jardin. Preferi no cerrar, pues si el senor Chandler-Powell hubiera estado fuera no habria podido entrar.
– ?Pasear por el jardin despues de medianoche, en diciembre? -dijo la enfermera Holland-. ?Es esto algo habitual, Dean?
Dean no la miro a ella sino a Dalgliesh, y dijo cabizbajo:
– No es mi cometido correr el cerrojo, senor. Y antes estaba cerrada. Nadie podia abrirla sin una llave.
Dalgliesh se dirigio a Chandler-Powell.
– ?Y usted esta seguro de que echo el cerrojo a las once?
– La cerre como de costumbre a las once y la encontre cerrada a las seis y media de esta manana.
– ?Alguien de aqui la abrio por algun motivo? Todos pueden ver la importancia de esto. Hemos de esclarecerlo ahora.
No hablo nadie. El silencio se prolongo.
– ?Alguien mas advirtio que el cerrojo estaba corrido o descorrido despues de las once? pregunto Dalgliesh.
De nuevo silencio, esta vez finalmente interrumpido por un murmullo quedo de negaciones. Benton observo que evitaban mirarse unos a otros.
– Por ahora sera suficiente -dijo Dalgliesh-. Gracias por su colaboracion. Me gustaria verlos a todos por separado, aqui o en el centro de operaciones de la Vieja Casa de la Policia.
Dalgliesh se puso en pie, y el resto de los presentes se levanto a su vez silenciosa y sucesivamente. Todavia no hablaba nadie. Los detectives estaban cruzando el vestibulo cuando Chandler-Powell los alcanzo.
– Si tiene tiempo, me gustaria hablar un segundo con usted -le dijo a Dalgliesh.
Dalgliesh y Kate lo siguieron al estudio. Se cerro la puerta. Benton no sintio ningun resentimiento por una exclusion que habia sido transmitida sutilmente pero no expresada con palabras. Sabia que en cualquier investigacion habia momentos en que dos agentes podian obtener informacion y tres inhibirla.
En el estudio, el senor Chandler-Powell no perdio el tiempo. Estando los tres de pie, dijo:
– Debo decirles algo. Obviamente han advertido el malestar de Kimberley cuando se le ha preguntado por que no desperto a Flavia Holland. Creo que seguramente lo intento. La puerta de la suite no estaba cerrada con llave, y si ella o Dean la abrieron un poco oirian voces, la mia y la de Flavia. A medianoche yo estaba con ella. Creo que los Bostock se han sentido cohibidos y por eso no lo han dicho, sobre todo en presencia de los demas.
– Pero ?no habria oido usted como se abria la puerta? -dijo Kate.
El la miro con calma.
– No necesariamente. Estabamos ocupados hablando.
– Luego confirmare esto con los Bostock -dijo Dalgliesh-. ?Cuanto rato estuvieron juntos?
– Cuando termine de conectar las alarmas y echar el cerrojo de la puerta del jardin me reuni con Flavia en su sala de estar. Estuve alli hasta eso de la una. Teniamos que hablar de varias cosas, unas profesionales, otras personales. Ninguna relacionada con Rhoda Gradwyn. Durante ese rato ninguno de los dos vimos ni oimos nada anormal.
– ?Oyeron el ascensor?
– No. Y tampoco esperabamos oirlo. Como han visto, esta junto a las escaleras, frente a la salita de la enfermera, pero es moderno y relativamente silencioso. Desde luego la enfermera Holland confirmara mis palabras, y sin duda cuando Kimberley sea interrogada por alguien experto en obtener informacion de la gente vulnerable, admitira haber oido nuestras voces si sabe que he hablado con ustedes. No me reconozcan demasiado merito por haberles contado lo que espero siga siendo confidencial. Tendria que ser muy ingenuo para no comprender que, si Rhoda Gradwyn murio alrededor de la medianoche, Flavia y yo nos hemos concedido mutuamente una coartada. Mas vale que sea sincero. No quiero ser tratado de forma distinta a los demas. Pero normalmente los medicos no asesinan a sus pacientes, y si tuviera en mente destruir este lugar y mi prestigio, lo habria hecho antes de la operacion, no despues. No soporto que se desperdicie mi trabajo.
Al mirar la cara de Chandler-Powell subitamente tenida de una ira y una indignacion que lo transformaban, Dalgliesh tuvo la seguridad de que al menos las ultimas palabras eran ciertas.
11
Dalgliesh fue al jardin a telefonear a la madre de Rhoda Gradwyn. Era una llamada a la que tenia pavor. Dar el pesame personalmente, como ya habia hecho una agente de la policia local, era dificil de veras. Era una tarea que ningun agente cumplia de buen grado, algo que el habia hecho numerosas veces, dudando antes de levantar la mano para golpear la puerta o llamar al timbre, una puerta que siempre se abria de inmediato revelando unos ojos confusos, suplicantes, esperanzados o angustiados, a la espera de una noticia que cambiaria su vida. Sabia que algunos colegas habrian encargado esa labor a Kate. Transmitir por telefono compasion a un pariente afligido le parecia una chapuza, pero siempre habia pensado que el pariente mas proximo debia conocer al agente encargado de la investigacion en un caso de asesinato y estar al corriente del desarrollo del proceso en la medida en que esto fuera factible.
Respondio una voz de hombre. Sonaba desconcertada y aprensiva, como si el telefono fuera un instrumento tecnicamente avanzado del que no se pudieran esperar buenas noticias. Sin identificarse, dijo con innegable alivio:
– ?La policia, dice? Espere, por favor. Voy a llamar a mi esposa.
Dalgliesh volvio a identificarse y expreso su condolencia con el mayor tacto posible, sabiendo que ella ya habia recibido una noticia cuya gravedad ninguna delicadeza podia mitigar. Se encontro con un silencio inicial. Luego, con una voz tan insensible como si el hubiera acabado de transmitir una inoportuna invitacion a tomar el te, ella dijo:
– Gracias por llamar, pero ya lo sabiamos. Me dio la noticia la joven de la policia local. Dijo que la habia llamado alguien de la policia de Dorset. Se marcho a las diez. Fue muy amable. Tomamos una taza de te juntas y no me conto demasiado. Solo que Rhoda habia sido hallada muerta y que no era una muerte natural. Aun no puedo creerlo. No se, ?quien querria hacer dano a Rhoda? Pregunte que habia pasado y si la policia conocia al culpable, pero ella dijo que no podia responder a preguntas como esta porque habia otra fuerza encargada del caso y que usted se pondria en contacto conmigo. Solo habia venido a darme la noticia. Aun asi, fue amable.
– Senora Brown, ?sabia usted si su hija tenia algun enemigo? -dijo Dalgliesh-. ?Alguien que hubiera podido desearle algo malo?
Y ahora el advirtio el claro tono de resentimiento.
– Bueno, seguramente, ?no? Si no, no la habrian matado. Estaba en una clinica privada. Rhoda no iba a lo barato. ?Por que no cuidaron de ella? Mira que dejar que asesinen a una paciente…, es negligencia por parte de la clinica. Rhoda aun queria hacer muchas cosas. Tenia mucho exito. Siempre habia sido muy lista, como su padre.
– ?Le dijo ella que iba a quitarse la cicatriz en la clinica de la Mansion Cheverell?
– Me dijo que pensaba quitarse la cicatriz pero no donde ni cuando. Rhoda era muy reservada. De nina ya era asi, se guardaba sus secretos, sin decir a nadie lo que pensaba. Desde que se marcho de casa nos vimos poco, pero vino aqui a mi boda en junio y fue cuando me hablo de la cicatriz. Lo debia haber hecho anos atras, desde luego. Tenia esa cicatriz desde hace mas de treinta anos. Cuando contaba trece se golpeo la cara contra la puerta de la cocina.
– ?Puede contarnos algo de sus amigos, de su vida privada?
– Ya se lo he dicho, era muy reservada. No se nada de sus amigos ni de su vida privada. Tampoco se que va a pasar con el entierro, si deberia ser en Londres o aqui. No se si hay cosas que yo tendria que hacer. Por lo general hay que rellenar formularios. Y hay que dar la noticia a la gente. No quiero molestar a mi esposo. Esta muy afectado. Cuando conocio a Rhoda, le cayo muy bien.
– Habra autopsia, por supuesto -dijo Dalgliesh-, y luego el forense entregara el cadaver. ?Tiene usted amigos que puedan ayudarla y aconsejarla?
– Bueno, tengo amigos en la iglesia. Hablare con el parroco, quizas el pueda ayudar. Tal vez podamos