– Deberia tener tiempo para prepararse, antes de que la policia se dirija a ella.
?Tiempo para que?, se pregunto ella. ?Para fingir con cierta decencia que el hecho la entristecia? No contesto. De pronto, deseo con tanta urgencia que aquel hombre se marchara, que eso fue lo unico que pudo hacer para no ordenarle que se fuera de una vez. Consiguio tenderle la mano. Inclinandose el la tomo en la suya y la llevo a sus labios. El gesto, teatral y totalmente inapropiado, la desconcerto, pero no llego a disgustarla. Despues de marcharse el, se quedo contemplando sus delgados y ensortijados dedos, y aquellos nudillos manchados por la edad, sobre los cuales, brevemente, se habian posado los labios de el. ?Habia sido aquel gesto un tributo a una anciana que se enfrentaba, con dignidad y valor, a una ultima tragedia? ?O habia sido algo mas sutil, una insinuacion de que, a pesar de todo, eran aliados y el comprendia las prioridades de ella y sabria respetarlas?
VIII
Dalgliesh recordo que en cierta ocasion un cirujano le habia dicho que Miles Kynaston prometia convertirse en un diagnosticador brillante, pero que habia abandonado la medicina general para dedicarse a la legal porque no podia soportar el sufrimiento humano. El cirujano lo explicaba con una nota de humoristica condescendencia, como si estuviera delatando la infortunada debilidad de un colega, algo que un hombre mas prudente hubiera debido detectar antes de comenzar su carrera de medicina o que, al menos, hubiera tenido que solventar antes de terminar su segundo curso. Dalgliesh penso que tal vez fuera verdad. Kynaston habia cumplido lo que prometia, pero ahora aplicaba sus brillantes diagnosticos a unos difuntos silenciosos, cuyos ojos no podian implorarle que ofreciera alguna esperanza, y cuyas bocas ya no podian gritar. Desde luego, tenia cierta aficion a la muerte. En ella, nada le desconcertaba, ni sus aspectos mas desagradables, ni su olor, ni sus revelaciones mas extranas. A diferencia de la mayoria de los medicos, no la contemplaba como el enemigo final, sino como un enigma fascinante, y clavaba en cada cadaver la misma mirada intensa que en otro tiempo hubiese dedicado a sus pacientes vivos, considerandolo como una nueva prueba que, debidamente interpretada, podia aproximarlo mas a su misterio esencial.
Dalgliesh le respetaba mas que a cualquier otro de los forenses con los que habia trabajado. Acudia presto cuando se le llamaba y era igualmente diligente cuando se trataba de informar sobre una autopsia. No hacia gala del cruel humor que algunos de sus colegas juzgaban necesario para reforzar su amor propio en la sociedad, y los que compartian con el alguna pena podian considerarse a salvo de las desagradables anecdotas tan frecuentes sobre los cuchillos empleados o la historia de los rinones perdidos. Y, muy en especial, era un testigo excelente en los juicios, demasiado incluso para ciertas personas. Dalgliesh recordaba el agrio comentario de un abogado defensor despues de emitirse un veredicto de culpabilidad: «Kynaston esta adquiriendo una infalibilidad peligrosa con los jurados. No necesitamos a otro Spilsbury».
Nunca perdia el tiempo. Mientras saludaba a Dalgiesh, se estaba quitando ya la americana y poniendo sus finos guantes de goma en aquellas manos de dedos gruesos, que mostraban una blancura poco natural, casi como si no circulara la sangre por ellas. Era alto y robusto, y daba una impresion de desordenada torpeza hasta que se le veia trabajar en un espacio limitado, donde parecia contraerse fisicamente y volverse solido, aunque gracil, moviendose alrededor del cadaver con la rapidez y la precision de un gato. Su cara era carnosa y sus espesos cabellos dejaban libre una frente alta y pecosa; su largo labio superior tenia la curvatura de un arco, y los ojos, oscuros y muy brillantes, bajo unos parpados gruesos, conferian a su rostro una expresion de sardonica y humoristica inteligencia.
Ahora se agazapaba, como una rana, junto al cuerpo de Berowne, con las manos inertes ante el, palidamente incorporeas. Observaba las heridas de la garganta con una concentracion extraordinaria, pero sin hacer el menor gesto para tocar el cuerpo, excepto el roce ligero de una mano sobre la parte posterior de la cabeza, como una caricia. Despues pregunto:
– ?Quienes son?
– Sir Paul Berowne, ex diputado y ministro, y un tal Harry Mack, un vagabundo.
– A primera vista, asesinato seguido por suicidio. Los cortes son de libro de texto; dos de ellos bastante superficiales de izquierda a derecha, y despues uno encima, rapido, profundo, que ha seccionado la arteria. Y la navaja al alcance de la mano. Como digo, a primera vista es obvio. ?Demasiado obvio, tal vez?
– Asi lo he pensado yo -respondio Dalgliesh.
Kynaston avanzo sobre la alfombra en direccion a Harry, caminando de puntillas como un bailarin inexperto.
– Un tajo. Suficiente. De nuevo, de izquierda a derecha. Lo que significa que Berowne, si es que fue Berowne, se encontraba detras de el.
– Entonces, ?por que no esta manchada de sangre la manga derecha de la camisa de Berowne? De acuerdo, hay manchas de sangre, la suya o la de Harry, o la de ambos. Pero si el mato a Harry, ?no cabria esperar mayor cantidad de sangre en la manga?
– No, si se subio primero la manga de la camisa y sorprendio al otro por detras.
– ?Y volvio a bajarla antes de rajarse su propia garganta? Lo creo bastante improbable.
Kynaston dijo:
– Los analistas podran identificar la sangre de Harry, o lo que puede ser sangre de Harry en la manga de la camisa, asi como la de Berowne. Al parecer, no hay manchas visibles entre los cadaveres.
Dalgliesh repuso:
– Los biologos forenses han examinado la alfombra con la lampara de fibras opticas. Es posible que consigan algo. Y hay una pequena pero visible traza debajo de la chaqueta de Harry, y otra de lo que parece ser sangre en el forro de la chaqueta, justo encima de la primera.
Levanto la esquina de la alfombra y los dos observaron en silencio la mancha visible en la misma. Despues, Dalgliesh dijo:
– Estaba debajo de la chaqueta cuando la encontramos. Esto quiere decir que ya estaba alli antes de que Harry se desplomara. Y si resulta ser sangre de Berowne, entonces este fue el primero en morir, a no ser que, claro esta, avanzara hacia Harry despues de haberse hecho uno o mas de los cortes superficiales en su propia garganta. Como teoria, me parece bastante absurda. Si estaba entregado a la tarea de rajarse la garganta, ?como podia haberselo impedido Harry? Por consiguiente, ?por que molestarse en matarlo? Pero ?es posible, medicamente posible?
Kynaston le miro fijamente. Los dos sabian la importancia de esta pregunta. Contesto:
– Despues del primer corte superficial, yo diria que si.
– Pero ?pudo tener todavia la fuerza necesaria para matar a Harry?
– ?Estando el medio degollado? De nuevo, despues de hacerse ese primer corte superficial, no creo que sea posible descartar la posibilidad. Recordemos que debia de encontrarse en un estado de gran excitacion. Es sorprendente la fuerza que demuestran a veces ciertas personas. Despues de todo, estamos suponiendo que se le interrumpio en el momento de suicidarse. Dificilmente un momento en que un hombre se muestre racional. No obstante, no puedo estar seguro. Nadie puede estarlo. Me esta pidiendo un imposible, Adam.
– Ya me lo temia. Pero es que parece demasiado claro.
– O tal vez quiera usted creer que es demasiado claro. ?Como lo ve usted?
– Por la posicion del cuerpo, creo que pudo haber estado sentado en el borde de la cama. Suponiendo que fuese asesinado, suponiendo que el asesino entrase primero en la cocina, entonces pudo haber regresado silenciosamente y atacado a Berowne por detras. Un golpe, una cuerda alrededor del cuello. O bien agarrarle por el pelo, echarle atras la cabeza, hacer el primer corte profundo. Los otros, los destinados a dar la impresion de un intento, pudieron haberse hecho despues. Por consiguiente, hay que buscar cualquier marca ademas de los cortes, o tal vez un chichon en la parte posterior de la cabeza.
Kynaston dijo:
– Hay un chichon, pero es pequeno. Pudo haber sido causado al caerse. Sin embargo, sabremos algo mas con la autopsia.
– Una teoria alternativa seria la de que el asesino le dejo primero sin sentido, despues entro en el bano para desnudarse y regreso para proceder al deguello final, antes de que Berowne tuviera la oportunidad de volver en