mirada, dijo:

– Annabel Skelton era una gran amiga. Diria que la amaba, pero no quiero que malinterprete una relacion que seguramente no seria capaz de hacerle entender. Actualmente, todas las relaciones parecen definirse en funcion de la sexualidad. Era alumna mia, pero tenia talento para escribir, no para estudiar Clasicas. La anime a terminar su primera novela y a buscar editor.

– ?Sabia usted entonces que partes de la misma habian sido plagiadas de una obra anterior?

– ?Me esta preguntando si ella me lo dijo, comandante?

– No, senorita Westhall, le estoy preguntando si lo sabia.

– No, lo supe cuando lei el articulo de Gradwyn.

– Esto le sorprenderia y le afectaria -intervino Kate.

– Si, inspectora, ambas cosas.

– ?Tomo usted alguna medida, por ejemplo, ver a Rhoda Gradwyn o escribir una carta de protesta, a ella o a la Paternoster Review? -pregunto Dalgliesh.

– Vi a Gradwyn. Nos vimos un momento en la oficina de su agente a peticion suya. Fue un error. No se arrepentia de nada, desde luego. Prefiero no entrar en detalles sobre el encuentro. En aquel momento yo no sabia que Annabel ya estaba muerta. Se ahorco tres dias despues de que apareciera el articulo.

– Entonces, ?usted no tuvo la oportunidad de verla, de pedirle explicaciones? Lamento que esto le resulte doloroso.

– Seguro que no lo lamenta tanto, comandante. Seamos sinceros. Usted solo esta haciendo su desagradable trabajo, como Rhoda Gradwyn. Intente ponerme en contacto con ella, pero no queria ver a nadie, la puerta estaba cerrada, el telefono desconectado. Yo habia perdido el tiempo con Gradwyn cuando ver a Annabel habria surtido mas efecto. El dia despues de su muerte recibi una postal. Habia solo siete palabras y no iba firmada. «Lo siento. Por favor, perdoname. Te quiero.» -Hubo un breve silencio; luego anadio-: El plagio era la parte menos importante de una novela que mostraba signos muy prometedores. No obstante, creo que Annabel se dio cuenta de que nunca volveria a escribir otra, y para ella eso era la muerte. Y luego estaba la humillacion. Tambien esto fue mas de lo que podia soportar.

– ?Responsabiliza usted a Rhoda Gradwyn de lo sucedido?

– Ella fue la responsable. Mato a mi amiga. Como supongo que no era su intencion, no hay ninguna posibilidad de reparacion legal. Pero no me he vengado personalmente al cabo de cinco anos. El odio no desaparece, pero pierde parte de su poder. Es como una infeccion en la sangre, nunca se elimina del todo, es propensa a recrudecerse de improviso, pero su fiebre es cada vez menos debilitante, menos dolorosa con el paso de los anos. Me ha quedado la pena y una tristeza profunda. No mate a Rhoda Gradwyn, pero no he lamentado en ningun momento que este muerta. ?Responde esto a la pregunta que iba a formularme, comandante?

– Senorita Westhall, dice usted que no mato a Rhoda Gradwyn. ?Sabe quien lo hizo?

– No, comandante. Y si lo supiera, creo que no se lo diria.

Se puso en pie para irse. Ni Dalgliesh ni Kate hicieron nada por impedirselo.

7

En los tres dias posteriores a la muerte de Rhoda Gradwyn, a Lettie le sorprendio lo poco que se permite a la muerte entorpecer la vida. A los muertos, por mas muertos que esten, se les recoge con una rapidez decorosa y se les lleva a su lugar designado, un contenedor en la morgue de un hospital, la sala de embalsamamiento de la funeraria, la mesa del patologo. El medico quiza no venga; el de la funeraria viene siempre. Se prepara comida, aunque sea escasa y poco convencional, llega el correo, suenan los telefonos, se pagan facturas, se rellenan formularios oficiales. Los que lloran una perdida, como hizo ella en su momento, se mueven como automatas en un mundo en el que nada es real ni conocido ni parece que vaya a serlo nunca mas. Pero aun asi hablan, intentan dormir, se llevan a la boca comida que no les sabe a nada, siguen adelante como de memoria, representando su papel asignado en un drama en el que todos los demas personajes parecen estar familiarizados con su funcion.

En la Mansion nadie fingia llorar la perdida de Rhoda Gradwyn. Su muerte habia sido una conmocion agravada por el misterio y el miedo, pero la rutina de la casa no se interrumpio. Dean siguio preparando sus excelentes platos, aunque cierta sencillez de los menus sugeria que acaso estuviera rindiendo un tributo inconsciente a la muerte. Kim seguia atendiendoles, si bien el apetito y el disfrute sincero parecian revelar una flagrante falta de sensibilidad, lo que cohibia la conversacion. Solo el ir y venir de la policia y la presencia de coches del equipo de seguridad y la caravana, en la que comian y dormian, aparcada frente a la entrada principal, eran un constante recordatorio de que nada era normal. Hubo un subito interes y una esperanza algo vergonzosa cuando la inspectora Miskin llamo a Sharon y se la llevo a la Vieja Casa de la Policia para ser interrogada. Sharon regreso para decir escuetamente que el comandante Dalgliesh estaba preparandolo todo para que ella abandonara la Mansion y que en el plazo de tres dias un amigo pasaria a buscarla. Entretanto, no tenia intencion de realizar ninguna otra tarea. En lo que a ella respectaba, su trabajo habia terminado y que se lo metieran donde les cupiese. Estaba cansada y fastidiada y se moria de jodidas ganas de irse de aquella jodida Mansion. Y que se iba a su habitacion. Nunca habian oido a Sharon decir una obscenidad, y sus palabras fueron tan chocantes como si hubieran salido de la boca de Lettie.

El comandante Dalgliesh fue atendido por George Chandler-Powell durante media hora, y en cuanto aquel se marcho, el medico los convoco a todos en la biblioteca. Acudieron en silencio, con la expectativa compartida de que les iban a decir algo importante. Sharon no habia sido detenida, esto era obvio, pero quizas habia habido progresos, y en todo caso era preferible una noticia poco grata a esa perpetua incertidumbre. Para todos ellos la vida estaba en suspenso, y a veces llegaban a confiarselo unos a otros. Incluso las decisiones mas simples -que ropa ponerse por la manana, que ordenes dar a Dean y Kimberley- requerian una gran fuerza de voluntad. Chandler-Powell no les hizo esperar, aunque a Lettie le parecio que estaba inusitadamente inquieto. Al entrar en la biblioteca parecio dudar entre quedarse de pie o sentarse, pero tras un momento de vacilacion, se coloco junto a la chimenea. Seguramente se consideraba un sospechoso, como el resto, pero ahora, con los expectantes ojos de todos fijos en el, parecia mas un sucedaneo del comandante Dalgliesh, un papel que no deseaba y en el que no se sentia seguro.

– Lamento haber interrumpido lo que estabais haciendo -dijo-, pero el comandante Dalgliesh me da pedido que hablara con vosotros, y he considerado razonable citaros a todos para que oigais lo que el tenia que deciros. Como sabeis, Sharon nos dejara en cuestion de dias. En su pasado hubo un incidente en virtud del cual su desarrollo y su bienestar pasan a ser competencia del servicio de libertad vigilada, y han pensado que lo mejor es que abandone la Mansion. Tengo entendido que Sharon colaborara con los planes y preparativos que la afecten. Esto es todo lo que me han contado a mi y todo lo que cualquiera tiene derecho a saber. Os pido que no hableis de Sharon entre vosotros ni hableis con ella sobre su pasado ni su futuro; ni uno ni otro nos incumben.

– ?Significa esto que Sharon ya no es considerada sospechosa, si alguna vez lo fue? -pregunto Marcus.

– Es de suponer.

Flavia tenia la cara colorada, la voz vacilante.

– ?Podemos saber con exactitud cual es su estatus aqui? Nos ha dicho que no piensa trabajar mas. Entiendo que, como la Mansion se considera una escena del crimen, no podemos hacer venir del pueblo a nadie del personal de limpieza. Como en la Mansion no hay pacientes no hay mucho trabajo, pero el que hay alguien debe hacerlo.

– Kim y yo podemos echar una mano -dijo Dean-. Pero ?que pasa con la comida de Sharon? Normalmente come con nosotros en la cocina. Si ahora se queda arriba, ?Kim ha de subirle las bandejas y atenderla? -El tono de su voz dejaba claro que esto no seria aceptable.

Helena echo una mirada a Chandler-Powell. Era evidente que a el se le estaba acabando la paciencia.

– Por supuesto que no -dijo Helena-. Sharon conoce el horario de las comidas. Si tiene hambre, ya bajara. Solo seran uno o dos dias. Si hay algun problema, decidmelo y yo hablare con el comandante Dalgliesh. Entretanto seguiremos con la mayor normalidad posible.

Вы читаете Muerte en la clinica privada
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату