un gato ni un perro, no soy un animalito domestico. -Se volvio hacia Barbara Berowne-. ?Y usted? Hay cosas que yo podria decir a la policia respecto a aquel primo suyo. Usted planeo hacerse con sir Paul, antes incluso de que su prometido estuviera enterrado, antes de que muriera su esposa. Usted no dormia con el. Claro que era usted demasiado astuta para eso. ?Y que decir de usted, su hija? ?Que afecto le dedicaba? ?Y ese amante suyo? Solo lo utilizaba para herir a su padre. Ninguno de ustedes sabe lo que es el afecto, lo que es el amor. -De nuevo se volvio hacia lady Ursula-. Y esta lo de mi padre. Se supone que yo he de estar agradecida por lo que hizo su hijo. Pero ?que hizo? Ni siquiera consiguio que mi padre no fuera a parar a la carcel. Y la carcel era para el una tortura. Tenia claustrofobia. No pudo resistirlo. Se sintio torturado hasta morir. ?Y que les importo eso a cualquiera de ustedes? Sir Paul penso que darme a mi un trabajo, un hogar, lo que ustedes llaman un hogar, era suficiente. Creyo estar pagando por su error. Nunca pago. Yo me ocupe de pagarlo todo.
Lady Ursula dijo:
– No sabia que pensaras asi. Debi saberlo. Me culpo por ello.
– ?Oh, no, eso si que no! Eso son solo palabras. Usted nunca se ha culpado a si misma. Jamas. Por nada. En toda su vida. Si, dormia con el. Y volvere a hacerlo. No pueden impedirmelo. No es asunto que les incumba. No me poseen en cuerpo y alma, solo creen poseerme. El me ama y yo a el.
Lady Ursula repuso:
– No seas ridicula. Te estaba utilizando. Te utilizaba para conseguir una comida gratis, un bano caliente, y para tener la ropa limpia y planchada. Y al final te utilizo para establecer una coartada en el asesinato.
Barbara Berowne habia dado fin a su manicura y ahora contemplaba sus unas ya pintadas con el agrado y complacencia de una nina, Despues alzo la vista.
– Se que Dicco le hizo el amor, pues el me lo ha dicho. Pero, desde luego, el no mato a Paul; eso es una tonteria. Eso era lo que estaba haciendo el cuando Paul murio. Le estaba haciendo el amor a ella en la cama de Paul.
Evelyn Matlock se volvio en redondo hacia ella y chillo:
– ?Eso es mentira! ?No pudo haberselo dicho! ?No pudo haberselo dicho!
– Pues lo hizo. Penso que me divertiria. Creyo que la cosa tenia su gracia.
Y miro a lady Ursula, con una mirada conspiradora en la que se mezclaban diversion y menosprecio, como si la invitara a compartir un chiste en privado. La voz aguda e infantil de Barbara Berowne prosiguio:
– Le pregunte como era capaz de tocarla, pero me dijo que el podia hacerle el amor a cualquier mujer si cerraba los ojos e imaginaba que lo hacia con otra persona. Dijo que pensaba en el agua caliente del bano y en una cena gratis. En realidad, a el no le importaba hacerle el amor. Dijo que no tiene mala figura y que incluso podia disfrutar, siempre y cuando mantuviese la luz apagada. Era la charla empalagosa, todos aquellos discursos que ella le dirigia despues, lo que el no podia soportar.
Evelyn Matlock se habia desplomado en una de las sillas alineadas junto a la pared. Oculto la cara entre las manos, pero despues clavo la vista en el rostro de Dalgliesh y dijo con una voz tan queda que el tuvo que inclinar la cabeza para oirla:
– Aquella noche salio, pero me dijo que deseaba hablar con sir Paul. Queria averiguar que iba a ocurrirle a lady Berowne. Me dijo que los dos estaban muertos cuando el llego. La puerta estaba abierta y ellos estaban muertos. Muertos los dos. El me amaba. El confiaba en mi. ?Dios mio, ojala me hubiese matado tambien a mi!
Y de pronto empezo a llorar, con grandes sollozos parecidos a arcadas, que daban la impresion de desgarrarle el pecho y que alcanzaron un ululante crescendo de agonia. Sarah Berowne acudio prestamente a su lado y le sostuvo timidamente la cabeza. Lady Ursula dijo:
– Este ruido es insoportable. Llevatela a su cuarto.
Como si estas palabras, que solo debio de oir a medias, fueran una amenaza, Evelyn Matlock intento dominarse. Sarah Berowne miro a Dalgliesh y dijo:
– Pero no es posible que el lo hiciera. No hubiera tenido tiempo para cometer los asesinatos y despues limpiar aquello. A no ser que fuese en coche o en bicicleta. No se hubiese atrevido a tomar un taxi. Y si cogio la bicicleta, Halliwell tuvo que verle u oirle.
Lady Ursula intervino:
– Halliwell no estaba.
Levanto el receptor del telefono y marco un numero. La oyeron decir:
– ?Quiere hacer el favor de venir, Halliwell?
Nadie hablo. El unico ruido de la habitacion era el del llanto sofocado de la senorita Matlock. Lady Ursula la contemplo con una mirada tranquilamente calculadora, sin compasion, casi, penso Dalgliesh, sin interes.
Y entonces oyeron pasos en el suelo de marmol del vestibulo y la robusta silueta de Halliwell aparecio en el umbral. Llevaba pantalones vaqueros y una camisa de manga corta y cuello abierto, y su actitud era la del que se encuentra perfectamente a sus anchas. Sus ojos oscuros pasaron rapidamente de los policias a las tres Berowne, y despues a la sollozante y acurrucada figura entre los brazos de Sarah. Cerro la puerta y miro tranquilamente a lady Ursula, sin deferencia, relajado, alerta, mas bajo que los otros dos hombres, pero dando la impresion, gracias a su sosegado plomo, de dominar momentaneamente la habitacion.
Lady Ursula dijo:
– Halliwell me llevo a la iglesia de Saint Matthew la noche en que murio mi hijo. Describa al comandante lo que ocurrio, Halliwell.
– ?Todo, senora?
– Claro.
Se dirigio a Dalgliesh:
– Lady Ursula me llamo a las seis menos diez y me dijo que tuviera el coche a punto. Dijo que ella bajaria al garaje y que tendriamos que salir con la mayor discrecion posible por la puerta posterior. Cuando ya estaba sentada en el coche, dijo que me dirigiera a la iglesia de Saint Matthew, en Paddington. Necesite consultar la guia de calles, y asi lo hice.
Por tanto, penso Dalgliesh, habian salido casi una hora antes de que llegara Dominic Swayne. El piso sobre el garaje habia estado desierto.
Swayne debio de suponer que Halliwell ya se habia marchado, puesto que tenia libre el dia siguiente. El chofer continuo:
– Llegamos a la iglesia y lady Ursula me pidio que aparcase frente a la puerta sur, en la parte posterior. La senora toco el timbre y sir Paul abrio. Ella entro. Una media hora mas tarde, volvio a salir y me pidio que me reuniera con ellos. Debian de ser mas o menos las siete. Sir Paul estaba alli con otro hombre, un vagabundo. Habia sobre la mesa una hoja de papel con unas ocho lineas escritas en ella. Sir Paul dijo que se disponia a firmar y queria que yo fuera testigo de su firma. Despues firmo y yo escribi debajo mi nombre. El vagabundo hizo lo mismo.
Lady Ursula anadio:
– Fue una suerte que Harry supiera escribir. Claro que era ya viejo. Asistio a una escuela estatal cuando a los ninos se les ensenaban estas cosas.
Dalgliesh pregunto:
– ?Estaba sobrio?
Fue Halliwell quien contesto.
– Le olia el aliento, pero se sostenia firmemente sobre sus pies, y pudo escribir su nombre.
– ?Leyo usted lo que habia escrito en el papel?
– No, senor. No era de mi incumbencia leerlo y no lo hice.
– ?Como fue escrito?
– Al parecer, con la pluma estilografica de sir Paul. El utilizo la pluma para firmar, y despues me la entrego a mi y al vagabundo. Cuando hubimos firmado, paso por encima el secante. Despues, el vagabundo desaparecio por la puerta que habia a la derecha de la chimenea y lady Ursula y yo nos marchamos. Sir Paul se quedo en la sacristia. No nos acompano hasta la puerta. Lady Ursula dijo entonces que le agradaria dar una vuelta antes de regresar a casa. Nos dirigimos a los Parliament Hill Fields y despues fuimos a Hampstead Heath. Ella se quedo sentada en el coche, que detuve junto a los brezales, durante unos veinte minutos. Despues la traje aqui; llegamos alrededor de las nueve y media. Lady Ursula me ordeno que la dejara ante la puerta principal, para poder entrar en casa sin que la vieran. Me dijo que aparcara el coche en Campden Hill Square, y asi lo hice.