habitacion ni nada de lo que habia en ella fuese ya de su incumbencia. Massingham se acerco a el y descolgo el receptor. Dio su nombre y escucho en silencio durante un par de minutos, durante los cuales nadie se movio, y despues hablo en voz tan baja que sus palabras fueron ininteligibles y colgo. Dalgliesh se acerco a el, y Massingham le informo en un susurro:
– Darren ha llegado a su casa, senor. No quiere decir donde estuvo y Robins asegura que es evidente que esta ocultando algo. Su madre aun no ha regresado y nadie sabe donde esta. Estan buscandola en los pubs y clubs que suele frecuentar. Dos oficiales se quedaran con Darren hasta que detengamos a Swayne, y han telefoneado a los servicios sociales para tratar de ponerse en contacto con un supervisor. Ahi no ha habido suerte. Ya no era hora de oficina.
– ?Y Swayne?
– Todavia no hay noticia de el. El disenador con el que compartia un apartamento dice que mas temprano se presento alli, en Shepherd's Bush, para recoger sus cosas. Dijo que se marchaba a Edimburgo.
– ?Edimburgo?
– Al parecer, tiene amigos alli, gente a la que conocio cuando tomo parte en una representacion en el festival de este ano. Robins se ha puesto en contacto con Edimburgo. Tal vez puedan echarle mano en el tren.
– Si es que lo ha tomado.
Se aproximo a Evelyn Matlock. Ella levanto hacia el una cara devastada por el dolor y vio en sus ojos algo tan parecido a la confianza que su corazon dio un vuelco. Le dijo:
– Utilizo su afecto por el para obligarla a mentir en su beneficio, y eso fue una traicion. Pero lo que el sintiera por usted y usted por el es asunto de la incumbencia de ustedes dos y de nadie mas, y solo usted puede saber la verdad al respecto.
Ella contesto, mirandole, deseando que el la comprendiera:
– El me necesitaba. Nunca tuvo a nadie mas. Era amor. ?Era amor!
Dalgliesh guardo silencio, y entonces ella dijo con una voz tan baja que el apenas pudo captar sus palabras.
– Al marcharse, se llevo una caja de cerillas. Yo no lo hubiera advertido, pero la tetera electrica de la cocina estaba estropeada. Halliwell me la estaba arreglando. Tuve que encender el gas con una cerilla y tuve que abrir una caja nueva. La que habia junto a los hornillos no estaba.
Empezo a llorar de nuevo, pero esta vez casi sin ruido, con un raudal de lagrimas silenciosas que descendia por su rostro, como si la causa del llanto fuese su anonadamiento y una desesperacion mas alla del dolor.
Pero habia todavia preguntas que el tenia que hacer, y tenia que hacerlas ahora, al haber pasado ella de los extremos de la desdicha y la sensacion de perdida a la aceptacion de la derrota. Le dijo:
– Cuando llego el senor Swayne, ?fue solo a alguna otra parte de la casa, ademas de la salita de usted y la cocina?
– Solo para dejar su bolsa de aseo en el cuarto de bano.
Por lo tanto, tuvo oportunidad para entrar en el estudio. Prosiguio:
– Y cuando volvio, ?llevaba algo en la mano?
– Solo el periodico de la tarde. Ya lo llevaba cuando llego.
Pero, ?por que no dejarlo en la parte trasera de la casa? ?Por que llevarse el periodico al cuarto de bano, a no ser que se propusiera utilizarlo para ocultar algo, un libro, una carpeta, tal vez unas cartas privadas? Generalmente, los suicidas destruyen sus papeles, y el podia encontrar algo en la casa para llevarselo y quemarlo. Probablemente habia sido un hecho fortuito el que abriera el cajon y encontrara alli el dietario, al alcance de su mano.
Se volvio hacia Sarah Berowne y dijo:
– Es evidente que la senorita Matlock pasa un grave disgusto. Creo que le sentaria bien una taza de te. Tal vez alguien quiera tomarse la molestia de prepararsela.
Ella replico:
– Usted nos desprecia a todos, ?verdad? A cada uno de nosotros.
El dijo:
– Senorita Berowne, me encuentro en esta casa como un funcionario que efectua una investigacion. Aqui no tengo otro derecho y ninguna otra funcion.
El y Massingham habian llegado a la puerta antes de que lady Ursula hablara, con voz clara, sin el menor titubeo.
– Antes de marcharse, comandante, creo que debe saber que ha desaparecido una pistola que habia en la caja fuerte. Pertenecia a mi hijo mayor, y era una Smith and Wesson, calibre ocho. Mi nuera dice que Paul se desprendio de ella, pero creo mas prudente suponer que esta… -hizo una pausa y despues anadio con delicada ironia-: Que esta equivocada.
Dalgliesh se volvio hacia Barbara Berowne.
– ?Pudo haberse apoderado de ella su hermano? ?Conocia el la combinacion de la caja?
– ?Claro que no! ?Por que habia de quererla Dicco? Paul se deshizo de ella. Me lo dijo. Pensaba que era peligrosa. La tiro. La arrojo al rio.
Lady Ursula hablo como si su nuera no estuviera presente.
– Pienso que puede usted dar por supuesto que Dominic Swayne conoce la combinacion de la caja. Mi hijo la cambio tres dias antes de morir. Tenia la costumbre de anotar la nueva combinacion con lapiz en la ultima pagina de su dietario, hasta estar seguro de que el y yo la habiamos memorizado. Lo que hacia era rodear las cifras con un circulo en el calendario del ano siguiente. Creo que esa era la pagina que usted me enseno, comandante. Habia sido arrancada.
VII
Eran casi las cinco cuando compro el escoplo, el mas recio que tenian en la tienda. Al final no habia dispuesto de tiempo para ir a un almacen Woolworth's, pero se dijo a si mismo que no importaba y adquirio la herramienta en una ferreteria de Harrow Road. Tal vez el dependiente pudiera recordarle, pero ?quien iba a preguntarlo? El robo seria considerado como una rateria sin importancia, y despues el arrojaria el escoplo al canal. Y sin el escoplo para contrastarlo con las senales en el borde de la caja de limosnas, ?como iban a relacionarlo a el con el delito? Era demasiado largo para el bolsillo de su americana, y por tanto lo metio junto con la pistola en la bolsa de lona. Le divertia llevar colgada del hombro aquella bolsa tan vulgar e inocua, notar el peso de la pistola y del escoplo junto a su flanco. No temia que le parasen. ?Quien iba a pararle, un joven respetablemente vestido que se encaminaba tranquilamente a su casa al finalizar la jornada? Pero esta sensacion de seguridad tenia unas raices mas profundas. Caminaba por aquellas calles monotonas con la cabeza alta, invencible, y le entraban ganas de reirse a carcajadas de aquellos rostros grises y estupidos que pasaban a su lado con la vista al frente, o dirigida hacia el suelo como si escudrinaran instintivamente la acera, con la esperanza de encontrar alguna moneda caida. Estaban acorralados en sus vidas sin esperanza, recorriendo interminablemente los mismos perimetros desnudos, esclavos de la rutina y del convencionalismo. Solo el habia tenido el valor de liberarse. Era un rey entre los hombres, un espiritu libre. Y al cabo de unas horas estaria camino de Espana, en busca del sol. Nadie podia pararlo. La policia no tenia nada que justificara su retencion, y ahora la unica prueba fisica que le vinculaba al escenario del crimen se encontraba a su alcance. Tenia dinero suficiente para pasar dos meses, y despues escribiria a Barbie. Todavia no habia llegado el momento de decirselo, pero un dia se lo contaria y ese dia no podia tardar. La necesidad de decirselo a alguien se estaba convirtiendo en una obsesion. Casi habia estado a punto de confiar en aquella solterona patetica con la que habia tomado unas copas en el Saint Ermin's Hotel. Despues, casi se sintio asustado por ese anhelo de confesar, de tener a alguien que se maravillase ante su brillantez y su valor. Y, por encima de todo, necesitaba explicarselo a Barbie. Era Barbie quien tenia derecho a saber. Le diria que ella le debia su dinero, su libertad y su futuro a el, y ella sabria como mostrar su agradecimiento.
La tarde era tan oscura ahora que era como si fuese de noche, con el cielo espeso y velludo como una manta, un aire que costaba respirar y con el aspero sabor metalico de la inminente tormenta. Y precisamente cuando doblaba la esquina de la calle y veia la iglesia, estallo la tormenta. El aire y el cielo centellearon con el primer