El nino se encogio de hombros.
– ?No os ensenan a nadar en la escuela?
– No. No he ido mucho tiempo a la escuela.
Resultaba casi demasiado facil. Resistio un subito impulso de echarse a reir a carcajadas. Tenia ganas de tumbarse sobre aquella tierra humeda, mirar hacia lo alto a traves del intrincado ramaje y pregonar a gritos su triunfo. Era invencible, estaba fuera del alcance de todos, protegido por la suerte y por la inteligencia, y por algo que nada tenia que ver con ninguna de estas cosas, pero que ahora ya formaba parte de el para siempre. La policia no podia haber encontrado el boton, pues de haberlo hecho lo hubieran confrontado con el, le hubieran confiscado la chaqueta, con el revelador hilo de algodon prendido en su orillo. Hubieran visto la etiqueta, hubieran sabido, al examinar la chaqueta, que faltaba el boton de recambio. Pero un agente joven y muy serio se la habia devuelto sin hacer ningun comentario, y desde entonces el la habia llevado casi a diario, ya que sin ella se sentia supersticiosamente inquieto. Recuperar el boton no seria dificil. Primero se las arreglaria con el nino y despues iria inmediatamente a la iglesia. No, inmediatamente no. Necesitaria un escoplo para abrir la caja de las limosnas. Podia recoger uno en Campden Hill Square o, mejor, comprar uno en el Woolsworth's mas cercano. Un cliente entre tantos pasaria desapercibido. Y no solo compraria el escoplo. Seria mas seguro adquirir varios objetos de poca monta antes de hacer cola ante la caja, pues con ello seria menos probable que la cajera recordara el escoplo. Y abrir la caja de las ofrendas pareceria el resultado de una pequena rateria. Era algo que sucedia continuamente. Dudaba de que alguien se molestara siquiera en informar a la policia, y si lo hacian, ?por que habrian de relacionarlo con el asesinato? Y entonces le asalto la idea de que la caja podia haber sido vaciada ya. Este pensamiento ensombrecio su sensacion de triunfo, pero solo por un momento. Si era asi, el boton o bien habria sido entregado a la policia, o tirado como objeto inutil. Y no podian haberselo dado a la policia, pues esta ya habria hecho uso de el. E incluso si por mala suerte se encontraba todavia en poder de alguien, solo el nino sabia donde habia sido hallado. Y el nino estaria muerto, ahogado accidentalmente, un nino mas que jugaba imprudentemente en la orilla del canal.
Abandono el refugio de los matorrales y el pequeno le siguio. A cada lado, el camino se extendia en una vacia desolacion, y el Canal discurria, espeso y pardo como el cieno, entre las desgastadas orillas. Se estremecio. Por un momento, se habia apoderado de el la ilusion de que no venia nadie porque no quedaba nadie que pudiera hacerlo, que el y Darren eran los ultimos supervivientes en un mundo muerto y desierto. Incluso el silencio era sobrenatural, y le impresiono darse cuenta de que, desde que llego al camino, no habia oido el susurro de ningun animal, ni la nota de un solo pajaro.
Advirtio que Darren se habia apartado de su lado y se habia puesto en cuclillas junto al agua. Deteniendose a su lado, Swayne vio que habia una rata muerta prendida en el codo de una rama rota; el cuerpo flaco y alargado causaba ondas en la superficie, y el morro apuntaba como una proa. Se agacho junto al nino y la contemplaron en silencio. La rata, penso, parecia curiosamente humana en su muerte, con los ojos empanados y las patitas alzadas como en una ultima y desesperada suplica. Dijo: «Afortunada rata», y en seguida supo que esa observacion casual carecia de todo sentido. La rata, que ya no era rata, no era afortunada ni desafortunada. No existia. Ninguna observacion sobre ella tenia el menor sentido.
Vio como el nino agarraba el extremo de la rama y empezaba a mover el cadaver debajo del agua. Despues lo levanto. Se formo un pequeno torbellino sobre su cabeza y ascendio con el pelo brillante, arqueada la espalda por la atraccion de las hediondas aguas. Ordeno secamente:
– No hagas eso, Darren.
El nino solto la rama y la rata volvio a caer y empezo a derivar lentamente aguas abajo.
Siguieron caminando. Y de pronto su corazon pego un brinco. Darren echo a correr desde su lado y, con un chillido, se metio como una flecha en la boca del tunel. Durante un torturante segundo, Swayne penso que su victima debia de haber adivinado su proposito y se daba a la fuga. Corrio tras el en la semioscuridad, y entonces recupero de nuevo el aliento. Darren, gritando y aullando, pasaba las manos por la pared del tunel, y seguidamente saltaba, con los brazos extendidos, en un vano intento de tocar el techo. Swayne estuvo a punto de ponerse a saltar con el.
Y ese era, desde luego, el lugar, ninguno podia ser mejor. Necesitaria tan solo un minuto, tal vez solo unos segundos. Habria de actuar con rapidez y seguridad. Nada podia quedar confiado al azar; habria de hacer algo mas que arrojarlo simplemente al agua. Necesitaria arrodillarse y mantener la cabeza bajo el agua. El pequeno seguramente se debatiria, pero la cosa seria breve. Parecia demasiado fragil para oponer una gran resistencia. Se quito la chaqueta y se la echo al hombro; no era necesario salpicar una americana tan cara. Ademas, aqui el borde del camino de sirga era de hormigon, no de tierra. Podria arrodillarse si era necesario, sin el riesgo de mancharse los pantalones con un barro delator.
Llamo con voz suave:
– Darren.
El nino, que todavia saltaba, procurando llegar hasta el techo, no le presto atencion. Swayne habia cobrado ya aliento para llamarlo de nuevo, cuando de pronto la figurilla que tenia delante se tambaleo, se doblo, cayo silenciosamente, como una hoja, y se quedo inmovil. Su primer pensamiento fue que Darren estaba practicando algun juego, pero cuando se acerco a el vio que el nino se habia desmayado. Yacia con las piernas y los brazos abiertos, tan cercano al canal que un bracito colgaba sobre el, con el puno, pequeno y semicerrado, casi tocando el agua. Tan completa era su inmovilidad que hubiera podido estar muerto, pero Swayne sabia que podia reconocer la muerte cuando la veia. Se agacho y observo fijamente aquella cara inmovil. La boca del nino estaba abierta y humeda, y creyo oir el suave suspiro de su respiracion. En aquella media luz, las pecas destacaban en la blancura de la piel como motas de pintura dorada y apenas podia distinguir las escasas pestanas abatidas sobre la mejilla. Penso: Debe de padecer alguna enfermedad. Esta enfermo. Los ninos no se desmayan sin motivo. Y entonces le acometio una sensacion que era mitad compasion y mitad enojo. Pobre diablo. Lo llevan ante el Tribunal de Menores, lo someten a supervision y ni siquiera pueden cuidar de el. Ni siquiera ven que esta enfermo. Hijos de puta. Maldito fuera todo aquel hatajo de hijos de puta.
Pero ahora que lo que debia hacer resultaba mas facil que nunca, tan solo un leve empujon, de pronto se habia vuelto mas dificil. Introdujo un pie debajo del nino y lo levanto suavemente. El cuerpo se alzo sobre su zapato, tan aparentemente carente de peso que apenas podia notarlo. Pero Darren no se movio. Un empujon, penso, un breve impulso. Si hubiese creido en un dios, le habria dicho: «No debiste ponermelo tan facil. Nada deberia resultar tan facil». Reinaba la mayor calma en el tunel. Podia oir el lento goteo de la humedad desde el techo, el leve lenguetazo del canal contra el borde del pavimento, el intimo chasquido de su reloj digital tan intenso como el tictac de una bomba de relojeria. El olor del agua llegaba hasta el, intenso y agrio. Las dos medias lunas que resplandecian en los extremos del tunel le parecieron de pronto muy remotas. Pudo imaginarlas retrocediendo y empequeneciendose hasta convertirse en finas curvas luminosas, y despues desvaneciendose por completo, dejandole a el y a aquel nino que respiraba casi inaudiblemente encerrados juntos en una nada negra y que olia a humedad.
Y entonces penso: «?Necesito hacerlo? El no me ha hecho ningun dano. Berowne merecia morir, pero el no. Y no hablara. De todos modos, la policia ha dejado de interesarse por el. Y una vez yo tenga el boton, no importa si el habla. Sera su palabra contra la mia. Y sin el boton, ?que pueden probar?» Descolgo la chaqueta de su hombro y, al notar como se deslizaba el forro junto a sus brazos, supo que esta era la accion decisiva. Al chiquillo se le permitiria vivir. Durante un extraordinario momento saboreo una nueva sensacion de poder, y le parecio mas dulce y excitante incluso que la que experimento cuando por fin se volvio para contemplar el cadaver de Berowne. Eso era lo que a uno le hacia sentirse como un dios. Tenia poder para quitar la vida o para otorgarla. Y esta vez habia elegido ser misericordioso. Le estaba dando al nino el mayor don en su poder, y el nino ni siquiera sabria que habia sido el quien se lo habia concedido. Pero se lo contaria a Barbie. Algun dia, cuando todo estuviera bien seguro, le contaria a Barbie lo de la vida que habia arrebatado y lo de la vida que tan generosamente habia respetado. Aparto un poco el cuerpo del nino del borde del agua, y oyo que el pequeno gemia. Sus parpados se agitaron. Como si le asustara encontrarse con su mirada, Swayne se incorporo entonces y casi echo a correr hacia el extremo del tunel, intentando desesperadamente llegar al final y alcanzar aquella media luna de luz antes de que la oscuridad se cerrara sobre el para siempre.
VI