– Un cuadro, ?no? ?Que hizo con el?

– Muy lista. ?Como lo sabe? No creo que la historia del arte figure en el curriculum de la policia, ?verdad?

– ?Que hizo con el cuadro?

– Lo atravese varias veces con un cuchillo. Queria estropear algo que el estimase. En realidad, no es que lo tuviera en gran estima, pero si el dinero que le costo. De todos modos, no hubiera sido muy acertado clavarle el cuchillo a mama, ?no cree?

– ?Que pasa con su madre?

– Bien, ella se lleva bien con mi padrastro. Ha de hacerlo, mas o menos. El es quien tiene el dinero. De todos modos, ella nunca se ha preocupado mucho por los chiquillos, al menos no por los suyos. Barbara es demasiado hermosa para ella; en realidad, no le gusta. La razon es que teme que a mi padrastro pueda gustarle demasiado.

– ?Y usted?

– Ninguno de los dos quiere saber nada de mi. Nunca. Ni este padrastro, ni el anterior. Pero sabran de mi. Ya lo creo.

Ella paso la carne picada del envoltorio a la sarten y empezo a removerla con una espatula. Manteniendo tranquila la voz, como si aquello fuese una cena corriente y el un invitado corriente, dijo, dominando el chisporroteo de la carne que salteaba:

– En realidad, a esto habria que anadirle cebolla.

– Dejese de cebollas. ?Y su madre?

– Mi madre esta muerta y yo nunca conoci a mi padre. Soy bastarda.

Es mejor que se lo diga, penso. Podia despertar alguna emocion: curiosidad, compasion, desprecio. No, compasion no. Pero incluso el desprecio seria algo. El desprecio era una respuesta humana. Si habian de sobrevivir, tenia que establecer alguna relacion que no fuese la de miedo, odio o conflicto. Pero cuando el hablo, en su voz solo hubo una tolerancia divertida.

– ?Es una de esos? Todos los bastardos estan llenos de complejos. Y se lo que digo. Le contare algo acerca de mi padre. Cuando yo tenia once anos pidio que me hicieran un analisis de sangre. Vino un medico y me clavo una aguja en el brazo. Yo veia como mi sangre llenaba la jeringa. Me quede aterrorizado. Lo hizo para demostrar que yo no era su hijo.

Ella afirmo con toda sinceridad:

– Una cosa terrible para hacersela a un nino.

– Es que el era un hombre terrible. Pero me desquite. ?Y por eso es usted policia, para vengarse de los demas?

– No, solo para ganarme la vida.

– Hay otras maneras. Pudo haber sido una honrada puta. De esas no hay las que harian falta.

– ?Son esas las mujeres que a usted le gustan, las putas?

– No, lo que a mi me gusta no es tan facil de encontrar. La inocencia.

– ?Como Theresa Nolan?

– ?De modo que esta enterada? Yo no la mate. Se mato ella.

– ?Porque usted la obligo a abortar?

– Bien, dificilmente podia ella esperar tener el nino, ?no le parece? ?Y como esta tan segura de que era mio? Nadie puede tener esa seguridad. Si Berowne no se acostaba con ella, deseaba hacerlo. ?Vaya si lo deseaba! ?Por que, si no, me arrojo a aquel rio? Yo hubiese podido hacer mucho por el, le hubiese podido ayudar si me lo hubiera permitido. Pero no podia dignarse siquiera hablar conmigo. ?Quien se creia que era? Iba a dejar a mi hermana, nada menos que a mi hermana, por aquella triste puta suya, o por su Dios. ?A quien diablos puede importarle por cual? Se disponia a vender su casa, a sumirnos en la pobreza y el menosprecio. Me humillo delante de Diana. Pues bien, eligio un mal enemigo.

Su voz seguia siendo baja, pero a ella le parecio como si llenara toda la habitacion, cargada de ira y de triunfo.

Penso. «Bien puedo hacerle preguntas al respecto. Querra hablar. Siempre lo hacen». Y le hablo con indiferencia, mientras vertia la salsa de tomate en la sarten y alargaba la mano hacia el tarro de las especias.

– Sabia usted que el estaria en aquella sacristia. No podia haber salido de su casa sin decir donde se le podia encontrar, sobre todo existiendo la posibilidad de que le llamara un hombre que se estaba muriendo. Dijo usted a la senorita Matlock que nos mintiera, pero ella sabia donde estaba y se lo conto.

– El le dio un numero de telefono, Yo sospeche que era el numero de la iglesia, pero llame a informacion y el numero que me dieron para Saint Matthew era el mismo que el le habia dejado a Evelyn.

– ?Y como fue de Campden Hill Square a la iglesia? ?En taxi? ?En coche?

– En bicicleta, su bicicleta. Cogi la llave del garaje, que estaba en la alacena de Evelyn. Halliwell se habia marchado ya, dijera lo que dijese despues a la policia. Tenia las luces apagadas y el Rover no estaba. No utilice el Golf de Barbie. Demasiado llamativo. Una bicicleta era igual de rapida y yo podia esperar entre la sombra hasta que la carretera estuviera despejada, y largarme pedaleando de firme. Y no la deje ante la iglesia, donde alguien pudiera verla. Le pedi a Paul si podia entrarla y dejarla en el pasillo. Hacia buena noche y por tanto no tenia que preocuparme por huellas de barro de los neumaticos en el suelo. Como puede ver, pense en todo.

– En todo, no. Se llevo las cerillas.

– Pero las volvi a dejar en el mismo sitio. Las cerillas no demuestran nada.

Ella dijo:

– Y el le dejo entrar, a usted y su bicicleta. Esto es lo que me parece extrano, que se lo permitiera.

– Es mas extrano de lo que se imagina. Mucho mas extrano. No lo adverti entonces, pero si ahora. El sabia que yo iria alli. Me estaba esperando.

Kate sintio un estremecimiento causado por un horror casi supersticioso. Tuvo ganas de gritar. ?Pero el no podia saberlo! ?No es posible!

Dijo:

– ?Y Harry Mack? ?Tenia que matar forzosamente a Harry Mack?

– Claro. Fue mala suerte para el que entrase alli. Pero mejor esta muerto, pobre diablo. No se preocupe por Harry. Le hice un favor.

Volviendo la cara hacia el, le pregunto:

– ?Y Diana Travers? ?Tambien la mato?

Sonrio con malicia y parecio mirar a traves de ella, como si reviviera un placer secreto.

– No necesite hacerlo. Las hierbas lo hicieron en mi lugar. Me meti en el agua y mire como se zambullia ella. Hubo como un destello blanco que se hundio en la superficie. Y despues se quedo alli y no se vio nada mas, excepto aquella liquida oscuridad. Entonces espere, contando los segundos. Y de pronto, muy cerca de mi, surgio una mano del agua. Solo una mano, palida, carente de cuerpo. Fue algo pavoroso. Asi. Mire, asi.

Levanto la mano izquierda, con los dedos muy separados. Ella pudo ver los tendones, tensos bajo la piel blanca como la leche. No dijo una sola palabra. Lentamente, el relajo los dedos y dejo caer el brazo. Dijo:

– Y entonces tambien esta desaparecio. Y yo espere, contando todavia los segundos. Pero no paso nada, ni siquiera se formaron ondas.

– ?Y echo a nadar, dejando que ella se ahogara?

Los ojos de el volvieron a enfocarla como haciendo un esfuerzo, y ella oyo de nuevo en su voz la carga de odio y triunfo.

– Se rio de mi. Nadie puede hacer tal cosa. Nadie mas volvera a hacerlo.

– ?Y que sintio despues, sabiendo lo que habia hecho en aquella sacristia, aquella carniceria, toda aquella sangre?

– En estos casos se necesita una mujer y yo tenia una a mano. No era lo que yo hubiese elegido, pero hay que arreglarselas con lo que se pueda. Fue una idea brillante tambien. Yo sabia que despues ella nunca se doblegaria.

– La senorita Matlock. La utilizo en mas de un sentido.

– No mas que los Berowne. Ellos creen que ella les sirve devotamente. ?Y sabe por que? Porque nunca se han molestado en preguntarse que piensa ella en realidad. Tan eficiente, tan dedicada. Casi como si fuera de la

Вы читаете Sabor a muerte
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату