enfrentado finalmente a el, en aquella infima sacristia de la iglesia de Saint Matthew?

Mientras esperaba que Mattie abriera la puerta, se pregunto como habia de saludarla. Parecia natural decirle: «?Como estas, Mattie?», pero esta pregunta no tenia el menor sentido. ?Cuando le habia importado a ella saber como se sentia Mattie? ?Que posible respuesta le cabia esperar, como no fuera una cortesia igualmente desprovista de significado? La puerta se abrio. Mirandola con los ojos de una extrana, Mattie pronuncio su tranquilo «buenas tardes». Habia en ella algo diferente, pero ?acaso no habian cambiado todos desde aquella terrible manana? Mattie tenia el aspecto agotado que Sarah habia visto en la cara de una amiga que recientemente habia dado a luz: ojos brillantes y cara arrebolada, pero al mismo tiempo hinchada y en cierto modo disminuida, como si la virtud hubiera huido de ella.

Le dijo:

– ?Como estas, Mattie?

– Bien, muchas gracias, senorita Sarah. Lady Ursula y lady Berowne estan en el comedor.

La mesa ovalada estaba cubierta de correspondencia. Su abuela estaba sentada muy erguida, dando la espalda a la ventana. Delante de ella habia una gran hoja de papel secante y a su izquierda cajas de papel de carta y sobres. Estaba doblando una carta ya escrita cuando Sarah se acerco a ella. Como siempre, intrigo a la joven el hecho de que su abuela se mostrara tan meticulosa con las nimiedades del comportamiento social, tras haberse saltado durante toda su vida las convenciones en materia sexual y religiosa. Aparentemente, su madrastra no tenia cartas de pesame que contestar o bien dejaba esta tarea en manos de otros. Estaba ahora sentada a un extremo de la mesa, disponiendose a pintarse las unas, titubeantes las manos sobre una fila de botellitas. No se las pintara de rojo sangre, supongo, penso Sarah. Pero no, iba a ser de un rosado suave, totalmente inocuo, perfectamente apropiado. Ignoro a Barbara Berowne y dijo a su abuela:

– He venido como respuesta a tu carta. Lo del funeral no es posible. Lo siento, pero no estare alli.

Lady Ursula le dirigio una mirada prolongada y calculadora, como si ella fuese, penso Sarah, una nueva camarera que se presentara con unas referencias un tanto sospechosas. Dijo:

– No es deseo particular mio que se celebre un funeral, pero sus colegas asi lo esperan y parece que sus amigos lo quieren. Yo asistire, y espero que su viuda y su hija esten alli conmigo.

Sarah Berowne insistio:

– Ya te he dicho que no es posible. Vendre a la cremacion, desde luego, pero eso sera en privado, solo para la familia. Lo que no hare es exhibirme debidamente enlutada en Saint Margaret de Westminster.

Lady Ursula paso un sello por encima de la humedecida almohadilla y lo pego con precision en el angulo derecho del sobre.

– Me recuerdas a una chica que conocia en mi infancia, la hija de un obispo. Causo cierto escandalo en la diocesis al negarse resueltamente a ser confirmada. Lo que a mi me choco, pese a contar solo trece anos, fue que ella no tuviera la perspicacia de ver que sus escrupulos nada tenian que ver con la religion. Tan solo queria causarle una situacion embarazosa a su padre. Esto, desde luego, es perfectamente comprensible, sobre todo en el caso del obispo en cuestion, pero, ?por que no mostrarse sincera al respecto?

Sarah Berowne penso: «No tendria que haber venido. Ha sido una estupidez pensar que lo comprenderia, o incluso que trataria de hacerlo». Dijo:

– Supongo, abuela, que tu habrias querido que ella se confirmase, aunque sus escrupulos hubieran sido autenticos.

– Si, desde luego, creo que si. Yo situaria la amabilidad por encima de lo que tu llamarias conviccion. Despues de todo, si la ceremonia era una comedia, lo que, como sabes, es mi opinion, tampoco podia hacerle ningun dano dejar que las manos episcopales reposaran un momento sobre su cabeza.

Sarah murmuro:

– No se si querria vivir en un mundo que situara la amabilidad por encima de la conviccion.

– ?No? Pues tal vez fuese mas agradable que este, y considerablemente mas seguro.

– Bien, esta es una comedia en la que yo prefiero no tener ningun papel. Sus ideas politicas no eran las mias, y siguen no siendolo. Yo debiera estar haciendo una declaracion publica. No estare presente alli y espero que la gente sepa el porque.

Su abuela contesto secamente:

– Quienes se den cuenta lo sabran, pero yo no esperaria de ello un gran valor propagandistico. Los viejos estaran observando a sus contemporaneos y preguntandose cuanto tiempo pasara antes de que les llegue el turno, esperando que sus vejigas se contengan durante el acto, y los jovenes observaran a los viejos. Pero me atrevo a decir que muchos de ellos advertiran tu ausencia, los suficientes como para captar el mensaje de que tu odiabas a tu padre y que prosigues tu venganza politica mas alla de la tumba.

La joven casi sollozo:

– ?Yo no le odiaba! Durante la mayor parte de mi vida, lo ame, y hubiera podido seguir queriendole si el me lo hubiese permitido. Y el no querria que yo estuviera alli, no esperaria que estuviera. El mismo habria odiado estar. Oh, ya se que todo sera de muy buen gusto, con palabras y musica cuidadosamente elegidas, los trajes adecuados, la gente apropiada, pero no estareis honrandole a el, no a su persona, estareis honrando a una clase, a una filosofia politica, a un club privilegiado. A ti y a los de tu clase no os cabe en la cabeza que el mundo en que crecisteis ha muerto, esta muerto.

Lady Ursula repuso:

– Lo se, hija mia. Yo estaba en el, en 1914, cuando murio.

Tomo la carta siguiente de la parte superior de un monton y, sin alzar la vista, continuo:

– Nunca he sido mujer aficionada a la politica y puedo comprender que los pobres y los estupidos voten por el marxismo o por una de sus variantes de moda. Si no se tiene mas esperanza que la de vivir como esclavo, bien cabe optar por la forma mas eficiente de esclavitud. Pero debo decir que estoy en contra de tu amante, un hombre que ha disfrutado de privilegios toda su vida, y que trabaja para promover un sistema politico que asegurara que nadie tenga oportunidad de gozar de lo que el ha disfrutado tan singularmente. Esto seria excusable si el fuese fisicamente feo, ya que este infortunio tiende a fomentar envidia y agresion en un hombre. Pero no lo es. Puedo comprender la atraccion sexual, aunque sea cincuenta anos demasiado vieja para sentirla. Pero tu, seguramente, podrias haberte acostado con el sin tener que cargar con todo ese equipaje de moda.

Sarah Berowne se volvio con actitud fatigada, se acerco a la ventana y contemplo desde ella la plaza. Penso: «Mi vida con Ivor y la celula ha concluido, pero nunca fue honesta, nunca tuvo la menor realidad, nunca perteneci a ella. Pero tampoco pertenezco a este lugar. Me siento sola y estoy asustada, pero tengo que encontrar mi propio lugar. No puedo volver corriendo al lado de mi abuela, a un antiguo credo, a una falsa seguridad. Y a ella todavia le desagrado y me desprecia, casi tanto como me desprecio yo a mi misma. Esto facilita las cosas. No me exhibire a su lado en Saint Margaret, como una hija prodiga».

Y entonces oyo la voz de su abuela. Lady Ursula habia dejado de escribir y apoyaba ambas manos en la mesa. Decia:

– Y puesto que ahora estais las dos aqui, hay algo que necesito preguntar. La pistola de Hugo y las balas no estan en la caja fuerte. ?Sabe alguna de vosotras quien las ha cogido?

La cabeza de Barbara Berowne quedaba oculta detras de su bandeja de botellas. Levanto la vista pero no contesto. Sarah, sobresaltada, dio media vuelta.

– ?Estas segura, abuela?

Su sorpresa debio de ser obvia. Lady Ursula la miro.

– Por tanto, tu no la has cogido, y es de presumir que no sabras quien lo ha hecho.

– ?Claro que no la he cogido! ?Cuando descubriste que faltaba?

– El miercoles pasado por la manana, poco antes de que llegara la policia. Yo pensaba entonces que era posible que Paul se hubiera suicidado y que por tanto hubiera, entre sus papeles, una carta dirigida a mi. Por consiguiente, abri la caja. No habia nada de lo que yo esperaba, pero la pistola habia desaparecido.

Sarah pregunto:

– ?Y sabes cuando la cogieron?

– Durante meses no he tenido ocasion de mirar el contenido de la caja. Esta es una de las razones de que no haya dicho nada a la policia. Podia faltar desde hacia semanas. Tal vez no tuviera nada que ver con la muerte de Paul, y no tenia sentido concentrar su atencion en esta casa. Mas tarde, tuve otra razon para guardar silencio.

Sarah pregunto:

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