mas rapidos y dos horas y media despues estaban en el este de Dorset. Se detuvieron un rato en un area de descanso para tomar su almuerzo, y Dalgliesh consulto el mapa. Al cabo de quince minutos llegaban a un cruce que los encaminaria a Stoke Cheverell, y unos dos kilometros despues del pueblo vieron una senal que indicaba la Mansion Cheverell. Se detuvieron frente a dos puertas de hierro forjado, tras las cuales vieron un paseo de hayas. Al otro lado de las puertas, un hombre de edad avanzada con un abrigo largo estaba sentado en lo que parecia una silla de cocina leyendo un periodico. Lo doblo con cuidado, tomandose su tiempo, y luego se acerco a abrir. Dalgliesh no sabia si apearse y ayudarle, pero las puertas se abrieron facilmente, y Dalgliesh las cruzo seguido del coche de Kate y Benton. El viejo cerro tras ellos y luego se dirigio al primer vehiculo.
– A la senorita Cressett no le gusta que el camino de entrada se llene de coches. Tendran que ir a la parte trasera del ala este.
– Lo haremos -dijo Dalgliesh-, pero es algo que puede esperar.
Los tres sacaron sus bolsas de los coches. Ni siquiera la urgencia del momento, o el hecho de que hubiera un grupo de personas esperandolos en diversos estados de ansiedad o temor, disuadieron a Dalgliesh de hacer una pausa de unos segundos para observar la casa. Sabia que estaba considerada como una de las casas Tudor mas hermosas de Inglaterra, y ahora estaba frente a el, en su perfeccion de formas, su confiada reconciliacion de solidez y elegancia; una casa construida para certezas, nacimientos, muertes y ritos de iniciacion, por hombres que sabian en que creian y que estaban haciendo. Una casa cimentada en la historia, imperecedera. Delante de la Mansion no habia hierba ni jardin ni estatuas. Se mostraba a si misma sin adornos, su dignidad no precisaba aderezos. La estaba viendo en su plenitud. El blanco resplandor matutino del sol invernal se habia suavizado, brunendo los troncos de las hayas y banando las piedras de la casa con un brillo plateado, de modo que por un instante, en la quietud, parecio temblar y volverse tan insustancial como una vision. La luz diurna pronto se apagaria; era el mes del solsticio de invierno. Pronto oscureceria y se haria de noche. El y el equipo estarian investigando un hecho oscuro en la oscuridad de pleno invierno. Para alguien a quien le gustaba la luz, esto suponia una desventaja tanto psicologica como practica.
Cuando el y los miembros del equipo echaron a andar, se abrio la puerta del gran porche y salio un hombre a recibirles. Por momentos parecio indeciso a la hora de saludar; luego extendio la mano y dijo:
– Inspector Keith Whetstone. Se han dado ustedes prisa, senor. El jefe dijo que necesitarian agentes SOCO. Ahora mismo solo tenemos disponibles dos, pero aun tardaran unos cuarenta minutos. El fotografo esta de camino.
No habia duda de que Whetstone era policia, penso Dalgliesh, o eso o soldado. Era corpulento pero mantenia un porte erguido. Tenia una cara ordinaria pero agradable, las mejillas rojizas, la mirada fija y vigilante bajo un pelo del color de la paja vieja, cortado a cepillo y pulcramente rasurado alrededor de unas orejas enormes. Iba vestido de
Hechas las presentaciones, dijo:
– ?Sabe usted por que se encarga del caso la Met, senor?
– Me temo que no. Deduzco que usted se sorprendio cuando le llamaron.
– Se que al jefe le parecio un poco raro, pero de hecho nosotros no necesitamos buscar trabajo. Se habra enterado de las detenciones en la costa. Tenemos encima a los chicos del Servicio de Aduanas. El Yard dijo que a ustedes no les vendria mal un agente. Dejo a Malcolm Warren. Es un tipo callado pero muy listo, y sabe cuando mantener la boca cerrada.
– Callado, fiable y discreto -dijo Dalgliesh-. No tengo nada en contra. ?Donde esta ahora?