o algo por el estilo.
– Si, era diputado del Parlamento.
– Y un noble, tambien, ?verdad?
– Un baronet, senora McBride.
– ?Que hacia entonces, en la sacristia pequena? Yo no sabia que hubiera ningun baronet que frecuentase la iglesia de Saint Matthew.
Era ya demasiado tarde para refugiarse en la discrecion.
– Y no lo hacia. Era tan solo alguien a quien yo conocia. Le di la llave. Queria pasar algun tiempo tranquilo en la iglesia -anadio, con la vana esperanza de que una confidencia tan peligrosamente cercana a la intimidad, de su tarea como sacerdote, pudiera halagarla, pudiera incluso dominar aquella curiosidad-. Deseaba un lugar tranquilo para pensar, para rezar.
– ?En la sacristia pequena? ?Pues habia elegido un lugar bien curioso! ?Y por que no se arrodillo en un reclinatorio? ?Por que no fue a la capilla de Nuestra Senora, delante del Santisimo Sacramento? Ese es el lugar adecuado para rezar, para los que no pueden esperar hasta el domingo.
Habia en su voz una nota de agria desaprobacion, que sugeria que tanto el lugar como la plegaria eran igualmente criticables.
– Dificilmente hubiera podido dormir en la iglesia, senora McBride.
– ?Y por que habia de querer dormir? ?Acaso no tenia una cama en su casa?
Las manos del padre Barnes habian empezado a temblar de nuevo. La taza de cafe oscilaba entre sus dedos y noto que un par de gotas le escaldaban la mano. Cuidadosamente, volvio a dejar la taza en su plato, deseando que cesara aquel odioso temblor. Casi se le escaparon las siguientes palabras de ella.
– Bueno, si es que se mato, murio limpio, eso hay que reconocerlo.
– ?Que murio limpio, senora McBride?
– ?Acaso no se estaba lavando cuando Tom y yo pasamos por alli anoche, poco despues de las ocho? ?El o Harry Mack? Y no ira usted a decirme que Harry se acercaba al agua corriente si podia evitarlo. Corria el agua de lo lindo por el desague. Claro que pensamos que usted se encontraba alli. «El padre Barnes se esta dando un buen fregoteo en el lavabo de la sacristia», eso es lo que yo le dije a Tom. «A lo mejor quiere reducir la factura del gas en la Vicaria.» Y nos reimos.
– ?Cuando ocurrio eso, exactamente, senora McBride?
– Ya se lo he dicho, padre, poco despues de las ocho. Nos dirigiamos a las Tres Plumas. No hubieramos pasado junto a la iglesia, pero teniamos que recoger a Maggie Sullivan y es el camino mas corto desde su casa hasta las Plumas.
– Pero la policia debiera saber esto. Podria ser una informacion importante. Les interesara hablar con todos los que se acercaron a Saint Matthew la noche pasada.
– ?Que les interesara? ?Y cree que solo les interesara? ?Adonde quiere ir a parar, padre? ?Va a decirme que Tom, la pobre Maggie Sullivan y yo le cortamos el cuello a aquel tipo?
– Claro que no, senora McBride. Eso es ridiculo. Sin embargo, pueden ser ustedes testigos importantes. Ese ruido de agua en el desague… significa que sir Paul todavia vivia a las ocho.
– Alguien estaba vivo alli a las ocho, y de eso no hay ninguna duda. Y que no estaba gastando poca agua, que digamos.
Al padre Barnes le sobrecogio la idea de una terrible posibilidad y, sin pensar, la expreso en voz alta.
– ?Se fijo en el color del agua?
– ?Y usted cree que yo me dedico a mirar lo que sale por los desagues? ?Claro que no me fije en el color! ?De que color habia de ser? Pero salia deprisa y abundante, esto puedo asegurarselo.
De pronto, adelanto la cara hacia el, por encima de la mesa. Sus enormes pechos, que tanto contrastaban con su cara delgada y sus brazos huesudos se posaron como grandes medias lunas sobre el borde de la mesa. Su taza de cafe fue depositada de golpe en el plato. Aquellos ojillos agudos se ensancharon, y despues la mujer murmuro con un placer mal disimulado:
– Padre, ?quiere decir que podia salir roja?
El contesto debilmente:
– Supongo que es posible.
– ?Cree que estaba lavandose las manos ensangrentadas, padre? ?Oh, Dios mio! ?Y pensar que hubiera podido salir y vernos! Habria sido capaz de matarnos a todos alli mismo, a Tom, a Maggie y a mi. Lo mas probable es que nos hubiese rajado las gargantas alli mismo, para arrojarnos despues al canal. ?Madre de Dios!
La conversacion habia sido extrana, irreal, totalmente incontrolable. La policia le habia dicho que hablara lo menos posible con los demas. El habia determinado no decir nada. Pero ahora ella sabia los nombres de las victimas, sabia quien las habia encontrado, sabia que la puerta estaba abierta, sabia como habia muerto, aunque, desde luego, el no hubiera mencionado que habian sido degollados. Sin embargo, eso pudo haber sido simple deduccion. Al fin y al cabo, un cuchillo era, en Londres, un arma mas comun que una pistola. Ella sabia todo esto y, ademas, habia pasado por alli en el momento preciso. La miro a traves de la mesa con ojos atemorizados, vinculado a ella por aquel chorro de agua ensangrentada que corria a traves de las mentes de ambos, compartiendo los dos la misma y espantosa imagen de aquella figura silenciosa, capaz de salir alzando un cuchillo ensangrentado. Y se daba cuenta tambien de otra cosa. Por terrible que fuese el vinculo que les unia en aquella fascinante fraternidad de sangre, por primera vez estaban sosteniendo una conversacion. Los ojos que se encontraban con los suyos a traves de la superficie de la mesa brillaban por el horror y con una excitacion demasiado proxima al placer para resultar comoda. No obstante, habia desaparecido aquella mirada familiar de insolencia y desprecio. Casi podia convencerse a si mismo de que ella confiaba en el. La sensacion de alivio fue tan grande que descubrio que su mano avanzaba a traves de la mesa hacia la de ella, con una especie de gesto indicador de mutuo consuelo. Avergonzado, la retiro rapidamente.
Ella dijo entonces:
– Padre, ?que haremos?
Era la primera vez que le hacia semejante pregunta, y a el le sorprendio la confianza que de pronto reflejo su propia voz.
– La policia me ha dado un numero especial de telefono. Creo que deberiamos llamarles ahora, inmediatamente. Enviaran a alguien, ya sea aqui o bien a su casa. Despues de todo, usted, Tom y Maggie son testigos muy importantes. Y, cuando hayamos hecho esto, necesitare quedarme en el estudio sin que nadie me moleste. No he podido celebrar la misa. Leere las oraciones de la manana.
– Si, padre -dijo ella, con una voz casi dulce.
Y habia algo mas que tendria que hacer. Era extrano que aquel pensamiento no se le hubiera ocurrido antes. Seguramente, era su deber visitar el dia siguiente, o el otro, a la esposa y la familia de Paul Berowne. Ahora, sabiendo ya lo que habia de hacerse, era notable la diferencia que sentia en su interior. Una frase biblica resono en su mente: «Haciendo el mal puede surgir el bien». Sin embargo la aparto en seguida. Se aproximaba demasiado a la blasfemia para resultar reconfortante.
SEGUNDA PARTE. El pariente mas proximo
I
Al abandonar la iglesia, Dalgliesh se dirigio en seguida al Yard para recoger sus expedientes sobre Theresa Nolan y Diana Travers, y ya era mas de mediodia cuando llego al sesenta y dos de Campden Hill Square. Le acompanaba Kate, y habian dejado a Massingham para supervisar lo que todavia tuviera que hacerse en la iglesia. Kate le habia dicho que de momento, solo habia mujeres en la casa, y parecia aconsejable que tambien a el le acompanara una mujer, sobre todo tratandose de Kate, que habia sido la primera en dar la noticia a la familia. No esperaba que esta decision satisficiera a Massingham y, efectivamente, asi habia sido. Estas primeras entrevistas