quedo embarazada y despues se caso con un descarado cazafortunas, con gran indignacion del abuelo Theodore. En todo caso, ella fue abandonada mas, sospecho, por estupida e ingenua que por el embarazo. A Robin le gusta aparecer de vez en cuando para recordarnos lo que para el es una discriminacion injusta, y francamente su persistencia nos parece ya una pesadez. A veces le damos alguna que otra cantidad. El coge el dinero, pero creo que lo considera humillante. De hecho, es humillante para todos.
Esta revelacion sincera de asuntos familiares sorprendio a Lettie. Era muy distinta de la reservada Candace que conocia, o, se dijo a si misma, pensaba que conocia.
Cogio la chaqueta del respaldo de la silla. Al salir, dijo:
– ?No seria menos fastidio si le dieras una suma moderada de la fortuna de tu padre poniendo fin asi a su oportunismo? Eso si crees que hay aqui de veras una injusticia.
– Me ha pasado por la cabeza. El problema es que Robin siempre querria mas. Dudo mucho que nos pusieramos de acuerdo en lo que constituye una suma moderada.
Lettie se fue, cerro la puerta a su espalda, y Candace volvio a centrar la atencion en el ordenador y en las cifras de noviembre. El ala oeste volvia a dar beneficios, pero por poco. Los salarios pagados cubrian el mantenimiento general de la casa y los jardines asi como los costes medicos y quirurgicos, pero los ingresos fluctuaban y los gastos aumentaban. Seguro que las cifras del mes siguiente serian desastrosas. Chandler-Powell no habia dicho nada, pero su cara, tensa por la ansiedad y una especie de resolucion desesperada, hablaba por si sola. ?A cuantos pacientes les gustaria ocupar una habitacion del ala oeste con su mente llena de imagenes de muerte y, peor aun, la muerte de una paciente? La clinica, lejos de ser un filon, era ahora una responsabilidad pecuniaria. Le daba menos de un mes de vida.
Lettie regreso al cabo de un cuarto de hora.
– No esta. No hay rastro de el en la casa ni en el jardin. He encontrado el movil sobre la mesa de la cocina, entre los restos de lo que pudo ser su almuerzo o su cena, un plato con salsa de tomate congelada y unos cuantos espaguetis y un paquete de plastico con dos pastelitos de chocolate. Cuando estaba abriendo la puerta, ha sonado el movil. Era otra vez Jeremy Coxon. Le he dicho que estabamos buscando a Robin. Daba la impresion de que no habia dormido en su cama, y, como has dicho tu, el coche esta fuera, por lo que evidentemente no se ha marchado. No puede haber ido muy lejos. No parece de los que dan largos paseos por el campo.
– No, eso si que no. Supongo que deberiamos organizar una busqueda general, pero ?por donde empezamos? Podria estar en cualquier parte, incluso, me imagino, haberse quedado dormido en la cama de otro, en cuyo caso es dificil que el acepte de buen grado una busqueda general. Esperemos otra hora o asi.
– ?Es esto lo mas sensato? -dijo Lettie-. Porque es como si se hubiera ido desde hace ya un buen rato.
Candace medito sobre ello.
– Es un adulto y tiene derecho a ir a donde quiera y con quien quiera. Pero es extrano. Jeremy Coxon parecia tan preocupado como irritado. Quiza deberiamos al menos asegurarnos de que no esta en la Mansion ni por los jardines. Tal vez este enfermo o haya sufrido un accidente, aunque parece improbable. Mejor que vaya a mirar en la Casa de Piedra. A veces me olvido de cerrar la puerta lateral; despues de irme yo, Robin podria haber entrado a escondidas a ver si encontraba algo. Tienes razon. Si no esta en las casas ni aqui, hemos de decirselo a la policia. Si es una busqueda en serio, supongo que correspondera a la policia local. Mira a ver si localizas al sargento Benton-Smith o al agente Warren. Me llevare a Sharon conmigo. Parece que la mayor parte del tiempo anda rondando por ahi sin hacer nada.
Lettie, todavia de pie, reflexiono un momento y luego dijo:
– Creo que no tenemos que involucrar a Sharon. Desde que ayer el comandante Dalgliesh la mando llamar esta de un humor extrano, unas veces enfurrunada y retraida, otras muy ufana, casi triunfante. Y si Robin ha desaparecido de veras, mejor mantenerla al margen. Si quieres seguir buscando, voy contigo. La verdad, si no esta aqui ni en ninguna otra casa, no se donde mas podemos mirar. Mejor avisar a la policia.
Candace cogio su chaqueta de la percha de la puerta.
– Seguramente tienes razon en cuanto a Sharon. No dejo la Mansion para ir a la Casa de Piedra, y, francamente, mejor asi, pues no fue una idea demasiado sensata por mi parte. No obstante, accedio a ayudarme un par de horas al dia con los libros de mi padre, probablemente porque querria una excusa para no estar en la cocina. Ella y los Bostock nunca han congeniado. Aparentaba pasarselo bien con los libros. Le he prestado uno o dos en los que parecia interesada.
Lettie volvio a sorprenderse. Prestar libros a Sharon era un detalle que no habria esperado de Candace, cuya actitud hacia la chica habia sido mas de mezquina tolerancia que de interes benevolo. Pero Candace era al fin y al cabo una profesora. Y, en cualquier amante de la lectura, seguramente era un impulso natural prestar un libro a una persona joven que mostrara curiosidad. Ella habria hecho lo mismo. Andando al lado de Candace, noto una pequena punzada de pena. Trabajaban juntas de forma cordial, igual que hacian ambas con Helena, pero nunca habian estado muy unidas, y mas que amigas eran colegas. En todo caso, Candace era util en la Mansion. Los tres dias que habia estado de visita en Toronto, un par de semanas atras, lo habian puesto de manifiesto. Quizas era por el hecho de vivir en la Casa de Piedra, Candace y Marcus a veces parecian estar emocional y fisicamente distanciados de la vida en la Mansion. Se imaginaba muy bien lo que habian sido los dos ultimos anos para una mujer inteligente, con su empleo en peligro, y ahora, o eso se rumoreaba, ya definitivamente perdido, dedicada a atender noche y dia a un viejo dominante y quejoso, el hermano desesperado por irse. Bueno, en este momento no habria tantas pegas. La clinica dificilmente continuaria tras el asesinato de la senorita Gradwyn. Ahora mismo solo ingresarian en la Mansion pacientes con una fascinacion patologicamente morbosa por el horror y la muerte.
Era una manana gris y sin sol. Durante la noche habian caido chaparrones, y ahora desde la tierra empapada surgia un acre miasma de hierba embebida y hojas podridas. Este ano el otono se habia adelantado, pero su tenue fulgor ya se habia desvanecido en el aliento desapacible, casi inodoro, del ano agonizante. Caminaron a traves de la humeda niebla que helaba el rostro de Lettie y traia consigo el primer toque de desasosiego. Antes habia entrado en el Chalet Rosa sin temor, casi esperando descubrir que Robin Boyton habria regresado o al menos algun indicio de adonde habia ido. Ahora, mientras andaban entre los rosales heridos por el invierno hasta la puerta delantera, sintio que estaba siendo arrastrada inexorablemente hacia algo que no era asunto suyo, en lo que no tenia deseo alguno de implicarse y que no auguraba nada bueno. La puerta tenia el cerrojo descorrido, tal como ella la habia encontrado, pero al entrar en la cocina le parecio que el aire era ahora mas rancio, no olia solo a platos sin lavar.
Candace se acerco a la mesa y observo los restos de comida con una mueca de desagrado.
– Desde luego parece mas el almuerzo o la cena de ayer que el desayuno de hoy -dijo-, aunque con Robin nunca se sabe. ?Has dicho que habias mirado arriba?
– Si. La cama no estaba bien hecha, las mantas estiradas simplemente; no parece que haya dormido ahi esta noche.
– Sera mejor que inspeccionemos toda la casa -dijo Candace-, y luego el jardin y la casa de al lado. De momento limpiare todo esto. Aqui apesta.
Cogio el plato sucio y se dirigio al fregadero. La voz de Lettie sono brusca como una orden.
– ?No, Candace, no! -Candace se paro en seco. Lettie continuo-: Lo siento, no queria gritar, pero ?no seria mejor dejar las cosas como estan? Si Robin ha tenido un accidente, si le ha pasado algo, puede ser importante saber el momento exacto de cada cosa.
Candace regreso a la mesa y dejo el plato.
– Supongo que tienes razon, pero todo esto solo nos dice que comio algo, seguramente para almorzar o cenar, antes de irse.
Fueron arriba. Habia solo dos dormitorios, los dos bastante grandes y con cuarto de bano. El ligeramente mas pequeno, en la parte de atras, no habia sido utilizado, la cama tenia sabanas limpias cubiertas con una colcha de retazos multicolores.
Candace abrio la puerta del armario empotrado, la cerro y dijo a la defensiva:
– Dios sabe por que he pensado que podia estar aqui; aunque si hemos venido a registrar, mas vale que seamos meticulosas.
Pasaron al dormitorio delantero. Estaba amueblado de manera sencilla y comoda, pero ahora parecia como si hubiera sido saqueado. En la cama habia un albornoz con una camiseta arrugada y un libro en rustica de Terry Prachett. Dos pares de zapatos habian sido lanzados a un rincon, y en la silla baja tapizada habia un revoltijo de