superior de la ultima pagina ha sido arrancada. Es la pagina en la que aparece el calendario del ultimo ano y tambien el del proximo. ?Puede usted recordar que mas habia, si es que lo habia, en esa pagina, lady Ursula?

– No recuerdo haber visto nunca esa pagina.

– ?Puede recordar cuando y donde vio usted por ultima vez el dietario?

– Temo que este sea el tipo de detalle que me resulte imposible recordar. ?Algo mas, comandante? Si hay algo mas, y no es urgente, tal vez pueda esperar hasta que este usted seguro de que investiga, efectivamente, un caso de asesinato.

Dalgliesh repuso:

– Esto lo sabemos ya, lady Ursula. Harry Mack fue asesinado.

Ella no contesto y, durante un minuto, los dos siguieron sentados en silencio, cara a cara. Despues ella levanto los ojos hasta encontrar los suyos y el creyo observar una mezcla de emociones fugaces: resolucion, suplica, desafio. Dijo entonces:

– Siento haberla entretenido demasiado tiempo y haberla fatigado. En realidad, solo hay otra cuestion. ?Puede decirme algo acerca de las dos jovenes que murieron despues de haber trabajado en esta casa, Theresa Nolan y Diana Travers?

La aparicion del dietario a medio quemar la habia conmovido profundamente, pero esta preguntarla encajo sin pestanear. Contesto con perfecta tranquilidad:

– Muy poco, creame. Sin duda, usted ya lo sabe practicamente todo. Theresa Nolan era una enfermera amable y considerada, asi como una joven competente, aunque no muy inteligente, creo yo. Vino aqui como enfermera de noche el dia dos de mayo, cuando sufri un ataque agudo de ciatica y se marcho el catorce de julio. Tenia una habitacion en esta casa, pero solo prestaba servicio de noche. Como ya sabra usted, fue despues a una clinica de maternidad en Hampstead. Acepto la probabilidad de que quedase embarazada mientras trabajaba aqui, pero puedo asegurarle que nadie de esta casa fue responsable de ello. El embarazo no es un riesgo laboral cuando se cuida a una mujer artritica de ochenta y dos anos. Todavia es menos lo que se acerca de Diana Travers. Al parecer, era una actriz sin trabajo que se dedicaba a labores domesticas mientras «descansaba»…, creo que este es el eufemismo que utilizan en su oficio. Vino a esta casa como respuesta a una tarjeta que la senorita Matlock habia colocado en el escaparate de un quiosco del barrio, y la senorita Matlock la admitio para sustituir a una asistenta que se habia marchado poco tiempo antes.

– ?Despues de consultarla a usted, lady Ursula?

– No era un asunto para el que necesitara consultarme, y, de hecho, no lo hizo. Se, desde luego, por que me pregunta usted acerca de esas dos mujeres. Un par de amigas mias se creyeron en la obligacion de enviarme el recorte de lo publicado por la Paternoster Review. Me sorprende que la policia se ocupe de lo que, con toda probabilidad, no es mas que un periodismo despreciable y barato. Dificilmente puede tener nada que ver con el asesinato de mi hijo. Si esto es todo, comandante, tal vez quiera usted ver ahora a mi nuera. No, no se moleste en llamar. Prefiero ensenarle el camino yo misma. Y puedo arreglarmelas perfectamente sin su ayuda.

Oprimio el boton del brazo de su sillon y el asiento se alzo lentamente. Necesito unos momentos para asegurar su equilibrio, y despues dijo:

– Antes de que hable con mi nuera, hay algo que tal vez deba decirle. Es posible que, aparentemente, la encuentre usted menos apenada de lo que seria de esperar. Eso se debe a que ella no tiene imaginacion. Si hubiera encontrado ella el cadaver de mi hijo se mostraria desconsolada, sin duda alguna demasiado trastornada y apenada para hablar ahora con usted. Pero lo que no ve con sus ojos le resulta dificil imaginarlo. Digo esto tan solo para ser justa con los dos.

Dalgliesh asintio en silencio. Era, penso, el primer error que ella habia cometido. El sentido de sus palabras era obvio, pero hubiera sido mas prudente por su parte abstenerse de pronunciarlas.

II

Espero mientras ella se disponia a dar el primer paso, afianzandose ante el ramalazo de dolor que presentia. No hizo el menor gesto para ayudarla, pues sabia que ello resultaria tan atrevido como inoportuno, y Kate, sensible como siempre a las ordenes silenciosas, cerro su libreta de notas y espero tambien en un atento silencio. Lentamente, lady Ursula se encamino hacia la puerta, apoyandose en su baston. Su mano, con unas venas que sobresalian como cordones azules hizo girar el pomo de oro. La siguieron lentamente a lo largo del pasillo alfombrado, hasta llegar al ascensor. En el interior del mismo, elegantemente curvado, apenas habia espacio para tres personas, y el brazo de Dalgliesh rozo el de ella. Incluso a traves de la gruesa tela de su manga, pudo notar la fragilidad de la anciana, y sentir su leve y perpetuo temblor. Noto que ella se encontraba bajo una fuerte tension y se pregunto cuanto se necesitaria para quebrar su personalidad y si era tarea que le correspondia a el procurar que esta personalidad se quebrase. Mientras el ascensor descendia lentamente los dos pisos, supo que ella le prestaba a el la misma atencion, y que le veia como al enemigo.

La siguieron hasta el salon. Esa habitacion tambien se la hubiera ensenado Paul Berowne y por un momento tuvo la ilusion de que era el muerto, y no su madre, quien se encontraba a su lado. Tres altas ventanas con la parte superior en arco, protegidas por elaborados cortinajes, ofrecian una vista de los arboles del jardin. Estos parecian irreales, como un tapiz unidimensional tejido con una infinita variedad de verde y oro. Bajo el elaborado techo, con su curiosa mezcla de clasico y gotico, la sala estaba escasamente amueblada y su aire era la misma atmosfera melancolica y apenas respirada del salon de una casa de campo rara vez visitada, una amalgama de aromas de peletero y cera virgen. Casi espero ver el cordon blanco que marcara la zona prohibida para las pisadas de los turistas.

La desconsolada madre le habia recibido a solas, presumiblemente por deseo suyo. La viuda habia juzgado prudente sentirse acompanada y protegida por su medico y su abogado. Lady Ursula les presento brevemente y se retiro en seguida, y Dalgliesh y Kate tuvieron que avanzar solos, a traves de la alfombra, hacia un escenario que parecia tan preparado como el de un cuadro. Barbara Berowne estaba sentada en una butaca de respaldo alto, a la derecha de la chimenea. Frente a ella, e inclinado hacia adelante en su asiento, se encontraba su abogado, Anthony Farrell. De pie al lado de ella, con la mano en su muneca, estaba su medico. Fue este el que hablo primero.

– Ahora la dejare, lady Berowne, pero volvere a visitarla esta tarde, alrededor de las seis si le parece conveniente, y trataremos de hacer algo para que esta noche pueda dormir. Si me necesita antes, digale a la senorita Matlock que me llame. Procure cenar un poco, si le es posible. Digale a la senorita Matlock que le prepare algo ligero. Ya se que no le apetece nada, pero deseo que lo intente. ?Lo hara?

Ella asintio y le tendio la mano. El la sostuvo por unos momentos, despues dirigio su mirada a Dalgliesh, aparto los ojos y murmuro:

– Espantoso, algo espantoso…

Viendo que Dalgliesh no respondia, dijo:

– Creo que lady Berowne esta lo bastante fuerte como para hablar ahora con usted, comandante, pero espero que no se prolongue mucho.

Hablaba como un actor aficionado en una obra detectivesca, en un dialogo previsible y previsiblemente pronunciado. Le sorprendio a Dalgliesh que un medico, para el que presumiblemente la tragedia no era cosa inusual, se mostrara menos a sus anchas que su paciente. Cuando llego a la puerta, Dalgliesh le pregunto con toda calma:

– ?Era usted tambien el medico de sir Paul?

– Si, pero desde hace poco tiempo. El era paciente del doctor Gillespie, que fallecio el ano pasado. Entonces, sir Paul y lady Berowne se inscribieron en mi consulta de la Seguridad Social. Tengo sus antecedentes medicos, pero nunca me consulto profesionalmente. Era un hombre muy saludable.

Por lo tanto, parte de su zozobra quedaba explicada. No era el antiguo y estimado medico de la familia, sino un atareado especialista en medicina general, comprensiblemente deseoso de regresar a su concurrida sala de consulta, o emprender su ronda de visitas, tal vez angustiosamente consciente de que la situacion requeria una habilidad social y una atencion concentrada para la que el no disponia de tiempo, pero intentando, aunque no de

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